Lección X
“LA VICTORIA DE LEPANTO”, DE HERNANDO DE HERRERA
Esta
oda
es, de cuantas hay en lengua castellana, la que más se acerca en el plan, el giro y en la elocución al carácter de la lírica
hebrea.
El poeta ha impuesto a su asunto un sello
religioso,
para lo cual estaba autorizado por las ideas de su
siglo
y por el espíritu de las guerras que entonces se hacían los turcos y cristianos.
El plan es
magnífico.
Después de una proposición, semejante a la del Cántico de Moisés:
"Cantemus domino, gloriose enim magnificatus est, equum
et
ascensorem ejus dejecit in mare,
"
describe el poder y la soberbia de los turcos y, para hacer más dramático el cuadro, introduce al tirano, que enumera sus fuerzas y confía en la victoria. En contraste de este razonamiento, dirige, como en nombre del cristianismo atemorizado, una humilde y fervorosa
súplica
al Señor, para que libre su grey de un enemigo tan fiero y poderoso. Describe el momento del combate, el triunfo, la fuga de los enemigos, e imitando a Ezequiel, dirige amargas reprensiones a Grecia, al Egipto y al Asia, que habiendo sido antes la heredad del Señor, se habían unido con sus enemigos. El cántico se termina bendiciendo al Señor, y amenazando a sus contrarios.
La alocución es rápida,
brillante,
dramática. Las imágenes son de un solo rasgo, las conspiraciones breves, y hay en los pensamientos todo el desorden e inconexión aparente que es
propia
de la
lírica.
La armonía está algo
descuidada;
pero los pensamientos son
sublimes
y aun gigantescos. Sin duda que Herrera quiso hacer muestra en esta oda de todo lo que podía acercarse nuestra poesía a la de los
orientales.
No conocemos en
nuestro
Parnaso
a
ningún poeta que se haya propuesto imitar el lenguaje poético de
Herrera,
y el giro oriental de su elocución, sino a
Cienfuegos,
que tal vez pasó de la raya hasta donde llegan nuestras
libertades
poéticas. Es cierto que
Meléndez
se las toma a veces muy grandes; es cierto que tiene algunas composiciones
sagradas,
en las cuales está
imitado
el estilo de los hebreos, pero su colorido habitual es muy diferente, porque es más
suave.
Cienfuegos es más constantemente
herreriano.
La primera estanza, que es la proposición, anuncia desde los dos primeros versos el carácter
religioso
de la
oda:
"el señor es el que venció."
Obsérvese que a los turcos llama
traces
del nombre del país donde tienen la capital de su imperio. Sin duda el nombre de
turcos
no le pareció sonoro ni
digno
de la poesía, y quiso
embellecerlo
con la palabra
griega,
que recuerda el país de Marte, que no se pudo civilizar hasta muy tarde.
Hecha la proposición, dirige la palabra al Señor, como en nombre de todo el cristianismo:
Tú eres diestra,
Salud y gloria nuestra
Obsérvense estas frases:
"rompiste las fuerzas, sus escogidos príncipes, tu ira los tragó"
son propias de la poesía
oriental.
El nombre de Faraón está aquí por antonomasia, por el de un tirano prepotente y perseguidor, y es una alusión a la libertad del pueblo de Israel, semejante a la del cristianismo después de la victoria de Lepanto.
Sus escogidos príncipes cubrieron
los abismos del mar.
Manifiesta el poder de los enemigos:
. . . . . . . . . . . . y descendieron
cual piedra en el profundo.
Profundo,
adjetivo por sustantivo. Este no ha quedado en nuestro idioma, si no es en poesía.
"Descender cual piedra,"
comparación
hebrea,
que anuncia la velocidad de la caída y el estrago espantoso de la ruina.
Tu ira luego (esto es en un momento)
los tragó, como arista seca el fuego.
Otra comparación propia del estilo
hebreo.
Descendieron al profundo como piedra, y la ira del Señor los destruyó como el fuego a la seca arista.
"Tu ira los tragó,"
frase del estilo oriental. Aquí, tragar quiere decir
destruir,
hacer que desaparezca, como el fuego hace desaparecer la seca arista.
Esta primera estanza está llena de imágenes y de poesía. El principio de la segunda tiene un
defecto,
que rara vez se encuentra en los buenos poetas, y es el de no decir lo que quieren:
"El grande aparato de las naves, que cautiva la cerviz de los nuestros y aviva las manos al ministerio injusto de su estado,"
son expresiones que además de
prosaicas
no dicen lo que intenta el poeta. Quiere dar a entender que sus naves conducían cautivos y forzados cristianos, cuyas manos aplicadas a los remos y dando movimientos a sus escuadras, se
avivaban
para favorecer las empresas militares de los turcos. Pero no es el aparato de las naves el que cautiva la cerviz de los fieles, y no es él el que aviva sus manos, ni menos las aviva
"al ministerio injusto de su estado."
Regla
general: una expresión genérica en lugar de una particular sienta siempre mal en poesía, porque, en lugar de grabar la idea en la fantasía, la deja
vaga
y sin sentido conocido. La
razón injusta
de estado de los turcos así se podía favorecer por la velocidad de sus escuadras debida a los esfuerzos de los cautivos remeros, como las alianzas que se hiciesen con el Diván. Era necesario decir que las manos de los cautivos esforzaban a pesar de ellos la velocidad de sus escuadras.
Pero el final de la estanza en que bajo la alegoría de árboles demuestra la superioridad que tomó el turco sobre los estados vecinos, es
admirable.
"El árbol que más yerto se sublima; yerto por enhiesto. Bebiendo ajenas aguas,"
expresión bíblica, que denota la invasión de un ejército en país ajeno. Y
defendido,
transposición muy elegante.
La tercera estanza describe muy
bien
el terror causado por el poder de los infieles.
"Del impío furor suyo."
Algunos
leen,
"del ímpio furor suyo,"
pero el verso para que conste no necesita alterar el acento. Es verdad que el verso tendrá doce sílabas, pero al pronunciarlo no se conoce la sobra, como en este otro de
Balbuena:
Corren del monte al
llano
ríos sangrientos
que también es de doce sílabas. Pero, a pesar de esto, tengo observado que los versos en que hay una vocal ante vocal, acentuada la primera en medio de ellas, o es menester hacer una construcción violenta, como en los dos citados, o si el verso no tiene más que el número de sílabas debido, queda
desmayado
y sin vigor. Tal es éste de
Rioja:
Como los ríos, que en veloz corrida.
Alzó
la frente contra ti, Señor Dios.
enteramente
bíblico.
La imagen:
Y los armados brazos extendidos,
movió el airado cuello aquel potente
es
magnífica,
y la termina
sublimemente
la expresión
aquel potente,
perfeccionada por el uso enfático del artículo
aquel.
Cercó su corazón de ardiente saña,
este es el arte de los
grandes
poetas, convertir en imágenes los sentimientos.
Y de armas de tu fe y amor se visten,
Visten
es débil,
se fortalecen
es la idea,
se ciñen
la expresión, mejor:
"Las armas de tu fe y amor se ciñen,"
y correspondería mejor al
accingere
de la Biblia.
Sigue el razonamiento del tirano en las tres estanzas siguientes. Esta manera dramática de componer una oda es más
propia
de la poesía hebrea que de la griega y latina.
A este razonamiento del tirano, altivo y orgulloso, sigue en un tono flébil y dolorido la plegaria de los fieles al Dios de los ejércitos para que los liberte del peligro.
Cuéntase Dios al número de los contrarios, el trance de la batalla, y la victoria de los cristianos. Efectos de la victoria. Castigo del Señor sobre Babilonia, Egipto, Grecia, Asia y Tiro. Y concluye bendiciendo al Señor, por el auxilio que ha dado al pueblo cristiano.
La
elegía
a la derrota de los portugueses en África tiene por pensamiento principal que Dios quiere castigar a los fieles porque confiados en sus fuerzas y no en el auxilio celeste, acometieron la grande empresa de conquistar el África. El tono de la composición es semejante al de los trenos. Todas las figuras que representan el dolor están prodigadas en ella. En cuanto al estilo, aún es más
rica
y correcta que la de la victoria de Lepanto.