AL IR A ESCRIBIR CONFIESA SU DESCONFIANZA. SONETO
Sobre la mesa el codo y acostada
en la siniestra mano la
cabeza,
la pluma en ristre, que a tenderse empieza
sobre plana no escrita y ya borrada,
así estaba el
ingenio
en la estacada
cuando asaltó de presto a mi
rudeza
de
Calderón
la gracia y la agudeza
y de
Solís
la musa celebrada.
Cogiome su memoria tan de susto
que ni con
prosa
ni con
verso
salgo;
consulto el miedo a sus ideas justo.
Y, viendo que con estos nada
valgo,
dejé la pluma, desmayose el gusto,
y eché las musas a
espulgar
un galgo.