Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Prólogo al lector”
Autor del texto editado:
Penso de la Vega, José
Título de la obra:
Rumbos peligrosos por donde navega con título de Novelas la çosobrante nave de la temeridad.
Autor de la obra:
Penso de la Vega, José
Edición:
Amberes [Ámsterdam]: [Jahacob de Córdoba], 1683


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PRÓLOGO AL LECTOR


Esta es la primera vez que en el Teatro del Mundo representa en lengua española el papel de atrevido mi genio, y querer salir luego con una novedad que no tuvo ejemplo, más parece temeridad que confianza. Tres modos de Scenas considera en los teatros el famoso Vitrubio —tan admirable en la arquitectura como en el ingenio—: escenas cómicas, escenas trágicas y escenas satíricas. Sentiré que las que se mudaren en este suntuoso anfiteatro al que salgo sean las satíricas, porque no será razón que quien me dio alas me acrimine el vuelo, y que quien me excitó a ser pavón, para que haciendo alarde de ostentar los ojos hiciese pompa de la rueda, me haga llorar de la Rueda de la Fortuna el despeño, tirando a cegarme los ojos de la reputación, que estimo más que las niñas de mis ojos. Tú eres, ¡oh lector!, el que con tu benignidad y con tu persuasión has sido el imán de estos yerros y el ámbar de estas pajas. Tuyo es este intelectual parto, porque es tu aliento el que le dio la vida a este ícaro impulso. El aliento de Dios hizo hombre a Adán, porque, antes de inspirarle con el aliento, el alma era la tierra y no era hombre: Et inspiravit in faciem eius inspiraculum vitae, et factus est homo in animam vivertem. Poco importaba a mi desvelo haber hecho una imagen de tierra y de polvo si no la hubiera alentado tu ruego, dándole la vida con el soplo y el alma con el aire. No seas, pues, verdugo de lo que eres padre porque, si a Zoilo, por imitar a Momo, lo castigaron por parricida, hoy te condenará con más propiedad por parricida Palas o Astrea si de tus propios hijos quisieres mostrarte Zoilo.

Vieron las hijas de Lot que se iba acabando el Mundo: Pater noster senex est, et nullus virorum remansit in terra qui possit ingredi ad nos. Y, eligiendo a la necesidad por Circe del delito, hicieron de una culpa virtud; y de un incesto, gloria. Habíase librado el Padre de las llamas de Sodoma y, haciéndole parecer con el vino nuevas llamas, le introdujeron Vesubios de voraces ardores en el corazón y Etnas de amorosos incendios en el pecho.

Por trofeo de su maldad, se vale la mordacidad de esta historia, pues que, conociendo que el aplauso es padre de la envidia, siempre solicita que goce la envidia del aplauso y que, en execrable maridaje, se una con indisoluble lazo la hija con el padre. ¡Oh, ignorancia! ¡Oh, perfidia! ¡Oh, malicia! ¿No veis, ¡oh émulos tenaces de la Dicha!, que en las hijas de Lot fue misterio el pecado y que no fue pecado por ser misterio? Habíase expuesto el Mundo en el tiempo de Noé a anegarse entre agua. Ahora tenían por infalible que acababa de sofocarse entre fuego. Conque, siendo celo lo que pareció lascivia, cometieron el incestuoso ardid de gozar de su viejo padre para que no acabase el Mundo. Mas vos, no solo cometéis el crimen para que el Mundo no se acabe, o sumergido, o abrasado. Antes sois terceros de este incesto detestable, formando elogios al consorcio que celebra la emulación cansándose la felicidad para que el Mundo se abrase en enojos y se anegue en llantos, porque donde no hay premio, no hay virtud; y, donde no hay virtud, es fuerza que perezca el Mundo: Justus autem quasi fundamentum sempiternum.

Pero yo espero de tu benevolencia más agrado, ¡oh, lector benigno!, y que, en vez de vituperarme con el oprobio, me animes para otras empresas con el lauro. Si no lo concediere la justicia, presento la lisonja, que si no lo ilustrase el mérito, procuraré acreditarlo con el trabajo. Supla el deseo la perfección y elija el tutor del tributo la piedad. Si te pareciere muy osado el dictamen de querer salir cual otro David, sin más armas que una honda, contra tantos ingenios gigantes, te advierto que yo no salgo en este campo literario a desafiar, sino a aparecer. Y, aunque no me obliga a este arrojo el estar usado como pastor bizarro a despedazar lobos y a oprimir leones, te acuerdo que David rehusó las armas de Saúl, queriendo más unas piedras siendo propias, que murriones, capacetes y yelmos, siendo ajenos. Y que en este valiente brío procuré imitar a este invicto joven, pues que no me pareció aspirar al premio que aplicaba a los sutiles cacos Licurgo. Y también aprendí de su harpa (que a las veces toco) el ver que forma voces graves y agudas la harmonía. Conque intenté que campease con una harmoniosa música el libro que te ofrezco, formando de voces graves y agudas su concepto, gallardeando una vez lo grave en lo serio, otra lo agudo con lo sutil, ya en las academias, ya en los juegos, ya en los saraos, ya en los torneos, ya en las erudiciones, ya en las moralidades. Mas siendo que la música, que se remonta de la voz más baja a la más realzada llamaron «Mano» los griegos, para sublimar este estilo de escribir novelas, como pretendo, será preciso que me dé la mano la curiosidad, que, con el apoyo de la gratitud o de la candidez, puede ser que aparezca más a menudo con coturnos en esta universal farsa, sacando a la luz algunas obras de jaspe, como intitulaban los atenienses a las que salpicaban con diferentes matices y cambiantes sus conceptos, elevándose ya en lo noticioso, ya en lo dulce, ya en lo retórico, ya en lo fabuloso, y ya en lo jocundo.

Todos los principios son difíciles. Bien veo que no hay más que un Jove que brote de su cabeza a Minerva, mas considero también que hubo muchos inventores a que quien se restituyeron en la muerte las calumnias que padecieron en la vida, trocándose en Platones los Zenódotos, en Hesíodos los Demetrios, y los Dídimos en Tulios.

¿Qué martirios no se usaron con los primeros cosmógrafos que divulgaron haber Antípodas? La primera vez que dijo César la palabra de «ente», Séneca de la «esencia», y Quintiliano la de «posible», pasmó el orbe. Conque mucho más se maravilla de ver que quiera yo ahora, no solo decir, mas aún anhelar a hacer este «posible». El aliento es grande, quiera Dios que sea el acierto como el aliento comercio, por dar a la imprenta ocho libros que tengo empezados. Uno es un bosquejo, dos de color muerta, y cinco que no le faltan más que tejer la conexión y formar el ramillete. Si vivo, y mis ocupaciones y cuidados me permitieren este desahogo, iré representando en este magnífico teatro varios papeles. Y aunque no sea este el lugar de apuntar más de lo que toca a la presente obra, servirá de Índex y no de jactancia el describir los títulos y compendios de los propuestos ocho volúmenes, o para que la promesa me obligue a estamparlos, o para que el examen me obligue a corregirlos.

En los Psalmos penitenciales que traduje del italiano, compuestos por el insigne y noble Juan Francisco Loredano, hallará el penitente los mayores incentivos para el arrepentimiento, los mayores estímulos para la devoción , y las mayores causas para el llanto.

En las Doscientas cartas que escribí a diferentes príncipes y amigos, en diferentes tiempos, en diferentes reinos, y sobre diferentes materias, hallarán objeto en que depositar la atención el historiador, el político, el agradecido, el predicador, el moral, y el poeta. Mas no quisiera que las que compuse para ser cartas de guía para los estudiosos se transformasen en cartas de marear a los prudentes, y que, deseando que fuesen cartas de dote para el divertimento, se mudasen en cartas de divorcio para la reputación.

En la Filosofía moral que traduje del italiano, compuesta por el inimitable conde don Emanuel Tesauro, hallará en este canoro Cisne de Eriadno el curioso un tesoro de agudezas, un archivo de las galanterías, un erario de las noticias, un compendio de las sentencias, y un epítome de las novedades.

En la Vida de Faustina, que traduje del italiano —con acrecentamientos y notas propias—, compuesto por el ingenioso Antonio Lupis, hallará el jovial muchas sutilezas con que divertirse, muchas pinturas con que entretenerse, y muchos documentos con que aprovecharse.

En mis Veinticuatro discursos académicos que recité en la célebre Academia de los Sitibundos, ya en epitalamios, ya en panegíricos, ya en oraciones funerales, ya en natalicios, y ya en problemas políticas, sagradas y morales, hallará el piadoso materia en que emplear su conmiseración y el objeto en que introducir su benignidad.

En la Vida de Adán, que me cuesta un año de trabajo y tengo ya compuesto ochenta pliegos, allí envida su resto mi desvelo, y se esmera con suma aplicación mi estudio. Está usado a vestirse de hojas Adán, con que no extrañará el verse ya cubierto de tantas hojas. Es lo menos malo que he hecho, y si llorare, sin embargo, saliendo al mundo su atrevimiento, no será la primera vez que llora Adán cómo sale al mundo.

En la Vida de Joseph, en que trabajé seis meses y ha cinco años que no la leo, hallará el elocuente que, lo que faltare en lo erudito, suplirá en lo pomposo. Aunque si está acostumbrado Joseph a guardar el grano, puede ser que los sinceros hallen algún grano a mi Joseph. Si saliere como vendido, y para que no se venda, lo vendiere el odio o la censura. No será nuevo en Joseph el andar vendido y, si hasta sus mismos hermanos llegaron a aborrecer a Joseph, poco horrible se le representará el verse aborrecido de los que estima como a deudos y ama como a hermanos. Solo protesto que, si aquel vio en suelos que se le humillaban el Sol, la Luna y las estrellas, que este no pretende ni por sueños que los soles se le humillen, ni que las estrellas se le rindan hasta que los que son soles en las luces, o en los rayos, le concedan la estrella de que no lo ajen las ingratas nubes, de que no lo empañen las vanas sombras, y de que no lo eclipsen las opacas oposiciones.

Inventaron un modo de discursos los etruscos —a que fueron imitando después otros ingenios relevantes que sirvieron de lustre a Italia y de suspensión a la fama—, que, sin atarse a la erudición, admiraron con la elegancia, pintando con tanta eficacia lo que podía ser, que dan a entender que fue, pues que como si hubiera sido, expresan con tan vivos colores lo que es posible que fuera, que casi se juzga por imposible que no fuese. Ilustró este sonoro método el Ilustre e Ilustrísimo Loredano en sus Chanzas del genio, el sutil Manzini en sus Furores de la juventud, el heroico Pasqualigo en su vistosa Galería de retratos morales, el mordaz e infeliz Pallavicino en sus Scenas retóricas, y el dulce Lupis en sus Teatros abiertos y Scenas de la pluma. Hallan estas animadas liras y racionales ruiseñores inconsolable a Cleopatra, tanto por la pérdida de la libertad como del reino, y retrátanla intrépida contra el capricho y vanidad de César, que quería conducirla sobre el carro del triunfo, sin considerar que tenía ruedas. Encuentran ínclito a Escévola, aborreciendo el brazo, que no supo acertar el golpe en el pecho de Porsena, queriendo antes abrasar entre las llamas el brazo que pasar las llamas a la cara y represéntanlo furioso, arrogante y desesperado, diciendo querer oscurecer con los carbones el brazo y no el nombre, delineando para su valor una idea de la eternidad con estos carbones. Siguen el propio estilo y retratan con elegantes soliloquios aflicta a Calpurnia, tímido a Dionisio, apasionada a Semíramis, reprendida a Faustina, cruel a Sila, mortal a Antíoco, generoso a Catón, constante a Bruto, inhumana a Octavia, enamorado a Paris y suplicante a Horacio.

Procuré, habrá diez años, seguir los pasos a lo florido de estos asuntos y, volando de lo humano a lo divino y de lo divertido a lo sagrado, empecé a componer algunos discursos en esta forma, que espero sean plausibles por lo nuevo en nuestra lengua castellana y por lo hermoso de las materias con lo grave de los sujetos. Ideas posibles es el título, porque finge la idea con posibles aprehensiones lo que podían decir aquellos patriarcas y aquellos reyes. Y, siendo posible que dijese todo lo que la idea pinta que dijeron, son muy posibles las ideas, y me parece que no desagradan a los doctos estas "Ideas posibles." Pinto en la primer idea lo que podría decir el Santo Patriarca Abraham a su amado hijo, llevándolo a ser inaudita víctima de su obediencia, y tan obediente su cariño al golpe, que lo intitulo La obediencia enternecida. Represento en la segunda posibilidad los extremos que harían el pueblo, el príncipe y el rey al ver que, jurando Saúl que el que saliese por suerte había de ser despojo de la muerte aquel día. Salió por suerte Jonathan para pagar la ignorancia con la vida, pareciéndose a Adán , en abrir los ojos, después de haber pecado cuando le fuera mejor haber abierto los ojos para no pecar, pues que a Adán se le abrieron los ojos después de desobedecer: Et aperti sunt oculi amborum. Y a Jonathan, después de desobedecer —aunque sin noticia del precepto—, se le aclararon los ojos: Et illuminati sunt oculi eius. Mas siendo que siempre tuvo esperanza este valeroso héroe de que la suerte que tenía de amarlo la milicia, le sirviese contra la suerte que le había salido de servir de escarmiento a los ministros que con las varas —como si fuesen la de Moisés— comen y tragan, viendo que se condenan a muerte los que prueban un poco de miel con las puntas de las varas. Intitulé a esta perplejidad de Jonathan, tímido de que una suerte lo matase y confiado en que otra suerte lo favoreciese, "Suerte contra suerte." Al desprecio con que trató Amnón a Tamar, después de haber ajado con la astucia su honor y ultrajado con traición su belleza, fingiéndose malo por gozarla —siendo que no necesitaba de fingirse malo—, le intitulo Enfermedades del deseo, arrepentimientos del amor, y odios de la posesión. A la capa con que procuró embozar la aleve mujer de Potifar su escandaloso ruego, y al sentimiento que mostró al verse con la capa de casto Joseph en las manos, me pareció propio intitularlo La capa de los engaños y los engaños de la capa.

A este tenor van continuando, o continuarán, otras ideas hasta el número doce, sino hubiere alguno de aquellos monstruos nocturnos —formado con plumas y dientes, y compuesto de lo más horrible de los brutos y de lo más disforme de las aves— que, con el ansia y antipatía que suele profesar contra las luces, se oponga, no a mis resplandores, sino a mis centellas. Pues que a los satíricos Arquílocos les salen hasta de los sepulcros las avispas, y no faltan mejicanos que adoren a un murciélago por numen. No blasono de ser Hércules, que salió a combatir con estos fieros émulos de las mariposas, pues que ellas galantean las luces, y ellos las aborrecen con tan abominable exceso, que vuelan en las minas del Perú a apagar los codiciosos de sus metales las antorchas. Solo propongo —con un dictamen tan firme como sensible— que, si experimentase que los partos de mi entendimiento son como el de la nuera de Heli, a quien por la captividad se llamó I-chabod —que significa «no honra»—, si no se les hiciere la honra a su nacimiento, se les harán las honras a su muerte. Pues que, si no bastare el desearles, como Job, la sepultura en que se lloren antes muertos que nacidos, siendo el vientre su cuna y su pira, seré nuevo Saturno en devorar los hijos, así como nazcan, para que, si quedare alguno como Júpiter, a quien libró la compasiva Juno con el disfraz de piedra, sirva ella de piedra de losa para los ciegos impulsos de curiosidad, de túmulo para las infelices memorias de su confianza, y de urna para las míseras cenizas de su desengaño.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera