[11]
Al excelentísimo señor conde de Olivares
Última es ya persecución sangrienta
con gloria del martirio la que llora
Raquel la Iglesia, cuyas aras dora
púrpura en jaspes que su altar sustenta,
cuando exaltar piadosamente intenta [5]
Felipe Cuarto en su primera Aurora
el sacro pan que cielo y tierra adora,
da vida al hombre, al ángel alimenta.
Por ti, por tu consejo, por tu celo,
Guzmán excelentísimo, previno [10]
tanta celebridad al blanco velo.
Honraste el plaustro en que triunfando vino,
y vio la tierra convertida en cielo,
Dios César, ángel rey, triunfo divino.