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De don Antonio Hurtado de Mendoza
Estas lágrimas de
Dios
en su niñez soberana,
Belardo,
¿qué lira humana
las cantara como vos?
Diversa acción de los dos, [5]
pues que Dios llora en el suelo,
y vuestro piadoso celo
cantando tal gracia encierra,
que Dios las baja a la tierra,
y vos la
subís
al
cielo.
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