Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Dedicatoria al ilustrísimo señor don Manuel de Belmonte, conde palatino del Sacro Imperio y residente de Su Majestad Católica en las Provincias Unidas de Holanda”
Autor del texto editado:
Penso de la Vega, José
Título de la obra:
Rumbos peligrosos por donde navega con título de Novelas la çosobrante nave de la temeridad.
Autor de la obra:
Penso de la Vega, José
Edición:
Amberes [Ámsterdam]: [Jahacob de Córdoba], 1683


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DEDICATORIA AL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON MANUEL DE BELMONTE, CONDE PALATINO DEL SACRO IMPERIO Y RESIDENTE DE SU MAJESTAD CATÓLICA EN LAS PROVINCIAS UNIDAS DE HOLANDA


Anhelar una "Vega" por llegar a un Monte sería arrojo de la ambición si no fuera alarde de la gratitud. Deben a Vuestra Señoría tan afectuosos agasajos mis prendas y tan agradables aplausos mis estudios que, aunque me desdore el carácter de atrevido, no es justo que me oscurezca la censura de ingrato.

En el monte Parnaso pintan los mitológicos a las musas. Conque no podría dejar de aspirar mi musa a la colocarse en este Monte, pues desea mi desvelo formar tan prodigioso su aliento que, admirado el orbe verlo campear tan primoroso, hallándolo nacido en un Monte, conozca la fama que, siendo Vuestra Señoría un Monte Etna de amorosas llamas para la necesidad y de cariñosos ardores para la ciencia, no pueden dejar de llegarse los ingenios a estos incendios, aunque lloren como Faetonte la ruina en la temeridad y el estrago en el lucimiento.

Los retratos de la confusión pincelaba mi fantasía al querer exponer a los ojos del Mundo las acciones de tal héroe y las liberalidades de tal mecenas. La Confusión de los Retratos experimentaba mi juicio al querer retratar en el cuadro de la eternidad lo afable, lo benigno, lo grave y lo modesto de vuestra señoría, más digno de la admiración que de la pintura, y más exagerado con la suspensión que con la alabanza. Proponíame lo magnánimo su imagen, ofrecíame lo galante su efigie, y presentábame lo discreto su copia, mas todo le parecía a la verdad muy imperfecto simulacro para idea tan sublime. Conque, entre estos retratos y entre estas confusiones, resolvió mi asombro que no podía dejar de consagrar a Vuestra Señoría estos Retratos de la Confusión y esta Confusión de los Retratos.

¿Dónde podían hallar dos aflictas damas más decoroso asilo que en quien sabe estimar con tan inaudito respeto las damas , adjuntando a lo caricioso lo honesto, y vinculando en lo magnífico lo cortesano?

Bien acrisoló lo maravilloso de su prudencia la Cesárea Majestad del Magno Emperador Leopoldo I en elegir a vuestra señoría por uno de sus invictos condes palatinos para que, triunfando el mérito de vuestra veñoría, premiado con honoríficos elogios, confiese la emulación que en pechos regios no viven las virtudes sin laureles, y que en heroicos corazones no mueren los méritos con quejas.

También eternizó este glorioso blasón el Augusto Monarca de las Españas, Carlos II, fiando a los ínclitos hombros de tan célebre Atlante el peso de los más importantes negocios de su corona, teniendo a vuestra señoría por su residente en las Provincias Unidas de Holanda, cargo que vuestra señoría ejercita con tal pasmo de la política, con tal éxtasis de aciertos, y con tal sobresalto de la envidia que, los que lo oyen, debieran no creerlo; y los que lo ven y los que lo admiran, que solo en quien es tan primero sin segundo en los desvelos, tan segundo sin tercero en las atenciones, y tan tercero sin primero para ajustar una dichosa paz entre lo humano y lo raro, y una feliz concordia entre lo severo y lo humano, podían emplear con portentosa propiedad sus honores un Leopoldo I sin su segundo, y un Carlos II sin su tercero.

Con plausibles ecos festeja la curiosidad haber hallado los germanos un monte de piedra imán. ¡Como si no estuviésemos reconociendo que es un imán de las voluntades este Monte! Cese, pues, en aquella novedad el encomio y hágase lenguas la erudición para este prodigio, porque si para aquel se agotan los panegíricos en su realce por atraer los yerros, ¿qué excelsos vuelos bastarán para remontar a este, atrayendo los aciertos?

Acepte vuestra señoría, con su serio patrocinio, este rendido holocausto de mi pluma para que, al pie y a las plantas de este famoso Monte, pueda yo erigir de su grandeza una admirable estatua de la veneración, imitando al escultor bizarro que de un formidable Monte emprendía formar del generoso Macedonio una estatua.

Ceda, ceda ya a la singularidad el adagio, y quede por adagio tan introducido como estimable que no sale del Monte quien el Monte quema, sino que sale del Monte quien la Vega ilustra.


Amberes, y Diciembre 22 de 1682.


Ilustrísimo señor, de vuestra señoría el más leal amigo, obediente de sus órdenes,

Don José de la Vega






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera