Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Al licenciado Juan Pérez de Montalbán. Lope de Vega Carpio”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
Orfeo en lengua castellana
Autor de la obra:
Pérez de Montalbán, Juan
Edición:
Madrid: viuda de Alonso Martín, 1624


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AL LICENCIADO JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN. LOPE DE VEGA CARPIO


Hallé en este poema de vuestra merced cuanto me prometí de su ingenio y letras, pero no de sus años. Hay en él mucho que encarecer y nada en que reparar. El título, a mi modo de sentir, es estremado. Con él, por lo menos, se enojaron con vuestra merced estos señores que se llaman «cultos»; pues ya confiesa que escribe en la lengua castellana, con cuyo advertimiento se abstrae de toda voz y locución peregrina, menos las recibidas y que blandamente sirven de ornamento al estilo grande.

Antes que yo supiese el intento que llevaban me desagradaba sumamente la imitación de su primero inventor, cuyo milagroso ingenio siempre he respetado, porque pareciéndoles que le parecían han hecho tales monstros que, trayendo estos días un pez retratado con rostro humano y las demás partes compuestas de arcabuces, flechas, espadas y tiaras, hubo quien dijo que no se desvelasen su pronóstico, que era poema culto. Pero después que entendí que pretendían que tuviese cada provincia diferente lengua, me he sosegado, porque quieren que como Cataluña, Valencia, Galicia y Vizcaya tienen lengua diferente de la castellana, también la tenga el Andalucía, el Reino de Granada, la Mancha y las Indias.

El perderse las lenguas o bastardear de su dialeto ha tenido las causas que refiere el doctísimo Bernardo de Alderete. Pero si en setenta años se perdió la lengua hebrea en Babilonia, de cuya mezcla salió la siríaca aramea, qué menos podemos esperar, si esto no se divide, para que la castellana quede aparte y la que de esta junta fuere tercera lengua se hable con diferente nombre y lo sea de otra provincia.

El señor rey don Alonso el Sabio mandó que se escribiesen las leyes, provisiones y cédulas reales y otras escrituras públicas, que se hacían en latín entonces, en la lengua castellana, porque mantuviese siempre aquella natural honra de que él se preciaba tanto. Y esto debrían mirar sus sucesores, que no es de menos consideración que otras cosas que tocan al Estado la conservación de la lengua materna. Mas dicen ellos que la sacan de bárbara a política. A esto ella misma responda en sus escritos, que yo no pienso cansarme en tan monstruosos ejemplos ni para mí es el menor ver que todos los que escriben estas tropelías reprehenden en los otros lo que ellos mismos hacen, censurando por desatinos en los libros ajenos lo que en los suyos veneran por oráculo. Pero no es mucho que no se conozcan si andan a escuras. Yo, a lo menos, en esta confusión hallo de una misma suerte a los cultos que a los teñidos, que habiéndolos conocido antes ahora estudio en conocerlos.

Vuestra merced finalmente acierta en apartar este poema suyo de esta tercera lengua, como lo declara el título. Y así pienso que lo harán de aquí adelante los naturales de Castilla, a diferencia de las que se van introduciendo, a quien cada provincia dará su nombre. Y lea estos versos o los imprima, que de mi primero intento no pienso perder el ánimo, por más que se cansen los que, ofrecidos a esta nueva lengua, son poetas de milagro y se contentan con que la ignorancia los estime, pareciéndoles que es cosa grande lo que nadie entiende, pasando seis hojas de ripio metafórico sin un conceto:

Canta, segundo Orfeo,
que ya del Tajo el monte
sublime al resplandor de su horizonte
vuelve tu dulce lira
coronado de púrpura Pangeo,
que a los hermosos pies de Venus debe
las rosas que engendró su propia nieve.

Canta, suspende, admira
las mudas fieras, las parleras aves,
en versos claros dulcemente graves,
la historia por quien Ródope suspira,
con la memoria de la ninfa bella,
ya de su lira la mayor estrella.

Canta, pues ya conoces
el sistema divino de las voces;
canta y la envidia llore
que quiere hacer Eurídice tu pluma,
la soberbia presuma,
la arrogancia suspire,
la claridad te adore,
la tiniebla te admire:
lo cultivado es claro, que lo oculto
si es áspero no es culto.
Tal vemos un jardín con varias flores,
revestidos los cuadros de colores,
o un monte inculto, bárbaro y escuro,
que cada planta constituye un muro
y como se defiende
el sol, suprema luz, aún no le entiende.

La escuridad es propia
de las cosas ocultas;
estas que llaman «cultas»
son musas de Etiopía;
tú las cándidas ama,
hijas de la verdad y de la fama,
que en la sentencia tienen la hermosura,
con alta locución en lengua pura,
que su inventor divino
es solo peregrino.
No piense ingenio humano
seguir aquel camino en castellano:
un Fenis hubo solo
y así no más de un Góngora, un Apolo;
los demás desvarían,
que en pensar que le imitan se confían.

Tú, mancebo dichoso,
si del laurel comienzas ambicioso,
camina a los cristales del Parnaso
por donde van Herrera y Garcilaso,
y si atajar quisieres el camino,
sigue de Borja el resplandor divino.






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera