Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Introducción”
Autor del texto editado:
Sin firma
Título de la obra:
Rimas sacras. Primera parte
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: viuda de Alonso Pérez, 1614


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Fuentes
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[11]

Introducción

Aunque breve y corta suma
para tan largos engaños,
sobre tantos desengaños
bien será tomar la pluma.

Pero ¿quién podrá igualar [5]
el llorar al ofender,
aunque pudiese exceder
todas las aguas del mar?

El instrumento del canto
de Babilonia saquemos, [10]
y las cerdas pasaremos
por la resina del llanto.

Darán los sauces extraños
libre la suspensa lira,
que instrumentos de mentira [15]
suenan mal en muchos años.

Que esta vez que los enojos
dan memorias de Sion,
quieren templarla a su son
las corrientes de los ojos. [20]

Y aunque el verla templar tantas
canse la ignorante gente,
cantemos eternamente
tus misericordias santas.

Cantemos cómo ellas solas [25]
serenaron el mar fiero,
como canta el marinero
cuando se duermen las olas.

Cantemos el mar que vimos,
las tormentas que pasamos, [30]
los golfos que navegamos,
y el Polifemo en que dimos;

cómo cegaste la luz
—que fue de tanta importancia—
al rostro de su arrogancia, [35]
con el leño de tu Cruz.

Que no se puede igualar
el gusto y gloria que encierra
contar un hombre en la tierra
los peligros de la mar. [40]

Mayormente si ha llegado
a Tierra de Promisión,
y a la puerta del perdón
de tu divino costado.

Cantemos, pues, tus piedades, [45]
Cordero perdonador,
pues con tu luz das favor
y con tu amor persüades.

Levanta voz y esperanzas,
alma, entre tanto que puedes; [50]
pues no cesan las mercedes,
no cesen las alabanzas.

Sentado sobre los ríos
de Babilonia, Señor,
quiere mi pasado error [55]
llorar los engaños míos;

aunque ya por tu piedad
a Jerusalén volví,
y en su templo me vestí
las ropas de libertad. [60]

Que ya el nuevo Adán me visto
después que he dejado el viejo,
pues lo que por Cristo dejo,
renuevo en el mismo Cristo.

De esclavo, que hierros tales [65]
me sujetan a su ley,
ya soy sacerdote y rey,
ya tengo insignias reales.

Que en la materia que toco
tanto he venido a subir [70]
que «ángel» pudiera decir,
y aun ellos dirán que es poco.

¡Oh, bien haya quien levanta
a tan vil criatura tanto
que a un serafín cause espanto [75]
mirarle en grandeza tanta!

Jamás entra el ofensor
en casa del ofendido,
y yo soy tan atrevido
que entro en la tuya, Señor. [80]

Cual delincuente que pasa
por casa de grande fui:
andaba huyendo de Ti
y entreme en tu misma casa.

Si valer al reo es ley [85]
la casa de embajador,
¿cómo puedo estar mejor
que en el palacio del Rey?

Luego en esto bien sentí
de esa tu bondad inmensa, [90]
porque no hay mayor defensa
que contigo para Ti.

¡Qué presto, Señor, las furias
de tus enojos deshaces,
pues en haciendo las paces [95]
se te olvidan las injurias!

De las pasadas me pesa,
pues eres tan liberal
que, habiendo yo sido tal,
ya me has sentado a tu mesa. [100]

¿Y qué más notable prueba
de esa piedad que bendigo
que dejar que tu enemigo
la misma sangre te beba?

Pero bebiéndola vi [105]
tal fortaleza en mis venas
que de cuanta viven llenas
la derramara por Ti.

Huyendo noches y días
por ver mis errores vanos, [110]
de tus soberanas manos
Tú descendiste a las mías.

Creo, según son piadosas,
que a mis manos te convidas
por tenérmelas asidas [115]
con tan divinas esposas.

Y como para pagarte
mis deudas, dulce Señor,
no hay prenda de más valor,
Tú mismo vienes a darte. [120]

Estando ya en paz los dos,
desciendes a la voz mía
porque con Dios cada día
dé satisfacción a Dios.

Los serafines no entienden [125]
secretos tan soberanos,
pues te fías de las manos
que tantas veces te ofenden.

Si hace el arrepentimiento
eco al golpe del error, [130]
oye el que tengo, Señor,
en este rudo instrumento.

A visitarme te obligue
antes que en polvo me vuelva,
que, después que me resuelva, [135]
¿qué utilidad se te sigue?

Lo que tu clemencia sabe
mi temor en vano advierte,
que, en los reinos de la muerte,
¿quién quieres Tú que te alabe? [140]

Pero sin causa recelo
que me has de venir a ver,
pues que ya tengo poder
para bajarte del Cielo.

Y ya, mi Dios, no pretendo [145]
excusarme vez ninguna,
porque me subas alguna
de cuantas yo te desciendo.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera