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A LA ILUSTRÍSIMA SEÑORA DOÑA LEONOR PIMENTEL
Las plumas abrasó rayo febeo
del que miró su luz (águila humana,
lince infeliz) por sendas de oro y grana
jamás tocadas de mortal deseo.
No menos
alto
el pensamiento veo [5]
que me conduce a vos, ¡oh,
soberana
deidad!, ¡oh, sol! que mi esperanza vana
Dédalo mira y teme Prometeo.
Si de mis alas el incendio culpa
vuestra sangre real y entendimiento, [10]
dulce
ambición
de
gloria
me disculpa,
que, cayendo del sol mi pensamiento,
vuestro mismo valor tendrá la culpa
y el castigo tendrá mi atrevimiento.