Información sobre el texto

Título del texto editado:
“El prólogo”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
Laurel de Apolo, con otras rimas
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: Juan González, 1630


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El prólogo


El admirarse tienen algunos hombres por corto caudal de entendimiento; yo no fiaría mucho del suyo, porque siendo opinión de Aristóteles que de la admiración nació la filosofía, mal dijo Erasmo, como otras muchas cosas, que era parte de felicidad el no admirarse; y si de ella procedió el inquirir las causas, y de esta especulación las ciencias ¿cómo puede ser la admiración ignorancia, si el deseo de saber es natural y la admiración el principio de haber sabido? Yo al contrario presumo que el admirarse nace de un humilde reconocimiento al Cielo, que dio tan alta sabiduría a los hombres. Malignidad y depravado ánimo llamó Plinio el no admirarse de lo que fuese digno de admiración; y pudiera añadir que es ingratitud y arrogancia. De que nace que muchos digan mal de cuanto miran, sientan mal de cuanto ven, y aun podría ser que estudiasen en secreto de lo que murmuran en público, de que se quejaba el divino Jerónimo. ¡Oh vanidad de los hombres no reconocer al Cielo, que pudo hacer más en otros de lo que hizo en ellos! Yo, señor lector, me admiro de cuán aumentada y florida está el arte de escribir versos en España, y no veo lucir ingenio que con virtuosa emulación no me haga reconocer cuán lejos estoy de imitarle, que, aunque es verdad que no me agrado del nuevo estilo de algunos, no por eso dejo de reconocer sus grandes ingenios y venerar sus escritos, que el agravio de nuestra lengua, si lo es, el mismo tiempo volverá por él, o se conocerá que lo ha sido.

Deseo tuve siempre de ejecutar esta admiración en más largo discurso, celebrando tantos y tan ilustres ingenios como produce España, y más en tiempo que tan favorecida vive esta facultad de las dos mayores coronas, divina y humana, pero embarazado de mi ignorancia y pareciéndome difícil provincia, lo he dilatado. Persuadido finalmente, como dicen siempre los que escriben libros, más de mi propio deseo que de mis amigos, en más breve tratado escribí este Laurel de Apolo que tenía prometido a las Musas de la patria. El ánimo dirá su discurso: alabanzas son de todos, ninguna mayor mía que haberlos alabado. Lástima sería que por alguno que no conociese o se me hubiese pasado de la memoria en los de mi patria, que en las otras sólo celebro pocos, por no causar fastidio, me sucediese ganar enemigos, donde la ignorancia no puede ser malicia ni el defecto de la memoria culpa grave.

Pero, por no salir del propósito de admirarme, san Agustín dijo que la cosa más admirable en la naturaleza era amar los enemigos, y esto pienso hacer yo, por hacer alguna cosa admirable. En lo más o menos alabados tampoco soy digno de reprensión, porque me guiaba lo que se me ofrecía, y no había tomado medida tan puntual a todos; que un oficial yerra un vestido, un arquitecto un edificio y un pintor un retrato; y es diferente simetría el alma de los ingenios que el cuerpo y rostro de los hombres y la firmeza de los edificios.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera