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Título del texto editado:
Discurso sobre el estudio metódico de la historia literaria para servir de introducción a los primeros exercicios públicos de ella, que en los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1790 se tuvieron en la Biblioteca de los Reales Estudios de esta Corte. Leído por Don Cándido María Trigueros Bibliotecario segundo, en el día primero de dichos Exercicios
Autor del texto editado:
Trigueros, Cándido María 1736-1801
Título de la obra:
Discurso sobre el estudio metódico de la historia literaria para servir de introducción a los primeros exercicios públicos de ella, que en los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1790 se tuvieron en la Biblioteca de los Reales Estudios de esta Corte. Leído por Don Cándido María Trigueros Bibliotecario segundo, en el día primero de dichos Exercicios
Autor de la obra:
Trigueros, Cándido María 1736-1801
Edición:
Madrid: Benito Cano, [1790]


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Información técnica






Señores:

[…]

Fiando tan augustos bienhechores sus reglas larguezas a la sabia mano que destinaron para dirigir sus más importantes secretos, hicieron a la instrucción pública un nuevo y muy estimable beneficio. La recta intención unida al más extenso conocimiento de nuestras necesidades, de nuestras proporciones y de los estudios mismos no era posible que dejase de producir admirables efectos. ¡Cuánto podría yo explayarme sobre esto si a la sinceridad no la sentara siempre mal el uso reglas expresiones amplificadas que, aunque sean un justo tributo debido a la verdad misma, desagradan, si se repiten ose ponderar, a los que son superiores a ellas propias y solamente son deseadas de los que no las merecen! Pero serían superfluas tales expresiones cuando pudieran dejar de ser molestas y fastidiosas. El más seguro elogio, la más enérgica expresión del acierto con que se ha dirigido tan digno establecimiento es y será siempre su propia prosperidad y la admirable totalidad de sus efectos.

Nada tengo que ponderar aquí sobre estos ni que repetir sobre los muchos y muy varios ramos de que tal establecimiento se compone siendo tan grandes y tan notorios sus adelantamientos en todos ellos. No puede extenderse a tanto este breve discurso ni debe exceder los límites a que le ciñe el presente ejercicio literario. Este breve programa es como un prólogo o introducción en que solo pretendo ofrecer al público una ligerísima instrucción sobre las causas y fines de un acto que es quizá el primero en su línea.

Ordenados con el mejor método los medios de estudiar y de adelantar los varios ramos de literatura que parecieron más análogos a la utilidad y a las necesidades del público de la Corte, quiso S.M. que tuviésemos aplicados un poderoso socorro en la presente biblioteca, la cual está por si misma mostrando a todos la magnificencia de su donador. No ha cesado esta mano bienhechora de ir proporcionando los subsidios que necesita una obra tan vasta como reciente y cuando el tiempo, las necesarias facultades y la felicidad de a la letras hayan dado a esta misma beneficencia el grato placer de completar los alivios que aún necesita, podrá sin duda gloriarse de haber consumado una empresa que será cada vez más provechosa y admirable mientras más se prolongue los siglos.

El profundo conocimiento que guiaba la mano superior que dirigía esta gran obra hacia el mayor provecho posible, no podía dejar de advertir que este no es precisa consecuencia del mayor número de libros que se manejan, sino de la acertada elección de los que son mejores, por ser más propios para sus respectivos fines y que, por el contrario, el uso superabundante de libros, dirigido por una elección ciega y casual, sin la guía de un discernimiento científico es uno de los mayores enemigos de la sólida y verdadera prosperidad de la literatura. No hay estudio alguno en que no sean muchos más los libros malos que los buenos y en que no se reproduzca en muchos lo que ya está repetido en muchísimos. Si se hallase, pues, algún medio para que los que se aplican a cualquier estudio puedan discernir los libros útiles y necesarios para su instituto, desechando los que o son absolutamente inútiles o son lo menos superfluos, aunque contengan muchas cosas buenas, si se hallase, digo, semejante medio no se pude dudar que su establecimiento sería el beneficio mayor que podría hacerse a la loable aplicación de los jóvenes estudiosos y aun de los que ya pueden llamarse doctos.

[…]

La escritura, hija utilísima de los primeros esfuerzos de la pintura, que, haciendo visibles las palabras, da bulto a los pensamientos y los presenta a los ojos, ofrece diferentes ramos curiosos en orden a los cuales se han escrito y publicado muchos libros, ya sobre el orden y progreso de las varias maneras de escribir, ya sobre las materias en que se ha escrito en diversos tiempos y naciones, ya sobre los accidentes de las letras. La sola cuestión de la autoridad e invención de los puntos vocales de los hebreos puede llenar una biblioteca con las muchas obras que han publicado: unos para defender la supuesta antigüedad y autenticidad de estos puntos, otros para demostrar que esta invención moderna y desmentida, por cuanto nos resta de los tiempos remotos, se estableció y se procuró autorizar solamente para que fuese un medio que proporcionase a los interesados en ello el medio de corromper el verdadero sentido de la Sagrada Escritura, para desacreditar, si posible fuese, y desmentir la religión católica y toda la escritura cristiana.

Este admirable esfuerzo del entendimiento humano tuvo en tiempos muy posteriores un notable sucesor, que ha sido más admirado que en realidad merece siendo hijo de otro que es invención verdaderamente admirable y sobre el cual apenas paramos la atención. Hablo del arte de multiplicar con facilidad los ejemplares de los escritos, que llamamos imprenta. A la manera que la escritura es una consecuencia algo remota de la pintura, así la imprenta es una consecuencia inmediata del grabado en hueco o, hablando con más propiedad y exactitud, no es una consecuencia sino una especie del mismo grabado. El arte de hacer un sello produjo la idea de grabar una estampa de la cual no se distingue la imprenta en planchas fijas a la manera de los chinos. Mas ¿en qué se distingue este modo de imprenta de la tipografía europea con caracteres móviles sino en que la lámina total se compone de muchas láminas pequeñas colocadas, aseguradas y atadas a placer? El que descubrió la tipografía no inventó una cosa nueva, descubrió solamente un modo útil de ejercer un arte muy antiguo. Sin embargo, cuasi nadie se acuerda de la invención pasmosa del grabado en hueco y son innumerables los libros y elogios que se han escrito sobre los orígenes tipográficos. El divino invento oriental del grabado en hueco está olvidado como si nada fuera y el haber aplicado esta antigua invención a la repetición de ejemplares de la escritura se pondera como un divino descubrimiento europeo.

La Historia literaria que tanto ha trabajado sobre lo material de la escritura no pudo dejar de ser igualmente oficiosa sobre lo formal de ella. ¡Cuánto se ha escrito de las naciones que los griegos llamaron bárbaras en recompensa de haberles enseñado los principios de cuanto supieron! De la literatura de todos los antiguos habitantes de Asia, de África y de Europa se han publicado innumerables obras sin embargo de que las más estas naciones o no poseyeron el arte de la escritura o no dejaron innumerables monumentos escritos o si algunos dejaron no han llegado hasta nuestros días.

[…]

Los mismos procedimientos de la ambición que prepararon las guerras civiles de los romanos y vinieron a privarlos para siempre de la libertad que los había hecho invencibles por otros que por ellos propios, elevaron el saber y elegancia de Roma a su más alto grado, y la privanza que Cilnio Mecenas, gran premiador de los talentos distinguidos, tuvo con un príncipe de gusto tan fino cual era Augusto fue causa de que la elegancia del saber latino comenzase a decaer precipitadamente en el mismo tiempo que se admiraba en su mayor altura, como se ha hecho ver en una de las lecciones del año pasado. Si la antorcha de la razón imparcial hubiera alumbrado a los dictadores de la Historia literaria de alguna nación amable y muy sabia para que combinasen y examinasen sin preocupación los mismos hechos y causas exteriores que no ignoraban, los hubiera ciertamente libertado de aserciones improbables y de levantar testimonios no solamente falsos sino contradictorios a naciones enteras. El que haya de enseñar Historia literaria con el sano fin de buscar solamente el provecho debe evitar semejantes escollos. Mas en tanta abundancia de hechos y de relaciones de ellos, en tanta escasez de libros verdaderamente útiles para este objeto, ¡cuán inmenso trabajo es necesario que preceda a cada proposición que se haya de establecer!

[…]

Una enseñanza tan difícil de un estudio tan provechoso sobre tan importante asunto es el gran beneficio que la piedad de S. M., sabiamente ilustrada en tan apetecible asunto, ha querido franquear a sus amados vasallos. ¿Serían tan vanas las personas destinadas para realizar y hacer efectivo este beneficio que presumiesen completarle o consumarle como por milagro? ¿O serían tan poco agradecidas a la real confianza que no pusiesen con todo esmero cuanto empeño pueden sufrir sus fuerzas para desempeñarla? Ciertamente se creen libres de uno y otro defecto y, sin dejar de conocer la magnitud de la empresa y que no es posible terminarla desde luego, nada han omitido para irla facilitando, deseosos de ponerse en el camino que pueda guiar a la futura perfección.

No habiendo en lengua ninguna unas dignas lecciones metódicas de Historia literaria, y mucho menos de la parte que toca directamente a España, conocieron desde luego la necesidad de formar semejante libro y se determinaron a emprender su formación. Pero conocieron al mismo tiempo que si se arrojasen a disponer y publicar semejante obra, sin que precediese muy larga y madura preparación, además de acreditar una vana y necia presunción y confianza en sus propias fuerzas, serían reos del tiempo que se perdiese en una obra que no podía dejar de ser imperfecta. En tales circunstancias, ¿cuál podría ser su resolución? ¿Quedaría suspensa, como había estado, esta enseñanza por tanto tiempo contra los benéficos deseos de S.M. y de su ilustrado ministerio? Para que así no fuese se hubo se arrostrar un trabajo inmenso que supliese del modo posible los subsidios que faltaban a la enseñanza.

[…]

Estos discursos, estas discusiones y esta libertad han seguido desde el principio, y seguirán en adelante, conservándose tales trabajos para servir de materias a las futuras instituciones. Comenzando por el principio y orden con que se produjeron las ciencias y las artes, se trató el año primero de esta instituto de la antigua literatura de los chinos, de los indianos, de los caldeos, de los hebreos, de los persas, de los árabes, de los fenicios, de los egipcios, de los celtas, de los celtíberos, de los escitas, de los etruscos, de los pelasgos, de los umbros, de los turdetanos y de los primeros ensayos de literatura griega.

Hasta aquí apenas se pudo hacer otra cosa que recorrer el ancho país de las conjeturas y escribir la novela de los orígenes literarios. Desde aquí empezó la Historia de la literatura. La de los griegos ofreció materia para muchas lecciones en las cuales se trató de los primeros estudios de los griegos hasta Homero y sucesivamente de los poetas trágicos y de los cómicos, delos filósofos, de los matemáticos, historiadores, cronólogos, geógrafos, médicos, gramáticos, oradores, críticos y demás escritores varios que produjo la Grecia hasta el tiempo de los sucesores de Alejandro el Grande.

La literatura de los romanos sucedió a la de los griegos y, en las lecciones que sobre ella se leyeron, se dividió en cuatro edades, que presentaron sus varios estados desde los primeros tiempos hasta su total ruina haciendo juicio de sus escritores desde Livio Andrónico y no omitiendo las causas tanto directas como exteriores de sus adelantamientos y decadencia.

Puesto así fin al primer año escolástico de la enseñanza de la Historia literaria con tantas lecciones como semanas útiles ocurrieron en él y preparándose para seguir del mismo modo los restantes pareció que un ejercicio público podría ser no solamente un testimonio irrefragable de la aplicación de todos sino también una demostración de sus adelantamientos.

Presentose una lista de asuntos análogos a las lecciones del primer año para que espontáneamente escogiesen los concurrentes el que fuese más a gusto de cada uno y sobre ellos escribieron los encargados sus respectivos discursos que leyeron y sometieron a la discusión y censura de todos.

Este conjunto de obras trabajadas con esmero, que hubiera sido mucho mayor si el tiempo hubiera bastado para que cada concurrente tocase su respectivo asunto y si algunos no hubieran sido legítimamente impedidos, este conjunto, digo, de discursos, que se irán publicando después es el almacén general de las proposiciones que se presentan al público examen.

Rogamos a tan lúcido y sabio concurso que se digne contribuir con sus preguntas o dificultades para que, si el éxito correspondiere a nuestras esperanzas, podamos dar de nuevo las gracias a quien proporciona a la literatura nacional tan grande y tan nuevo beneficio.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera