Título del texto editado:
“Prólogo de don Francisco de Borja, comendador mayor de Montesa”
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PRÓLOGO DE DON FRANCISCO DE BORJA, COMENDADOR MAYOR DE MONTESA
Son recebidas
general
y particularmente con tan justo título las obras que con mediano
estudio
ha hecho el
autor
de este libro hasta aquí que es imposible dejar de ser agravio querer mi
corto
discurso hacerle en abono o
admiración
de obra tan
trabajada
y que tan bien se echa de ver como es esta relación de la
jornada
que Francisco Draque hizo con la armada inglesa a la ciudad del Nombre de Dios. Cuanto a lo primero, se ha de notar que en la poesía hay dos
estilos.
El uno se llama
lírico,
escribieron los primeros en él Píndaro, Lino, Orfeo, Anacreonte y Horacio, que aunque en la orden le doy el postrero lugar, por deuda debida tiene el primero entre todos los de esta profesión. El otro estilo se llama
heroico;
este nombre «heroico» es nombre genérico, por respecto de tres estilos específicos que abraza. Es, a saber, obra
heroica,
como la de Homero y Virgilio y el Tasso, que, tratando de gente célebre, ni en lo principal ni en los episodios y digresiones no introducen personas que sean menos que las que son el asunto del libro. Otro se llama «épico», que en rigor es cuando cosas muy humildes se tratan heroicamente, como el
Batracomiomacia
de Homero. Y el otro se llama «mixto», y los italianos le llaman
romanzi.
En él escribió Lucano, aunque tan atado a la verdad de lo que contó que más es historiador en verso que poeta, aunque entrambas cosas tuvo con extremo. Otros muchos también podría referir, pero el que más usó de él fue Ludovico Ariosto, pues, aunque su obra fue entre personas heroicas, introduce en el discurso del libro personas desiguales. Sobre esto hay tanto escrito, en sus objeciones y defensas, que es largo de referir. Esta poesía es la más licenciosa de todas, porque debajo de estilo heroico no obliga a cosa particular.
Según esto, si
Virgilio
escribió heroico en todo rigor, y Homero parte heroico y parte épico, y Lucano y el Ariosto lo mixto, el autor de este libro en mediano sujeto tomó el estilo de Virgilio, lo heroico; en su dulzura y agrado, lo épico de Homero; en escribir verdad desnuda, el de Lucano; en agradables episodios, lo mixto del Ariosto. Esto hay en lo que toca al libro.
Mas del sujeto dirá alguno que si los ingleses han tenido felices sucesos en nuestras Indias y flotas, ¿por qué se hace historia en España de este vencimiento? A esto se responde que nunca los ingleses, si no es por inclemencia del mar o por grandes desigualdades en la gente, han tenido buen suceso, o por haber venido estando las costas seguras, o viniendo las flotas desarmadas, y que esta vez que llegaron a las manos, cien hombres desbarataron mil y mataron trecientos, fuera de las honradas resistencias que les hicieron Canaria y Puerto Rico, en que les mataron otros tantos. Y no es esta victoria tan pequeña que no sea de mucha consideración, pues detuvo su furia con tan felicísima osadía española, y acabó sus dos generales de mar y tierra, destruyendo su armada de suerte que de cincuenta y cuatro velas que salieron de Ingalaterra volvieron cinco. Todo lo cual resulta en honra de nuestra nación, como se podrá ver en estos diez cantos, sacados de la relación que la Real Audiencia de Panamá hizo y autorizó con fidedignos testigos.