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Título del texto editado:
“El padre Luis del Alcázar”
Autor del texto editado:
Pacheco, Francisco (1564-1644)
Título de la obra:
Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones
Autor de la obra:
Pacheco, Francisco (1564-1644)
Edición:
Sevilla: 1599-¿1644? (ed. facsímil, Sevilla, Rafael Tarasco, 1881-1884)


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El padre Luis del Alcázar


Quien conoció el presente sujeto en la viveza y alegre semblante verá la candidez y pureza de su ánimo y el acierto, favorecido del cielo, con que conseguí su imitación un año antes de su muerte. Puede sin duda el padre Luis del Alcázar, ilustre ciudadano e hijo de Sevilla, aventajadamente honrarla y a su sagrada religión, y no menos a su antigua y noble familia, por no haber dado al mundo otro semejante a él. Fue el mayor de los hijos varones de Melchior del Alcázar, veinticuatro de Sevilla; nació el año 1554. Siendo de ocho meses, se le atravesó un real en la garganta, que le duró otro tanto tiempo en ella, sustentándose de la leche que pasaba por un pequeño agujero, como se vido lanzándolo milagrosamente cuando estaban perdidas las esperanzas de su vida. Desde antes que tuviese uso de razón dio muestras de grande ingenio; fue tan fácil en aprender, que casi nunca tuvo necesidad de maestro.

Entró en la religión de la Compañía de Jesús de 14 años, y, porque su padre mostró gran sentimiento, se lo enviaron los superiores con el inquisidor Carpio, que era su grande amigo. Y, habiendo concertado que fuese a estudiar a Alcalá de Henares, estando ya de partida, le preguntó su padre si pensaba perseverar en aquella Universidad. Respondiole que solo hasta que la Compañía lo quisiese tornar a recebir. Con esto lo llevó por la mano a la casa profesa y lo entregó al superior. Pasado el noviciado, estudió las Artes en Córdoba, y al segundo curso afirmó de él su maestro que había perdido el juicio. Llegó a la sazón a aquella ciudad el padre doctor Diego de Acosta, que fue provincial, y, habiendo recebido pena de lo que se decía, le envió a llamar y con disimulación lo metió en dificultosas disputas; hallolo tan ingenioso y bien fundado, que, habiéndolo abrazado estrechamente, dijo que el hermano Luis sabía más que sus maestros. En acabando los estudios, leyó Artes y después Teología escolástica con grande admiración de los doctos.

Por el año 1581 le dieron licencia para ir a Roma y llevar consigo dos hermanos suyos, pero, al cabo de un año que llegó el superior donde residía avisó al general que el padre Luis del Alcázar era muy favorecido del conde de Olivares, embajador de España, y, por que no resultase de esto algún inconveniente, le mandó el general que dentro de 24 horas saliese de Roma. Cumpliolo puntualmente y volvió con sus hermanos. En llegando a Sevilla, al principio del año 1585, le dieron la cátedra de Escritura del Colegio, adonde después de estas cosas comenzó a leer el Apocalipsi a tanta satisfacción de los más doctos, que se le ordenó que lo escribiese para imprimirlo. Y, aunque nunca mudó el intento de la esplicación en casi 30 años que trabajó en él, hasta que sacó a luz el primer tomo y murió, fue mucho lo que lo mejoró, porque en esto tuvo particular don de Dios. Murió a 14 de julio año de 1613, con grande alegría de ir a gozar lo que esperaba, a los 59 años de su edad y 45 de religión. Concurrió a su entierro lo más lucido de las religiones y de la ciudad con general sentimiento, y hizo el oficio la música de la iglesia mayor. Está sepultado en la casa profesa a la parte del Evangelio.

Qué lugar tenga entre los escritores eclesiásticos dígalo su Apocalipsi, cuyas alabanzas son a la medida de la eminencia de los que lo leen. Y la exageración de él eccede a lo que se oye de los otros libros que han salido en nuestros tiempos. Algunos de dentro y fuera de la Compañía sintieron, mirando la pureza de su vida, que la explicación del Apocalipsi había sido revelada, porque uno de los más doctos escribe así: “Muchos han intentado declarar el Apocalipsi, ninguno lo ha conseguido si no él; toda enigma del principio al fin apeó tan conforme a la dotrina recebida de la santa iglesia, que no parece sino que, como san Juan tuvo revelación para envolver su profecía en dificultades, él la tuvo para manifestarlas. Con tanta grandeza se hace evidente el intento con su declaración, no mendigada de otros, que debe juzgarse por obra milagrosa dada gratis a este padre. ¡Que sus estudios no pudieran llegar a la alteza de un pensamiento tan honroso para la iglesia romana, tan provechoso para la universal, tan útil para los estudiosos de las letras sagradas! No hallo a quién compararle; a él se iba con todo lo inacesible como a sagrado oráculo”. Hasta aquí este autor.

Y, por que digamos algo de sus heroicas virtudes, fue observantísimo de los votos de pobreza, castidad y obediencia, y aventajado en la oración y la mortificación y ferviente caridad. Fue probado asaz como varón perfeto, sin que por las palabras o semblante lo pudiese Juan Antonio del Alcázar entender, cuya amistad fue mayor que de hermano. Porque lo que más resplandeció en él fue la mansedumbre y humildad, siendo de ánimo intrépido en su natural, y esta es la parte más invencible. Esta humildad tan rara, junta con tan grande ingenio, obligó al padre Francisco Vásquez, maestro suyo, a llamarlo Ángel todo el discurso de su vida, sin saberle otro nombre. Fue de muy poco sueño, parcísimo en comer y beber, y de gran aliento en estudiar, sin reparar en daño alg[uno]. Al ingenio acompañó estraordinaria memoria de lo que había leído, y su juicio en el estudio de la sagrada escritura eccedió al ingenio y memoria. Maravilla es el rendimiento con que se sujeta al mejor sentir y la cortesía con que trata a los escritores. Rehusó siempre el ser superior, dando a entender mañosamente que haría falta a su libro si le ocupaban en otra cosa. Fue sentencioso, agraciado y agudo en sus palabras; modesto y apacible en todas sus acciones. Y, aunque naturalmente era prudente y advertido con viveza, siempre mostraba rendimiento y amor sencillo, y esto campeaba en él de ordinario. Fue sobremanera inclinado a la liberalidad y tan amador como [amad]o de sus amigos, que los tuvo eccelentes, y entre ellos al maestro Francisco de Medina y al maestro fray Agustín Salucio. Fue oficiosísimo para todos los que le habían menester. Fue un varón de los de mayor capacidad de cuanto se han conocido y, últimamente, grand[e s]iervo de Dios; y no falta quien se encomiende a él en sus oracion[es] y sienta su favor en ocasiones apretadas

En honra suya hizo esta epigrama el padre Cipriano Gutiérrez, letor de Retórica en el Colegio de San Hermenegildo, digna de su felice ingenio:

P. L. del Alcázar Mystagogus inclytus, unicus
Mysteria Pandit.
Iustinus, Bedas, Maurus, Vitalis, Ederus,
Burgensis Paulus, Claudius, Hugo, Lyra,
Ansberius, Bruno, Thomas, Ribera, Galensis,
Coelius, Albertus, Hassia, Roma, Simon,
quem libet ex istis musae te iure vocabunt,
qui libet ex istis tu quod es, esse nequit;
Arcanuz praefert tu frons MISTERIA PATHMOS,
Arcanun pandit MYSTICA PENNA claros;
dum violas illi, gemmas, mel, dum irida fundunt
ALCAZAR Mystes Mystica verba dabis.


De Juan Antonio del Alcázar, epitafio a su hermano

Encierra este mármol pío
de un sabio y justo lo grave,
que lo sutil como el ave
real elevó su brío;
su pluma con señorío [5]
mostró que iba a su región,
porque, si él más que varón
querubín fue y serafín,
con ella lució sin fin,
ardió con ella en la unión. [10]

Así descansa el que fue
no escondida luz ni ociosa,
y en la paz con que reposa
su dicha eterna se ve.
Danos auténtica fe [15]
este su rostro risueño
de que goza en alto sueño
del rico supuesto brazo
siniestro y del dulce abrazo
de la diestra de su dueño. [20]


De don Melchior del Alcázar al retrato de su tío

Vos el secreto más grave
de la mayor e[scr]itura
desatáis con lengua pura,
abrís con segura llave;
dichoso, pues vuestra nave [5]
con firmes alas llegó
donde ninguno alcanzó
a dar tan seguro vuelo,
que este gran tesoro el cielo
para vos lo reservó. [10]

No solo vuestro semb[lan]te
retrató el sabio pintor,
ni sin color el color
a vuestra faz semejante;
vuestro espíritu constante [15]
en virtud y santidad,
vuestra sincera verdad
y vuestro saber profundo
deja Pacheco en el mundo
con segura eternidad. [20]






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera