Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Al que leyere. Prólogo”
Autor del texto editado:
Lara, Gaspar Agustín de
Título de la obra:
Obelisco fúnebre, pirámide funesto que construía a la inmortal memoria de D. Pedro Calderón de la Barca, caballero del hábito de Santiago, capellán de honor de su majestad y de su Real Capilla de los Señores Reyes Nuevos dela Santa Iglesia de Toledo, D. gaspar Agustín de Lara...
Autor de la obra:
Lara, Gaspar Agustín de
Edición:
Madrid: Eugenio Rodríguez, 1684


Más información



Fuentes
Información técnica





Al que leyere. Prólogo


Bonum est non laudari, & esse laudabilem 1 dijo Séneca. ¡Y cuán digno de alabanzas fue don Pedro Calderón de la Barca, que goza de Dios, por su ilustre sangre, soberano ingenio y agradable cortesanía! Ocioso parece acordarlo a los que tuvimos la dicha de comunicarle, y aun escusado es referirlo a cuantos en ambos polos lo escuchan en numerosas elegantes lenguas de sus obras:

Sed famam extendere factis hoc virtutis opus Virg. 10. Aeney. vers. 469.


Que mi limitado talento haya intentado celebrar al mayor caudal que poseerán los siglos se podrá tener por mal desproporcionada osadía, y yo lo confesaré por bien medido arrojo, si desde lo remontado de mi afecto (que no se mide con lo ínfimo de la insuficiencia) regulo distancias, pues, habiendo la Esperanza delineado tantos días después de la muerte del Superior de los Ingenios, entre los grandes que contiene la corte (que lo admiraron en vida) no ha visto alguno que, águila caudalosa, haya hecho paralela su pluma en alabanzas, celebrando al Apolo Mantuano, sol de los anfiteatros del orbe en su preciso ocaso. No dudo hay asuntos que por elevados se pierden de su vista, pero estraño se pasen de la memoria sin acordarlos a la posteridad como los alcanza a percibir el entendimiento. Con este dictamen del mío (no inferior en veneraciones al difunto a todos los que le logran más ilustrados de sabiduría) impaciente me arrojó la voluntad desde la cumbre sublimen del objeto que celebro a la profundidad de la ignorancia que en mí reconozco, parangonando los dos estremos el afectuoso deseo de ofrecer a la universal luz alguna centella (solicitada del duro pedernal de mi discurso a golpes del tosco eslabón de mi ingenio) por que del todo no apague el olvido aquel suave cuanto inmenso volcán que fue vida flamante de las nueve llamas del Pindo, dando fuerzas a este intento la misma gloriosa alteza del asunto:

Magnum iter ascendo, sed dat mihi gloriavires Proper., libr. 4 Elegiarum.


Y, si todavía parece osada desproporción, acuérdese el que la midiere que tal vez permite el Cielo hable la piedra de la pared acordando obligaciones: Quia lapide de pariete clamabit Abac. 2. . Aquel clamor es queja en idioma de la Escritura Sagrada, que, como Dios es tan padre, hizo de la queja aviso para que Nabuco-Donosor le reconociese monarca infinito, llegando a la última ponderación de que hablase lo insensible para acordar el olvido que pasaba a ingratitud 5 .

Así podrá pasar mi duro canto por queja bien sentida, aunque rudamente explicada, acordando a los superiores ingenios aquella obligación de celebrar en muerte al que consiguió la universal celebración en vida.

Y, si vivo mereció las alabanzas que no se deben a ningún mortal, ante mortem ne laudes hominem quemquam Eccles. cap. 11, vers. 30. , porque antes de morir nadie se puede llamar bienaventurado: Nemo ante cineres dicendus est beatus Plutarch. in Solone. . Dicique beatus ante obitum nemo Ovid. libr. 3. Meta. . Bien que cuando se celebran las virtudes de los que viven no miran tanto las alabanzas a las personas que las ejercitan cuanto a Dios omnipotente, que les dotó de gracias para poseerlas: Cum laudamus vivos, non tam illos quam in ipsis Deum, qui gratiam dedit, laudamus Isichio in Levit. cap. 22. . Cuando en su muerte se reconocieron tan seguras señales de que goza vida eterna, coronándose de mayores aplausos que los que le ciñeron viviendo,

Maius ab exequiis nomem in ora venit Proper. lib. 3. Eleg. 1.


¿qué razón puede haber para que se dilaten los panegíricos a quien, viviendo superior ingenio, falleció con no inferiores virtudes, distinguiendo la igualdad de la muerte con la gloriosa aclamación que la redime del olvido, aunque aequat omnes cines, impares nascimur, pares morimur Senec. Epist. 91. ?

Valgan, pues, mis balbucientes voces por recuerdo a las suaves armonías de los cisnes de Manzanares; ocupen al aire aquellos espacios que embarazan las mentidas ajenas plumas de la siniestra Corneja, en tanto que pueblan de concentuosos ecos sus dilatadas mansiones las Filomenas elegantes. Convoquen al ameno cuanto espacioso Campo de la Sabiduría a los agricultores, para que (en la metáfora de Séneca) in uno eodemque prato, bos quaerit herbam, canis leporem & spinetam lacertus Epist. 45. ; que en este sentido aconseja san Augustin se multipliquen discursos: Utile est plures libros a pluribus diverso stilo, etiam de eisdem quaestionibus, fieri In lib De Trinit., cap. 3. , porque, discurriendo con variedad los ingenios, cada uno acomoda lo que busca al asunto que discurre: Ut ad plures res ipsa perveniat (prosigue el águila de la iglesia) ad alios quidem sic ad alios autem sic. Y no sea estímulo a la detracción el que lo escabroso y rudo de mi genio exponga espinas, que quizá habrá sido alta providencia o para dilucidar el asunto, por que otro no las encuentre, o para que sean aceradas puntas a la Invidia, que con venenosos colmillos se introduce por las picas, sin el reparo de que los mismos abrojos que muerde (y aun no sabe digerir) los fecunda con su sangre agudas saetas contra sí proprias, ignorando aquella ardua dificultad de exponer al examen de hombres doctos alguna obra, sin persuadirse que, habiendo de discurrir con muchos, pueda satisfacer y agradar a todos: Nihil est cura mihi satis. Cogito quam magnum sit dare aliquid in manus hominum: nec persuadere mihi posssum non & cum multis & saepe tractandum quod placere & semper & omnibus cupias Plin. Iun. lib. 7. Epist. .

Con lo dicho, no me parece tengo que decir nada al lector en la materia de obeliscos o pirámides, porque entiendo le será todo patente a su mucha erudición; sólo debo advertir que no llamo poema a este discurso por no enojar a los señores críticos, que les parecerá muy corta idea para dilatarse a tan aventajado título, pudiendo satisfacerlos con apuntar no pocos lugares en que cabían muchos episodios, dándole proporcionadas partes para tomar ese nombre; pero, como se reconozcan sin rígida pasión, creo le darán el que mereciere; y, si con ella no se reconocieren, importa poco le confirme como les diere gusto, porque sin esa vana ambición le ofrezco.

En cuanto a las octavas que tratan del cometa que se vio en este horizonte a veinte y uno de diciembre de 1680, bien patente fue a los doctos especuladores de sus movimientos el haber pasado por todas las constelaciones o imágenes celestes que dicen los versos. Y, habiendo nacido don Pedro Calderón a 17 de enero del año 1600 (que es cuando el Sol está en el signo de Capricornio y cuando estaba al tiempo que se empezó a observar el cometa) con tan raras circunstancias, no parecerá estraño atribuir la infausta impresión como causa única de su muerte, colocándola en el Obelisco antorcha luminosa de su fama. Creo que, por redundar en aplauso de varón tan grande, no lo atribuirá a temerario juicio el de los señores astrólogos, pues se les ha dejado libre el suyo para que hayan atribuido el cometa a lo que han sido servidos, con el “Dios sobre todo”. Y, si es verdad que [de] todos los cometas que se han observado hasta hoy ninguno ha sido de magnitud más dilatada que este, siendo señales que predicen muertes de varones grandes (como es común sentir), no habiendo precedido antes ni después de la muerte de don Pedro Calderón otro efecto, bien se infiere que fue única causa de ella, y también se califica fue el mayor de los ingenios que se han reconocido, pues lo manifestó el cielo con la más grande demonstración que se ha examinado.

Todo lo que contienen las octavas que tratan de la descendencia de D. Pedro Calderón se ha sacado de las noticias genealógicas de su familia que dio a la luz universal el año de 1661 el padre maestro fray Felipe de la Gándara, religioso de la Orden de San Augustín, cronista general del reino de Galicia, dedicadas a D. Fernando Calderón de la Barca, caballero del hábito de S. Tiago, señor de la casa de Calderón de la Barca. Y, porque la estatura del Obelisco se compone de tres cuerpos, que son nobleza de linaje, actos de virtudes y muerte de don Pedro, siendo el primero sobre el que se funda su esclarecida sangre, para los dos se proporcionen diré (lo más sucintamente que pueda) algo del origen y apellido de Calderón de la Barca, por que se reconozca que las heroicas virtudes y gloriosa muerte de don Pedro solo pudieron construirse sobre tan augustos fundamentos.

Por el año de Cristo 1085, resplandeciendo en inmortales victorias y gloriosos triunfos contra la pérfida inmunda familia de Mahoma, el señor rey don Alonso Sexto de Castilla y León, que ganó a Toledo, vino a ayudarle a tan importantes empresas militares el infante don Bela, hijo del señor rey de Aragón don Ramiro primero de aquella corona 15 , siendo el dicho infante primo hermano del dicho señor rey don Alonso Sexto y nietos ambos del señor rey don Sancho el Mayor de Navarra. Pobló el infante por su mandado la ciudad de Salamanca, año de 1109, y la villa de don Bela en el reino de Toledo (corrupto hoy “Nonbela”), año de 1100, conquistándola de moros; y fue uno de los seis jueces, entre el Cid Ruy Díaz y sus yernos los condes de Carrión.

La vida y virtudes heroicas del infante escribe copiosamente el doctor Vicencio Blasco de Lanuza en el octavo tomo de los Anales de Aragón Lib. 4, cap. 43, pag. 439. , a quien llama santo. Hízole merced el señor rey D. Alonso, su primo o tío, del valle llamado después de Ayala, en las Encartaciones de Vizcaya, para poblarlo; a quien los ricos homes dijeron “haya la merced que pide el infante”, y respondió el señor rey “háyala”, y de aquí resultó al valle el nombre de Ayala, como también a los descendientes del infante; el cual casó tres veces: la primera (de esta hablaremos, que es de la que desciende don Pedro Calderón) con doña Juliana Núñez, condesa en la provincia de Álava, señora del lugar y castillo Dávalos, en Navarra, hija del conde don Nuño, gran personaje de la Cantabria; de cuyo matrimonio tuvieron, entre otros hijos, al primogénito, el conde don Rodrigo Bela Velázquez de Ayala.

Dícese también que este infante don Bela pobló la ciudad de Victoria, y que la llamó así por una gran victoria que tuvo allí, y era tan bien quisto, que le llamaban la Luz de la Tierra, y, después de haber vencido innumerables batallas contra moros, murió; está sepultado su cuerpo en el valle de Ayala, en una iglesia que edificó, llamada Nuestra Señora de Respaldiza, en un grande sepulcro de piedra, donde yace entero su cuerpo, con singular veneración de los naturales de aquella tierra.

El conde don Rodrigo Bela Velázquez de Ayala, primogénito del infante y segundo señor del Valle y casa de Ayala, fue verdadero retrato de su padre en lo prudente y valeroso: de rico-home (dignidad que corresponde a lo que hoy grande de España) confirmó muchos privilegios, sirvió en muchas guerras contra moros a los señores reyes de Castilla, con la lealtad digna de su sangre; hallándose en la conquista de la ciudad de Viseo y en el sitio y toma de Coímbra 17 , casó este caballero con doña Juliana Galíndez, hija del duque Fortún Galíndez, de la sangre real de Navarra. Tuvieron por hijo, entre otros, al mayor, don Fortún Bela Velázquez de Ayala, que sucedió a su padre en el señorío y casa de Ayala, y casó con D. Isabel de Salcedo, señora de la casa de Salcedo (que procede del rey don Alonso el Quinto de León 18 ). Tuvieron por hijo mayor al conde don García Galíndez Bela Salcedo y Ayala, que fue señor de las casas de Ayala y Salcedo. Casó con doña Alberta Sanz (que procede de los señores de Vizcaya) y tuvieron por hijo mayor a don Sancho Bela (o García) Velázquez de Salcedo y Ayala, señor de la casa de Ayala y Salcedo, que casó con doña Martina Íñiguez de Piedrola (que procede por varonía de la familia de Mendoza). Tuvieron por hijo mayor, entre otros, a D. Fortún Sanz de Salcedo y Ayala, señor de estas casas, rico-home de Castilla, camarero mayor del rey don Alonso, con quien se halló en la batalla de las Navas. Hallose también el año de 1227 en la conquista de la ciudad de Baeza, por cuya ocasión orló sus armas con las ocho aspas 19 . Fue muy favorecido del rey don Enrique el Primero y de su hermana, la reina doña Berenguela, y del rey don Fernando el Santo, con quien se halló en la conquista de Córdoba, año de 1235 20 . Casó con doña María Hurtado de Mendoza, hija de don Pedro Hurtado de Mendoza, y procrearon a don Sancho Galindo de Salcedo y Ayala, que llamaron el Negro, y propaga la casa de Ayala.

Casó segunda vez este don Fortún con doña María Espina, hija de Pedro Espina (casa conocida de antiguos hijosdalgo, en el Valle de Limpias de la montaña de Burgos). De este segundo matrimonio tuvo, entre otros hijos (progenitores de ilustres familias), a:

Don Fortún Ortiz Calderón, sexto nieto del infante don Bela, que fue el primero que se llamó Calderón, ocasionado de haberle parido su madre medio muerto 21 , y las amas, haciendo experiencia si estaba vivo, le echaron en un caldero junto al fuego, y en breve rato empezó a llorar, conque el padre le puso el apellido de Calderón, y después le confirmó el rey don Alonso, dándole por armas cinco calderones en campo de oro; y, siendo gran valido suyo, por honrarle más (a pesar de los émulos que tenía), le hizo que saliese en un sarao que se hacía en palacio y que sacase por divisa un escudo con ellas y esta letra:

Estos cinco calderones
da hoy Alonso por blasón
al nombre de Calderón
contra malas intenciones.


Y en loor de estas armas dijo el cronista, gratia dei:

Negras cinco calderas
vi en campo dorado
y en él cinco pendones
con ocho aspas orlado.

Del linaje y apellido
de Calderón es llamado,
donde de él han sucedido
un varón y otro esforzado.

Siempre se han mostrado
valerosos en la guerra,
y fama han ganado
así por más como por tierra.


Ya se sabe que los renombres y apellidos se inventaron en las familias para distinguirse unas de otras, y se introdujeron en ellas por diferentes causas: de calidad natural, costumbre, nacimiento u de hecho particular 22 : Apud Romanos imponi consuevise, aut ab actione aliqua, aut a forma, aut a fortuna, aut a virtute, ibi: Aut a casu nascendi, aut demum, etiam a corporis vitiis, ut Sillas, Nigros, Rufos, Cecos, Claudios, quibus necessitas, nec ullum, alium, corporis vitium contumelia fuit, verum ipsa, vitia pronominibus propriis, aequissimo animo, audita sunt &c. Por el cuervo que le ayudó a vencer en batalla singular a su enemigo Vlario Corvino fue llamado así 23 . Los Crasos y Cincinatos por la grosura del cuerpo y los cabellos largos se llamaron de esta forma. Los Fabios, Cicerones y otros semejantes, por las habas, garbanzos y legumbres que sembraban. Y en nuestra España vemos muchos ejemplares, que, dejando el apellido heredado, adquirieron otro, como los Barbas, Machucas, Sarmientos y Figueroas.

El conde don Rodrigo González de Cisneros, progenitor de los duques de Osuna, por su hazaña de haber dado su caballo al rey don Alonso Sexto y haberle quitado un jirón de los faldones adquirió el apellido de Girón y olvidó el de Cisneros.

El infante don Fernando de la Cerda, hijo del rey don Alonso el Sabio, tomó este apellido por haber nacido con una cerda o cabello largo en el pecho, que fue cosa bien liviana para darle nombre a sí y a la esclarecida, familia, solar y casa de Medina-Celi, porque el nombre no le mudó ni quitó la calidad de su alto linaje y real solar de donde descendía En su Tratado de nobleza, discurso 5, num. 13. . Son palabras de Bernabé Moreno de Vargas, muy proprias del origen de Calderón, pues, siendo ocasionado este apellido a casu nascendi (una de las causas que refiere Carlos Sigonio, arriba citado) y introducido en la sangre y varonía de Ayala, queda asentado ser una misma, y convenirles recíprocamente a entrambos las excelencias de cada uno.

Fue don Fortún Ortiz Calderón famoso en las armas y empresas militares; fundó la casa de Calderón y se halló con el santo rey don Fernando el Tercero, siendo mozo, en la toma de Baeza (que fue día de san Andrés apóstol) 25 , por donde orló su escudo con ocho aspas de oro sobre rojo. Acompañó a este glorioso príncipe año de 1248 y el de 1253; quedó heredado magníficamente por el señor rey don Alonso el Sabio 26 , dándole en Alcalá de Tejada diez mil pies de olivar y figueral y cuatrocientas y dos atanzadas de tierras y viñas.

Fue rico home de Castilla 27 y señor de la casa de Calderón y de Villanueva (que así se llamaba entonces la casa y coto redondo, que hoy es de Calderón de la Barca). Hizo otra muy fuerte y suntuosa en Nograro (que ahora está incorporada en la de Salazar por el casamiento de doña Ana Calderón, su hija). Ganó a Miroma y a Cidamón, que es en La Rioja, y gozó de muchos heredamientos, en Losa, Valdegovia, Tariego, Mena, Santa María de Sueca, Malpica, San Enalaya, Oteo, Quincoces y otros. Fue decimotercio alcaide de la imperial ciudad de Toledo, cargo que tuvo principio en el valeroso caballero Cid Ruy Díaz de Vivar, a quien el rey D. Alonso Sexto se le dio con presidio de mil hijosdalgo, después que la ganó a los moros, de donde tiene su etimología la dicción alcaide, y continuadamente lo han sido de Toledo ricos-homes, ilustrísimos caballeros y grandes de España.

Casó este caballero con doña Hurtada de Mendoza, muy heredada en Nograro, hermana de Gonzaliáñez de Mendoza, progenitor de los duques del Infantado, hijo de Juan Hurtado de Mendoza, como escribe Pedro Jerónimo de Aponte 28 . De este matrimonio tuvieron por hijos a don Sancho Ortiz Calderón, propagador de la línea de los señores de esta casa.

A Diego Ortiz Calderón, que, según la computación de los tiempos, puede ser el mismo que armó caballero de la Banda en Burgos el rey don Alonso, que la instituyó.

A don Antonio Ortiz calderón, prior de la Orden de San Juan, varón famoso que vino desde Rodas con el priorato de Castilla y León 29 cerca de los años de 1340, que el rey don Alonso último estaba previniendo su armada para ir sobre Tarifa, en cuya expugnación se halló su compañía y en la memorable batalla del Salado (donde murieron 4000 bárbaros con pérdida de solos 20 cristianos), de que hace mención en varias partes la historia de este príncipe. Hízole su almirante de Castilla y fue el décimo séptimo de los que han tenido esta dignidad 30 . Celebran la memoria de este caballero las historias de España y nobiliarios.

A doña María Calderón, que heredó de su padre, Ortún Ortiz Calderón, a Villamadorni 31 . Casó esta señora con Ruibarba de Campos, señor de Castrofuerte y Castrosalle, hijo de Ruibarba (guarda mayor del rey don Fernando el Santo) y de su mujer, doña Aldonza Vigil. Era Ruibarba descendiente por su padre, Ruy García de Villamayor, del rey D. Ramiro el Segundo de León, y por su madre, doña N. Barba, de la antigua y noble familia de Barba 32 . Nació de este matrimonio Ruy Fernández Barba, y por su hijo mayor lo es de los duques de Feria y marqueses de Priego, y de doña Leonor Íñiguez de Vega, en quien el rey don Enrique Segundo hubo a don Alonso Enríquez, conde de Gijón, tronco de los Noroñas, de quien son los duques de Camiña, marqueses de Villa Real, condes de Alcoytín, Valencia y Valladares, cuya casa ha entrado por casamiento en la de los condes de Medellín. Son también Noroñas descendientes del conde de Gijón los condes de Mon-Santo, los condes de Mira, los condes de Linares y los de Castelmendo. Y por hembra descienden de esta familia casi toda la nobleza de España, por donde vienen a tener sangre de Calderón la mayor parte de los grandes señores de estos reinos.

Y doña Ana Calderón, que heredó también la casa fuerte de Nograro y casó con Lope García de Salazar 33 , aquel celebrado caballero que ganó al moro las estrellas en público desafío, año de 1260, y las dejó por armas a los descendientes de su ilustre casa de Salazar, tan conocida en todos los nobiliarios de España.

Don Sancho Ortiz Calderón, fundador y primer señor de la casa de la Barca, pasó a vivir a aquel antiguo y noble solar que entonces se llamaba Villanueva (y fue uno de los muchos heredamientos que tuvo su padre, el rico-home Hortún Ortiz Calderón 34 . Casó con doña María Zamudio, nobilísima casa del señorío de Vizcaya (incorporada a la de los condes de Gondomar), que procede de los reyes de Navarra 35 y fue comendador mayor de la Orden de Santiago; varón de inmortal memoria, que, después de haber servido en diversas ocasiones a los señores reyes de Castilla, asistiendo con cinco compañías a su costa y ganando cinco estandartes a los bárbaros (que son los colorados que se tremolan en las asas de los cinco calderones de sus armas 36 ), murió mártir por la fe de Cristo en tierra de moros, dejando por hijo a Pedro Sánchez Calderón; y en memoria de este suceso añadieron sus descendientes, a los cinco calderones negros en campo de oro (o plata) con orla de ocho aspas de oro en campo rojo, por timbre un castillo y brazo armado, con espada en la mano, y la letra que dice POR LA FE MORIRÉ 37 , que es el escudo que tenía don Pedro Calderón de la Barca, y las armas que deben tener y hoy tienen los descendientes de esta casa y de estos grandes caballeros, pues todas las adquirieron con hazañas gloriosas 38 .

Desde Pedro Sánchez Calderón (que sucedió a sus padres en las casa de Calderón de la Barca, con sus atributos y heredamientos) prosigue el padre maestro Gándara el origen y sucesión continuada hasta don Fernando Calderón de la Barca, caballero del hábito de Santiago (que vivía el año pasado de 1661, que se dio a la estampa) haciendo matemática demonstración de su descendencia, desde don Ortún Ortiz Calderón, que fue el primero de este apellido, en donde resulta ser don Pedro Calderón cuarto nieto de uno de los señores de esta casa de la barca, llamado Hernán Sánchez Calderón, como se podrá comprobar en dichas Noticias genealógicas de dicho padre maestro Gándara.

Y, porque no se ha podido omitir lo dicho para lo que se ha de decir de don Pedro Calderón, pasaré a referir algunas excelencias particulares del origen de este apellido y casa, porque todas parece se unieron para ilustrar a don Pedro, y su divino ingenio parece se unió con todas para darlas mayor lustre.

La primera excelencia es su antigüedad, pues tiene por principio, tronco y origen al memorable infante don Bela de Aragón, hijo del rey don Ramiro Primero de aquella corona, que floreció por el año de 1085, sin haber quien lo dude ni autor que diga lo contrario, como lo contexta el abad de Santa Anastasia en el Memorial de la casa de Ayala Fol. 2. .

Y no solo tiene la excelencia de esta real sangre por línea recta de varón, sino otras muchas ascendencias y descendencias reales, como lo prueba con demonstración matemática el ya referido padre maestreo fray Felipe de la Gándara, cronista general del reino de Galicia en las tablas que pone a sus Noticias genealógicas, viéndose en ellas con evidencia de la forma que descienden de esta familia las dos majestades cesárea y católica y los príncipes soberanos de Europa, grandes, potentados, títulos, caballeros calificados de ellas, siendo el mayor blasón de este linaje descender constantemente de reyes y que reyes desciendan de él. Y, para que se reconozca así, pondré aquí los títulos de las tablas genealógicas por donde lo califica el ya referido padre maestro Gándara, remitiendo al lector a ellas para que haga la prueba real.

De los reyes y potentados que tienen sangre de Ayala, que es la misma de Calderón.

I. TABLA

De los reyes de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra.

II. TABLA

De los emperadores de Alemania, reyes de Hungría y de Bohemia.

III. TABLA

De los reyes de Portugal.

IV. TABLA

De los reyes de Francia

V. TABLA

De los reyes de Polonia

VI. TABLA

De los reyes de Inglaterra, Escocia e Irlanda.

VII. TABLA

De los reyes de Dinamarca, Suecia y Noruega

VIII. TABLA

De los duques de Saboya, reyes de Chipre y príncipes del Piamonte.

IX. TABLA

De los duques de Orliens y Monpensier.

X. TABLA

De los duques de Mantua

XI. TABLA

De los duques de Florencia

XII. TABLA

De los duques de Baviera

XIII. TABLA

De los duques de Parma.

XIV. TABLA

De los duques de Módena.

Títulos de otras tablas, por donde se puede sacar la sangre de Ayala a los reyesy príncipes de la cristiandad por diferente parte

I. TABLA

Descendencia de don Enrique Segundo, rey de Castilla

II. TABLA

De los reyes de Aragón.

III. TABLA

De los reyes de Nápoles.

IV. TABLA

De los reyes de Navarra.

V. TABLA

De los descendientes de don Enrique, maestre de Santiago.

VI. TABLA

De los descendientes de don Sancho, conde de Alburquerque.

Títulos de otras tablas por donde se ve los grandes y títulos a quienestoca la sangre de Calderón, ya dividida de la casa de Ayala y Salcedo.

§. I

De los descendientes de Suero Fernández de Figueroa.

I. TABLA

De los duques de Feria, marqueses de Priego y otras casas.

II. TABLA

De los duques del Infantado, marqueses de Santillana &c.

III. TABLA

De los duques de Medina-Celi.

IV. TABLA

De los marqueses del Valle, Siciliana y de otras casas de Italia.

§. II

De los descendientes de Ruibarba.

I. TABLA

De los condes de Valverde.

II. TABLA

De los marqueses de Trocifal, condes de Torresvedras

III. TABLA

De los marqueses de FuentelSol y de los de Navalmorcuende.

IV. TABLA

De los condes de Miranda, duques de Peñaranda.

V. TABLA

De los condes de Castellar, marqueses de Malagón.

§. III

De los descendientes de doña Ana Barba.

I. TABLA

De los duques de Camiña, marqueses de Villa-Real.

II. TABLA

De los duques de Avero y Torresnovas.

III. TABLA

De los condes de Mira.

IV. TABLA

De los marqueses de Montalbán, condes de Castelnovo.

V. TABLA

De los condes de Linares.

VI. TABLA

De los marqueses de Colares, condes de la Castañeira y Castro.

Y no es menor excelencia de esta nobilísima familia el que su genealogía se verifique y prosiga clara y corriente por tantos nobiliarios de graves autores, historias clásicas de España, auténticos instrumentos y escrituras antiguas, sin valerse de otras conjeturas ni argumentos, siendo reconocido y ponderado de muchos (en particular de Carlos Sigonio 40 ) cuán dificultoso sea investigar el antiguo origen de un linaje.

La extensión de una familia es otra de las grandes excelencias que puede tener, cuando de ella nace su notoria fama. Pues, si el noble (según Pompeyo Festo 41 ) se dice así porque es conocido, más le conocerán a aquel que propaga su linaje como árbol fecundo, estendiendo ramas por diferentes reinos y provincias, y en esta excelencia pocas familias igualan a la de Calderón, como se puede reconocer en las noticias que da el dicho padre maestro Gándara de los caballeros de este apellido que en los diferentes reinos de esta monarquía florecieron, entre los cuales se hallarán muchos varones ilustres en letras y armas, muchas acciones gloriosas, riquezas y dignidades tan superiores como la del almirante de Castilla, ricos-homes (que corresponden a lo que hoy grandes de España), alcaides de Toledo y comendadores de las Órdenes, cuya sangre y descendencia se ha propagado en las reales líneas que manifiestan los títulos de las tablas arriba puestos.

Pudiendo ser la última y más numerosa elegante excelencia de esta familia nuestro don Pedro Calderón, que, coronando tan ilustres gloriosos héroes, supo unir al explendor de la sangre que le dio el Cielo las resplandecientes luces de sus virtudes, los astros luminosos de su sabiduría y el luminar flamante de su ingenio, haciéndose en la tierra cielo animado, influyendo y generando, como sol, en ambos polos con armonía de rayos elegantes, fecundidades de consonancias dulces, dando vida inmortal a los más vivaces espíritus de Apolo, coronándose monarca soberano del Pindo y haciendo (a pesar de la emulación) a sus dos elevadas cumbres anfiteatros de dos orbes, en que con trompa de oro lo publica la Fama. Pues de las augustas centellas de sus obras divinas y humanas han descendido (descienden y descenderán hasta la fin del mundo) los reyes de los aciertos, los príncipes de los decoros, los grandes de la cortesanía, los títulos de las sentencias y los caballeros de las agudezas económicas. Pudiéndose hacer (para demonstración matemática de esta verdad) de sus resplandecientes escritos infinitas tablas que lo califiquen, cuyos títulos inmensos demonstrarán aún más claro y patente la vena de su numen divino que los del padre Gándara (que se pusieron arriba) demuestran la de su esclarecida sangre; viéndose en ella los pontífices de la sagrada teología, los monarcas de la recta jurisprudencia, los príncipes de la prudente filosofía ética y moral, los títulos de la saludable medicina y los caballeros de todas las demás ciencias y artes liberales. Estendiéndose en ramas frondosas de ardores no solo por diferentes reinos y provincias de esta monarquía, sino propagándose inmortales por cuantas contiene el orbe, alumbrando a las familias de ingenios que le pueblan, reconociéndole todas único perfecto origen y norma de la indiferente lustrosa materia que se representa en los teatros, propagada desde él en las líneas reales de cuantos hoy le imitan con acierto, habiendo dejado para la imitación ciento y once comedias, con muchas loas y sainetes, antorchas inmortales que se estrenaron encendidas la mayor parte de ella en festejos de las católicas majestades, alumbrando aciertos al gobierno político, militar, económico, con aplauso y gusto majestuoso de los reyes, con aceptación atenta de la prudente política, con respeto heroico de la milicia valerosa y con veneración discreta de la economía cristiana; y las demás, representadas en los teatros de esta corte con el gusto y admiración universal, llenando al juicio mayor, al estudio más grande y al ingenio más remontado todos los espacios del deseo, dejando solo a la invidia capacidad para la imitación; facilitando (siempre con novedad) aquellos elevados imposibles que no alcanzaron las más caudalosas plumas antiguas y modernas; arrebatándose felice suavemente por no pintadas sendas a superar las arduas cumbres que coronan Febo y Bromio, pudiendo cantar de sí (mejor que Virgilio)

Sed me diserta parnasi per arduam dulcis
raptat


Como lo manifiesta doctísima y elocuentísimamente en la aprobación de la nueva Quinta parte de sus comedias el reverendísimo padre maestro fray Manuel de Guerra y Ribera, doctor teólogo y catedrático de Filosofía en la Universidad de Salamanca, predicador de su majestad y su teólogo, examinador sinodal del arzobispado de Toledo.

Dejó también para la imitación (¡oh, si hubiese quien le imitase!) setenta autos (Etnas flamantes que espiran incendios de amor divino) con más de cien loas sacramentales, sin otros muchos pequeños que se usaban antiguamente, de que no hizo memoria por no tener aquella proporción medida (de que fue primer autor) con que perfeccionó este género de representaciones. Estos sí que no solo han sido lenguas de llamas misteriosas que han alumbrado y encendido la devoción del misterio de la fe (que cela en especies de pan nevado toda la eternidad inextinguible de un Dios) en los corazones de la Tierra, sino fuegos inmortales sobre las almenas del Cielo, con que han celebrado una y otra representación de glorias accidentales las compañías celestes, ensalzando y glorificando al tres veces santo los coros angélicos con trinados alternos cánticos, resultándole de estas armonías al suelo influencias acordes de fecundidades de pan, para que alimenten con suavidad los hombres lo temporal, retribuyéndole dulces cosechas, copiosas de espíritu fervoroso.

En estos sacramentales vuelos, águila caudalosa (si no perspicaz de Patmos), se excedió a sí mismo, discurriendo y examinando lo que el atento vigilante caudal no alcanzó, viviendo (hidrópicamente devoto) al sol de justicia (inefable Dios sacramentado) los átomos purísimos y causando admiración a los linces más agudos, considerándole Argos vivazmente despierto, guarda, si custodia de la Custodia que guarda a toda la santísima Trinidad, con cien ojos desvelados para los argumentos soberanos que propone, para los conceptos divinos con que los concluye, para el decoro de los adornos con que los trata, las moralidades con que los ilustra, las sentencias con que los apoya, las doctrinas con que los califica, la elocución distinta con que los declara y la discreta sal con que los sazona, de suerte que deja ociosos los astutos armoniosos alientos de Mercurio en los soporíferos letales contactos del caduceo, para apagar ni adormecer el más leve ápice de luz que en su despierta perspicacia resplandece, logrando a un tiempo el inflamar entendimientos, encender voluntades y esclarecer ánimos, agradando al Cielo y dando alegría a la tierra.

Si se numerasen sus escritos, se fatigarían los números y faltara papel para numerarlos. No solo dejó modelos perfectísimos para que se imiten en verso, mas también normas elocuentes para que se sigan en prosa. Dígalo el libro en folio que escribió de la entrada de la augustísima reina madre, nuestra señora doña Mariana de Austria, que para prueba de sus elegantes cláusulas no es la menor el saber que don Lorenzo Ramírez de Prado, del Consejo Supremo y Cámara de castilla (Justo Lipsio español), que fue superintendente de aquella celebridad, permitió se imprimiese en su nombre, adoptándole por hijo legítimo, a vista del primogénito Marcial ilustrado que se coronó con el mayorazgo de las más recóndita y arcana erudición. Otros muchos papeles escribió, y, si se juntaran estos, las comedias, autos, loas, sainetes y asuntos escritos en todo género de metros, dados a luz universal junto con lo que dejó en borradores (entre los cuales ha de haber trecientas octavas inimitables discurriendo en los Novísimos, que me las leyó a mí, diciendo le faltaban de hacer otras ciento, que había de tener el cuarto), llenaran no pocos estantes de cuerpos de libros, porque no hubo academia en que no lograse el primer aplauso, certamen en que de justicia no consiguiese el primer premio, fiesta que no se celebrase con sus consonancias, ni autor de libros, para engrandecerle, que no desease y consiguiese su aprobación o elogio, que la fecundidad de su ingenio con generosidad cortesanamente agradable todo lo producía.

Estos son los hijos legítimos de don Pedro Calderón de la Barca y de quien supo dar a su familia tan esclarecidos numerosos descendientes que pueblan la esfera de armonías elegantes y llenan el orbe de concentuosas estrellas, haciendo paralelos con la sangre de sus inaccesibles méritos, los merecimientos elevados de la sangre; bien se puede asegurar que para la posteridad ellos solos coronan su linaje, ciñéndose diadema inmortal pues vivitur ingenio caetera mortis erunt.

Con fundamento, pues, se pone por primer cuerpo del Obelisco la esclarecida nobleza de don Pedro, y no sin razón Madrid, centro de ella y corte de las cortes del mundo (patria de santos milagrosos, de tiaras santísimas, de coronas augustas, capelos apostólicos, mitras consagradas, capillas religiosas, bonetes doctísimos, bastones valerosos y espadas valientes) se puede gloriar de madre suya, pues nació, vivió y murió en ella coronado de aplausos, ceñido de virtudes, dejando seguras esperanzas con su felice muerte de que goza vida inmortal. Y no menos puede blasonar la venerable nobilísima Congregación de Sacerdotes naturales de esta corte (asilo de necesitados y refugio de menesterosos), pues, habiendo sido su capellán mayor, supo con humilde prudencia ser a un tiempo hijo obediente y padre amoroso, dejándola con el ejemplo de su vida sucesora de sus virtudes, y con los aciertos de su muerte, heredera en el remanente de sus bienes.

Acabada de escribir esta cláusula, se me ofreció una duda, y es que, habiendo dejado don Pedro por heredera en el remanente de sus bienes a la Congregación del glorioso apóstol San Pedro, siendo todo el útil que resultare de sus escritos herencia suya, ¿cómo no está el privilegio de la verdadera Quinta parte (ni se la sexta y séptima, que ha salido después de su muerte) de comedias en su cabeza? Habiendo valido al impresor (como dicen todos los libreros) en menos de un año más de tres mil ducados, sacada la costa de la impresión, con que sea transferible la herencia y que la haya transferido la Congregación se me podrá responder a esta duda. Mas, no siendo así, yo siempre dudaré cómo pueda la Congregación dejar de ser heredera del privilegio de los libros y que deje de tener derecho a percibir lo que han valido las impresiones, porque, siendo el instituto de su ejercicio emplearse en obras pías, fuera faltar a él, defraudando (no sin grave escrúpulo de conciencia) a los pobres el caudal de las fatigas de don Pedro, que dejó destinado para alivio de sus ahogos en su piadosa disposición, que fue la causa de hacerla heredera.

Acerca de la edad de don Pedro Calderón no puedo dejar de proponer la cuenta que yo hago en mi Obelisco y la que hallo hecha en la Verdadera quinta parte de sus comedias: dice esta que nació el año de 1601, día de la circuncisión del Señor, y que murió a 25 de mayo de 1681, y, según esto, había de tener don Pedro 80 años, cuatro meses y 25 días, y de esta cuenta se retrata, pues le pinta en el retrato de 81. Mi cuenta la hago por lo que muchas veces le vi hacer al mismo don Pedro (y todos cuantos le comunicaron harán la misma), pues decía había nacido el año de 1600 a 17 de enero, día de san Antonio Abad, de forma que tenía cuando murió 81 años, cuatro meses y ocho días (disminuir a los varones grandes una respiración de vida es usurparles un inmortal aliento de fama, cuando no hay día sin línea en sus desvelos que no le señale con piedra blanca y no le aclame con dorado clarín); comprueben esta verdad los cordiales amigos (y, si lo fue como dice, quien no hace esta cuenta también lo comprobará) a quienes convidaba este día de su natal, celebrándole con los graciosísimos cuentos que con festiva gracia refería de sus niñeces, y en particular el de que no sentía tanto los azotes del maestro como que los muchachos de la escuela le llamasen el Perantón, por llamarse Pedro y por haber nacido el día de san Antón. Haga ahora la prueba real de estas dos cuentas el que quisiere saber la edad que tenía don Pedro y el día que nació, sacando las consecuencias que fuere servido.

Ahora se me ha ofrecido otra cosa parecida a estas, que se lee en las obras póstumas de don Augustín de Salazar (que está en gloria) asegurando que nació don Augustín en Soria, habiendo nacido en la villa de Almazán. No alcanzo el motivo que pudo obligar a quitar un hijo de tan relevante ingenio a esta ilustre y antiquísima villa, cuando ha tenido muchos grandes en letras y armas que, mereciéndola por madre, se han preciado de ser sus hijos, como fueron el ilustrísimo y reverendísimo señor don Marcos de Torres, arzobispo de México, tío de don Augustín; y el venerable padre Diego Laynez, de la Compañía de Jesús, compañero del glorioso patriarca san Ignacio de Loyola, segundo general de su sagrada religión.

Tampoco penetro el haber atribuido a don Augustín obras que tan manifiestamente se sabe que no son suyas, como es la fábula de Orfeo de don Juan de Jáurigui (impresa tantos años ha), la comedia de don Juan Cuero de Tapia, caballero del hábito de Santiago y regidor más antiguo de esta corte (que yo he visto en sus borradores) y otras poesías de otros muchos ingenios que hoy viven; porque, aunque las obras de estos reconocen por grandes a las de don Augustín, no querrán parecerlo reguladas por ellas, sino por sí proprias, cuando no pueden, aunque sean grandes, engrandecer a las que por sí mesmas se han engrandecido.

Cierto que estas materias yo, más que escribirlas con cien manos, como Briareo, quisiera examinarlas con cien ojos, como Argos, porque lo contrario utilius dormire fuit quam perdere somnum atque oleum Ausonius. . Solo el amor de la verdad ha movido la pluma escribiendo esta cláusula, dejando con la fuerza de sus ordenadas dicciones a las que he leído de contrario sentir, que para componer proprias razones no ha necesidad de deshacer las que se impugnan ajenas. Cuando combatieron las estrellas con Sísara no rompieron las órdenes de sus períodos: Manentes in ordine & curso suo, adversus Sisaram pugnaverunt Iudic. cap. 5. . Ni tampoco es preciso purgar con heléboro (como Carneades) las pasiones del corazón que no hacen buen estómago: nequit, in corruptis in stomacho humoribus ad domicilium, usque animi redunaret Gell. lib. 17, cap. 55. ; basta que en las hojas con caracteres negros se señale ostendam, sed non imprimam vulnera Tert. cap. 6. , sin herir con los cárdenos golpes de la ira: Iraque numquam prodiga tellorum, caute contenta minari Claud. in Histor. .

Pasaré ahora a dar razón de haber impreso después de este prólogo las dos cartas originales que me participó don Carlos del Castillo, caballero del hábito de S. Tiago (cuyas cortesanas prendas son dignas de todo aplauso, habiendo merecido el íntimo cordial afecto de don Pedro Calderón y la única estimación en su verdadera amistad, dejándole por uno de sus testamentarios). La primera es del excelentísimo señor duque de Veragua, siendo virrey y capitán general del reino de Valencia, en cuyo contexto se reconocerá compite el Augusto explendor de tan soberano príncipe con la excelsa majestuosa llama de su divino entendimiento, pues resplandecen generosamente iguales, ilustrando y enriqueciendo a la sabiduría (¡oh, si tuviese muchas emulaciones esta excelentísima antorcha, para que se avivasen los ingenios que yacen apagados en las pálidas pavesas de la despreciada necesidad); esta es la causa principal por que se da a la luz pública, pues sus cláusulas son puntos sobre los que se puede construir al difunto su más glorioso monumento.

La segunda es respuesta de don Pedro Calderón, en donde desengañado verá el que pretende acaudalar sus obras verdaderas cuán en vano lo solicita, cuando lo experimentó imposible su propio autor, pues dice en ella que por los títulos las conocía y por el contexto las ignoraba. Y los caminos por donde el ocio pudo juntar algunas son tan poblados de fraudes, que, aun percibiéndolas de la mesma mentira, se pudieran tener por más verdaderas, porque, si se adquieren por el de los comediantes, las dan defraudadas, o por que no las goce nadie como ellos las tienen o por disculparse de que no las han dado, cuando les puede hacer ese cargo su autor. Si se logran por la vías de los que las hurtan, las trasladan con tanto susto que las llenan de errores; de forma que por ninguna parte pueden haberse adquirido verdaderas, porque bien saben todos que don Pedro jamás dio ninguna comedia suya a la prensa y que las que se imprimieron fue contra su voluntad tanto, que aun corregirlas nunca quiso, aun pidiéndolo personas de autoridad; lo más que decía, que las corrigiesen ellos, ya que se hubiesen de imprimir sin su gusto, cediendo esta cortesanía a lo importuno de quien para el buen despacho de un libro solicitaba una comedia suya, y de esta forma todos los que las imprimieron y corrigieron en vida de don Pedro, con los errores y defectos que le obligaron a desconocerlas por suyas, pueden imprimirlas hoy alegando el lugar del primer tomo, impreso en el prólogo de sus autos, que alega el que las está imprimiendo ahora diciendo que las quita de los infinitos errores con que andaban impresas y trasladadas Advertencias en la verdadera quinta parte. , cosa digna de loor grande, si puede ser posible.

Aunque don Pedro Calderón padeció los penosos habituales achaques de la edad, hasta el último aliento de su vida le conservó el Cielo tan sano el juicio, que se desmintió humano, si en los aciertos de su muerte se acreditó divino, que es al contrario de lo que leo en las “Advertencias” de la Verdadera quinta parte, pues dicen que su achacosa edad no permitió pudiese hacer entero juicio de sus comedias. Para distinguirlas no tuvo necesidad don Pedro de desvelarse en leer títulos de las de los otros; con hacer memoria de los suyos los distinguían de los ajenos, que lo contrario era dejar puerta abierta a todos cuantos quisiesen hacerlos, poniéndolos en su nombre, acrecentándose cada día el número y dejando en disputa si eran o no de don Pedro; y así siempre habrán de ser suyos solos aquellos que él declaró lo eran; los demás, aunque estén en su nombre, bien se deja reconocer que son supuestos.

¿Y quién podrá haber que se persuada que la memoria de todas las comedias que se ponen en la Verdadera quinta parte están rubricadas de don Pedro, cuando él mismo confiesa que las desconocía por el contexto, y por los títulos no, porque cómo había de firmar aquello que desconocía como suyo? Y, siendo esto así, tampoco habrá quien crea rubricó los títulos por donde las conocía, pues no pudo don Pedro prevenir en vida el que después de muerto hubiese quien pretendiese hacer creer al mundo que firmaba por proprio lo que confirmaba por ajeno.Y por que en el título de sus comedias no se compre el fraude (ya que no se evite vender el error) se pone aquí la memoria de todos los que tienen las que escribió, que es copia de la original que envió el excelentísimo señor duque de Veragua, para que la grande estimación de sus obras consista en el mayor aplauso que ellas mismas se adquirieron cuando, siendo todas representadas en esta corte (emporio de los mayores ingenios del orbe), se examinaron y admiraron a un tiempo sin defecto alguno, y en que de los que en ellas reconoció (procedidos de los malos traslados y peores impresiones) se originó el desconocerlas por suyas. De que se debe inferir que todos los errores que se reconocieren serán causados de quien pretende enmendar ahora los que no tuvieron cuando su autor las dio la última perfección, que se reconoció en su primer examen, siendo la mayor gloria para su posteridad el que siempre se tengan por perfectas, aun a resistencia de las imperfecciones que el tiempo caduco las pudiere introducir y la ignorancia balbuciente presumiere enmendar.

Por la misma causa se pone también la memoria de todos los títulos de los autos sacramentales que escribió (copia asimismo de la original que envió el duque de Veragua), que, aunque para la impresión de ellos no se concederá licencia, por haber mandado su majestad se le vuelvan a representar; no obstante, la disolución del codicioso interés que, irreverente, pierde el decoro a los preceptos divinos, no será nuevo que, atrevida, pierda el respeto a los reales decretos humanos, imprimiendo en nombre de don Pedro lo que no le pasó por el pensamiento escribir. Bien que, cuando esto suceda, sus mismos escritos le restaurarán el crédito, desacreditando a quien con su nombre célebre quiera parecer hombre celebrado 48 :

Indice non opus est nostris nec iudice libris,
Stat contra dicitque tibi tua pagina “Fur es”.


Pues podrá decir la armonía elegante de cualquiera de sus cláusulas a quien las entendiere que solo supo pronunciarlas su numen divino 49 :

Nostra loquar nullivatum debebimus orsa


Para admiración del uno y otro polo, sin que los pasos de sus acentos sonorosos necesiten de ajenos pies que los conduzgan a la inmortalidad 50 :

Non aliena meo pressi pede.


Por cuyas razones se advierte que todas las obras que no salieren por la disposición del doctor D. Mateo Lozano, capellán de honor de su majestad y cura propio de la parroquial de San Miguel de esta corte (a quien don Pedro por cláusula de testamento dejó todos sus papeles y por uno de sus testamentarios, como a más dilecto íntimo amigo del alma, en cuyos brazos la dio a su Criador) no pueden ser verdaderamente suyas. Y, porque de las razones de su carta se sacarán mejores consecuencias para prueba de lo dicho, no me detengo más en este punto. VALE.





1. De moribus
2. Virg. 10. Aeney. vers. 469.
3. Proper., libr. 4 Elegiarum.
4. Abac. 2.
5. Riber in Abac. cap. 2, vers. 11 & in Jonae I vers. 6.
6. Eccles. cap. 11, vers. 30.
7. Plutarch. in Solone.
8. Ovid. libr. 3. Meta.
9. Isichio in Levit. cap. 22.
11. Senec. Epist. 91.
12. Epist. 45.
13. In lib De Trinit., cap. 3.
14. Plin. Iun. lib. 7. Epist.
15. Los Reales Archivos de San Salvador de Oña y San Zoil de Carrión. Argote de Molina, lib. I, cap. 80. Don Luis Miguel de Ayala, cronista de la casa de Ayala. Don Atanasio de Ayala, biznieto del conde de Salvatierra, en la Crónica de la casa de Ayala. Lope García de Salazar, en sus bien andanzas, lib. 20. Diego Hernández de Mendoza en su Nobiliario. Hernán Mesía en su Nobiliario vero. Alonso Téllez de Meneses. Lucero de la nobleza. Francisco de Guzmán, en el Libro de recopilación de honra y gloria. Pedro Jerónimo de Aponte, en su Nobiliario. Gudiel, historia de los Girones. Juan Bautista de Labaña, en sus Notas al conde don pedro. Don Juan de Amiax, Historia del obispado de Calahorra, lib. 20, Jardín 10, f. 90. El doctor Vicencio Blasco de Lanuza, en la continuación de los Anales de Aragón, tom. 8, lib. 4, cap. 43, pag. 439. El marqués de Santillana, Libro de los linajes antiguos. Juan Rodríguez del Padrón, en el Compendio de linajes. Mosén Diego de Valera, Varones ilustres de España. El canciller mayor de Castilla, don Pedro López de Ayala. D. Diego López de Salcedo, del Consejo real de Castilla, en el libro de los Salazares, cap. 13, fol. 44. Florián de Ocampo, en su Nobiliario. Antonio Varona, coronista del señor emperador Carlos V, y un manuscrito antiguo que refiere D. Atanasio de Ayala. Don Gregorio de Tapia, en la dedicatoria a su Discurso de armar caballero del Orden de Santiago. El abad de Santa Anastasia en el memorial de la casa de Ayala, fol. 2. Lo dice con estas palabras: “El origen de la casa de Ayala concuerdan todas las memorias, sumarios, nobiliarios, historias que corren impresas y de mano que fe el infante don Bela, sin haber hasta ahora un solo autor que haya dicho lo contrario; de manera que ser real el origen y ascendencia de esta casa es constantemente afirmado”.
16. Lib. 4, cap. 43, pag. 439.
17. D. Atanasio de Ayala, cap. 2 de su Crónica.
18. Rodrigo Méndez Silva, Catálogo real, fol. 43B, num. 55.
19. Argote de Molina, lib. I de la Nobleza de Andalucía, cap. 80, fol. 79.
20. D.Atanasio en su Crónica, cap. 6.
21. D. Diego López de Salcedo, en su libro de los Salazares, cap. 13. De forma que en lo que es haber sido hijo del don Fortún Sánchez de Salcedo y Ayala todos concuerdan. Así lo afirman los autores que se siguen y otros muchos: Don Pablo de Espinosa, en la Historia de Sevilla, 2, p.f. 5. El gran chanciller de Castilla don Pedro López de Ayala, citado por don Alonso Núñez de Castro en la Historia de Guadalajara, fol. 314.Alonso Téllez de Meneses, en su Lucero de la nobleza, tom. I, tit. de Ayala. La Crónica de don Luis Miguel de Ayala. Argote de Molina, lib. I, cap. 80. Don Atanasio de Ayala, en su Crónica, cap. 7. Jerónimo de Villa, rey de armas, remitiéndose en su certificación a los libros de blasones y linajes de España.
22. Carol. Sigon., De nominib. Romanor. § Unde cognomina. Ambrosio de Morales, el Discurso del linaje de santo Domingo. Antonio de Lebrija, ver, Alcuña & verb. Stemma, in suo Dictionario. Aldrete, en el Origen de la lengua castellana, lib. 3, cap. 15. Covarrubias, en el Tesoro, verb. Alcuña.Guardiola, De la nobleza de España, cap. 21, fol. 50. Moreno de Vargas, Disc. 15, n. 1.
23. Lucius Florus Rerum Romanorum, lib. I, cap. 13.
24. En su Tratado de nobleza, discurso 5, num. 13.
25. Don Martín de Jimena Jurado, en los Anales del Obispado de Jaén, fol. 119.
26. Pablo de Espinosa en su Historia de Sevilla, part. 2, fol. 5.
27. Salazar de Mendoza en sus Dignidades de Castilla, lib. a, cap. 3.
28. En su Nobiliario, tit. de Mendoza.
29. Juan Núñez de Villafán, en su Historia del rey don Alonso el Onceno, cap. 122, fol. 74.
30. Salazar de Mendoza en el libro citado, cap. 15. Garibay, Compendio historial, lib. 14, cap. 13. Mariana, tit. 2, cap. 6, fol. 16. Historia de España. Fr. Jaime Bleda, Crónica de los moros, lib. 4, cap. 34, fol. 523 y otros.
31. Argote de Molina en su nobiliario, cap. 80, lib. I.
32. Conde de Torre Vedras, Relaciones genealógicas, lib. 3, cap. 10, fol. 286. Pardo, Excelencias de Santiago, 2 part., lib. 4, cap. 13, fol. 342.
33. Argote de Molina, en el lugar citado. Rodrigo Méndez de Silva, en el principio del Catálogo real.
34. Argote, en el lugar citado. Don Diego López de Salcedo, en su libro de los Salazares, cap. 15. La Crónica de la casa de Ayala, c. 7. Jerónimo de Villa, Salazar de Mendoza y todos los que tratan la sucesión de Hortún Ortiz Calderón.
35. Don Atanasio, Crónica de la casa de Ayala, cap. 4.
36. Crónica de la casa de Ayala, que lo refiere del libro antiguo del Archivo de Simancas.
37. Lope García de Salazar, en su Nobiliario. Argote de Molina. Salazar de Mendoza, lib. 2, fol. 33.
38. Beierlik, Theatrum vitae humanae, tom.7, libr. 5, vrb. Stemm. Rub. & Stemm, sive insig. usu antiquo, pagin. 341. Opingio, De insig. & armis, capit. 6, § 10, num. 1008, pag. 165. Casaneus, in Catalog. Gloriae mundi, I, part. cons. 38, conclus. 38.
39. Fol. 2.
40. De nom. Rom.
41. De proprietate verborum, verb Nobilem.
42. Ausonius.
43. Iudic. cap. 5.
44. Gell. lib. 17, cap. 55.
45. Tert. cap. 6.
46. Claud. in Histor.
47. Advertencias en la verdadera quinta parte.
48. Matth. [Marcial], lib. I, epig. 53.
49. Manil. lib. 2.
50. Horat. ep. 19 [49].

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera