Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Al ocio del ingenioso bien afecto”
Autor del texto editado:
Arnal de Bolea, Jacinto
Título de la obra:
El forastero
Autor de la obra:
Arnal de Bolea, Jacinto
Edición:
Cagliari: Tipografía de Antonio Galcerín, 1636


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AL OCIO DEL INGENIOSO BIEN AFECTO


Paréceme que la mesura de tu semblante me está haciendo acusación de fácil, fulminándome procesos para la reprensión con cargos de inadvertencia y arrojamiento, pues me quisieras prevenir sabio, erudito historiador con punta de político, manjar que tiene tanto del valimiento en este siglo; y que me deslizase tal vez por el gobierno, diciendo lo que tantos han repetido en tantas jornadas con gran golpe de autoridades, dejando en cada umbral un autor citado desnudo de toda alhaja y con tanto hielo que llame a todos que en unión le hagan cuerpo para tener alma. No todos se pueden revestir del vivaz espíritu de la eminencia de tantos sujetos que brota España por instantes, conserva el mundo en sus eternos anales y dan vida al siglo venidero coronadas con igual trofeo, siendo el mayor crédito que se puede haber logrado en nuestros tiempos posesión feliz de nuestra edad, honroso laurel a su fatiga ingeniosa y disculpable asunto de emulación a las lenguas forasteras, que sellando el labio lo admiran, con respeto cortés lo veneran y con asombro de suspensión se atajan.

En cuanto a lo sabio, una mediana naturaleza te consagro, con la confesión de lego bien afecto, y, si no me asustas con rigores, si no me amedrentas con amenazas, cebo puede ser este poderoso para que, fatigando libros, desentrañe historias, dando a tu ocio entretenimiento, tal vez prosiguiendo estas demasías que con tanto crimen se presentan a tus ojos, ofreciéndote por ahora doce novelas en que acabaré de ensayarme para solicitarte gusto.

En lo erudito, mi insuficiencia abona el tiempo que no he querido maltratar en vano, pues había de exprimir tan poco de sus acciones. Disculpa que aclama conocimiento y padrino que sabrá salir a los alcances a cualquier duda que me desluzca, o ya con lo dañado de la malicia, o con la torpeza de la ignorancia, siendo el más poderoso para mi pleito la materia, el asunto que, por lo humilde, huye toda ostentación de humanidad, aunque en la ocasión hará su salida, adeudando lo mejor de su hacenduela pobre.

Y cuanto a lo político, ya sé que no apretarás la clavija por la disonancia, pues debe traer consigo opinión, años, madurez y conocida licencia para salir bien de empeño tanto, pues es de justicia tan necesaria cuanto forzosa que se avecine a la reprensión y tropiece en la demasía, delito de irreparable peso; y más en la monarquía de España, tan poco enferma de descuidos, pues con vigilancia tan despierta, atentos los ministros al reparo, anticipan prevenciones, reparan daños, enmiendan inadvertencias de inferiores y, con advertido celo –examinándose a sí propios–, le acusan jueces y se sujetan reos, que no es ignorancia ignorar una cosa: eslo el no querer otorgarlo.

Prevención con milagro y ventajas para negociar en el mundo crédito de prudente, que, yendo hombro a hombro con la justicia, aseguran el acierto proporcionado, lucen la verdad desnuda y la diligencia con prevenciones próvidas, materia que dice experiencia y que no se permite al vulgo del ingenio bastardo por ser lo vedado de la grandeza, que el que se atreviere a rondar sus linderos será con la costosa pena que la costumbre tiene instituida para que, reparando el escarmiento, devotos veneren, humildes se atemoricen, y tú, piadoso, los ampares. ¡Oh con cuánta satisfacción te habré dejado por haber vomitado en mi descrédito todo el veneno que tenías en confección para maltraerme! Lisonjear he querido tus costumbres, obligándote con tus mismas armas, para que excuses –en mí, que te las entrego– el primer golpe. Mayor ignorancia es el abatimiento con exceso que la satisfacción con demasía, pues menos te sirvo cuanto más humilde me ofrezco, que el mundo es todo ostentaciones, y aunque a los primeros pasos sean cebo a la murmuración, con el tiempo se hace este error tratable y convierte en naturaleza su barbarismo. Y aunque el ignorar lo tengo por propio, bástame el atrevimiento para desmentir en alguna manera este delito. Dame el título que quisieres, que ya me sujeto a la obediencia y me parece que leo en tus labios, aunque medio confuso: «tiene natural bastante para el ejercicio de su ingenio, si se diera a libros luciera más su inclinación». Bastante premio, lector amigo, bien intencionado; y no es pequeña lisonja esta modestia para el rigor del siglo que alcanzamos. Vale.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera