Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Juan Latino”
Autor del texto editado:
Rada y Delgado, Juan de Dios de la (1827-1901)
Título de la obra:
Revista literaria de “El Granadino”, nº 9, 29 de junio de 1848
Autor de la obra:
Giménez Serrano, José (dir.)
Edición:
Granada: imprenta de Juan María Puchol, 1848


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Juan Latino


La inteligencia, ese sublime don privilegio exclusivo del hombre, ese ente divino como su autor, que a su semejanza crea descubriendo los secretos de aquel, ese destello de tan radiante luz parece se complace en ocultarse a los ojos de los demás hombres. La inteligencia verdadera, no la que distingue al hombre de los demás animales, sino entre todas las que mas cerca percibe los reflejos de la divinidad, esa que los poetas llaman inspiración se complace en encerrarse en los cuerpos mas vilipendiados por la generalidad del mundo; empero, cual el diamante que, formado entre negras rocas, aparece deslumbrando, se presenta a los hombres cegándolos solo por los resplandores de su foco divino. Si una estúpida preocupación marcó con desprecio injusto a la raza de teñido rostro, la inteligencia se levanta para confundir al imbécil orgulloso, deslumbrándole con los rayos de luz que brotan de una frente negra. Sí: en los tiempos de mayores preocupaciones en materias de esclavitud, en aquellos en que se adoptaba la vergonzosa idea romana que consideró a los esclavos cual cosas mancipi del seno de una esclava, esclavo también desde su concepción, nació un astro brillante, a cuyos pies teñidos debieron servir más tarde de pedestal meridionales rostros. Sí, porque el modesto negro Juan Latino, recibió del Criador inspiración divina.

Fruto del amor o del capricho de un gran señor, que adquirió por sus hazañas el renombre de Gran Capitán 1 , nació de una esclava negra hacia los años de 1515. Desde su primera edad y bajo los pesados hierros de la esclavitud se dedicó al estudio de las humanidades, y con especialidad al de la lengua latina, cuya filosofía llegó a comprender en tan alto grado, que mereció por ello tomar el nombre que el mundo le negaba de la lengua en que había de obtener sus triunfos. Estendíase su fama por todo el reino conquistado, y fue necesario darle la libertad para que se dedicase a la enseñanza de los nobles señores. Entonces todos acudieron a beber en tan pura fuente, y los mismo que de mísero esclavo le despreciaban, liberto, ya se disputaron sus esplicaciones. ¡Ridícula pequeñez que marca hasta dónde oscurece el entendimiento la preocupación ignorante! Empero, Juan Latino, bastante filósofo para no atender siquiera a la mezquindad de sus señores, se abstraía completamente en el mundo de los sabios y, generoso, siempre les comunicaba los tesoros de su entendimiento: toda clase de personas anhelaban su compañía, y no fueron las que menos le distinguieron con su amistad el célebre historiador Mendoza y el poeta santo, Juan de la Cruz. Entre las que más apreciaba su ingenio se hallaba el arzobispo de esta ciudad, D. Pedro Guerrero, que, conocedor de su mérito, le nombró regente de la escuela de su iglesia, base de la actual Universidad. Ya antes de esto se hallaba graduado de maestro en artes, y la biblioteca de aquella encierra su título en el que conserva la firma de hombre tan eminente. ¡Rico tesoro de inestimable precio, que debe orgullecer al suelo en que meció su cuna!

Empero, los trabajos de la enseñanza no podían distraerle de sus estudios privados, y, rival de Virgilio, pulsó la lira templada por Homero: su Austriada quedó para cantar su gloria, y nunca será bastantemente llorado lo poco conocida que se encuentra. Compuso además otras obras que después se espresarán y muchas que han desaparecido; y, cansado del mundo, anciano y ciego, filósofo y cristiano murió este faro del suelo granadino en el año 1573. Lágrimas sinceras corrieron en su entierro, presidido por el duque de Sesa, Gonzalo Fernández de Córdoba, y al que asistió todo lo noble que encerraba Granada, entre los cuales no había uno que no hubiera recibido sus sabias lecciones. Con razón expresó el duque de Sesa al despedir el duelo, con las lágrimas en los ojos: este negro era el ave fénix, rara avis in terra corbo similima negri. En la modesta lápida que cubrió sus restos una mano amiga grabó la siguiente inscripción:

Entierro del maestro Juan Latino,
catedrático de Granada.
y Doña Ana de Carleval, su mujer,
y herederos.
MDLXXIII.
Granatae doctos, clarae doctorque juventus
oratorque pius doctrina et moribus unus,
filius Atiopum prolesque ingerrima patrum
infans illaesus coepit praecepta salutis,
Agusti Austriaede cecinitque gesta Latinus,
conditur hoc cippo: surget cum conjuget fida.


Al fin alguna vez los hombres hicieron justicia al mérito, olvidando ridículas preocupaciones, y una señora de distinción, Dª Ana de Carleval, que a su orilla reposa, no temió unir su blanca mano con la negra del esclavo liberto. ¡Tan cierto es que en el mundo los nobles son los sabios en la tierra!

¡Lástima que sean ignorados más pormenores de su vida y que sus obras se encuentren tan poco conocidas! Lástima también que ninguna pluma bien cortada dedique algunas líneas a levantar el nombre del sabio negro. Nosotros nos contentamos con llamar la atención sobre él y a la Comisión de Antigüedades para que cuide de sus restos, que deben reposar tranquilos en la iglesia de Santa Ana 2 .

Notas de las obras conocidas del Maestro Juan Latino

Austriada libros duos sive de victoria navali Joannes Austraici ad echinedas insulas necnon de obitu Pii V ejusque in Philipum regno studio.

En verso heroico, dedicadas a su protector el illmo. D. Pedro Guerrero, arzobispo de Granada.

De augusti regalium corporum ex variis tumulis in unum regase templum Escurialis translatione, atque illius in Granatense Reginae Joannae epigrammatum sive epitafiorum libri duo (Nicolás Antonio, Biblioteca. Hisp. )

Juan de Dios de la Nada y Delgado.






1. Hay algún autor que, quizá con pocos datos en este particular, expresa fue traído a España de las costas africanas (Moreri).
2. Hemos sabido que dicha Comisión se ocupa en la traslación de los restos del Gran Capitán; quisiéramos también que se ocupase de la tumba de su negro hijo, que, si el nombre del guerrero está escrito en libro de la gloria con letras de roja sangre, el de los sabios está señalado con lágrimas de gratitud.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera