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Dirigida al doctor don Tomás Tamayo de Vargas
Hablando Cicerón del filósofo Panecio, en el libro 4
De Finibus,
dijo para alabarle que era digno de la amistad de Cipión y Lelio: «Homo quidem ingenuus, et grauis dignus illa familiaritate Scipionis, et Lelii». Y yo, hablando de vuestra merced, solo dijera que había sido digno de la familiar
amistad
del padre doctor Juan de Mariana, porque aquella infinidad universal de
letras,
graves costumbres y venerables
años
no admitieran menos iguales excelencias, aunque en la edad desiguales.
Vi su
Defensa,
si merece este nombre quien no ha ofendido, contra las
objeciones
(mejor dijera ignorancias y atrevimientos libres) a su
famosa
y verdadera
Historia;
doy gracias a vuestra merced por tan bien empleado cuidado, y se las deben todos los que saben y que no ignoran lo que va de escribir a
censurar
y de enseñar a reprehender. Salió un libro de este reprehensor; fue parto
ridículo
y ofensivo;
borrose
de la memoria de las gentes, aunque ya de la de su dueño lo estaba. Con la ignorancia no hay más venganza que dejar que ella la tome de sí misma, cual sucedió al referido, a quien, faltando el poderoso muro en que se
arrimaba,
cayó marchito, pues ya su atrevimiento quería frisar con Alejandro, como Diógenes, y imitar las libertades de los filósofos con los
reyes.
De hoc satis,
y porque hay tantas especies de locuras no tan grandes, advierta vuestra merced que esta
comedia
que le dedico la fingí en un hombre cuerdo, cosa de que se hallará ejemplo en las
sagradas
letras, que la que por soberbia de sangre, hacienda, ciencia o lugares altos anda en el mundo no merece memoria, si ya no fuese para reprehenderla. No veo a los hombres
doctos
arrogantes, no veo a los ignorantes humildes. Aquí bien se ofrecía desatar el abecedario de los lugares comunes. Para vuestra merced, ¿cuáles no lo fueran?
Andamos, finalmente,
defendiéndonos
de cartas y de objeciones. Mi
Jerusalén
padece: algunos no tienen por poema el que no sigue a Virgilio. Digo yo que volver a escribir su historia sería acertado, pues no conocen que las
imitaciones
no son el mismo contexto, sino la
alteza
de las locuciones, términos y lugares felicemente escritos, las sentencias, el ornamento,
propiedad
y
hermosura
esquisita de las voces. En dos estancias latinas del libro sexto dice «missile telo». Buscó la «i» un docto que no sabía cuán ordinaria cosa es en ella mudar la «e» en «i», y la «i» en «e», como se ve en Ovidio, en la «Epístola de Paris a Elena»:
Hoc mihi, non recolo fore, ut a celeste sagitta.
Aquí está «celeste» por «celesti», pues ¿qué más tiene «missile»? Y no hay decir que es yerro de la
impresión,
que no consta el verso de otra suerte. Ídem in
Epist. ad Her.:
Hument incultae fonte perenne genae;
Lucrecio, en el libro 6, «Cupedo» por «Cupido»:
Et finem statuit Cupedinis, atque timoris;
de la «e» en «i», Ausonio en la imagen de la Ocasión:
Occipiti caluo;
Plauto:
Sorti sum victus;
Varrón, en el libro 5 de
La lengua latina:
In campo cum prima luci;
como «vesperi» por «vespere». Y en las inscripciones antiguas: «Deana» por «Diana»; «Dolea» por «Dolia»; «genetrix», «mereto», «soledas» por «genitrix», «merito» y «solidas»; «cauias», «camina», «Mircurius», «pontifix» por «caueas», «camena», «Mercurius» y «pontifex», como se hallarán muchas en el índice de Sinecio. Más se espantara este lego objetador si yo hubiera hecho alguna parágoge o aducción, «qua fini iungitur aliqua sillaba», como «dicier» por «dici», Horatio a Filida, oda undécima:
Auet immolato
Spargier agno.
La razón de colocar bien una oración dice Dionisio Halicarnaseo que se conoce
Ex aspero aut molli concursu literarum.
Y así se ve con cuánta más elegancia está «missile» que «missili telo», como se ve en su pronunciación. Esto dicen algunos por lo que oyen, que realmente aun les falta lo necesario para decirlo de su Marte proprio: «Turpe vero est iudicare, quae pulchra sint maiore ex turbae murmure», como dijo el doctísimo Pedro de Valencia en la prefación a los
Hymnos
de Arias Montano, porque «ex collatione reque ipsa, non ex opinione estimare, ac decernere aequum est».
Con vuestra merced pudiera haber escusado esta digresión, pues fuera más bien empleada en su
alabanza,
pero tal vez se deja llevar la pluma de la defensa propia, pues por leyes divinas y humanas parece justa, aunque donde no había qué defender, como dice la ley Domitius, «Fatua est quaestio, quae non habet rationem dubitandi». Vuestra merced lea
El cuerdo loco,
que ingeniosamente se hizo señor de sus enemigos con industria, en tanto que con obras más
dignas
de su excelente
ingenio
y universales letras, griegas, hebreas y latinas, en tan
floridos
como bien empleados años, celebro su ilustre nombre, si las musas me dan favor y el cielo, vida. Guarde Dios la de vuestra merced como deseo y merece la honra que ha hecho a esa ilustrísima ciudad en que ha nacido.
Capellán
de vuestra merced,
Lope de Vega Carpio