Título del texto editado:
“Dirigida a don Luis Bravo de Acuña, embajador de Venecia”
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Dirigida a don Luis Bravo de Acuña,
embajador
de Venecia
Deben las armas y las letras a vuestra señoría y a sus hermanos lo que el mundo
publica
y celebra España: la
conquista
de Manila y otras muchas vitorias dignas de un gran
poema,
y celebradas en
prosa
de Bartolomé Juan Leonardo, ingenio insigne, y tan doctas oraciones al señor don Juan Bravo, que Dios tiene. Escribiendo la jornada de Francisco Draque a Panamá, donde tuvieron fin su vida y sus fortunas, dije en un verso:
Cuatro bravos hermanos, todos Bravos.
Porque, sin lisonja, pocas veces se han visto
de un tronco solo tan heroicas ramas.
Tibulo
dijo bien en aquel panegírico a Mesala lo que se podría al mismo propósito de aquella gran vitoria:
Quid moror? Occeanus Ponto, qua continet orbem
Nulla tibi adversis regio sese offeret armis.
Y más adelante un verso:
Teque interiecto mundi pars altera sole.
Que
alabar
a vuestra señoría en sus
hermanos
es huir el rostro a la lisonja, pues lo que todos obran resulta en gloria de todos, y a cada uno se puede decir lo mismo; parece que solo nacieron tan ilustres hermanos para servir a su rey y honrar a su patria, pues en muchos libros no se puede escribir lo que se debe a uno solo. Años ha que vuestra señoría sabe mi
amor,
cuando en las
primeras
flores de la vida, y como Virgilio dice:
Solidaeque suo stant robore vires,
de vuestra señoría se conocían tales esperanzas y de mí tales deseos. Siempre soy como entonces, bien que
rudo
coronista, una deseosa fama de sus grandes hechos, y con esta memoria dedico a vuestra señoría esta
comedia,
no para que en tan graves accidentes como los de esa república —donde, por su gran valor y entendimiento, su majestad le hizo su embajador— la lea, mas porque a la
sombra
de su nombre salga desde su luz a la del
mundo,
y yo pague a mi mismo amor esta memoria. Dios guarde a vuestra señoría muchos años.
Capellán
de vuestra señoría,
Lope
de Vega Carpio