Información sobre el texto

Título del texto editado:
Reflexiones sobre el Plan para una historia filosófica de la poesía española
Autor del texto editado:
Reinoso, Félix José, 1772-1841
Título de la obra:
Correo de Sevilla, nº 300, miércoles 13 de agosto de 1806.
Autor de la obra:
Edición:
Sevilla: Imprenta de la Viuda de Hidalgo y Sobrino, 1806


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13 de agosto de 1806

REFLEXIONES SOBRE EL PLAN PARA UNA HISTORIA FILOSÓFICA DE LA POESÍA ESPAÑOLA, INSERTO EN EL NÚMERO 294 DE ESTE CORREO


La novedad y brillo del Plan para una historia filosófica de la poesía española han despertado mis ojos, adormecidos a su pesar sobre estos objetos halagüeños; y el talento y conocimientos profundos de su autor han fijado mi vista para considerarle, con tanto mayor motivo, cuanto su inventor mismo parece recelar de la solidez del pensamiento. Su originalidad importante merecía bien el examen de los literatos; pero si estos le aprobaren al fin, no le serán de descrédito alguno mis reflexiones: y si le juzgaren acaso más aparente que sólido, su autor se dará por contento de que, no algún émulo suyo, sino un verdadero amigo haya sido el primero en impugnarle, si ya las reflexiones hechas por la amistad merecen el odioso nombre de impugnación.

Redúcese el Plan a distribuir en varias clases a nuestros poetas, así como suelen dividirse los pintores. Sabido es que Boscán, Mendoza y Garcilaso introdujeron un nuevo estilo en nuestra poesía, desconocido enteramente de los antiguos rimadores: estilo que fue después imitado por los primeros líricos del siglo XVI, de quienes se burla Castillejo porque habían abandonado las trovas y coplas castellanas, para seguir el metro de los italianos. Fernando de Herrera mejoró después el nuevo estilo, lo enriqueció con galas más exquisitas, lo varió con la imitación de los latinos y los griegos, lo sublimó con la grandeza y rapidez de una imaginación pindárica y creó un nuevo género, que fue seguido después por muchos poetas de su patria. Ahora bien: ¿por qué no podrán clasificarse a esta manera los demás poetas españoles, y hallado que sea el inventor de un nuevo estilo, separarle con sus imitadores en clase diversa de los restantes? Tal es el fundamento, y aún el mismo Plan por mayor. No me detendré yo en encarecer su mérito y las ventajas que traería su ejecución, para conocer distintamente el carácter de nuestros poetas. Veríase entonces cuál es el estilo general a cierta clase o escuela determinada, cuál el modo particular con que cada uno se acomoda a aquel estilo, lo varía y modifica según su genio; veríase lo que puede la imitación, y lo que puede en la imitación el talento peculiar del copista. Conocido así el estilo de cada escuela y el carácter propio de cada autor, se conocería lo que había apreciable en la escuela, considerada desnudamente, y lo que había apreciable o vituperable en el poeta; las ventajas del estilo de una escuela sobre el de otra, y las ventajas del modo de expresar aquel estilo que hace este poeta a esotros de sus compañeros; y estas divisiones distintísimas señalarían a los principiantes los rumbos que debían seguir en la imitación de nuestros grandes genios con suma exactitud, y los presentarían a los literatos, que pretendiesen conocerlos, en el verdadero punto de vista que deben mirarse.

¿Pero es tan cierta y constante esa distribución de sectas en los poetas españoles, que pueda ella sola servir de esqueleto a todo el cuerpo de su historia? He aquí el primer reparo que se me ofrece acerca del plan. Está fuera de duda que ha habido ciertos corifeos entre ellos: lo está igualmente que ha habido cierto número de sectarios; mas estos y aquellos juntos son muy pocos a mi ver en la multitud incalculable de nuestros poetas. El colector del Parnaso español inserta en el tomo 8 un índice de 566 1 , el cual, según él dice, aún no comprende la tercera parte de ellos. Puede tal vez ser esta una exageración, si ya no se habla de los copleros y romancistas; mas yo sé decir que leyéndolo, he notado faltos algunos, no del menor nombre: que faltan así mismo la inmensa tropa de nuestros cómicos, y que todos los apuntados no pasan de la mitad del siglo XVII. Pues el más crecido número de ellos, que es el de los medianos, no tienen un carácter tan decidido y separado de los demás, que deban formar una escuela determinada, cuyo estilo pueda clasificarse distintamente. Cierta facilidad natural, una corriente libre de dicción, una fantasía poco fecunda en cosas originales, en fin la naturaleza sola sin estudio, sin artificio alguno, sin imitación es lo que puede notarse en sus versos y forma su carácter. Los más de ellos hacían versos por inclinación primero y después por costumbre, y jamás se propusieron otro modelo que su genio. Tan lejos estaban de imitar a nadie, tan lejos de formar secta determinada. ¿A qué escuela pertenecen Cueva, Ulloa y Luzán, para citar uno de cada siglo? Y hay sin duda otros de menor mérito y de carácter más indeciso, que todavía deben entrar en la historia de la poesía española. Si sola la naturalidad desafectada basta para agregarlos a los seguidores de Lope de Vega, a quien nunca pensaron imitar, esta escuela será la de todos los poetas castellanos. Pero Cueva, para volver al ejemplo propuesto, fue anterior a Lope, Ulloa es un poeta de más ingenio que fantasía, y Luzán de más estudio que genio; cualidades esta y aquella que los alejan mucho del estilo de Vega. Convengamos pues en que el artículo de los poetas sueltos, que se añade después de enumeradas las escuelas, será más crecido que todas ellas juntas: será en una palabra la Historia de los poetas de España.

Se continuará.





1. Poco menguará esta lista, descontando de ella algunos lemosines y otros anteriores a Garcilaso.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera