Información sobre el texto

Título del texto editado:
“ANDRÉS ( el abate don Juan )”
Autor del texto editado:
Sempere y Guarinos, Juan (1754-1830)
Título de la obra:
Ensayo de una biblioteca de los mejores escritores del reinado de Carlos III (Tomo primero).
Autor de la obra:
Sempere y Guarinos, Juan (1754-1830)
Edición:
Madrid: Imprenta Real, 1785


Más información



Fuentes
Información técnica





ANDRÉS ( el Abate don Juan )


Socio de la Real Academia de Ciencias, y Bellas Letras de Mantua, y de la Real Academia Florentina. Unas conclusiones de filosofía, trabajadas y presididas por este sabio en Ferrara en 1773, empezaron a acreditar su mérito y su talento.

En 1774 escribió una disertación sobre el problema físico propuesto por la Academia de Mantua, que mereció muchos elogios y el que se imprimiera a expensas de la misma Academia.

Viendo que Galileo era poco conocido y celebrado en su misma nación, habiendo sido el restaurador de la filosofía en Italia, y aun en toda Europa, por haber precedido a Descartes y al barón de Verulamio, escribió en 1776 un compendio de su filosofía con el título: Saggio della Filosofía Galileo y, luego después una carta sobre una demostración de Galileo, también en italiano, que se insertó en el primer tomo de los Opúsculos científicos de Ferrara, y después se imprimió separadamente en dicha ciudad en 1779. El Ensayo de la filosofía de Galileo le granjeó el honor de ser nombrado individuo de la Academia de las Ciencias y Bellas Letras de Mantua.

Fue el primero que se opuso a los famosos Bettinelli y Tiraboschi, los cuales habían querido atribuir al dominio de los españoles en Italia la corrupción de su literatura. Sobre esto publicó en Cremona en 1776 una carta al comendador fray Cayetano Valenti Gonzaga, muy juiciosa y que mereció grandes elogios aun de su mismo contrario el Abate Tiraboschi.

En 1778 manifestó su erudición en las antigüedades con una carta al señor conde Alexandro Muraribra sobre el reverso de un medallón del Museo Bianchini, que no entendió el marqués Maffei, y que habían obscurecido con vanas conjeturas los célebres anticuarios Venuti y Gori. De esta obra se dice en le Novelle Letterarie de Florencia del año de 1778: “Poche sono le disertacioni simili che abbiano tanto buon senso, é verità”.

En el mismo año leyó en la Academia de Mantua una disertación sobre las causas de los pocos progresos que hacen las ciencias en estos tiempos.

Pero la obra principal del señor abate Andrés es la que ha empezado a publicar en Parma en 1782, intitulada Dell'origine, progresso é stato actuale d' ogni letteratura. La idea de esta obra la explica su mismo autor en la prefación: “He pensado, dice, dividir la obra en cuatro tomos (en cuarto mayor) y antes de entrar a examinar distintamente las clases particulares, y progresos de las letras, he querido hacer ver en el primero sus diversas épocas, los adelantamientos, atrasos y variaciones a que han estado sujetas, y tejer brevemente una historia filosófica general de toda la literatura. Daremos en esta una ligera ojeada sobre todos los pueblos que tuvieron alguna cultura antes de los griegos, sin omitir el Bailliano, al cual el ingenio y la erudición de Bailly ha sabido dar tanta fama, que merece la consideración de los literatos. ¡Qué campo tan vasto y delicioso se nos presenta más adelante en la literatura griega y romana, y últimamente en la eclesiástica! ¿Cuánto más fácil hubiera sido el formar gruesos volúmenes, que el reducir a breves capítulos materia tan copiosa, sin caer en una superficialidad seca y despreciable? Me he dilatado mucho más cuando he tratado de la arábiga. Pero la ignorancia y el error en que estamos comúnmente de su mérito, la novedad e importancia de derivar de ella el origen de la literatura moderna, me conceden algún derecho para dejar correr la pluma con algo más de libertad. En los siglos posteriores tenemos noticias más distintas y seguras de la literatura, pero, como cualquiera atiende comúnmente más a la erudición nacional que a la extranjera, espero que no será desagradable una obra que la demuestre toda en un golpe de vista.

En el segundo tomo me he propuesto tratar particularmente de los progresos hechos en la bella literatura, bajo la cual se comprenden la poesía, la elocuencia, la historia y la filosofía.

No nos contentaremos con examinar los progresos de estas clases en general, sino que trataremos con distinción de las partes de cada una. No basta, por ejemplo, dar una idea general de los progresos de la poesía, sino que se ha de hablar con separación de la épica, la didascálica, la dramática, la lírica, los poemas cortos, de todos los demás géneros de composiciones, y hasta de los romances, y siguiendo el mismo plan en las otras clases, se forma una idea completa de todos los progresos de la amena literatura. Para esto es precisa una censura exacta y juiciosa de los escritores y de las obras que más han contribuido a ellos: por lo cual he querido leerlas más de una vez y formar el juicio por mí mismo, sin atenerme al de otros, como se hace muy comúnmente. He conocido en el de algunos tan poca sinceridad, en otros tanta ignorancia, y tan discordes los dictámenes, aun de los jueces más ilustrados, que me ha parecido el mejor medio formar mi parecer sobre las obras mismas y exponerlo al público con libertad.

El tercero tomo trata únicamente de las ciencias naturales, de cada una de las cuales describirá filosóficamente los progresos. Las matemáticas puras y mixtas, la física experimental, la química, historia natural, botánica, medicina, anatomía, cirugía, filosofía, jurisprudencia, y todas las clases que miran a las ciencias naturales, se verán crecer sucesivamente, aunque con algunos intervalos, hasta el estado en que se encuentran en el día. Para esto me han servido de mucha ayuda las eruditas historias que sobre cada uno de estos ramos hemos visto publicadas, y confieso que no me hubiera atrevido a semejante empresa, a no habérseme presentado por conductores un Montucla, un Bailly, un Le Clerc, Freind, Portal, y otros tantos autores esclarecidos que se propusieron el ilustrar la historia de cada ciencia. Pero, aunque estas historias pueden conducir mucho para indagar los progresos de las ciencias, no pueden presentarlos como realmente son en sí mismos; es menester para esto examinarlos en su origen y estudiar los autores que los han hecho. Y por más diligencias que yo haya hecho, ¿podré gloriarme en algún modo de haberlos presentado en su verdadero aspecto? ¿Qué estudio ni qué aplicación será bastante para libertarme de todo descuido en la lectura de tantos autores, y en el examen de tantos objetos? Vuelvo a encomendarme a la indulgencia de los lectores, y protesto de nuevo que el mayor fruto que puedo esperar de este mi trabajo es el excitar a otros ingenios mejores que el mío a entrar con mayor felicidad en esta misma carrera.

La poca consideración en que ahora se tienen los estudios eclesiásticos podrá mover a algunos a pensar que saldrá muy seco y árido el cuarto tomo, en que se trata de ellos. Pero yo creo que el reducir a un aspecto histórico y filosófico las ciencias eclesiásticas es todavía un asunto bastante nuevo, y que su novedad e importancia me permiten mayor libertad para tratarlo con más extensión y para explicar muchos que hasta ahora nadie ha controvertido. El estudio de la escritura de la historia eclesiástica se ha dividido en tantos ramos, la teología ha recibido sucesivamente tanta amplitud, el derecho canónico ha sufrido tantas variaciones, y todas las ciencias eclesiásticas presentan tantos argumentos, que declaran que deben hacer no menos interesante aquel volumen, que todos los precedentes. Y este es, en suma, todo el plan de esta obra: Del origen, progresos y estado actual de toda la literatura.

Pero, pasando más particularmente al primer tomo que ahora publico, he creído necesario dar en él una idea general del estado de toda la literatura en varias épocas, desde su origen hasta el siglo presente. El examen solo de ella antes de los griegos da materia muy abundante para muchas y eruditas disertaciones; pero ¿qué podremos sacar después de un prolijo y penoso estudio, sino conjeturas insubsistentes y poco fundadas? No sin mucha lectura y atenta reflexión he procurado presentar con claridad aquello poco que se puede establecer con fundamento en materias tan obscuras y remotas. La literatura de los griegos merece más nuestra atención y nos debe ocupar más largo tiempo, pudiéndose llamar en la realidad la fuente de toda la literatura; por lo mismo he querido buscar alguna época de su verdadero origen, lo que hasta ahora no se ha fijado, y examinar las causas de sus progresos, que todavía no he encontrado bastante declaradas. Para dar una idea más completa de la literatura griega y romana, después de describir la una y la otra con separación, me ha parecido oportuno el confrontarlas y el hacer entre ellas un exacto paralelo. Algunos acaso no llevarán a bien que se forme época de la literatura eclesiástica. Mas quien tenga noticia de los estudios que florecieron después de la griega y de la romana, y de las personas a quienes estaba circunscrita su cultura, no extrañará este método. Fue un acaecimiento muy notable el ver que, habiéndose movido en tiempo de Carlo Magno las personas más condecoradas y del carácter más distinguido al vivo empeño de restablecer las letras, cayeron luego estas, por el contrario, en el mayor abatimiento. Procuraremos señalar la causa verdadera de aquel poco feliz suceso.

La literatura arábiga por nadie ha sido hasta ahora puesta en buena luz. Pocok, Erbelot, Hottinger, y algunos otros, recogieron muchas noticias, que pueden servir para darle alguna ilustración; mas ninguno se ha propuesto el objeto de formar un tratado particular. La novedad de la materia me ha empeñado en averiguaciones arduas, de las cuales ni yo mismo esperaba salir con felicidad. Oportunamente en este tiempo la benignidad del monarca católico Carlos III, glorioso promotor de todas las empresas literarias, me honró con el regalo de la Biblioteca arábico hispana del Escorial, eruditamente compilada por el célebre Casiri; don a la verdad inestimable, así por la augusta mano que lo dispensa, como por el inmenso tesoro que contiene de erudición arábiga. Cuánto deba yo a aquel inmortal trabajo de Casiri, cuánto uso haya hecho de sus infinitas noticias lo demuestra cualquiera página y aun casi cada línea de la parte en que se trata de aquel ramo de la literatura. Pero aquella docta obra, no proponiéndose otro objeto que el de indicar solamente los códices arábigos que se conservan en la Biblioteca del Escorial, no basta para suministrar todas las noticias que se necesitan para formar el cuadro de toda la literatura arábiga; y para bosquejarlo de algún modo me he visto en la precisión de entresacar de toda clase de libros cuanto me venía a las manos que podía aplicarse a semejante asunto, y aun así no me preciaré de haberlo desempeñado completamente.

Estas averiguaciones me han hecho ver la grande influencia de la literatura arábiga en la restauración de la de Europa. Mas para explicar con alguna claridad este punto tan interesante, ¿cuántas cuestiones intrincadas no he debido resolver, y en qué averiguaciones tan nuevas no me he debido empeñar? El estudio de la literatura española, casi tan desconocida por muchos como la arábiga, el examen de los escritores de los siglos bajos, de los que ya nadie se acuerda; de los orígenes, de la formación y cultura de las lenguas modernas, y de su poesía; de los antiguos poetas españoles y provenzales, y muchas otras no menos penosas que necesarias investigaciones, me han dado alguna luz para descubrir una verdad que a muchos parecerá una ridícula paradoja: esto es, que la literatura moderna reconoce por su madre a la arábiga, no solamente en las ciencias, sino también en las bellas letras. Para demostrar más bien la influencia de los árabes en la cultura europea, he querido traer algunas invenciones, de las cuales se jactan vanamente muchas naciones, habiéndonos venido de la benéfica mano de los árabes. El papel, los números, la pólvora la brújula las tenemos por medio de ellos; y acaso el reloj oscilatorio, la atracción ahora tan famosa y muchos ruidosos descubrimientos de los modernos fueron conocidos por ellos mucho antes de que llegarán a noticia de nuestros filósofos. Los colegios, los observatorios astronómicos, las academias y otras instituciones literarias en nada piensan menos que en que tienen su origen de los árabes, y acaso no me estarán muy agradecidas por haberles encontrado una antigüedad tan remota.

Vencida la preocupación tan dominante contra la literatura arábiga es menester combatir otra, que reina a favor de la griega comúnmente. Se quiere que la época de la renovación de los buenos estudios en esta parte de Europa deba empezar a contarse desde la toma de Constantinopla; y que los griegos vencidos trajeron a Italia en el siglo XV el gusto de las letras, como en los pasados lo habían introducido en el agreste Lacio. Hacemos ver, por el contrario, que resultó poquísimo fruto a la literatura latina con la caída del imperio griego; y que la Italia antes de aquel tiempo estaba ya más culta y adornada de los buenos estudios que la Grecia misma. Por lo que toca a la literatura de los siglos posteriores, he sentido la dificultad observada por Horacio: 'Difficile est proprie communia dicere'. ¿Que podrá decirse sobre este asunto, que no sea ya notorio? No obstante, la idea que presentamos de la literatura, así del siglo XVI como del XVII y aun acaso más la del presente, será nueva para muchos que no miran los estudios de cada una de estas edades en todos los verdaderos aspectos que manifiestan. Para acabar más bien el cuadro del estado actual de la literatura, convendría señalar los progresos que faltan que hacer, así cómo se representan los que hay ya hechos. ¿Pero cómo es posible tener una vista tan perspicaz, que llegue a descubrir tan adelante? Con todo, en el discurso de la obra iremos proponiendo algunos adelantamientos, que podrían hacerse en cada clase; e indicando algunos solamente en este tomo, cesaremos de molestar más a los lectores, que ya estarán bastante cansados con la lectura de tantas materias”.

La obra parece que ha correspondido hasta ahora completamente al prospecto presentado por el autor, según el aplauso que ha tenido. En Venecia se ha hecho ya la reimpresión del tomo que va publicado. En el extracto que se publicó en las efemérides literarias de Roma se alaba mucho la erudición del autor, su juicio y sus pensamientos originales acerca de los progresos y decadencia de la literatura. Hablando de su nuevo sistema, en que deduce el origen de la literatura moderna de los árabes, y particularmente de los españoles, se dice allí: “Ne si creda che il nostro autore imprenda à rilevare il merito della letteratura degli Arabi, ò di quelli in particolare della Spagna invasato da quel nazionale entusiasmo, figlio legitimo della presuncione, è dell' ignoranza, è che alle materie ed agli autori, anziche lode, suole apportare discredito. Egli delle cose nazionali parla con somma modestia, 1 è per questo appunto si concilia più crédito nel punto sostanziale del suo argomento, che e d' additare i fonti del risorgimento delle scienze in Europa dopo la venuta de barbari setentrionali; i quali fonti non lascia egli luogo a dubitare che fossero le scuole degli Arabi della Spagna”.

Don Carlos Andrés, hermano del autor, ha traducido el tomo que se ha publicado, y se ha impreso en dos en octavo mayor en la imprenta de don Antonio Sancha.





1. Esta moderación del señor abate Andrés al hablar de las cosas de su nación, la había celebrado antes el Abate Tiraboschi, cuyo elogio le hace mucho honor: “Meglio dunque, dice, avrebbe fatto il Sig.Ab. Lampillas, se avesse seguito l'esempio di un altro valoroso Spagnuolo, cioé del Sig. Ab.D.Giovanni Andres. Spiacque à lui pure cio, ch’ io aveva scritto intorno allá parte, che gli Spagnuoli aveano avuta nel corrompimento del gusto in Italia, e cio che prima di me avea scritto sullo stesso argomento il celebre Sig. Ab. Bettinelli. Prese egli adunque la penna in difessa della sua nazione, e fiu dai 1776 publicó su ció in Cremona una sua lettera al Sig. Commendatore Valenti. Voi certo l'avrette letta; e avrette veduto con qual forza, insieme, e con quale modestia ribatte l'accusa data ai letterati spagnuoli, con qual rispetto parla de suoi avversari, con qual sobra erudizione va rammentando le glorie della letteratura spagnuola. Egli non ha mai sognato ch' io potessi avere nella mia storia quelle ree e basse intenzioni, di cui mi ha creduto capace i' Ab. Lampillas. Egli ha mostrato il buen gusto di cui e fornito col non accingersi à fare ridicole apologie di certi antichi scrittori spagnuoli, che non si posson difendere, se non da chi e lor somigliante; egli non ha gia avanzante quelle gigantesche proposizioni dell' Ab. Lampillas. A nessuna delle straniere nazioni (toltane la greca) debe tanto l'antica letteratura romana, quanto allá nazione spagnuola (p.2 p.3.). In Spagna furono coltivate le erti e le scienze prima che in Italia (ivi pag. 5.). In nessun tempo poté Roma chiamar barbara la Spagna: poté ben si questa per molti secoli chiamar barbara Roma (ivi p.12). La lingua latina debbe agli spagnuoli l' essersi conservata men rozza nel scollo d'Augusto (ivi pag. 47). L'Ab. Andrés era troppo saggio e prudente per lasciarsi trasportare a tai paradossi e difende la sua nazione con armi molto migliori; e ne è pruova la stessa modestia con cui egli scrive, che suol esser tanto maggiore nelle letterarie contese, quanto piu dotto è il combattente. Io non vo dire con ció che l' Ab. Andrés mi abbia convinto; dico che la causa degli spagnuoli non potea difendersi meglio di quel ch'egli ha fatto, e che Si Pergama dextra/Defendi possent...hac defensa fuissent. Dico che vale assai piu la lettera dell' Ab. Andrés che tutti i due tomi dell' Ab. Lampillas (Nota del autor).

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera