Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Aprobación del doctor en ambos derechos don Hilario Galcerín”
Autor del texto editado:
Galcerín, Hilario
Título de la obra:
Engaños y desengaños del profano amor
Autor de la obra:
Zatrilla y Vico, José, Conde de Villasalto
Edición:
Nápoles: Giuseppe Roselli, 1687


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APROBACIÓN DEL DOCTOR EN AMBOS DERECHOSDON HILARIO GALCERÍN


Muy señor mío, remíteme Vuestra Señoría el libro de los Engaños y desengaños de amor, motivados de un raro suceso, que, a no ser raro, no fuera asunto de ingenio tan peregrino: muchos días he gastado en su leyenda, pero no los he gastado, porque los logré todos. En la estudiosa fatiga de este libro, libré el descanso de mis continuas tareas, teniendo ocupado el entendimiento y absortos los sentidos, porque todos los ratos fueron agradables raptos, ni es mucho que estilo tan elevado soberanamente me suspendiera. Cada letra es letra de pago para el entendimiento, porque queda muy pagado de tan docta literatura, cada línea excede la línea del humano discurrir, porque discurre hasta parar en divinidades, cada cláusula tan bien eslabonada, que es cadena de los afectos con que cautiva el entendimiento y aprisiona la voluntad; tan bien devanado el hilo de las razones que ostenta muchos realces en la tela del discurso; tan bien entretejidas las flores de la erudición que, o son maravilla estas flores o son la flor de las maravillas. Es cada voz un rayo para la envidia, un trueno para la fama y un relámpago para el lucimiento. Débesele a Vuestra Señoría por muchos títulos el aplauso de los aciertos, pues aun a los hierros de amor acierta a dar título verdadero de engaños porque, como decía un discreto, son sus cautelosas industrias y engañosas caricias áspides, que ocultan en la fragrante belleza de las flores, hienas que con la humanidad fingida de las voces disimulan la fiereza cruel de los corazones, abejas que ofrecen en los labios dulzura y amenazan con el aguijón la herida, víboras que conciben en lascivo deleite y paren en mortal agonía, cocodrilos que fingiendo piedades tiranamente devoran, sirenas cuyo dulce canto solo sirve para el despeño, esfinges en la apariencia humanas y en la realidad monstruosas fieras, panteras que con la olorosa y dibujada piel atraen para trucidar, esteliones que en la superficie del estrellado manto arrojan el ocultado veneno, francolines que vestidos de plumajes y penacheras hacen su mansión en el polvo y lodazares sin remontar el vuelo a lo sublime, manicores aves de la India que fingiendo dulces reclamos atraen los pajarillos para despedazarlos, arañas de Arabia que ocasionando halagüeña rifa matan a cuantos pican, cajas de dulces que en los más sabrosos anidan los gusanillos, píldoras que con el resplandor del oro disfrazan la amargura que interiormente envuelven, fingidos monjibelos que ostentan en la superficie nevados cristales y esconden en las entrañas voraces incendios, cometas que con el brillante resplandor desmienten el mortal influjo de fatalidades, metales que sobredorados brillan y manoseados tiznan, llamas que con la luz enamoran y con el trasteo abrasan, nubes que prometen lluvias de fecundidades y desvanecidas en vapores adustan los frutos y esterilizan los campos, aguas del Mar Egeo que brindan con lo colorido de sabrosos licores pero gustadas difunden desabrida amargura, Montes de Cambalú que vagos gigantean y vestidos de copados árboles y verdes ramas carecen interiormente de amenidad y no tienen más delicia ni blandura que la dureza de toscos y denigridos peñascos, árboles del Reino de Chile que producen en cada hoja un gusano y engendran en cada flor una culebra, flores de Arabia que adormeciendo dulcemente matan, yedras que extendiendo la verde pompa desmoronan con engañosos abrazos, fruta de los campos de Sodoma cuya suavidad sabe a ceniza, la hierba basilicón que exhala fragancias y exprimida aborta escorpiones, Pandoras que con la dorada vasija difunden un tropel grande de ocultadas calamidades, monstruos de Scytia que con el semblante de humana hermosura rematan en horribilidades de fierísima sierpe, engañosas Volupias que en la misma ara donde la adoran por deidad de los apetecidos placeres reparte fatigas y afanados pesares.

Con estos símiles pondera este político los engaños de Amor, manifestando que es todo cautelas, todo falacias y simulaciones todo y que no sabe jugar otras armas, si no las del engaño, ni triunfar con otros ardides, si no es con las decepciones, como dulcemente lo cantaba un nuevo cisne:

Improbe inermis amor, quid rifu fallis amantes,
Suppositis armis, non tamen infidiis,
Nam sub flore dolos, sub pace pericula claudis,
Allicis ut perdas improbe naufragio.


Con fingidas caricias deleita los sentidos y adormece las operaciones, lisonjea el gusto y estraga la razón, enciende el apetito y amortigua la virtud. O cuántos llevados de estos mentidos halagos como glaucos necios no reúsan la muerte en estanques de lascivas dulzuras, cuántos Heliogábalos se ahogan en baños de sensualidad, cuántos Sifaras fenecen con el tosigo que les propinan las astutas Jaeles en la blandura de la leche, cuántos Ladislaos se absorben en suavísimo letargo inopinada muerte con el oloroso lienzo esponjado de perfumes y penetrado de venenos, cuántos hechos mariposas se queman en el mismo esplendor a la luz que los enamora, a cuántos incautos pececillos arrastra con el anzuelo el cebillo del deleite que hambrean, a cuántos simples conejillos engaña esta víbora sagaz cegándolos con la ponzoña escondida en la hierba dulce que golosean, a cuántos inadvertidos ciervecillos prende este cazador astuto con las cuerdas suaves del instrumento que los suspende y enajena, pero no solamente triunfan los engaños de Amor de la vulgaridad de los necios, sino también de la advertencia más sabia de los entendidos, cegando los ojos más linces y perspicaces, como decía Ovidio:

Centum fronte oculos, centum cervice gerebat.
Argus, et hos unus sæpe fefellit amor.


A estos sagaces engaños que el amor propone, opone Vuestra Señoría discretos desengaños que atraen a la virtud y retraen del vicio; con estos saludables documentos desecha Vuestra Señoría los insidiosos documentos con que el amor asecha y expele la depravidad a que el amor impele dejando instruidas las buenas costumbres y destruido el mal uso de la lascivia, destruida la mentira y restituida la verdad, porque son estos sabios desengaños la piedra de toque en que se divisa la falsedad de los metales: el crisol que purifica de las inmundicias, el espejo que representa las fealdades, el pulso que indicia la malignidad de las dolencias, el tanteo que descubre la profundidad de las heridas, el unicornio que manifiesta la mezcla de los venenos, la ágata preciosa que con energía los desecha, el brillante carbunco que ahuyenta las sombras y el mar cristalino que arroja las sordideces como cantaba un poeta:
Turpia sic animus, sic pellit sordida pontus.

Son estos documentos cristales de la fuente Sísife que ocasionan olvido de las pasiones de Amor, son blancas palomas que gustadas apagan los incendios de la concupiscencia, beban pues los engañados de Amor las aguas de estos claros desengaños y de estos saludables documentos como decía Ovidio:

Ad mea decepti juvenes præcepta venite,
Quos suus ex omni parte fefellit amor.


Y aunque es verdad que le parecían a Propercio incurables las dolencias de Amor:

Omnes humanos sanat medicinas dolores,
Solus amor morbi non amat artificem.


Pero donde parece que el arte queda superada de la naturaleza, penetra y discurre la comprehensión discreta de Vuestra Señoría medios eficaces para el remedio, que hallar vado en piélagos insondables no es destreza del vulgar piloto y abrir camino en sendas intrincadas no es advertencia de guía experta; qué ingenio sino el admirable de Vuestra Señoría sabría proporcionar la curación a la dolencia y la corrección a la corrupción del vicio haciendo acerba la medicina, porque es proterva la enfermedad, valiéndose del aforismo que extrema remedia ultimis in malis sunt adhibenda. No es hierro sino acierto usar del hierro en llagas encanceradas, cuerdamente desangra el médico las venas para expeler la malignidad de los humores que las oprimen, el discreto jardinero poda y corta los ramos inútiles y torcidos antes de viciarse todo el árbol, el labrador cuidadoso desperdicia con el incendio las malezas y abrojos del campo para fertilizar el cultivo, con la acerada lima se limpian y pulen los metales para que las sordideces no los consuman, con el ardor se afinan y purifican en el alambique los licores desechando las heces y las inmundicias y las luces se avivan cortando los negros pabilos que moqueando las derriten. Por esto con tanta viveza sacude Vuestra Señoría al vicio que le deja del todo amortiguado. Tan fuerte mano da Vuestra Señoría al amor lascivo que sin duda darán todos de mano a sus blanduras, con qué cuerdo exceso modera los excesos, dejando bien sacudida la maldad y bien disciplinada la virtud. Hace Vuestra Señoría todo esfuerzo en aviar la fuerza que desvía de la razón y, haciendo tiros a lo negro de la mentira, acierta al blanco de la verdad y, aunque el vicio se queje de vicio y le parezca que estas doctas correcciones muestran aspereza contra las dulzuras de amor, como deció Ovidio:

Dura aliquis præcepta vocet mea dura fatemur
Esse, sed ut valeas multa dolenda feres.
Libera sit potius vox correctoris amici
Serpere ne fibris cæca venena sinat.


La bebida más amarga es la más saludable al doliente: no se forman con la rectitud las costumbres, sino se reforman con la severidad los abusos, con la cerdosa piel se pule el blanco marfil, con la amarga celidonia se sana la ceguera de las golondrinas, con las agudas puntas del acicate se enderezan los torcidos corcovos del indómito bruto, con el terribile rugido del león se restituyen al sentido los animales oprimidos del letargo, escarbado con los repetidos golpes del buril se perficiona el simulacro, con la brillante aguja se penetran y agujerean los bordados para su relieve. No importa que quede quejoso el engaño, si la verdad queda satisfecha, ni que clame el vicio, cuando la virtud le aclama, porque estos fructuosos documentos son como la adelfa que es veneno a los brutos y antídoto a los racionales y aunque a la envidia le parezcan ajenos de la profesión de Vuestra Señoría son muy proprios de su estado que por caballero de capa y espada sabrá con más destreza quitar la capa al engaño y dar más agudos cortes al vicio, haciendo que triunfe desnuda la verdad con los despojos de la mentira, porque tienen en Vuestra Señoría igual temple y filos, pluma y espada –virtus mihi tamen est ensis, decía un poeta–, con entrambas sabe hacer punta al vicio cortando con el acero los nudos gordianos del engaño y aniquilando con la pluma las alas del amor lascivo, porque es pluma de águila, o águila de las plumas, y por esto se corona con la primacía, siendo en nuestra nación el primero que escribe en esta línea y será sin segundo porque nadie llegará a esta raya. Descuellan en Vuestra Señoría letras y blasones, virtud y nobleza, y en reñida competencia, si no se exceden, se igualan ambos timbres como decía O[w]en:

Exercent inter se in te certamen honoris
Nobilitas virtus ingeniumque tuum.


Es en Vuestra Señoría tan hidalgo el obrar como el nacer, porque si es lustre proceder de nobles, es realce tener nobles procederes, ser de buen linaje y tener buen linaje de acciones es duplicar los primores y el mérito de los aplausos, porque si en la nobleza se mira el origen, en las acciones se admira el fin. Ha nacido Vuestra Señoría pájaro grande y para volar a la altiva región de la fama se ha pertrechado de ambas alas, porque nobleza sin virtud pareciera cielo sin astros, rostro sin ojos, cuerpo sin alma, edificio sin adorno, árbol sin frutos, vid sin racimos, planta sin flores, espiga sin granos, suelo sin amenidad, mar sin peces, nave sin velamen, ave sin plumas, pavón sin rueda y fuente sin cristales.

Pero supuesto Vuestra Señoría con ser singular su talento, es universal en los talentos, no es bien que los sepulte en el silencio, ni que prendas tan esclarecidas se escondan con sombras de olvido, manifiéstelas Vuestra Señoría a la luz pública, para que beban todos las luces de su doctrina y quede con su resplandor ilustrada nuestra patria, no permita que recónditas se hagan sin la fruición infructuosas que si el sol dejara siempre sepultados en el ocaso sus rayos, no se llenaran la admiración de los ojos, si el cielo escondiera siempre entre nubes sus brillantes astros, no fuera tan admirable su contextura, si la vela, aunque fabricada de albores, ocultara su luz, no enamoraran sus esplendores, si las saetas se quedaran en su dorada aljaba, no volaran al blanco de los aciertos, si no se desojara el brillante acero serían inútiles sus filos, si se quedara en botón la rosa y no desprendiera sus bellos carmesíes, no consiguiera el imperio de las flores, ni difundiera sus fragantes aromas, si dejara reclusos y no desabrochara la granada sus rubíes, no fueran tan estimables, si la perla se quedara en su clausura, no ganaran tanta estimación sus nevados candores, si el raudal cristalino se detuviera en las profundidades del pozo, dejara hidrópica y poco satisfecha la apetencia del gusto, si no se corriera el denso velo a la primorosa pintura, no se aplaudieran las excelencias del diestro pincel y si se quedara recóndito el oro en las concavidades de la tierra, no fueran tan apreciables sus quilates, como decía Sambuco:

Aurum dum latitat, nihil venis, atque cavernis
Profuerit, fulvæ ni effodiantur opes.
Sic Virtus cælata parum commendat honorem,
Nec magis, ac mensa testa lucerna micat.


Deje pues Vuestra Señoría que esta obra tan fructuosa al bien público se manifieste para fruición común, que bien merece que se imprima, pues reprime el vicio y adelanta la virtud, quita las nubes al engaño y pone en las nubes la verdad. Bien merece la impresión de los moldes, pues viene tan de molde su impresión en los corazones, no me atrevo a llamarla su imán, porque no trae hierros, sino que los retrae, pero diré que ha de ser su firmeza de diamante que además de ser atractivo hará punta al vicio, mas esta piedra tiene preciosidad y el libro de Vuestra Señoría no tiene precio, aunque ha de sobrarle el aprecio, porque no hay palabra que no sea cuerda y es toda la obra tan bien acordada que ha de hacer mucha armonía, no hay voz que no tenga buen sonido y que no deje roca la envidia y sonora la fama, raya mucha luz en cada raya, son graves todas las ponderaciones, porque son de mucho peso y con ser tan sólido lo escrito, es la pluma muy delicada. Todos han de sentir bien de esta obra y la envidia es la que tendrá más que sentir, y este es mi sentir, que no le llamo parecer, siendo realidad que en materia de voto debo profesarla juntamente con la obediencia con que me sacrifico a los obsequios y preceptos de Vuestra Señoría que guarde Dios muchos años como deseo.


Cáller, enero 17 de 1686.


Besa a Vuestra Señoría la mano Su mayor servidor, don Hilario Galcerín






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera