Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Prólogo al lector y satisfacción a sus reparos”
Autor del texto editado:
Zatrilla y Vico, José, Conde de Villasalto
Título de la obra:
Engaños y desengaños del profano amor
Autor de la obra:
Zatrilla y Vico, José, Conde de Villasalto
Edición:
Nápoles: Giuseppe Roselli, 1687


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PRÓLOGO AL LECTOR, Y SATISFACCIÓN A SUS REPAROS


Siendo común costumbre y precisa obligación de los que escriben el propalar el ánimo declarando el fin y los motivos que tuvieron para escribir y exponer a la censura de la mordaz envidia lo que a costa de su fatiga procuraron trabajar, incurriera yo en muy culpable inadvertencia si careciera mi atención de tan indispensable circunstancia; conque, debiendo satisfacer precisamente a aquesta deuda con manifestar el fin que tuve para emplear el tiempo en esta ocupación y las razones que me obligaron a perder el miedo a la censura, abalanzándome a sacar a luz este primer parto –si no pareciere aborto– de mi basto ingenio o fruto primero de su infecundidad, no puedo negarme a ello, ni omitir la diligencia de anticipar las disculpas que abonan mi osadía y las que pueden desvanecer los reparos y objeciones del que, poco piadoso, quisiere culparme en algunas cosas en que no he delinquido, atribuyendo a descuido o inadvertencia lo que tal vez se habrá ejecutado con atención particular y con aprobación de sujetos muy dignos de toda veneración –a quienes he debido la honra de haberme favorecido con la calificación de sus censuras y con el elogio que desmerece lo tosco de mis borrones y lo basto de mis discursos– mas porque con mayor evidencia se conozca la razón que debe librarme de los cargos que quiera hacerme el cuidado de los que reparan en el menor defecto solo por tener motivo y ocasión de deslucir, he querido fiscalizarme con rigor y dejar con la satisfacción más saneando el ánimo de los mal contentadizos si se pagaren de las razones que se siguen.

I


El primer reparo que juzgo podrá hacer el escrupuloso censor, será el haberme valido para primera base y fundamento de este libro de una historia muy profana, pudiendo valerme de otra que no lo fuera, donde parece estuviera más bien empleada la moralidad y erudición con que he procurado exornar esta obra y más apoyando mis discursos y documentos con pruebas tan sagradas, pues en todas ellas me valgo de la Escritura y autoridad de Santos Padres.

A esto debo responder que no solo no ha sido culpable este medio que he tomado para el fin de reprehender el vicio, pero aun ha parecido muy conveniente a los que le han aprobado sabiendo el fin y la intención que tuve para ello y es que, hallándose tan estragado y aun perdido el gusto de muchos para lo moral, así porque suele dejarle desazonado la corrección, como porque se juzga más bien entretenido en lo profano con el agradable cebo de lo deleitoso, es fuerza que para que le sea menos desapacible el documento que le prohíbe lo más gustoso, se le disfrace con dulzura lo provechoso de este acíbar, disponiendo y convidando su apetito con salsas que le aviven y engañen con tal arte que, entretenido con el sainete de lo profano, encuentre lo saludable de la doctrina, sin que sienta la aspereza que suele llevar consigo lo moral de tantos desengaños como nos ofrecen la Divinas y Humanas letras, que con verdades infalibles y con experiencias muy notorias nos están señalando el camino del acierto; conque, habiéndome valido de estas pruebas tan sagradas para calificación de la verdad y apoyo de la razón que convence y reprueba la maldad del vicio, no puede ser culpable, ni debe censurarse lo que de suyo es estimable, pues esto mismo estilan los predicadores en los púlpitos.

II


El segundo reparo me persuado podrá fundarse en que el estilo que uso no es tan elevado, ni las frases tan cultas como algunos usan en sus escritos, juzgando que con remontarse mucho se aventajan a los demás, que fácilmente se dejaron comprehender, sin considerar que el aplauso y la gravedad de cualquier concepto no consiste en que no pueda penetrarse por obscuro, sino en que pueda quedar comprehendido por muy claro, porque la agudeza, o la sentencia, que por falta de expresión no se comprehende, no solo no deleita, ni aprovecha al que la lee, pero aun le desazona y atormenta dejándole escarmentado para proseguir en su leyenda, viendo que necesita de intérprete u de comento que le explique lo que el autor pudo decir y no quiso declarar.

Esta consideración es la que debe librarme de la censura de no haber seguido lo que en otros ha sido tan culpable, pues por esta razón me valgo de frases que ni por muy cultas enfaden u desazonen, ni que por muy vulgares se desestimen u desprecien; conque, habiendo observado en esta parte lo que vemos practicado en los más doctos y elocuentes, como lo fueron san Gregorio 1 y san Gerónimo, 2 juzgo no habrá sido desacierto el haber seguido este dictamen.

III


El tercero reparo juzgo que será el no ir expresando en cada capítulo el título de lo contenido en él, como lo estilan regularmente casi todos. Confieso que tiene fundamento este reparo, pero sabiendo el motivo que tuve para omitir esta circunstancia –aunque no esencial– me persuado he de quedar absuelto de este cargo.

Dos razones son las que me obligaron a obrar esta novedad: la primera el conocer que, faltándole a la curiosidad el cebo que la atrae con hallar anticipadamente expresado –aunque por mayor– lo que contiene todo el capítulo, suele leerse después con menos gusto, pues no ignora el suceso o el lance que deseaba brujulear más de espacio para entretenerse con la noticia que solicita en lo que lee, pues si de esta tiene vislumbre con lo que antes leyó en el título, no logra cabal la complacencia de inquirir la novedad, cuando esta es la que agrada, la que excita el deseo para tan gustosa aplicación y la que hace menos pesada la fatiga de la lectura. La segunda razón es que para los que quisieren tener anticipadas las noticias de lo que contiene cada capítulo, ya está el Índice patente a todos a quien podrán recurrir, si no quisieren tener el sufrimiento de leerlo extensamente en el discurso de la historia.

IV


El cuarto reparo me parece podrá ser en que los textos y sentencias no se han incorporado en medio de la historia, como otros suelen, sino que van puestas a la margen, como algunos practican y también podrán decirme los muy doctos que habiendo puesto tan a la vista las autoridades que traigo en prueba de mis discursos, no importaba romancearlas, porque es diligencia muy escusada para los entendidos.

A esto respondo que el haberlo dispuesto en esta forma ha sido con particular advertencia, porque como este libro han de leerle los discretos y científicos, y también los que no lo son, he querido, poniendo a la margen los textos, autoridades y sentencias, quitar el embarazo que podían causar a los idiotas, y al mismo paso explicarles su expresión en buen romance, para que no se queden en ayunas sin saber lo que contienen y lo que en ellas quiso probarse; y habiéndolas procurado romancear con las mejores frases que ha podido expresarlas mi corta inteligencia, me persuado que ni a los doctos podrá causarles desazón, ni a los demás podrá dañarles el que por este medio sepan lo que sin él ignoraban.

V


El quinto reparo será porque me detengo en referir sustancialmente casi todas las historias, así divinas como profanas, que traigo en prueba de lo que se discurre, pudiendo citarlas o apuntarlas de paso solamente por no ser cansado y molesto con los que las tienen muy sabidas.

Respondo que sobre valer en esto la misma razón que dije arriba de que los que carecen de estas noticias podrían culparme más justamente, se añade otra y es que como cualquier historia puede aplicarse a diferentes fines según los lances y circunstancias que hubo en ella, es fuerza que para que haga prueba en el discurso u documento en que se trae, se refiera lo sustancial que conviene al fin del intento porque se trujo y por esto se suele llevar una misma historia en prueba de diversos asuntos habiendo en ella diferentes lances o circunstancias que convengan con aquellos; conque, siendo preciso e inexcusable el expresar lo sustancial de las historias de que me valgo para comprobación de lo que persuado, no puede ser culpable en esta parte mi atención, antes juzgo que lo fuera si omitiera mi descuido o negligencia expresión tan importante.

VI


El sexto reparo y el que más fundamento podrá hacer el que juzgare mi poca virtud y corta literatura será el que siendo mi habilidad tan para poco, haya sido temerario en emprender lo que no es de mi profesión, ni de mi estado, pues, para escribir con algún acierto en lo político y mucho más en lo moral, es fuerza que concurran en el que compone las calidades y circunstancias que iré diciendo para no quedar deslucida su fatiga. La primera, y principal, es que tenga muchas noticias de las divinas y humanas letras; la segunda que sepa fundar sus ideas y adelgazarlas con viveza, apoyándolas con pruebas y símiles muy del intento; la tercera que en el modo de decir con la ponderación no canse, ni que con la prolijidad o la dureza desagrade, sino que, usando de frases y voces muy proprias, expresivas y cortesanas, no solo no desazonen el gusto con su aspereza, pero aun que le ceben y entretengan con la dulzura de su fluidez. Finalmente la cuarta circunstancia y no menos importante para quien escribe es la quietud de ánimo y de sentidos, porque estos puedan ocuparse en idear, discurrir y trabajar sin estorbo, ni embarazo que se lo impida; conque, careciendo mi corto talento de todas las calidades que se han dicho y faltándome las más veces el tiempo para atender a la obligación del gobierno de mis vasallos –que, aunque pocos, son bastantes para embarazarme– parece muy justo el reparo y merecida la censura del que me está juzgando en esta parte sin disculpa.

Respondo que si bien es mucha verdad todo lo propuesto y que conozco mi corta suficiencia, no por eso carece de razón la osadía de haber emprendido asunto tan difícil, porque, como las noticias se adquieren con el estudio o con la experiencia y las demás calidades que arriba se han ponderado se consiguen con la fatiga de haber leído mucho y de imitar lo más selecto, pudiendo con la frecuente aplicación de mi desvelo superar los defectos de mi ingenio y la rudeza de mi capacidad para lograr una mediana comprehensión que con viveza pudiese idear y discurrir con fundamento, no será imposible que a costa de mi sudor haya podido tener bastante luz para la formación de este volumen, exornándole con la lectura de algunos libros, ya que mis años –que no son muchos– ni el haber salido de este Reino –habiéndolo deseado siempre– pudo ser medio para conseguir mayor experiencia y práctica de lo que aprendí en los libros; conque, hallándome con los fragmentos con que pude escribir esta obra, quise lograr dos conveniencias a un mismo tiempo: la primera es desterrar el ocio, que es la polilla de la virtud y el origen de los vicios, a cuya sombra se introducen estos y se desvanece aquella, y la segunda el emplear el tiempo en cosa tan provechosa para el que la escribe y de algún útil para quien quisiere leerla, cuyo fin me empeñó a esta empresa interpolando y repartiendo las horas del trabajo, por no faltar a las del despacho de los negocios, ni a las que ha menester el cuerpo para su descanso y, aunque es verdad que por ser yo secular, podrán decirme lo que dijo san Pablo en su epístola a los romanos, en que reprehende al que, enseñando a otros, no sabe corregirse así mismo. 3 Respondiendo por mí el doctísimo Thomas de Kempis, dice que el que desea aprovecharse de lo que lee no ha de atender a la autoridad de quien lo escribe, ni a su mucha o poca literatura, sino que solamente el deseo de seguir la luz de la verdad debe ser el fin de su leyenda, no reparando en quien le da consejo, sino en lo provechoso de él. 4 Esto mismo se ve confirmado en lo que dijo Cristo –según afirma san Mateo 5 – cuando los escribas y fariseos ocuparon la cáthedra de Moisés, pues sin embargo que en ellos era muy desigual aquel empleo y sospechosa su doctrina, mandó el Señor que guardasen y siguiesen sus consejos, porque eran buenos, pero no sus obras, porque no lo eran; de que se sigue que, no habiendo faltado mi osadía en lo esencial del documento, pues propongo la verdad y la compruebo con la Escritura y Santos Padres, y no habiendo sido mi intención el enseñar a nadie, porque conozco que debo aprender de todos, no juzgo habré incurrido en la nota de temerario, ni de vano, pues ni en mí hay motivos para serlo, ni en cualquier otro razón para juzgarlo.

VII


Finalmente, por ser meno prolijo, juntando en este los demás reparos que me parece podrá hacer el riguroso censor, juzgo han de reducirse a que hablo con poca veneración de las mujeres y que hago muchas digresiones alargándome sobrado en cada documento en que discurro y moralizo el punto sobre que cae el aviso o la corrección.

A esto pudiera responder con muchos ejemplares de autores sagrados y profanos que con grande aplauso lo han practicado en esta forma, pero dejando a la prudente consideración de los doctos y discretos esta verdad, escusaré la molestia de citar los libros que me están abonando en esta parte, mas, por que los poco leídos sepan que he tenido mucha razón para imitar lo que en ellos vi observado, diré las que apoyan el fin que tuve para uno y otro. En lo primero se ha de suponer que jamás hablo generalmente de todas las mujeres, sino que venerando a las que son virtuosas y prudentes, culpo solamente a las que dejan de serlo, para que a vista del crédito que atropellan y del daño que se les sigue, se recobren las que faltaron y se desvíen del riesgo las que incautamente pudieran deslizar. En lo segundo, debe considerarse que para entrar a discurrir a lo moral en una historia de suyo tan profana es fuerza que haya digresiones, porque en este caso son inexcusables; pero, sin embargo que esto solo pudiera disculparme, se añade otra razón más relevante y es que si bien toda digresión que no es muy breve es muy cansada y enfadosa, procuro introducirla de forma en la parte donde debe haberla, que no solo no desazone, ni moleste por muy prolija, pero aun que cebe y entretenga el gusto, así por lo que en ella se discurre, como porque sobre aquello mismo entablo y sigo la moralidad, dispertando al mismo paso la curiosidad con las noticias que con alguna novedad refiero, eslabonando otra vez el discurso con la historia sin violencia, hago que no parezca cansada, ni prolija aquella digresión.

Habiendo pues satisfecho hasta aquí con razones suficientes los reparos que pueden ofrecerse a los que, llevados de su natural nocivo, suelen leer los libros y aun acudir a los sermones no para celebrar lo bueno que oyen o hallan escrito, sino para registrar los ápices, por ver si hallan que morder o censurar, me paso a declarar la causa final e impulsiva que me obligó a componer aquesta obra y a dividirla en dos tomos, pues aun de la menor circunstancia quiero dar cabal satisfacción.

El motivo principal que tuve para aplicarme a esta fatiga ha sido el deseo de emplear el tiempo honestamente y el cuidado de no vivir ocioso por las razones que dije antes, y el haberme determinado a sacarla a luz no fue de proprio impulso sino que, persuadido de muchos que suelen favorecerme, me vi obligado a comunicar este volumen con personas de la mayor calificación, por ver si me aconsejaban estos lo que aquellos me persuadían, y después que tuve su aprobación, habiéndome sujetado muy gustosamente a su doctísima censura, con este seguro me determiné, aunque con harta desconfianza de mi acierto y bastante conocimiento de mis hierros, a dar a las prensas este primer tomo, reservando para el segundo algunas academias que estoy trabajando con ingeniosa novedad, si Dios me da salud para concluirlas y conozco que no desagrado el gusto con la lectura de este primero, pues por no errar dos veces en lo que procuro acertar siempre, deseando servir y agradar a todos, debo esperar la común aceptación para que más animados mis alientos se esmeren en cumplir con lo que deben.

Últimamente, en remate y conclusión de todo lo que me toca declarar, debo decir y puedo asegurar que, conociendo lo poco que merecen y valen mis desvelos y fatigas, no aspiro, ni pretendo inútiles aplausos, ni vanas alabanzas, porque siendo este un género de premio muy poco seguro por lo incierto y de menos provecho por lo inútil, no ha sido jamás el fin de mis anhelos el lograr elogios, que escuchados desvanecen e ignorados no alborozan, sino el excitar la discreta emulación de muchos que pudieran admirar con sus escritos, pues, habiendo en esta ciudad de Cáller y en las demás del Reino tantos ingenios que descuellan en todas ciencias y facultades y solo dejan de lucir porque les falta inclinación o gusto de aplicarse a estos empleos, ya porque los acobarda lo molesto de la fatiga o ya porque recelan el desaire de la censura, he querido, exponiéndome a los rigores de la envidia, abrirles camino para que pierdan este miedo, pues empleando aquella todas sus iras en mi deslucimiento, podrán los demás lucir sin temor de este enemigo y lograr más seguramente sus aplausos; conque, faltándole a esta mi obra méritos que puedan adquirir el renombre de plausible, no puede caber en ella vanidad alguna, solo pudiera tenerme muy gustoso el conocimiento de que mis fatigas pudiesen aprovechar en algo para el desengaño de muchos que se hallan ciegos del amor profano y que, más advertidos con las verdades y experiencias que pondero, lleguen al verdadero conocimiento de sus hierros y a la ejecución de su puntual enmienda para mayor honra y gloria de Dios.





1. Nota al ladillo: 1. Greg. in proem. de lib. moral. cap. 5.
2. Nota al ladillo: 2. Multum laboravi in deprimendo stylo. Hyeron.
3. Nota al ladillo: 3. Qui ergo alium doces, te ipsum non doces, qui præ divas non furandum, furaris, qui dicis non mæchandum mæcharis: qui abominaris idola sacrilegium facis, et c. ad Rom. cap. 2. num. 21.
4. Nota al ladillo: 4. Non te offendat auctoritas scribentis, utrum parvæ, vel magnæ litteraturæ fuerit, sed amor puræ veritatis te trahat ad legendum: non quæras quas hoc dixerit, sed quid dicatur attende. Thom. a Kemp. de imit. Christi. cap. 5.
5. Nota al ladillo: 5. Super cathedra Moysi sederunt Scribæ, et Pharisei. Omnia ergo quæcumq, dixerint vobis servate, et facite; secundum opera vero eorum nolite facere. Math. cap. 23. n. 2.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera