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Título del texto editado:
“Prólogo”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
El peregrino en su patria
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Sevilla: Clemente Hidalgo, 1604


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Prólogo


La esperanza del premio dice Séneca que es consuelo del trabajo. ¿Quién hay que le espere en este tiempo? ¿O quién escribe? Si, como dice Aristóteles, Delectatio perficit operationem, si no debe entenderse por la que el entendimiento recibe. Todos reprehenden, mas no dan la causa, pues el Filósofo dijo que non oportet tantum verum dicere, sed etiam causam falsi asignare. Mas ¿quién hará esto? Que ya se juzga, o por envidia, o por malicia, o por ignorancia. Y pues qui nescit rem, nullum nomem imponit ei, ¿cómo hay tantos que se atreven a juzgar lo que no entienden? Hay muchos que por la opinión de otros condenan lo que ignoran, y sin ellos no hablan, como los relojes, que no puedan dar si otro no les sube la cuerda, o como los instrumentos, que la destreza se debe a la mano ajena, y a ellos las voces solas. Pues Platón dijo que no debe el verdadero juez, quae determinanda judicio sunt, ab allio discere. En España se tiene por sin duda que no ha nacido poeta en este siglo: ¿cómo hay tantos que quieren serlo? Los que pretenden, trabajen; los que comienzan, imiten; los que ignoran, aprendan; los que saben, agradezcan; los que maldicen, escriban; que hablando mal no se alcanza fama, sino escribiendo bien. Aristóteles dice, en el primero de su Metafísica, que la señal de saber es poder enseñar: quien sabe, enseñe. Para mí también son obras las de mano, como las impresas: ¿en qué, pues, se fían los que porque no imprimen, murmuran? Pero ¿por qué lo tengo yo de saber, si Cicerón dijo en el primero de sus Oficios: Fit nescio quo pacto, ut magis in aliis cernamus, si quid delinquitur, quam in nobis metipsis. Si no es que responde Aristóteles que Unusquisque naturaliter et maxime, amat se ipsum. Yo no conozco en España tres que escriban versos: ¿cómo hay tantos que los juzguen? Los que desean hacerse famosos, murmurando rodean, escribiendo atajan, que no es gloria la de Eróstrato; y Catón dijo que más quería que los romanos dijesen “¿por qué no han puesto estatua a Catón?” que no “¿por qué se la han puesto?”. Si algo agrada, comúnmente alaban el natural del dueño, niegan el arte. Pues ¿qué importa, cuando eso no fuera rebozar la envidia? Habiendo Tulio dicho que muchos sin dotrina alguna: Naturam ipsam sequuti multa laudabilia fecerunt, y casi estas mismas palabras Pro Archia poeta. Y en el de Natura Deorum dijo claramente que eran mejores las cosas que la naturaleza hacía que las que el arte perficionaba. Mas ¿quién teme tales enemigos? Ya para mí lo son los que con mi nombre imprimen ajenas obras. Agora han salido algunas comedias que, impresas en Castilla, dicen que en Lisboa, y así quiero advertir a los que leen mis escritos con afición (que algunos hay, si no en mi patria, en Italia y Francia y en las Indias, donde no se atrevió a pasar la envidia) que no crean que aquéllas son mis comedias, aunque tengan mi nombre, y para que las conozcan me ha parecido acertado poner aquí los suyos, así porque se conozcan como porque vean si se adquiere la opinión con el ocio, y cómo al honesto trabajo sigue la fama, que no a la detractora envidia y infame murmuración hija de la ignorancia y del vicio, que Stultus omnia vitia habet, como dijo Séneca.

Títulos de las comedias de Lope de Vega Capio

Las amazonas
Hero y Leandro
El nacimiento
La condesa
La infanta labradora
La pastoral de Albania
Los cautivos
El degollado fingido
El cerco de Toledo
El otomano famoso
Sarracinos y aliatares
Los amores de Narciso
Las guerras civiles
El viaje del hombre
La tragedia de Aristea
El engaño en la verdad
El lacayo fingido
Los celos satisfechos
El médico enamorado
La serrana de Tormes
El africano cruel
La infanta desesperada
Los padres engañados
El mesón de la corte
El jardín de Falerina
El Grao de Valencia
La ingratitud vengada
Muza furioso
Alfonso el afortunado
El casamiento dos veces
El hijo de Reduán
El soldado amante
El ganso de oro
La palabra mal cumplida
La difunta pleiteada
El cerco de Orán
La abderite
Huelfos y Gebelinos
La competencia engañada
El príncipe melancólico
Adonis y Venus
El primer rey de Castilla
El testimonio vengado
Los torneos de Valencia
La peregrina
Garcilaso de la Vega
Los embustes de Fabia
El conde don Tomás
Psiques y Cupido
El paje de la reina
Los Fregosos y Adornos
El vaquero de Moraña
El hijo venturoso
La montañesa
La matrona constante
La viuda valenciana
El cirujano
Belardo furioso
La vizcaína
El sol parado
Los comendadores
El alcaide de Madrid
El turco en Viena
El galán escarmentado
Rómulo y Remo
La dama estudiante
La traición bien acertada
El enemigo engañado
El buen agradecimiento
Los Monteros de Espinosa
El pleito de Ingalaterra
El duque de Alba en París
Conquista de Tremecén
El maestro de danzar
El dómine Lucas
Los Chávez de Villalba
Los muertos vivos
San Roque
La valeriana
El Roberto
La suerte de los tres reyes
La Semíramis
El galán agradecido
Antonio Roca
La varona castellana
El príncipe de Marruecos
Mocedades de Roldán
Los amantes sin amor
Los Peraltas
El muerto vencedor
Fray Martín de Valencia
Pimenteles y Quiñones
El amor constante
El hijo de sí mismo
Los Biedmas
Las quinas de Portugal
Lucinda persiguida
El cuerdo loco
Los esclavos libres
El despeñado
El Arenal de Sevilla
La gallarda toledana
La corona merecida
Pedro Carbonero
El mármol de Felisardo
El favor agradecido
El caballero del milagro
El leal criado
La reina loca
El Argel fingido
El esclavo de Roma
El bosque amoroso
Los locos por el Cielo
La perdición de España
Angélica en el Catay
La cadena
La prisión sin culpa
La Bárbara del Cielo
Los Fajardos
San Andrés, carmelita
Nerón cruel
El primero Médicis
El capitán Juan de Urbina
San Segundo de Ávila
El cerco de Madrid
La torre de Hércules
Los Guzmanes de Toral
El conde de Irlos
El Matico
Zegríes y Bencerrajes
El tonto del aldea
La escolástica celosa
El salteador agraviado
El verdadero amante
Roncesvalles
La francesilla
El rico avariento
La muerte del maestre
La inclinación natural
El padrino desposado
San Julián de Cuenca
La bella malmaridada
El persiguido
La poncella de Francia
El caballero de Illescas
Abindarráez y Narváez
El marqués de Mantua
El ingrato arrepentido
El sufrimiento premiado
Ursón y Valentín
Segunda de Ursón
Ferias de Madrid
Celos de Rodamonte
La ginovesa
El espíritu fingido
Las gallardas macedonias
El rufián Castrucho
El príncipe inocente
Burlas de amor
La Sierra de Espadán
El bárbaro gallardo
La pastoral de la siega
La pastoral encantada
La pastoral de los celos
El rey de Frisia
Jorge Toledano
Los tres diamantes
El caballero mudo
La envidia y la privanza
El amor desatinado
La imperial Toledo
San Tirso de España
Los Horacios
La pobreza estimada
El triunfo de la limosna
El esclavo por su gusto
La gran pintora
El molino
Laura persiguida
Los locos de Valencia
La Circe angélica
El cortesano en su aldea
El rey Bamba
El Nuevo Mundo
El mayorazgo dudoso
El tirano castigado
El amigo por fuerza
La fe rompida La Amatilde
La hermosura de Alfreda
Los enredos de Celauro
La gobernadora
Los triunfos de Otaviano
La conquista del Andalucía
Los torneos de Aragón
El desdichado
La mudable
La bella gitana
La firmeza de Leonarda
Los Jacintos
La campana de Aragón
La reina de Lesbos
La divina vencedora
Los jueces de Ferrara
La serrana de la Vera
La fuerza lastimosa
La Galiana
La basilea
La batalla naval
Los Benavides
La venganza de Gaiferos
La ocasión perdida
La pobreza de Reinaldos
La dama desagraviada
La prisión de Muza
El catalán valeroso
La toma de Álora
La villanesca
El monstro de amor


Con esto quedarán los aficionados advertidos, a quien también soplico lo estén de que las comedias que han andado en tantas lenguas, en tantas manos, en tantos papeles, no impresas de la mía, no deben de ser culpadas de sus yerros, que algunas he visto que de ninguna manera las conozco. Y adviertan los estranjeros, de camino, que las comedias en España no guardan el arte, y que yo las proseguí en el estado que las hallé, sin atreverme a guardar los precetos, porque con aquel rigor de ninguna manera fueran oídas de los españoles. Consideren juntamente los nobles, los doctos, los virtuosos, no los pavones, que Aristóteles llama animalia invida ornatus, ac politici studiosa, que sin mirarse los pies estienden los ojos de Argos, que ducientas y treinta comedias a doce pliegos y más, de escritura son cinco mil y ciento y sesenta hojas de versos, que a no las haber visto públicamente todos, no me atreviera a escribirlo, sin muchas de que no me acuerdo, y no poniendo las representaciones de actos divinos para diversas fiestas, y un infinito número de versos a diferentes propósitos. Pues ¿qué dirá quien con una estancia pensada en una primavera, escrita en un verano, castigada en un otoño y copiada en un invierno, quiere escurecer los inmensos trabajos ajenos de que por dicha, en acabando de imitar, murmura? Dicen que mucho, luego malo, y que aquello poco es para eternos siglos, como dijo aquel poeta que en tres días había compuesto tres versos. A tan falso argumento respondan los teólogos, los letrados, los filósofos que escribieron tan innumerables sumas, que Dios crio tierras fértiles y estériles, y las palmas en África llevan dátiles y en España hojas; engaña a estos hombres el aplauso del que los escucha; porque como Demóstenes dijo, es naturaleza común maledicta perlibenter audire.

Pero sean cual fueren, este es el Peregrino: no carece su historia de algún deleite, porque Tulio dijo: Lectionem sine ulla delectatione negligo, ni de algún provecho por obedecer a Horacio: Qui miscuit utile dulci. No hay que cortarle la ropa, que pedazos de sayal, ¿a quién pueden ser de provecho? Y aunque es verdad que el bordón suele llevarse para los perros que muerden, yo sé de su humildad que antes les echará del pan de su limosna. Sólo es justo que adviertan algunos que omni vitio carere debet, qui in alterum dicere paratus est. Y si para esto no bastare la sentencia de Salustio, ¿qué cosa más vil y reputada a infamia entre todas las naciones que tratar mal los peregrinos? Pues Dios dijo en el Éxodo: Advenam non contristavis, neque afliges eum advenae enim et peregrino molestus non eris; scitis enim advenarum animas, qui et ipsi peregrini fuistis in terra Ægypti.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera