Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Dirigida al florido ingenio de don Diego Félix Quijada y Riquelme”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
Parte catorce de las comedias de Lope de Vega Carpio, procurador fiscal de la Cámara Apostólica y su notario descrito en el Archivio Romano y familiar del Santo Oficio de la Inquisición
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: Juan de la Cuesta/Miguel de Siles, 1620


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Fuentes
Información técnica





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Dirigida al florido ingenio de don Diego Félix Quijada y Riquelme


Después que vi los ochenta sonetos que vuestra merced llama Solíadas, propiedades del sol, efetos y fábulas aplicadas a la hermosura de Finelda, creció mi deseo de su conocimiento, y la idea que por sus cartas había fabricado con más noble pintura ilustró mi imaginación de los rayos de su ingenio. Escribiome Juan Antonio de Ibarra, secretario del excelentísimo duque de Alcalá, cuán acepto era vuestra merced en esa insigne ciudad de sus teólogos y filósofos en todas las ocasiones que se ofrecían, y cómo estaba opuesto a sus cátedras, que en veintitrés años de edad es cosa maravillosa. Y aunque fuera crédito para otros muchos, no aumentó al mío lo que habían solicitado los versos, donde la dulzura compite con la erudición y el cuidado con la hermosura; y aquí no entra amor con su apasionado juicio, ni aquellas palabras de Bartolomeo Escala: «solet amor mutuus etiam quae minus firma posita sint, ut quandoque accidit, excusare et munire».

Hallo en vuestra merced un ingenio asentado, que para hablar más a lo cortesano que a lo escolástico hay ingenios en pie, de rodillas y en éxtasis, que aquí no trato de los ridículos, de los legos, de los censurantes, de los malcontentos, de los invidiosos y de los alocados. Hay ingenios nominales, de ataracea y de remiendos, de argentería y de oropel, duros, ruidosos y brillantes; pero los filateros me consumen, verbi gratia, el que me reprehendía que había dicho emperadora, muy vano de que él sabe que se había de decir emperatriz, y es disparate porque en Castilla no hay tal voz, como se ve por ejemplo, sino que la curiosa bachillería ha latinizado con aspereza lo que tiene en su lengua con blandura. Emperatriz ha dado causa para que a la embajadora llamen embajatriz y, a la tutora de sus hijos, tutriz, de donde se sigue que la cantora llamaremos cantatriz y, a la habladora, hablatriz, y a este modo sexcenta alia. Las cuestiones de nombre, odiosas siempre, fatigan mucho a los que siempre escriben y, si algo me debe mi lengua, no quiero yo decirlo si ella no lo dice. Vuelvo, pues, a encarecer el asiento de su ingenio de vuestra merced y la perfeción con que desde aquí le miro, lejos de tan bajas consideraciones y remontado a la sustancia, sentencia y utilidad de las cosas, porque le alabo y estimo. Dijo Pico Mirandulano a Hermolao Bárbaro, tratando si «eloquentia et orationis ornatus an deceat philosophum», que vivía y pensaba vivir «non in scholis grammaticorum et paedagogiis, sed in philosophorum coronis, in conventibus sapientum, ubi non de matre Andromachae, non de Niobes filiis, atque id genus levibus nugis, sed de humanarum divinarumque rerum rationibus agitur et disputatur». Esto me agrada mucho, si bien por otras opiniones no daña la elocuencia la historia, la fábula y el conocimiento universal de las más esenciales letras, a lo menos desde que vi mal acepto un libro de un gran teólogo por la falta del arte del escribir, aunque sustancial, sin elocuencia, y aquello que llamaba Pedro Liñán «los dulces engaños del entendimiento»; que la invención hizo más únicos a Homero y Virgilio que lo que fueron célebres sus versos, pues mucha parte de los dos ha hecho filosófica y moral la sagrada veneración de sus escoliastes.

Daré con algunas obras mías estos versos de vuestra merced a luz para que hagan el efeto que la vela en la linterna en la mitad del libro: tan gustoso y tan admirado me siento de ellos. Aunque para satisfación del amor con que los leo (que suele tener fuerza de fe) bastaba la aprobación de don Juan de Arguijo, caballero en todo rigor scientífico y de integridad y costumbres dignas de mayor fortuna, si su filosofía cristiana, con naturaleza de armiño, no le cerrara el paso. ¡Cuán diferente es el presente que a vuestra merced envío mirando el título de su cándido ingenio y limpia nobleza! No se ha de juzgar por el nombre de Pedro Carbonero, sino por el valor de la verdad de la historia y del que tuvo un hombre andaluz de aquellas prendas, que para siempre le dedicó al bronce de la inmortalidad, y yo lo mismo ahora con el de vuestra merced, que a no ser esto así, «satis profecto fuerat —como dijo Policiano— vixisse unum diem quod tam foret imperfectum animal, ac posse etiam inter insecta illa quae vocentur ephemera connumerari». Pero no pudiendo en esta ocasión ofrecer cosas más dignas ni dar mayores alabanzas a quien tan bien las merece, «tam deesse scias animo verba, quam rebus animus deest». Dios guarde a vuestra merced y le deje lograr tan felices años, los que yo le deseo. De Madrid, 14 de mayo de 1620.

Capellán de vuestra merced,


Lope de Vega Carpio






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera