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Título del texto editado:
“Dedicatoria al excelentísimo señor don Manuel Diego López de Zúñiga Sotomayor, Guzmán y Mendoza, duque de Béjar, y Plasencia, de Villanueva, y Mandas, conde de Belalcázar y vizconde de Alcocer, Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro & etc.”
Autor del texto editado:
Penso de la Vega, José
Título de la obra:
Rumbos peligrosos por donde navega con título de Novelas la çosobrante nave de la temeridad.
Autor de la obra:
Penso de la Vega, José
Edición:
Amberes [Ámsterdam]: [Jahacob de Córdoba], 1683


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DEDICATORIA AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON MANUEL DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA SOTOMAYOR, GUZMÁN Y MENDOZA. DUQUE DE BÉJAR, Y PLASENCIA, DE VILLANUEVA, Y MANDAS, CONDE DE BELALCÁZAR Y VIZCONDE DE ALCOCER, CABALLERO DE LA INSIGNE ORDEN DEL TOISÓN DE ORO & ETC.


Buscar las luces, aunque se encuentre en ellas los incendios, es bizarría de las mariposas, que, por más que se lloren extintas, no quieren dejar de campear lúcidas. Atreverse mi pluma a realzar con tan remontado vuelo el arrojo, pretendiendo consagrar a Vuestra Excelencia —que es fúlgida esfera de cariñosas llamas— el aliento, si no fuera decorosa ofrenda para su fama, no podía dejar de ser lastimoso precipicio para mi genio. Si no logra Ícaro la conmiseración en el despeño por querer volar con las alas de cera, ¿cuánto más seguro será el riesgo en un ingenio temerario que volar sin alas? No hallo otra lisonja para mi confianza que la de ser benigno héroe la que disculpa su presunción. Con sonoras lenguas aplaude en reverentes panegíricos a Vuestra Excelencia la alígera pregonera de los elogios. Conque es mi rendido holocausto sacrificio que dedica a la virtud la atención, no desvelo que ofrece a la soberanía la vanidad.

Sentía el Magno Macedonio no tener en su siglo un Homero que inmortalizase sus proezas, como las de su generoso Aquiles. ¿Qué sentimiento será, pues, el mío de ver que quiera formar obsequios para un Aquiles quien, solo en lo ciego de esta ambición, parece Homero? Mas, si el cínico pidió a este valeroso Marte que no le quitase la luz que le concedía el refulgente Príncipe de los Astros —siendo Vuestra Excelencia radiante Sol en los que los que se precian de águilas perspicaces, pretenden fijar los ojos—, postrado a las plantas de Vuestra Excelencia le suplico, no con las afectadas arrogancias de Diógenes, sino con las afectuosas deprecaciones de mi anhelo, que se sirva de no negar a mi vista el Sol; ni a mis flores, las plantas.

No consentía Alejandro que lo retratasen sino los pinceles de Apeles, ni que lo esculpiesen sino los cinceles de Lisipo. Mas, mi benigna suerte auspicia que, aunque se celebren en las ínclitas genealogías de Vuestra Excelencia retratos de inmortalidad y simulacros de la veneración, que imite Vuestra Excelencia al majestuoso rey planetario, que deja retratar de la Luna sus resplandores, y, de la más pequeña estrella, sus luces.

Compongo seis novelas que he empezado a dar a la imprenta e, intitulándolas Rumbos peligrosos —porque he buscado nuevas sendas, o para el triunfo, o para el rendimiento—, reconozco que el más peligroso rumbo que elegí en ellas fue el de querer aspirar a que la ansiosa nave de mi talento ancorase, naufragando entre horribles tormentas, entre horrorosos riesgos y entre tempestuosas borrascas, en tan solemne puerto, sin munición, sin viento y sin más velas que las que el eco del título me presente, aunque este sirve más de rémora que de imán al alentado impulso que me guía, pues está resonando con embozo de novelas, que "no" lleva "velas" mi rudeza. Conque será difícil acertar con el yerro el Norte, y muy fácil sumergir en la tempestad o peligrar en el escollo. Sin embargo, pretende mi incapacidad, en tribunal de benevolencia, iluminar con el esclarecido nombre de Vuestra Excelencia la obra para que sirva su grave aspecto, no solo de admiración a los zoilos, sino de respeto a los Tulios y de desdoro a los mecenas.

Si es nueva la empresa que intento, ¿por dónde puede correr más patrocinada la novedad que por una famosa Villanueva ?

¿Dónde han de nacer y venir como nacidas sino en un Soto Mayor las flores, si es ameno prado de las más retóricas flores este soto?

Si busca el ingenio un asilo con que recobrarse de los naufragios que padeció en los peligrosos rumbos que surcó su aliento, ¿dónde podía hallar mejor orden de rehacerse que en tan insigne orden ? ¿Y dónde podía encontrar mejor alcázar en que abrigarse que en tan Bello Alcázar ?

Si aspira la gratitud a servir de estrado al suntuoso dosel de un Tiberio majestuoso que, adjuntando a lo regio lo liberal, se hacía tan venerado con lo imperioso como con lo benigno, ¿dónde podía hallar más inestimable puerto, al librarse de estos Rumbos peligrosos su anhelo, que en un Magnífico Tiberio que, matizando con lo espléndido lo noble, bizarrea por lo grande hasta con el título, en la milicia con el mando, y luce, por lo compasivo, hasta con el título en la vida con las mandas?

Es muy admirado en los Jerjes agradecer el agua que, con rustiquez cariciosa, les presentan, mas es muy propio en los Augustos aceptar el sudor que, con candidez trémula, les tributan. Tan grata era a Dios la harina que el pobre le sacrificaba, como el animal que el rico le ofrecía. Para la fábrica magnífica del templo, recibía el legislador divino tanto el hierro como el oro. Los persas querían que cada uno, conforme la posibilidad de su esfera, consagrase a su regio monarca la ofrenda, porque los pechos magnánimos y nobles atienden al ánimo y no al animal, y agradecen lo rendido, aunque no encuentren lo precioso. Acepte, pues, Vuestra Excelencia esta humilde tierra que, tan devoto como confiado, le rinde mi afecto, ya que, para que campee más aparente la disculpa de mi temeridad, no solo dedico la obra, sino la persona, no dudando que, así como a la omnipotencia de Dios no era desagradable aquella harina y aquel yerro, no sea molesto a la benignidad de Vuestra Excelencia este yerro y este polvo.

Dediqué a mis parientes y amigos las partes de que se compone este inútil parto de mi rudo ingenio para que parezca que cada nuevo aborto de mi pluma es nuevo rendimiento a la generosidad de Vuestra Excelencia, postrando a sus invictas plantas mi ser y el de mis deudos, por hallar que sin su reverente vasallaje era muy débil víctima la de solo mi ser para sacrificarse a tan soberano numen, y para rendirse a tan prudente Numa.

No me desanima el considerar que los militares ejercicios de Vuestra Excelencia y sus políticas ocupaciones le permitirán desahogo para usurpar a lo precioso lo entretenido, mas serena esta tempestad, la noticia de haber llamado al tipo del valor Hércules Musagetes los griegos, advirtiendo que aun Hércules se inclina a las musas, y que no repugna a lo grave lo curioso, a lo decoroso lo divertido, y a lo heroico lo galante. Por eso, el intrépido Fulvio erigió de los despojos de Ambracia, en el templo de Hércules, el simulacro de las Musas por trofeo. Y por eso se admirará con más razón el orbe el ver en Vuestra Excelencia un maravilloso retrato del decantado César, que, escribiendo con la espada lo que estudiaba con la pluma, ilustraba una hoja con otra hoja para servirle la espada de cortar la pluma con que delineaba caracteres de gloria; y la pluma de hacer volar la espada, que lograba golpes de eternidad. A Palas pintaron los antiguos por diosa de las Ciencias y de las Armas; y en las Hermatenas, que eran estatuas duplicadas en que representaban con el vínculo lo moral y con la unión lo misterioso, enlazaron a Neptuno con Minerva, por ser tutora de las Letras Minerva y símbolo de la Guerra Neptuno, habiendo fabricado con su industria los muros a Troya, y dado ser con su tridente al caballo para que lo eligiese por su genio Atenas. Luego, ¿qué maridaje puede celebrar con epitalamios más obsequiosos el Universo que el que en Vuestra Excelencia hace que se den los brazos, su brazo y su juicio, su discreción y su brío, para formar una idea admirable de la divina Astrea, rigiendo el peso, el mismo pulso que esgrime la espada para adjuntar a lo prudente lo belicoso, a lo docto lo peregrino y a lo armígero lo literario?

Mas, ¿dónde se remonta mi afecto, si no comprende lo exagerado lo verdadero, y es mejor elogio para lo grande la suspensión que la alabanza? Remito, pues, al retórico silencio el encomio, porque siendo mucho más lo que se pudiera decir que lo que se podrá encarecer, imitaré a los gimnosofistas, que adoraban con el dedo en la boca al Sol, porque retrataban a Harpócrates (Dios del Silencio) con el dedo en la boca. La mía se empleará siempre en pedir al Omnipotente, Infinito y Soberano Autor de la Vida que conceda a Vuestra Excelencia vida tan dilatada y gustosa para vida de las curiosidades y alma de los estudios, que excediendo a la de Néstor en la maravilla, desdore en la del Fénix la singularidad.


Amberes, y febrero, 20 de 1683.


Excelentísimo señor de Vuestra Excelencia.

El más humilde servidor que besa sus pies.

Don Joseph de la Vega.






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera