Información sobre el texto

Título del texto editado:
“El prólogo al conde de Saldaña”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
Jerusalén conquistada, epopeya trágica
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: Juan de la Cuesta, 1609


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El prólogo al conde de Saldaña


La afición que vuestra excelencia tiene a las letras, mayormente a las de este género, el amparo que hace a los que las profesan, siendo su mecenas y bienhechor, me obliga y, si lo puedo decir, me fuerza a dirigirle este prólogo de mi Jerusalén, que como fundamento suyo tiene necesidad de mayor protección. Tarde y esperada sale a luz, que por ocasión de algunos libros, sin dotrina, substancia y ingenio, escritos para el vulgo, se prohibió la impresión de todos generalmente. No querría que fuese parto monstruoso; por lo menos yo le he escrito con ánimo de servir a mi patria, tan ofendida siempre de los historiadores extranjeros 1 y, por culpa de las pasadas guerras de los moros, tan falta de los propios. Bien sé que ha de haber algunos de los muchos que se dan en este tiempo a la lección de las historias que han de ponerle entre otras objeciones el haberse hallado el rey Alfonso de Castilla en la conquista, a que me ha parecido responder en este prólogo, porque, o sirve de introducción a lo que se ha de tratar, o de respuesta a los que le han de reprehender.

Que los españoles que digo pasasen al Asia a esta sagrada guerra es sin duda 2 . Pruébase en muchas crónicas y papeles manuscritos, cartas ejecutorias y privilegios reales de varios linajes, sin las insignias de muchos escudos de armas, donde, por hallar no sus dueños otro más probable principio que la batalla de las Navas de Tolosa, quieren que de allí hayan procedido las cruces, habiéndose llevado algunas de las que muchos caballeros pusieron en los timbres y cuarteles de sus armas, en memoria de la conquista de Jerusalén 3 , ya fuese en la primera de Gofredo, ya en la segunda del inglés Ricardo contra el Saladino, que la ganó de Guido Lusiñano, su poseedor entonces por la muerte de Balduino Quinto. Agradó a tantos la respuesta del primero, que, no hallándonos en las historias de esta conquista, dijo que por estar los reyes de Castilla y Aragón ocupados en las guerras de los moros, que tenían la mayor parte de España, no fueron a la conquista, como se ve en la historia de los turcos de Vicente Roca, que ,pareciéndoles que España estaba disculpada con esto, no le procuraron más satisfación; o siendo, como es, bastante, le quitaron la gloria que de esta santa empresa se le seguía, que fue tan grande en todos los cristianos de aquel tiempo, como se ve en el alegría que mostraba el seráfico padre san Francisco, creyendo en aquella revelación, donde vio la sala de armas que refiere san Buenaventura, que Dios le mandaba armar para la conquista de Jerusalén. Y así tanto mayor honor se les sigue a los españoles 4 cuanto mayor era el peligro de dejar sus reinos.

La crónica de san Bernardo en el libro tercero, capítulo sesenta y seis, dice que, a persuasión de las cartas de este santo glorioso, pasaron a la conquista de la Tierra Santa muchos españoles, aunque ocupados en las guerras de los vecinos moros. Y desde esta conquista, que fue del emperador Conrado y Luis de Francia, en tiempo de Eugenio Tercero (cuando el perverso Emanuel de Constantinopla hizo tantas traiciones, y Rogerio de Sicilia tantas hazañas), hasta la que yo escribo de Ricardo y Alfonso pasaron cuarenta y dos años, porque fue en el pontificado de Gregorio VIII. Algunos autores escriben esta jornada de Alfonso al Asia, pero difieren en que fuese el VI, el VIII o el IX. Gilberto Genebrardo en el cuarto libro de su Cronografía dice que el VI, y Michael Rizio en la historia de los reyes de España. Francisco Tarafa dice que el IX; Mateo Palmerio y otros, que el VIII. Y lo cierto es que lo sería, por las razones que hacen fuerza en la computación de los tiempos. El Sexto no pudo alcanzar la primera conquista de Gofredo porque, como dice el arzobispo don Rodrigo, tomó a Toledo el año de 1083. Quitado aquellos años de la era de César, desde que él cuenta, al nacimiento de Cristo y la toma de Jerusalén por Gofredo fue año de 1099, según Nauclero, en el tercer volumen de su Cronología. De donde se colige que dieciséis años después sería muy viejo, pues para ganar a Toledo aguardó la muerte del rey Hali y de su hijo, a quien había dado la palabra, y la quitó a su nieto, después de seis años de cerco.

Pues que no fuese el Nono está más claro, por no convenir su reino con ninguna de las conquistas; y así viene a ser el Octavo, porque reinaba en Castilla por los mismos años de la conquista de Ricardo, rey de Inglaterra, cuya amistad y conocimiento se confirma también con haberle dado a Leonor, su hija y reina nuestra, tan encarecida (y con tanta razón) en la crónica de su bisnieto, el rey don Alfonso el Sabio. Y si alguno dijese que cómo pudo dejar a Castilla por más de cuatro años que duró la conquista (pues por lo menos fueron tres los que estuvieron sobre la ciudad de Tiro), respóndese que, como pudo estar encerrado siete años con aquella hermosa judía, por quien se olvidó de sí mismo hasta que los grandes de su reino se la mataron, y el ángel le apareció y le amenazó con el castigo de que ninguno de sus hijos varones le heredaría, mejor pudo faltar aquellos cuatro de su reino, pues consta de todas las crónicas de los reyes de España las treguas que tenía con los moros, por tres, por seis y por diez años, en que muchos de ellos, de Sevilla, de Granada, Jaén y Córdoba, les pagaban parias, como se lee en la del rey don Juan: Prorrogación de otros dos años de tregua por la señora reina, a que fue Gutierre Díaz, y en el capítulo 17: se las otorga por tres, porque le dieron en parias trece mil doblas de oro; y en el capítulo 113: las piden por cinco, que vienen a ser por todo doce años. En cuyo tiempo semejante pudo Alfonso seguir a Ricardo, su suegro, principal capitán de esta conquista.

Reinando Alfonso Séptimo, pasó el conde don Rodrigo Girón, alcaide de Toledo, por voto a la Tierra Santa, que, aunque su crónica dice que por devoción, la de entonces era pelear por la libertad de la ciudad santa y del sepulcro de Cristo, y, sin él, otros españoles en diversos tiempos, y teniendo las mismas guerras con los moros, pues duraron hasta los tiempos de los señores Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel, de gloriosa memoria. Y como pasó Teobaldo, rey de Navarra, ¿por qué se ha de dudar que pudiese pasar Alfonso de Castilla, pues también tenía que librarse de las guerras que moros y deudos le hacían en tan pequeña parte de tierra?

Pasaba a esta conquista por voto el arzobispo de Toledo, don Bernardo, a quien desde Roma hizo volver el pontífice por la necesidad que de sus letras y virtud tenía su Iglesia. Pasó el conde don Fernando de Galicia, hijo del conde don Pedro, ayo del rey don Alfonso el Séptimo, de quien dice su crónica que pasó dos veces a la tierra santa. Y cita fray Prudencio de Sandoval estas palabras de la data de un privilegio suyo: Anno, quo ego Comes Ferrandus secundo Hierosolymam perrexi. En que se echa de ver que no solo una vez, pero muchas, y que esto no podía ser voto, sino guerra, pues iba tantas. Y débese notar que le llama “gran caballero en armas” la crónica, de donde se colige que las ejecutaría en tan santa empresa, pues había pasado dos veces a Jerusalén. Pasó don Juan Jiménez de Lara, el que llamaban “de la Barba”, y el valeroso Gutierre Quijada, que, después que vino de Jerusalén, venció en campal desafío al señor de Lairdín, hijo del conde de Sampolo, y el valiente caballero Mendo Viegas, hijo de don Gonzalo Viegas, y doña Dordia de Ambra. Pasó don Enrique, conde de Portugal, Hermenegildo o Armengol, conde de Urgel, llamado “el Peregrino”, don Ramiro Sánchez, infante de Navarra, Guicardo, conde de Ruisellón, Guillén Cerdán, conde de Cerdania, que murió de una saeta en Palestina.

Después de estos, en tiempo del papa Gregorio, Diego Ortiz de Estúñiga, que murió en la batalla de Antioquía, dejando gloriosa fama de su devoción y esfuerzo, de quien podría ser que tuviese más alto origen la cruz que traen los Zúñigas al cuello de la celada de su famoso timbre. Hay memoria asimismo de don Ponce, hijo del conde don Remón de San Gil, y también de Ramiro de Arellano, señor de los Cameros, cuando el santo Luis de Francia cercó a Túnez, sin otros que por evitar prolijidad paso en silencio, como son los caballeros Gaitanes 5 , que traen la cruz de oro sobre campo de sangre por la que derramaron, propia y ajena, en la sagrada conquista. Los demás remito a mi historia, en cuyo progreso se verán sus nombres y sus valerosos hechos.

Y cuando todo fuera distinto de la verdad (que no debe ningún español creerlo), basta haber dicho 6 Aristóteles, Non Poetæ esse facta ipsa narrare, sed quemadmodum, vel geri quiverint, vel verisimile, vel omnino necessarium fuerit. Y así dijo Roberto Valturio, hablando del poeta Lucano: Si tamen Poeta dicendus est, qui vera narratione Narratio est refactae exposi-tio, dividitur autem in Poeticam, Historicam, et Civilem. Poetica est, quæ habet ex- positionem fictam. Historica, quae vetustam rerum commemorationem. Civilis est, quæ Rhetores utuntur in causis. Notable definición. Aphtonius Sophista in Progynasmata, cap. 2. rerum gestarum ad oratores, vel historicos magis accedit. Y, aunque esto tiene respuesta, siendo la poesía de tantos géneros, cómica, yámbica, trágica y épica, así podrá introducir y mezclar las personas y los nombres. Pero, aunque esto hagan la yámbica y cómica poesía, la épica y trágica deben tener alguna acción verdadera, y basta que aquí lo sea el nervio y primero asunto de la historia; pues Homero en los episodios de Telémaco y Polifemo se divierte también de la primera acción de su poema. Y dijo muy bien Guillelmo Cripio sobre Marulo: Nec enim animaduertunt isti religiosuli longe aliam in poesi, quam in cæteris rebus libertatem permitti. Y más adelante 8 : Non veritas a Poeta, sed oblectatio exigitur, quam qui consequitur probe suo munere functus est. Y es lugar famoso para esto en Plauto haber llamado al que inventa alguna cosa verosímil poeta, id est fictor; y, así, en el cuarto acto de la Asinaria dice: Nam tu Poeta est prorsus ad eam rem unicus: “tú serás para fingir esta invención único”. Y, finalmente, con sola la etimología del estilo heroico queda asegurada mi intención: Est autem heroicum quod constat ex divinis, humanisque personis, continens vera cum fictis. Luego, cuando fuese cierto que no fue Alfonso, fueron los españoles que digo; y, cuando ninguno (que es contra la verdad de las historias, armas, privilegios y papeles antiguos), fue Ricardo, que es el dueño de la conquista, como Eneas de la de Italia, y Aquiles de la de Troya 9 .

Y si las historias modernas están tan llenas de opiniones que en las que escribieron de sus tiempos algunos famosos hombres, con ser testigos de vista, se hallan tantas contrariedades en un mismo suceso, ¿cuánto serán más diversas en los que escribieron de las antiguas, tantos años olvidadas de la común memoria de los hombres? Contra el Jovio se escribió en Francia, porque decía en su historia que eran muertos algunos hombres que por París se paseaban entonces. Y él se queja en una epístola de haber ofendido en la honra a un capitán por la siniestra información de dos soldados 10 enemigos suyos. Interés, afición o odio hacen a los escritores de la pluma espada, y de la espada pluma, que es lo que dijo san Isidoro hablando de los jueces, y Cicerón de la justicia 11 ; que del Guichardino, con ser escritor tan sincero, dijo Lipsio que era famoso hombre: Si tamen ab odio quod retegere mihi non semel videtur in Ducem urbinatem fuisset immunis.

La común fatiga de los escritores 12 es reprehenderse los unos a los otros, y en la computación de los tiempos no acabar de conformarse: y así no tengo que temer, pues la acción verdadera de mi epopeya lo es tanto, que ninguno de los historiadores antiguos ni modernos la niega y olvida. Y si Guillermo, Nicetas, Platina, Nauclero, Pedro Mexía, Amaro Centeno, Vincente Roca y la Crónica de Jerusalén, que imprimió Hansgiser ahora ciento y cuatro años, no hacen memoria de nuestro Alfonso 13 , Genebrardo, Michael Rizio, Gaspar Bugato, Francisco Tarafa, Mateo Palmerio, Illescas y otros lo afirman, y finalmente ninguno lo contradice. Y basta para mi intención, que aun en Italia fue culpado el Tasso de no haber puesto en su Jerusalén español alguno, pues en la última impresión, en que corrigió (según él pensó) su Gofredo, puso en un alarde dos caballeros Mendozas y Toledos, como apellidos de los conocidos en España. Con esto pienso que he respondido a alguna objeción tácita de los que miran la poesía como historia, de que tan culpado ha sido el famoso Lucano cuanto celebrado en nuestros tiempos el portugués Camões 14 .

Aunque entre poetas cristianos no sufren algunos bien que se introduzcan falsos dioses, y esto advirtió justamente Platón, formando aquella idea de una ciudad excelente, desterrando los poetas inútiles, fuera de Homero: Ne rectam opinionem de Deo (como dice Roberto Valturio) fabulis forte destruerunt, y más habiendo para cualquiera exornación poética, concilio, custodia, defensa, favor o contradición, el verdadero Dios omnipotente, el Verbo y el Espíritu, la esclarecida Reina de tantos coros de ángeles y tantas jerarquías de ellos en el cielo, y multitud de los que cayeron en el abismo, sin otra protección de innumerables santos, y las figuras morales que pueden introducirse, como yo lo he hecho en mi Isidro, y ahora en mi epopeya. Hele dado este nombre por no ponerme en disputa en tanta variedad de opiniones sobre esta voz poema, aunque ya tan recebida, que el Tasso escribió un discurso de sus preceptos. Mantuano a lo menos siempre la llama poesis; Rodulfo Agrícola en su Dialéctica diferenció la historia del poema, diciendo: Severius, et fidem captans lectorum historia, sed latius, liberiusque poema, ut quod oblectandis solum auribus sit destinatum. Y así el venerable Beda, en el fin de la prefación al rey Ceolulfo, dijo que era la verdadera ley de la historia: Simpliciter colligere, quæ fama vulgantur. Poema llamó el Agrícola a cualquier obra larga, pues la contrapone a la historia, pero realmente no lo debe de ser, habiendo tan contrarias opiniones que afirman todas pertenecerle el nombre de poesis, pues cuando dice Marcial que le convidaba aquel poeta a comer y le leía tantos poemas se echa de ver que todos eran breves, pues dice que de plato a plato, lo que no podía ser siendo libros. Y Porfirio dice en la vida de Plotino que, celebrando el nacimiento de Platón, refirió un poema. de donde se colige que no era grande: Cum in natale Platonis (dice), Poema de connubio sacro recensuissem.

Pero ¿quién podrá discernir esto?, habiendo tantas veces Aristóteles en su Poética confundido estas dos voces y llamado en muchas partes poema a la epopeya, obra heroica, y adornada de varios episodios: Epopæia longissima est Poesis, innume ra¬biliaque habet Episodia, quibus suam auget actionem, como Robertelio dice, supra Aristotelem. Y entre los griegos hay un notable ejemplo del poeta Calímaco, referido por Angelo Policiano en sus Miscelaneas 15 , donde acusó los envidiosos, que decían de él que no había podido escribir poema grande, y había escrito la Hecale, nombre de aquella vieja huéspeda de Teseo. Y así Genebrardo, sobre el salmo 64, le llama poema: Eloquor mea carmina, quae operatus sum Regi Christo, ei poema meum compono. Y, por no ser prolijo en lugares que serán comunes a los que saben, solo diré que está tan confundida esta propiedad de poema y poesis que Dionisio Lambino, sobre la poética de Horacio (que también había de tener mirado esto), dice, hablando del Ronsardo, poeta francés famosísimo: Sic igitur poema suum, orditur poeta noster Ronsardus. Y así Adriano Junio en su Nomenclator la tiene por cualquiera obra de poema, aunque Pierio Valeriano la llama poesis, hablando del Polipo, y poema hablando del círculo, como de cosa que acaba en lo que comienza, y trae por ejemplo los Epigramas de Catulo. Y a esto alude César Capacio en su Secretario cuando dijo que una carta se podía llamar poema. Pero no hubiera qué disputar si admitiéramos la opinión de Sanflor sobre Arist., c. 2 del libr. 9: Poema esse (dice) parvem inventionem, quae paucis verbis exprimitur; poesim vero esse contextum scriptorum, et opus ipsum. Todos los antiguos y modernos dieron nombre a sus escritos del capitán que celebraron, o del lugar del suceso, como Virgilio la Eneida, Estacio la Tebaida, Homero la Ulisea y Lucano la Farsalia, y así se escusaron (como pudiera el Taso) contentándose con el primer título. Pero a mí me ha sido fuerza, respeto del escribir tragedia, para que se entienda la intención de mi escritura y que mi poesía en esta materia es trágica, de cuyas alabanzas bastantemente habla Aristóteles en su Poética. Y son de notar estas palabras suyas, hablando de Heródoto, para que favorezcan nuestra poesía histórica; que la historia (dice) pinta las cosas hechas, y la poesía como pudieran ser: Quo fit ut, sapientius, atque præstantius poesis historia sit. Aunque Robortello no quiere que las dos se diferencien; pero en fin dice: Quo fit ut magis philosophicum quidam, et grave sit poesis, quam historia. Aquí la llama también poesis en común, que Aristóteles hablando de muchas obras de poetas, dijo: Cætera quae id genus poemata confingere. Pues para haber llamado a la epopeya trágica el mismo comentador dice: Quam id si quis efficere velit actionem, quae dramate tragico prius collecta erat, et coarctacta in brevem quoddam spatium, densas, variasque continens res cogetur disgregare in tenuiores partes, ac magis exiles, dum diducere ipsam voluerit, ut ad iustam magnitudinem epici poematis perveniat. Esto es cuanto al título, de que dice Antonio de Nebrija en su Ecfrasis, sobre Virgilio, que también se ha de dar cuenta.

No he seguido el precepto horaciano, ni el estilo marónico, en comenzar del medio con la narración del principio por inventar algo: Quia miserrimum semper imitari, non umquam invenire aliquid. A la imitación llaman algunos emulación: Non enim parva virtus est auctorem optimum optime œmulari 16 , pero advierta vuestra excelencia lo que dice Angelo Policiano en el 8. de sus epístolas: Sed ut bene currere non potest, qui pedem ponere studet in alienis vestigiis, ita nec bene scribere qui tanquam de præscripto non audet eggredi; postremo scias infaelicis esse ingenii, nihil a se promere, semper imitari. Habiendo dicho antes: Non enim probare soles, nisi (ut accepi) qui lineamenta Ciceronis effingat. Mihi vero longe honestior tauri facies, aut item leonis, quam simiae videtur, quæ tamen homini similior est.

Y así dice el doctor Huarte que a los que carecen de invención no se les había de permitir escribir libros, porque no hacen más de dar círculos en las sentencias de los autores graves y volver a repetir lo dicho; pues los nuevos caminos arguyen más fertilidad de ingenio y hallarse el ánima racional en celebro más bien organizado y templado. Y porque la primera parte de esta historia ha sido cantada del Taso, que en lo demás el estilo es heroico: Actus mixtus, ubi Poeta loquitur, et alios inducit loquentes.

No repruebo el llamar cantos las divisiones, que es lo que la prosa llama capítulos, pues todos los antiguos comenzaron sus obras llamando cantarlas al escribirlas, por ser costumbre de la antigüedad celebrar cantando las alabanzas de los príncipes, como lo introduce Homero y lo refiere Ateneo Dipnosofista; y Aristóteles, en un problema de los que tienen ingenio, dijo: In carmine pangendo. Y aun el himno celebradísimo de la iglesia comienza: Pange lingua, que es como, Virumque cano, pero todos los llamaron libros. Y así me pareció dividir en veinte el mío a imitación suya.

No quiero cansar a vuestra excelencia, para cuyo milagroso ingenio, justa elección, desapasionada censura y conocimiento de las divinas y humanas letras pudiera haber escusado tan largo prólogo, pero hay muchos a quien desquicia de los polos de la razón el defecto del chapín en la hermosura de Venus. Mi primera idea fue celebrar la patria y el generoso príncipe Ricardo, que nos dio tan gran reina y señora y mujer del bienaventurado Alfonso Octavo, abuelo de dos santos reyes, el que la ciudad ínclita de Sevilla tiene por armas, y el que para siempre será de Francia honor y gloria, dirigiéndola a nuestro soberano señor Felipe Hermenegildo. Si del talento he dado alguna cuenta quien sabe juzgue, que, para los demás, a tener paciencia de pintor me enseñó primero Apeles, y después mis padres.





1. Cursus temporis non mutat substantiam veritatis. l. sicut fals C. ad leg. Cornel. de fals.
2. El timbre de los Mendozas, de Monteagudo y Almazán trae la cadena de las Navas, pero la cruz es de Jerusalén.
3. La cruz de Jerusalén es de oro, en campo de plata, por excelencia contra las leyes de armería, y no la traía don Pedro González de Mendoza, porque era cardenal de Santa Cruz en Jerusalén, sino porque descendía de los condes que la traían de la conquista.
4. Pruébase este deseo y devoción de los españoles por una manda de testamento del Infante don Juan, señor de Vizcaya, en que manda a sus testamentarios envíen por su alma, y a su costa con buen salario, un hombre honrado a Jerusalén. El adelantado mayor de León, don Pedro Suárez de Quiñones, manda en su testamento a la Cruzada, que era la conquista de Jerusalén, entonces cien [mil] maravedís, y adviértase que era gran dinero, pues él mismo dice que compró a Laguna por ochenta mil maravedís.
5. De estos caballeros Gaitanes hay en Italia, que son de los que se llaman Gayetanos.
6. División de la narración.
7. Narratio est refactae exposi-tio, dividitur autem in Poeticam, Historicam, et Civilem. Poetica est, quæ habet ex- positionem fictam. Historica, quae vetustam rerum commemorationem. Civilis est, quæ Rhetores utuntur in causis. Notable definición. Aphtonius Sophista in Progynasmata, cap. 2.
8. El enseñar es propio del Filósofo, el mover del orador; y lo uno y lo otro del poeta. Lelio Bonsi, lecti 2. A Homero le conviene como a poeta engrandecer la guerra de los griegos, más de lo que había sido, pero a Tucídides le pusieron sus ciudadanos una estatua con una lengua de oro, por la verdad con que escribió la historia. Nota la diferencia del poeta y del historiador. Gracián sobre Tucídides. Figmentum veritati no praeindicat. si ancillam. C. de contr. empt.
9. Si los escritores se hallaran presentes a lo que escriben, carecieran sus obras de muchas cosas inciertas. Albucacin Abentarique en la Historia de la pérdida de España.
10. Veritas est certæ rei notitia habita, maxime per visum. Glos. in authent. de instr. cancel. in princ.
11. Quatuor modis veritas opprimitur, timore, cupiditate, odio et amore. cap. quatuor. II. q. 3.
12. Nimium altercando veritas amititur. Matth. Grimaldus de amittitur rat. studendi. libr. 2.
13. Eius, quod multipliciter exponitur veritas ignoratus. Idem.
14. Ubi veritas locum habere potest, cessat fictio. l. nec etpri-mum, de adoptionibus.
15. Cap. 24.
16. Juan Camer. Sobre Solino

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera