Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Biografía. D. Dionisio Solís”
Autor del texto editado:
Ramírez de Arellano, Carlos (n. 1814)
Título de la obra:
El liceo de Córdoba. Periódico semanal de literatura y bellas artes.
Autor de la obra:
Maraver y Alfaro, Luis 1814-1886. Director
Edición:
Córdoba: Imprenta García y Manté, 1845


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Biografía.

D. Dionisio Solís


Autores hay cuyos nombres parece le persigue una ciega fatalidad, que los condena a yacer en perpetuo olvido, sin que de tan desconsoladora suerte basten a librarlos ni sus brillantes dotes intelectuales, ni su constante laboriosidad, ni el reconocido mérito de sus obras literarias: tal ha sido el destino de un ingenio cordobés que ha vivido en nuestros tiempos pobre y oscurecido, a pesar de que su indisputable talento debiera haberle hecho brillar al par de nuestros primeros literatos.

D. Dionisio Villanueva y Ochoa, conocido por el sobrenombre de Solís, fue hijo de D. Juan Villanueva y doña Antonia de Raeda, vecinos de esta ciudad de Córdoba, donde nació el año de 1774. Estudió en sus primeros años latinidad, retórica y poética en Sevilla con D. Faustino Matute con tal aprovechamiento, que antes de contar quince años de edad había ya traducido en verso castellano varias odas de Horacio y compuesto otras poesías líricas originales, con dicción tan correcta y entonación tan robusta, que, habiéndolas enseñado su maestro al distinguido literato D. Pablo Forner, de quien era amigo, las elogió este sobremanera, comparándolas con las de Fr. Luis de León y honró repetidas veces a su joven autor con el nombre de “Leon moderno”. Tomó después durante un año lecciones de música y composición con el maestro Ripoe, que lo era de capilla en la catedral de Sevilla, y, sin contar con más conocimientos que estos y la destreza con que tocaba el violín, se acomodó para no ser gravoso a sus padres con una compañía de cómicos y compuso la letra y la música de una tonadilla que se ejecutó con aplauso en Valencia.

En 1795 vino Solís, que había abandonado la profesión de músico, de primer apuntador al teatro de la Cruz de Madrid, y este ha sido durante toda su vida el destino de un hombre que por su ingenio eminente debería haber figurado en primera línea en la republica literaria; siendo lo más estraño que ni las privaciones y escaseces consiguientes a una profesión tan precaria y poco considerada, ni el vivir entre gentes que, salvo muy pocas y honrosas excepciones, carecen de conocimientos literarios le impidiera entregarse al estudio con tal ardor y constancia, que consiguió aprender por sí solo el francés, el italiano, el inglés, el griego, lógica, metafísica, ética, geografía, historia, legislación y economía política.

Cuando ocurrió la invasión francesa en 1808, Solis, que era tan ardiente patriota y buen ciudadano como excelente esposo y padre, acudió al llamamiento de la patria, sin que se lo impidieran los dulces lazos de su familia, y sentó plaza de granadero en el regimiento de voluntarios de Madrid. Fue hecho prisionero en la desastrosa jornada de Ocaña y conducido a la corte enfermo con el tifus castrense, que comunicó involuntariamente a la familia, cuando obtuvo la libertad por las instancias de su esposa, la actriz doña María Ribera. En 1823 acompañó a Cádiz al gobierno constitucional, por lo cual fue confinado después en Segovia, y la censura más rigorosa y fanática se ensañó contra sus composiciones, prohibiéndole muchas de ellas. Por último, volvió a Madrid, donde murió en la oscuridad, como había vivido, en el mes de agosto de 1834.

Haremos una breve reseña de sus obras dramáticas, tanto originales como traducciones y refundiciones, y entre las primeras colocamos desde luego la Camila, tragedia en que se propuso acomodar a la escena española los Horacios de Corneille, y en la que, si no aventajó a su modelo, logró por lo menos escribir una obra digna de figurar al lado de las pocas de su clase con que se honra nuestro teatro nacional. Zeidar o la familia árabe, imitación del Abufar de Mr. Ducis, notable por su excelente versificación. Tello de Neirat y Blanca de Burbón, que aún permanecen inéditas, así como dos comedias tituladas la Pupila y Las literatas. La primera traducción que dio a la escena fue la del célebre drama de Kotzebue Misantropia y arrepentimiento; a esta siguieron la del Orestes de Alfieri, que se distingue por su vigorosa entonación y buen lenguaje; la Virginia del mismo autor; Juan de Calas, drama de Chenier; y, por último, la tragedia de Polimene o los misterios de Eleusis, representada el año 1826. También tradujo varias óperas, como el Delirio, la Griselda, Horacios y Curiacios &.

Para las refundiciones tenía Solis tal habilidad, que nadie le ha igualado, pues imitaba el estilo del autor que restauraba con tanto tino, que no era posible distinguir los trozos de versificación suya de los del primitivo autor, y bien se puede afirmar que La villana de Vallecas, Por el sótano y el torno, Cuantas veo tantas quiero, La dama duende, Marta la piadosa, El rico-hombre de Alcalá, Garcia del Castañar y otras muchas comedias del teatro antiguo español [le] debieron el volver a la escena, de donde estaban hacia largo tiempo desterradas.

Escribió muchas poesías líricas, de las cuales preparaba, cuando acaeció su muerte, una colección, que es sensible no se haya publicado. Finalmente fue Solís socio corresponsal de la sociedad patriótica de La Habana, única demostración de aprecio que mereció a sus contemporáneos, y para eso no se la dieron los españoles de la Península, prueba desconsoladora y amarga de que ni el saber, ni la laboriosidad, ni la virtud son suficientes para abrir las puertas de los santuarios de las ciencias al modesto escritor que a tan recomendables cualidades no reúne el genio de la intriga o el favor, o no quiere envilecer su dignidad de hombre arrastrándose por entre el polvo de las antesalas de los magnates.

C[arlos] R[amírez] de A[rellano]






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera