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Título del texto editado:
“Aprobación de el reverendísimo padre maestro fray Juan Zerezeda, hijo de la Provincia de Castilla de la Orden de Nuestro Padre San Augustín, prior que ha sido del Convento de Salamanca. Difinidor General de su religión y Procurador General de su provincia en la Corte Romana para las canonizaciones de sus santos”
Autor del texto editado:
Zerezeda, Juan
Título de la obra:
Engaños y desengaños del profano amor
Autor de la obra:
Zatrilla y Vico, José, Conde de Villasalto
Edición:
Nápoles: Giuseppe Roselli, 1687


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APROBACIÓN DE EL REVERENDÍSIMO PADRE MAESTRO FRAY JUAN ZEREZEDA, HIJO DE LA PROVINCIA DE CASTILLA DE LA ORDEN DE NUESTRO PADRE SAN AUGUSTÍN, PRIOR QUE HA SIDO DEL CONVENTO DE SALAMANCA, DIFINIDOR GENERAL DE SU RELIGIÓN Y PROCURADOR GENERAL DE SU PROVINCIA EN LA CORTE ROMANA PARA LAS CANONIZACIONES DE SUS SANTOS.


He visto un libro, cuyo título es Engaños y desengaños de el amor profano, Primera Parte de la historia del duque Federico, compuesto por el señor don Joseph Zatrilla y Vico, Dedoni, y Manca, conde de Villasalto y caballero de la Orden de Alcántara, y aunque no he gozado la dicha de conocer por el trato la persona del autor, le he conocido y visto en la imagen viva que nos ha dado de sí en este libro, testigo fiel y mayor de toda excepción de sus relevantes prendas, pues siendo los libros partos del entendimiento, por ellos se dan a conocer los hombres –como dice el Eclesiástico– in filiis suis agnoscitur vir. 1 Y Cristo en el Evangelio, para que podamos conocer quién es cada uno, no dice que tratemos las personas, sino que consideremos sus obras, que son los frutos de los árboles racionales: a fructibus eorum cognoscetis eos. 2 Siendo pues los frutos de este libro –primera fatiga del Conde– tan sazonados por lo realzado de su elocuencia con que admiran, tan sabrosos por lo dulce de su erudición con que deleitan y tan perfectos por lo sólido de su doctrina con que enseñan, podremos asegurar muy bien que será grande siempre quien en las infancias de sus estudios ha cobrado ya crédito de grande, in matutina luce –decía Ennodio– non matutino solum, verum fulgore meridiano rutilavit, 3 para que las primeras fatigas de la prensa fuesen glorioso asunto de la fama.

Podrá reparar algún escrupuloso que el fundamento del libro es una historia profana y debiera ocultarse a la vista por no dar ocasión de tropezar a los flacos, y tuviera alguna razón si se propusiera desnuda de doctrina y de enseñanza cristiana, que con curioso artificio a cada renglón se entreteje para que, a vista de el continuo desengaño que en ella se representa, no se ciegue la voluntad con lo agradable al sentido que la historia sola refiere. Es muy semejante este libro a una pintura que he visto muchas veces en la calle de Toledo de esta ciudad de Nápoles, retrato de una mujer cuyo medio rostro es imagen de una dama muy hermosa y la otra mitad de un cadáver, como se pinta la muerte. Artificio ingenioso de su autor para desengañar a los hombres, pues ¿quién habrá que al poner en este retrato los ojos, por lascivos que los tenga, se aficione de lo hermoso mirándolo unido y emparentado con la muerte? Lo mismo le sucede a este libro, en el cual no se refieren separadamente los sucesos amorosos, sino artificiosamente entretejidos con memorias de la muerte que causan en el alma y los daños innumerables que ocasionan en el cuerpo con que se satisface al escrúpulo, y mucho más, siendo verdadera la sentencia del poeta:

Segnius irritat animos demissa per aures,
quam quae funt oculis subiecta fidelibus.

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Pues sin duda mueve mucho más la vista que la relación.

No es malo el tener noticias de todo: de lo justo para seguirlo y amarlo, de lo ilícito para aborrecerlo y huirlo. No fue en Salomón culpable el estudio de los errores y engaños que traen consigo los vicios: Dedi cor meum –dice– ut scirem errores, et stultitiam. 5 Ni en San Augustín mi padre, San Gerónimo, San Epifanio y otros muchos santos, el componer libros de las herejías, pues no las escriben para que las sigamos, sino para que las detestemos. No se cuentan en este libro las tragedias de el amor profano para aficionarnos, sino para que ninguno caiga, y finalmente se dicen con palabras tan compuestas y con frases tan decentes, que deleitan el entendimiento y no mueven la voluntad a lo torpe. Y cuando el asunto del libro se supone, se puede tolerar la relación de lo menos honesto por lograr mucho, que contiene de católicas doctrinas y morales enseñanzas.

Por lo cual, viéndome obligado a decir mi sentir, diré lo mismo de este libro que dijo Plinio el Menor de otros escritos: in quibus censoriae virgulae nihil; laudis et admirationis multa digna reperi. 6 En estos escritos no hallo defecto alguno que notar o censurar, mucho sí digno de alabar y de admirar, trabajo como este no ha menester censor, sino un panegirista elocuente que alabe y pondere su grandeza. Tan a la letra parece que habló el gentil discreto de este libro, que me parece había cumplido bastantemente mi obligación con expresar sus palabras, pero aunque en sucintas dijo mucho, no digo cuanto merece esta obra: pues es tesoro que encierra en sí rico y abundante mineral, no solo del oro de las sagradas letras acompañadas con peregrina erudición y singulares noticias, sino también de la plata de agudos conceptos y sentencias y del bronce de la firmeza y peso de su doctrina afianzada con gran copia de autoridades de santos a cuyo trabajo puedo aplicar lo que dijo el Lirinense: cuius quot ponit verba, tot sententiae, quot sensus, tot victoriae. 7 Cada palabra es una sentencia y cada desengaño es una victoria que alcanza del ciego Amor.

Celebra justamente la Escritura Sagrada el que Aod, Capitán del pueblo de Dios, jugase ambas manos con destreza: qui utraque manu pro dextera utebatur. 8 Y no es menor maravilla el hallarse en el autor de este libro tan hermanado lo ilustre y generoso de su sangre con lo excelente y admirable de su sabiduría , que no sabré discernir cuál de las dos prerrogativas sobresalga más en su persona; pues a porfía andan entre sí compitiendo lo valiente de su espada con lo bien cortado de su pluma, dejándonos enseñados que no se hallan tan reñidas como algunos piensan las espadas de los caballeros con las letras de los doctos. Y, quizás para enseñar Cristo cuán unidos debían andar entre sí estos dos generosos empleos, quiso juntarlos el día de su muerte, fiando su entierro de un capitán muy valiente y de un letrado piadoso: Joseph, noble decurión, y Nicodemus, maestro de la ley. Reprehendían en Terencio, aun viejo, que se intrometía en ministerios que no parecían proprios de su estado, a que respondió diciendo: homo sum, humanum nihil a me alienum puto, 9 soy hombre y ejercicios proprios de hombres no me pueden ser extraños. Sentencia a que todo el teatro hizo general aplauso, según refiere mi Padre san Augustín: cui sententiae ferunt theatra tota plausisse. 10 Nada es más proprio del hombre que el estudio de las ciencias y conocimiento de las cosas celestiales, pues por eso le crio Dios con los ojos hacia el cielo, como lo cantó el poeta:

Os homini sublime dedit, caelumque videre:
iussit, et erectos ad sidera tollere vultus. 11


El no hallarse muchos príncipes y caballeros adornados de sabiduría, no es por falta de la naturaleza racional que gozan, ni por oposición que tengan las letras y la nobleza, sino por falta de aplicación y sobra de ociosidad.

Mil gracias debemos dar al conde de Villasalto, pues a los timbres gloriosos de su casa ilustre ha sabido juntar con su estudiosa tarea el esmalte lucido de las letras. Por grande ventaja entre los demás hermanos tuvo el patriarca Jacob aquellas palabras con que dio la bendición a Joseph: filius accrescens Ioseph, filius accrescens. 12 Dos veces lo publica grande, porque lo fue en la sangre y en las letras, tocando al parecer, aunque de lejos, lo que hoy se admira en el conde don Joseph Zatrilla, para cuya alabanza grande, aunque bastaba lo que publican sus obras, la fama gloriosa de sus esclarecidos ascendientes hace que luzcan más sus heroicos blasones: maiorum gloria –dijo Mario– posteris quasi lumen est, neque bona eorum, neque mala in occulto patitur, 13 no ay antorcha que más descubra las obras de los sucesores que la gloria de los antepasados. A que añade san Gerónimo: rethorum disciplina est ab avis, et atavis, et omni retro nobilitate ornare quem laudant. 14

Querer referir las proezas heroicas de los ínclitos progenitores del conde de Villasalto fuera emprender numerar las estrellas del firmamento y las arenas del mar. Baste solamente decir que el eco de sus hazañas admirables resuena en los reinos más célebres de Europa. Ya en el de la corona de Aragón, siendo los Zatrillas de los primeros que en el Ampurdán de Cataluña sacudieron el yugo de los moros, conquistándoles el castillo que de su apellido le llamaron de Zatrilla. Ya en el Reino de Castilla, adonde en la famosa batalla de Las Navas de Tolosa se dio a conocer el valor de Pedro Alberto Zatrilla, quedando eclipsadas las otomanas lunas. Ya en el Reino de Cerdeña, a cuya conquista asistieron Alberto y Ramón Zatrilla y, muerto el primero gloriosamente en la guerra, fueron tales las hazañas del segundo que el Infante don Alfonso le nombró por gobernador y capitán general de aquel reino pare que le acabase de conquistar de los sarracenos, que felicísimamente se consiguió por medio de su valeroso brazo, cuyo acero invencible fue ruina total de la morisma, premiando los reyes de Aragón tan señalados servicios con darle las villas de la baronía de Gerrey. Ya en el mismo reino, venciendo y sujetando por dos veces a los rebeldes el segundo Alberto Zatrilla, gobernador de Cáller, y su hermano Ramón. Ya en Francia, adonde el tercero Alberto Zatrilla, general de las tropas de Aragón, se opuso con su destreza y valor al conde de Foix, que con poderoso ejército pretendía apoderarse del reino de Cataluña, y habiendo defendido gloriosamente la patria, fue por embajador de su rey al de Francia para tratar de conveniente remedio al cisma que padecía la Iglesia, habiendo antes en Aviñón dado la obediencia al Papa Benedicto en nombre de los reinos de Cerdeña. Ya en el reino de Córcega el mismo Alberto supo con sus armas y prudencia mantener al conde Arigo de la Roca y a los de su bando en la obediencia del Rey contra los Orias y jueces de Arborea que le hacían guerra. Ya en Génova, siendo el sobre dicho Alberto plenipotenciario de las paces, que en nombre de su Rey capituló con la República y ejército francés. Ya en Sicilia, a cuya conquista asistió con el rey don Martín Pedro Zatrilla y, aunque en ella perdió la vida, no se perdió la memoria de sus valerosos hechos. Ya en la ciudad de Alguer, defendiéndola Ramón Zatrilla del obstinado cerco que con numeroso ejército le tenía puesto el vizconde de Narbona, a quien venció en una gloriosa batalla, haciéndole prisionero. Ya en otras innumerables partes y ocasiones en que sus ilustres progenitores –tanto Zatrillas, como Dedonis– han servido con varios puestos y gobiernos en favor de la religión católica y de sus reyes con universal aplauso, como consta de las historias y de muchos privilegios y cartas de sus majestades, llenas de más favores que letra, sin que haya proeza gloriosa de sus claros ascendientes que no se vea imitada con primor del aliento bizarro y generoso del Conde, cumpliéndose a la letra en su persona lo que de Eneas dijo el gran poeta:
Attollens humero famanque, et fata nepotum. 15

Y pues es tiempo de concluir, diré para cumplir con la ceremonia de censor de esta primera parte de la historia del duque Federico, lo que dijo el Mantuano en la aprobación de otro libro: legi tanta animi voluptate, quanta loculentia splendet: sed eam legendo, dum cupio sedare sitim, sitis altera crescit, desiderium scilicet videndi reliquum, 16 no siendo justo el tener ociosa una pluma que tan alto se remonta. Así lo siento, salvo, etcétera. En este Convento de la Esperanza. Nápoles a 17 de enero 1687.

Fray Juan Zerezeda






1. Nota al ladillo: [1]. Eccli. 11. 30.
2. Nota al ladillo: [2]. Matth. 7. 16.
3. Nota al ladillo: [3]. Lib. 7. ep. 19.
4. Nota al ladillo: [4]. Horat. in arte poet.
5. Nota al ladillo: [5]. Eccle. 1. 17.
6. Nota al ladillo: [6]. Plinio.
7. Nota al ladillo: [7]. Comment. 1. cap. 33.
8. Nota al ladillo: [8]. Iudic. 3.15.
9. Nota al ladillo: [9]. In eant.
10. Nota al ladillo: [10]. Ep. 52.
11. Nota al ladillo: [11]. Ovid. 1. Meth.
12. Nota al ladillo: [12]. Gen. 49. 22.
13. Nota al ladillo: [13]. Salust. de bello Iugurt.
14. Nota al ladillo: [14]. Epist. 8.
15. Nota al ladillo: [15]. Æneid. 8.
16. Nota al ladillo: [16]. In Elig. mirand.

GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera