Información sobre el texto

Título del texto editado:
[Prólogo] Guzmán el Bravo.
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
La Circe con otras rimas y prosas
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: casa de la viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez, 1624


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Fuentes
Información técnica





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Si vuestra merced desea que yo sea su novelador, ya que no puedo ser su festejante, será necesario y aun preciso que me favorezca y que me aliente el agradecimiento. Cicerón hace una distinción de la liberalidad en "graciosa" y "premiada:" "benigna" la llama, siendo graciosa; y, si ha tenido premio, "conducida." No querría caer en este defeto, pero, como yo no tengo de hacer cohecho, así no querría perder derecho, que no es razón que vuestra merced me pague como Eneas a Dido, remitiéndome a los dioses, cuando dijo:

Si el Cielo a los piadosos galardona,
si en ellos hay justicia, si conocen
los ánimos, te den condigno premio.


Fue opinión del Filósofo que naturalmente se deseaba el premio, y dijo el romano satírico:

Nadie, si el premio le quitas,
abrazará la virtud.


Y aunque la gracia siga al que la da, y no al que la recibe, creo que habemos de ser vuestra merced y yo como el caballero y el villano que refiere Faerno, autor que vuestra merced no habrá oído decir, pero gran ilustrador de las fábulas de Isopo. Dice, pues, que, llevando una liebre un rústico apiolada –así llama el castellano a aquella trabazón que hacen los pies asidos después de muerta–, le topó un caballero, que acaso por su gusto había salido al campo en un gentil caballo, y que, preguntando al labrador si la vendía, le dijo que sí; y, pidiéndole que se la mostrase, le preguntó al mismo tiempo cuánto quería por ella. El villano se la puso en las manos, viendo que quería tomarla a peso, y le dijo el precio; pero, apenas la tomó el caballero en ellas, cuando, poniendo las espuelas al caballo, se la quitó de los ojos. El labrador burlado, haciendo de la necesidad virtud y del agravio amistad, quedó diciendo: «Que le digo, señor, yo se la doy dada; cómasela de balde, cómala alegremente y acuérdese que se la he dado de mi voluntad, como a mi buen amigo». Esto se ha venido aquí de suerte que no era menester buscarle las aplicaciones de don Diego Rosel de Fuenllana, un caballero que se llamaba alférez de las partes de España y que imprimió un libro en Nápoles, De aplicaciones, que no debría estar sin él ningún hipocondríaco. Pues está claro que, fiando de vuestra merced estas novelas, me las corre. Y, así, me parece que será bien comenzar esta diciendo por la pasada: «Llevésela vuestra merced, yo se la doy de mi voluntad»; si bien del villano a mí hay esta diferencia: que le engañaron a él sin entenderlo, y yo me dejo engañar porque lo entiendo.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera