Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Dirigida al doctor Gregorio López Madera, del Consejo Supremo de su majestad”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
Trecena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio, procurador fiscal de la Cámara Apostólica en el Arzobispado de Toledo, dirigidas cada una de por sí a diferentes personas
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: viuda de Alonso Martín de Balboa/Alonso Pérez, 1620


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Dirigida al doctor Gregorio López Madera, del Consejo Supremo de su majestad


De haber llegado vuestra merced por tan justos méritos al lugar que tiene en el Supremo Consejo le dan el parabién, entre infinito número de aficionados a sus virtudes y letras, todos los naturales de su patria, que tanto ha honrado con los singulares frutos de sus estudios, y a los que escriben el arte de la poesía de las comedias pueden asimismo dársele de que vuestra merced haya sucedido en la protección y amparo de las que, para serlo de los pobres y honesto entretenimiento de esta corte, se representan en ella y en las demás ciudades de España. De estas he escrito muchas, que con ingenio particular me dediqué a este género de letras desde mis tiernos años, aunque para dar satisfacción de otras mayores, en diversos libros llamé las musas a más sublime estilo, puesto que en la Antigüedad no fuera necesario, pues ni el heroico era lírico, ni el epigramatario, trágico. Así los describe Crinito, 1 y dieron a los cómicos notables honras Italia y Grecia; tanto, que nunca parece que acaban de alabar graves autores las fábulas y comedias de Sexto Turpilio, mayormente la Lyndia, 2 donde celebran aquellos senarios, de que hoy se hiciera tan poco advertimiento en los teatros de España.

De las que he escrito, si bien inferiores a las de tantos ingenios que las escriben con suma felicidad y elegancia, he dado a luz algunas para remediar, si pudiese, que las impriman como lo han hecho, tan desfiguradas de sus principios que tales agravios no se han recibido en el mundo de autor vivo, ni tales testimonios levantado a entendimiento muerto, porque más parecen sueños que versos, y más locuras que sentencias. De las que he dado a luz es esta la quinta parte, y en orden a las demás, la decimatercia. Debíase su dirección justamente a vuestra merced, como primitivo don de nuevo cargo, que ya estos campos son suyos, y pues en algunas se trata tanta variedad de letras humanas y divinas, ¿a quién mejor que al príncipe de todas, como son evidente ejemplo las Animadversiones a derecho, las Excelencias del Bautista, los Santos de Granada y las Grandezas de España, 3 que, a escribirlas otra pluma, la de vuestra merced fuera la mayor suya?

Espero, entre otras cosas, que quien ha escrito e impreso —si bien en tan distintas y altas materias— se dolerá de los que escriben y que ahora tendrá remedio lo que tantas veces se ha intentado, desterrando de los teatros unos hombres que viven, se sustentan y visten de hurtar a los autores las comedias, diciendo que las toman de memoria de solo oírlas y que este no es hurto, respecto de que el representante las vende al pueblo, y que se pueden valer de su memoria, que es lo mismo que decir un ladrón no lo es porque se vale de su entendimiento, dando trazas, haciendo llaves, rompiendo rejas, fingiendo personas, cartas, firmas y diferentes hábitos. Esto no solo es en daño de los autores, porque andan perdidos y empeñados; pero, lo que es más de sentir, de los ingenios que las escriben. Porque yo he hecho diligencia para saber de uno de estos, llamado «el de la gran memoria», si era verdad que la tenía, y he hallado, leyendo sus traslados, que para un verso mío hay infinitos suyos, llenos de locuras, disparates y ignorancias bastantes a quitar la honra y opinión al mayor ingenio en nuestra nación y las estranjeras, donde ya se leen con tanto gusto. Pues si aquel antiguo poeta quebró al ollero los vasos con el báculo porque cantaba mal sus versos, ¿qué harán los que ven contrahacer los suyos de oro en barro?

La memoria llamó Aristóteles «habitus phantasmatis», y en otra parte «figurationis»; en oradores y jurisperitos, famosa joya adquirida y aumentada con la cultura, como Cicerón lo dijo. Pero si el filósofo siente que «magis memoria vigent, qui obtuso, hebetique ingenio sunt», 4 claro está que, no pudiendo este adquirir, de oír representar, una comedia toda, ha de suplir sus defectos con sus versos, y que, siendo de tan corto ingenio, ha de ser disparates lo añadido, porque no es posible que en tanta copia de figuras y diversidad de acciones pueda percibir a la letra más de lo que permite la brevedad del tiempo en que las oye, y que desde allí al que las escribe ha de pasar distancia. Y, así, llamó san Agustín a la memoria «infida custos» y en su Ciudad de Dios dijo: «Quis enim dubitet multo esse melius habere bonam mentem, quam memoriam quantumlibet ingentem?». 5 En sus Tusculanas la llamó Tulio «rerum signatarum in mente vestigium»; 6 pero no para las mismas palabras, dicciones y versos, donde sería tan notable defecto saltar una sílaba, cuanto más una cadencia. Al ilustrísimo arzobispo de Toledo, don Bernardo de Rojas, oí un sermón entre los dos coros y se le envié el día siguiente escrito en verso, como anda impreso en mis Rimas sacras. Esto es posible porque no se obliga la memoria a las mismas palabras, sino a las mismas sentencias, y es más fuerza del ingenio que suya; pero percibir rigurosamente una fábula toda, de solo oírla las veces que se representa, fuera cosa rara; mas no la habemos visto.

Confieso que es una excelente potencia, que «non modo philosophiam, sed omnis vitae usum, omnesque artes una maxime continet», 7 y así la estimo; pero, con invención y mentira, la desalabo. Hombres ha habido de gran memoria: Plinio y Gelio escriben de Mitrídates que sabía las lenguas de veinte y dos naciones sujetas a su imperio; 8 dos mil nombres recitaba Séneca, 9 y esto mismo hacía el ilustrísimo señor don Íñigo de Mendoza, catedrático en la Universidad de Alcalá, cuando yo estudiaba en ella. Scipión sabía los nombres de sus soldados, y en las divinas letras supo Esdras de memoria toda la ley y doctrina de los hebreos; 10 Porcio Romano escribía y lo mismo estudiaba sin volverlo a leer. Pero estos son hombres raros y excepciones de la regla general de Aristóteles, como es ejemplo el insigne jurisconsulto don Francisco de la Cueva y Silva. Pero estos que en un acto de comedia ponen inumerables desatinos ¿qué memoria tienen?

Vuestra merced, pues, pondrá remedio, por buen principio de su protección, a este abuso y recibirá en su amparo la primera comedia de ese libro, que, puesto que es de pastores de la Arcadia, no carece de la imitación antigua, si bien el uso de España no admite las rústicas Bucólicas de Teócrito, antiguamente imitadas del famoso poeta Lope de Rueda. Esto entre tanto que se le dirigen mayores obra y se celebra su clarísimo nombre, digno de eternos mármoles, aunque ningunos lo serán más que sus mismos escritos, donde la envidia está suspensa y ella misma alaba lo que admira, que es la mayor vitoria.

Capellán de vuestra merced,


Lope de Vega Carpio






1. Pietro Baldi del Riccio, o Pietro Crinito (1465-1504), discípulo y albacea literario de Poliziano, autor, entre otros, de un De poetis Latinis (1505; ed. S. Gryphius, Lyon, 1542), que consta de noventa y tres semblanzas biográficas de autores latinos. Es la fuente de Ravisio Textor, Officina, II, p. 391, que, a su vez, es la de Lope, como ya indicó Morby en su edición de La Arcadia en prosa [Madrid, Castalia, 1971], remitiendo al tercer libro, p. 268. Cfr. Pozzo [Storia letteraria d’Italia. Il Cinquecento, Vallardi, Milán, 2006, s. v.] (Nota de Ana María Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., págs. 73-74).
2. En realidad, es de Eubulo, como ya indicó Antonio Agustín en sus Misceláneas filológicas y nos informa Menéndez Pelayo [Bibliografía hispano-latina clásica, vol. VIII, ed. Enrique Sánchez Reyes, Madrid, CSIC, 1950-1953, pág. 160]. Se trataría de una fabula palliata, o sea, una comedia latina que traduce o adapta una griega o de asunto griego; se llamaba así porque los actores se cubrían con el pallium o manto griego (himation). Turpilio fue el último representante de la palliata. Cfr. Ravisio Textor, Officina, II, p. 393 (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 74).
3. Se refiere a las Animadversiones juris liber singularis (Colonia, 1584); las Excelencias de San Juan Bautista (Toledo, 1617); el Discurso de las descubiertas en Granada, desde el año de 1584 hasta el de 1598 (Granada, 1601); Excelencias de la Monarquía y Reyno de España (Valladolid, 1617), dedicada al por entonces Príncipe de Asturias, futuro Felipe VI; también escribió un Tratado de la limpia Concepción de Nª Sra. (Madrid, 1638); y un Tratado de la Justificación de los Censos (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 74).
4. «Tienen más memoria los de más obtusa y tarda inteligencia» (De memoria et reminiscentia, 449b7-8) (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 76).
5. «¿Quién puede dudar que es mucho mejor tener una buena inteligencia que una memoria en extremo grande?» (De civ. Dei, VII, 3) (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 76).
6. «La huella de las cosas impresas en la mente», Tusculanae, I, 25; también en Ravisio Textor, ibídem (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 76).
7. «Memoriae quidem certe, quae non modo philosophiam, sed omnis vitae usum omnesque artes una maxime continet, nihil omnino loci reliquitur. Quae potest enim esse memoria falsorum, aut quid quisquam meminit, quod non animo conprehendit et tenet?» [«Es cierto que la memoria, por sí sola, no solo conserva perfectamente la filosofía, sino también las costumbres de la vida cotidiana, y de todo el arte; no abandona absolutamente nada en ningún lugar. ¿Qué memoria de las cosas falsas puede existir o qué cosa se recuerda que no se comprenda y se tenga en el ánimo?»] (Cicerón, Academia priora, II, VII, 22) (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 77).
8. Plinio, Historia naturalis, VI, 24, 28; también lo cita Aulo Gelio, Noctes Atticae, XVII, XVII, 1 (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 77).
9. «De sí mismo, como buen testigo, escribe Séneca que en su mocedad tuvo tan grande memoria, que si le decían dos mil nombres de cosas, por la orden que se las decían las tornaba a decir todas, sin errar una sola» [Pero Mexía, Silva de varia lección, vol. III, cap. VII]; el texto de Séneca es el prólogo a las Declamaciones (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 77).
10. Josefo, Antiquitates Iudaicarum, XI, 5; lo trae Ravisio Textor en su Officina, ibídem (Nota de Porteiro Chouciño en Vega, op. cit., pág. 77).

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera