[20]
Lope de Vega Carpio a Francisco de Figueroa
Después que
dulce
canto
bañó los aires en sonoro acento,
de mirra enciende el llanto
árabe
fénix
al postrero aliento,
y cuando muerta yace [5]
anima las cenizas y renace.
Porque el tiempo se loa,
que no hay cosa mortal que no consuma,
el fénix Figueroa
enciende su ceniza con su
pluma,
[10]
y a sí mismo segundo
nace otra vez en breve patria al mundo.
Que, habiendo ahí duro intento,
igual en todo al dulce
Mantuano,
al voraz elemento [15]
dado sus versos de su honor tirano,
hoy son entre la llama
penates de los brazos de la
fama.
Cuando Italia se alabe
que a su Francisco vio triunfando en Roma, [20]
aunque es tan digno, sabe
que de su misma patria el lauro toma,
pero que al suyo
España
podrá decir que se le dio la extraña.
A ti del siglo solo [25]
única
luz, que con espada y pluma
fuiste Marte y Apolo,
el tiempo rinda innumerable suma
de aplausos y laureles
con que en sus alas inmortales vueles. [30]
Y pues que no alcanzaste
de aquella edad los bárbaros escritos,
y docto nos dejaste
de tu dulzura
ejemplo
infinitos,
enseñen como ínfulas [35]
estos monstros bastardos de sus Musas.
Tú dulce, tú sonoro
casto, limpio, suave finalmente,
con mil laureles de oro,
Divino en el aplauso de la gente, [40]
sirve de arte, que en mengua
de España han hecho
bárbara
su lengua.
Que en tanto que tu Henares
llevare al Tajo sus cristales puros,
consagrarán altares [45]
a tu memoria de Alcalá los muros,
y como otro Perseo
serás de Atlante
escudo
meduseo.