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Título del texto editado:
“Vida de Anacreonte”
Autor del texto editado:
Quevedo, Francisco de (1580-1645)
Título de la obra:
Anacreon castellano, con paráfrasis y comentarios
Autor de la obra:
Quevedo, Francisco de (1580-1645)
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VIDA DE ANACREONTE, SACADA DE LOS IX LIBROS DE LILIO GREGORIO GIRALDO EN LA HISTORIA DE LOS POETAS, CORREGIDA Y AUMENTADA EN DISCULPA DE ANACREONTE CON AUTORES Y CONJETURASPOR DON FRANCISCO GÓMEZ DE QUEVEDO.


Está la imagen de Anacreonte segunda a la de Píndaro. Llamose su padre Escitinio; otros le llamaron Eumelo, otros Partenio o Aristócrito. Fue Anacreonte, si creemos a Estrabón, teyo, de Teo, ciudad que está en medio de Jonia. Esto fue causa de que la lengua jónica se lea en sus versos. Porfirio, sobre Horacio, dice que Salustio pone a Teo en Paflagonia cuando habla del sitio de Ponto, de lo cual suena en Ovidio teya Musa y en Horacio cuerda teya, y en otra parte él mismo:

No de otra suerte Anacreonte teyo
dicen que ardió por el Batilo samio,


porque dicen que a Batilo Pusión amaba Anacreonte. Y Leónidas, epigramatario, dice que Batilo y Megistes fueron muchachos que él quiso mucho. Prolijamente confirma con autores esta fea nota Lilio Giraldo en Anacreonte, culpándole (para la modestia y religión de nuestra edad) de amante de ilícita y varonil lascivia. Y, bien que en su edad no fue nota, hay en Eliano, De varia historia, lugar que le rescata de estas injurias; que, poco benigno a noble escritor, creyó a maliciosas conjeturas Lilio Giraldo. Dice así en el libro IX, capítulo 4 de Eliano:

Polícrates samio fue dado mucho a los versos y estimó mucho los escritos de Anacreonte teyo y su persona, pero no puedo alabar su invidia, su viciosa insolencia. Anacreonte levantó al cielo con ardiente voz a Esmerdis, muchacho hermoso que Polícrates amaba, y el muchacho, agradecido a estas alabanzas, reverenciaba y respetaba en primer lugar a Anacreonte, el cual con grande amor quería su agudeza y sus costumbres, y no su cuerpo.

Y, para confirmar esto más fuertemente, ¡oh, piadoso Eliano!, que en su tiempo también debía de imputarse esta mancha a Anacreón, añade consecutivamente:

Oh, no, por los dioses, ninguno haga tal afrenta al poeta teyo, ni le arguya de incontinente, ni destemplado.

Por ti, Lilio Giraldo, alzó Eliano la voz, y aun no le quisiste oír; más pienso que fue desdicha del poeta que malicia tuya. Adelante, Eliano prosigue:

Polícrates, celoso, rapó al muchacho, viendo que Anacreón le celebraba y que él, en pago, le mostraba voluntad agradecida; cortó a raíz el cabello al muchacho, siendo junto entonces honor y hermosura, pareciendo que así daba fealdad al niño y dolor a Anacreón; pero él, disimulando la culpa en Polícrates, se la echó al muchacho, atribuyendo a furor suyo el haberse afrentado con sus manos y cortado sus cabellos. Mas los versos de esta desgracia de sus cabellos cántelos Anacreón, que lo hará mucho mejor que yo.

Hasta aquí Eliano. Dice Favorino, referido por Estobeo, Sermón contra la hermosura:

Por eso es ridículo Anacreón, que se cansó en escribir cosas vanas, reprendiendo al muchacho porque se cortó los cabellos con estas palabras: «Cortaste la excelente flor del tierno cabello».

Mas perdiose esta oda toda, que apenas guardó estas dos palabras Estobeo. Con esto queda respondido a lo que Máximo Tirio dice del tracio Esmerdis y a lo de Cleobulo, y a los versos que citan de Dion. Lléguese para más fuerza lo que Apuleyo dice en los floridos libros tratando de la estatua de Batilo:

Verum haec quidem statua esto cuiuspiam (l. cuiusdam) puberum, quem Polycrati tyranno dilectus Anacreon Teius amiciatiae gratia cantilat.

L.: «Esta es estatua de un cierto mancebo amado de un Polícrates tirano, al cual por causa de amistad canta Anacreón teyo».

Concuerda este lugar con el de Eliano, y a todos estuvo sordo el docto y cuidadoso Lilio Gregorio.

Demás de esto, si de que alabó los muchachos nació la sospecha, no solo no es mal hecho alabarlos siendo hermosos, pero es justo, y no por eso se ha de colegir que el que lo hizo fuese su amante, sino que celebró a la naturaleza lo que hizo con perfeción, pues se podía seguir del que alaba la hermosura de un caballo, o la de un toro otro tanto. Y adviértase que, cuando Anacreón pinta a Batilo en sus obras no dijo más de que pintasen su hermosura; y, tratando en la pintura de su señora ausente (quizá era Eurípile, pues dicen que la amó), pintando sus labios, dice que inciten y persuadan a besarlos. Y en cuanto lascivia, en la segunda confiesa que las mujeres crio Dios para amadas del hombre, a quien hizo para amarlas osado, duro y áspero, pues a ella la dio la hermosura y al hombre la valentía, y dice que la hermosura de las mujeres lo vence todo.

Y en la cuarta oda:

Mejor es que mi dama
la traigas a mis ojos.


Y en la quinta, de la rosa:

Y para qué de rosas coronado,
con mi señora al lado.


Y en todas las obras suyas se ve que amó mujeres claramente y que fue perdido galán suyo.

Demás de esto, ninguno de los que fueron dados a ilícita Venus lo disimularon; antes hicieron gala y precio de ello, como se ve en Platón y en Sócrates y se leyera de Orfeo si no hubiera el tiempo castigado sus obras, pues fue el primero que escribió contra las mujeres en favor de los muchachos (obra infame); y, tras preciarse de esto, todos son inimicísimos de las mujeres. Véase, en el segundo libro de las mujeres, Estacio Alejandrino, al fin, qué oprobrios dice tan extraordinarios de ellas el manchado con este pecado.

En lo que toca a desordenado, Anacreonte, y borracho, tengo por disparate creer que lo fuese. Sigo en esto a Eliano y a la razón, porque es sin duda que fue viejísimo, pues Luciano le cuenta entre los que vivieron mucho y afirma que vivió ochenta y cinco años. Pues, si fuera tan desordenado en el vino, no saliera aun de la mocedad, porque, como dice Teofrasto Paracelso, De contractura, capítulo 4:

El espíritu del vino demasiado mata, porque hace el daño en la parte más principal y más peligrosa, que es en el calor natural, que corrompe empapándose en él por su similitud, fuerza y sutileza.

Demás de esto, expresamente se lee lugar que dice así en Ateneo en el libro X, capítulo 9:

Absurdus est profecto Anacreon, qui totum suum poema cum ebrietate imiscuit; nam quod deliciis ac voluptatibus deditus esset, acussatur in poematibus, cum non intelligant multi, quod cum sobrius esset ac prudens, ebrius esse fingitur nulla impelente necessitate.

L.: «No anduvo acertado Anacreón mezclando todos sus poemas con borracheras, que por esto le acusan que fue dado a regalos y deleites, como quiera que no entiendan que, siendo cuerdo y templado, sin tener necesidad, se fingió ebrio».

Contigo habla también Ateneo, Lilio Gregorio, mas a tantos doctos fuiste sordo.

Sospecho que el llamar borracho a Anacreonte se ha de entender del modo que cuando dicen: Vinosus Homerus, l.: «Vinoso Homero», pues todos concluyen que le dieron este epíteto por lo mucho que alabó el vino; y, por esta propia causa, le merece mejor mi poeta, pues gasta todo su libro en alabarle. No estorba que escribiese del vino y de las parras sin tratar de otra cosa; que no porque Luciano alabó la mosca se ha de entender que gustaba de ellas y las buscaba, ni porque Ovidio alabó la pulga, que se entretenía con tenerlas en su aposento y que no huía de ellas. Asuntos son de valientes ingenios, y el del beber, más alegre y más natural aun en la parte demasiada, pues en España lo imitamos ya de Flandes.

Quizá, si hay tras tantas autoridades lugar a las conjeturas, fue causa el ser viejo cuando escribió los más de estos versos de escribir, por aliviar el cansancio de la edad, cosas alegres de vino y muchachos, y niños y danzas, pues son las cosas de que solo gustan los viejos. Que escribiese esto ya viejo de todas sus obras se colige; a ellas me remito, pues lo dice por expresas palabras.

Su modestia de Anacreón, su humildad y su cordura bien se colige de lo que dicen los autores griegos, y Arsenio en sus Colectáneas griegas: que, habiéndole dado Polícrates cinco talentos y no le dejando dormir el cuidado de guardarlos y las imaginaciones de lo que podría hacer de ellos, se los volvió diciendo: «No soy tan necio que estime en más el oro que mi quietud». Dignas palabras de hombre más sobrio que ebrio, como quiere Pausanias, que describe una estatua de Anacreón borracho, en la cual se ven aún ahora versos de Leónidas, poeta. Dice Estrabón que en los versos suyos estaban escritas alabanzas de Polícrates, mas no parecen tales obras.

En qué edad fue no conciertan los autores: Eusebio lo cuenta en la olimpiada 61; otros, como refiere Suidas, en la 62, en el tiempo que Polícrates reinaba entre los samios, del cual, como dice Heródoto y hemos probado, fue tenido en mucho Anacreonte. Algunos dicen que no fue Anacreonte en la olimpiada 25, como inadvertidamente lo dice Suidas, pero en la 65, en el tiempo que Ciro y Cambises reinaron; ni falta quien diga que en tiempo de este poeta los teyos, dejada su ciudad, se pasaron a Abdera, en Tracia, como no pudiesen sufrir, de opinión de Suidas, la insolencia de Histieo antes que las afrentas de los persas, de donde nació aquel proverbio o refrán: «Abdera, hermosa colonia de los de Teo», del cual se acuerda Estrabón.

Escribió Anacreonte, fuera de los himnos, elegías, yambos, en lengua jónica, y también mela (así se llaman los versos líricos que toman este nombre de Anacreonte). De esto hace mención Aulo Gelio y Efestión, y Dion Prusieo. Escribió también Rizotómica, que se cita en los comentarios de Nicandro, si no es que sean de otro Anacreonte. Dicen que escribió una sátira de Lisandro; otros dicen que escribió un poema intitulado Penélope y Circe en un Ulises enamoradas:

Dicen que en uno ardieron
Penélope la casta
y Circe, la que el mar de vidrio vive.


Neantes Ciciceno dice que Anacreonte halló el género de instrumento que llaman barbitón, como los de Íbico el trígono, el cual en las Cenas de Ateneo refiere Ulpiano, dialogista. Pausanias y Valerio Máximo dicen que murió ahogado con un granillo de uva que se le atravesó en la garganta. Tengo por tan mentirosa y soñada esta muerte, como la de Homero de los pescadores, y pienso que Grecia, que siempre fue fabulosa, trazó este suceso por conveniente a la vida de Anacreonte, que ellos infamaron sin razón por sus escritos. Cómo muriese yo no lo hallo; pudo ser que muriese así, pero dificultosamente con un grano de uva.

Hay quien dice que Anacreonte no creyó la inmortalidad del alma y que decía que no había más de lo presente. Satisfácese a esto con una oda entre sus fragmentos, que es la postrera en mi tradución, y empieza:

Viendo que ya mi cabeza
siente los robos del tiempo,
arrepentidos sollozos
doy en las rimas envueltos,
porque aguardé al postrer día
a temer muerte y infierno.


Esto es lo que yo he podido hallar en disculpa de las calumnias de Anacreonte, que es piedad debida a los muertos. Virgilio dijo:

Heu, parce sepulto.
L.: «¡Ay, perdona al sepultado!»,


y es respeto que se debe a los antiguos. Podrá ser más docto y curioso el parecer de los que tienen lo contrario; pero el mío es más honesto y menos común y más digno de la memoria de un hombre sabio, que en tantos años no se le ha caído de la boca a la Fama. i





i. Se ha corregido la transcripción tomando como referencia la edición crítica y anotada de Elena Gallego Moya y J. David Castro de Castro, Anacreón castellano (2018), A Coruña: SIELAE, pp. 121-134.

GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera