Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Epístola al lector”
Autor del texto editado:
Salazar, Ambrosio de (n. 1575?)
Título de la obra:
Las clavellinas de recreación / Les oevillets de recreation
Autor de la obra:
Salazar, Ambrosio de
Edición:
Rouen (Ruán): chez Adrient Morront, 1614


Más información



Fuentes
Información técnica





[5]

EPÍSTOLA AL LECTOR


Amigo lector, cuando leyeres este librillo o parte de él, no digas mal de las historias, porque no soy yo el auctor, solo he servido de intérprete en ellas, de manera que el mal que dijeres no me morderá; si fuere de la tradución, considera primero que nunca se pudo volver una lengua en otra sin tocar la nata, y puedes creer y tener por cierto que me he trabajado mucho en no romperla, y pues te cuesta menos trabajo de callar que yo de haberlo hecho, ruégote no decir siempre la verdad, porque amarga aunque ella de sí sea buena. Dígolo porque podrías morder en algún panal que no te sabrá bien, y no es la miel para la boca del asno y podrán reptarte tu ignorancia quitándote parte de tu honra si tienes alaguna; y debes mirar que quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoje. No hagas como el otro ignorante que, habiéndole enseñado la lengua española en tres meses, de su indigna conversación quiso morder en mi título de Almoneda española, dirigido a la altísima y sin par en todo género de virtudes, la segunda María, reina regente en este reino de Francia; y sin mirar a tan alto y resplandeciente panal, mordió en mi panal, sin considerar la guarda que me lo guardaban. Más ignorante que él es; calle y váyase a acabar de aprender el castellano con los coritos de la Mancha, y con ellos sabrá más de lo que sabe; y guárdese de mí, que al otro libro que hago imprimir en loor de las mujeres lo nombraré por su nombre y descubriré el pastel, y todas ellas le darán de chapinazos. Y pues he hablado con necios, agora suplico a los discretos con grandísima humildad tomar de buena parte este mi trabajo, que sé cierto que la falta que hubiere me será perdonada por su discreción. Y allí, amigo lector, el estudio que se hace por las letras es siempre de provecho, y ha habido muchas personas ilustres y filósofos que han florecido por ellas que si, se hubiesen de nombrar, sería menester un largo volumen; y pues cada uno lo sabe, no hay para qué escribirlos tantas veces. Yo me he dado a ejercitar la pluma como dos que quieren hacer un edificio: el uno es rico y el otro pobre; el rico con su poder levanta su edificio más alto con sus torres, chapiteles y gallardetes; el pobre va poco a poco según su poder, el cual no ahonda muy hondo cimiento, sino que hace su obra solo para guardarse de la inclemencia del tiempo, sin hacer tantas gallardías en lo alto. Así ni más ni menos yo como pobre de espíritu hago mis obras de provecho, sin adornarlas de tantos circunloquios y razonamientos, que sirven más para hacer cosquillas a las orejas que para edificación. Hay algunos que dicen: “lo que ha hecho fulano es poca cosa; no es de su invención, lo ha sacado de otros libros”. A esto yo quiero responder que nadie nació enseñado, y que todos los auctores que han hasta agora escrito tampoco lo han hecho de su cabeza, aunque sea el mejor del mundo, y que el uno tira del otro, y así el que hace libro o compone verso siempre tiene delante de sí los auctores que compusieron antes dél; y a mi parecer la obra del simple nunca se debe despreciar, no más que la del sabio, pues el simple hace lo que puede y toma mucho mayor trabajo, que no el sabio, que hace lo que quiere con poca pena. El lector me dirá que con las obras del sabio el hombre se hace sabio, porque Salomón dijo muy bien que “Audiens sapiens, sapientior erit”. A esto respondo yo y digo que algunas veces se halla en la simple lición cosa de que carece la sabia, y pues que dice Salomón que tanto más oye el sabio tanto más viene sabio, entiende por todo lo que puede oír sea simple o sabio, porque si dijera “tanto más se oye del sabio, tanto más viene sabio”, yo no dijera nada en el recebir al simple; y pues Salomón, según su proverbio, habla con todo, yo te ruego recebir esta obrecilla y leerla, y dar primero las gracias al primer inventor, y después a mí, que de di la ocasión de verlas otra vez mezcladas con otras, solo consideraras mi trabajo y lo que me movió a hacerlo, que fue pensar hacer algún servicio a los curiosos y deseosos de saber las dos lenguas, la una por la otra: el español sabrá por la suya la francesa, y el francés sabrá también por la suya la castellana; y lo he hecho porque las sentencias y dichos que aquí se contienen, habrá algunas que son vueltas en lengua castellana que no lo eran, y otras que eran castellanas y nunca habían sido francesas; y pues de lo uno ni de lo otro puede venir mal, sino antes provecho, lee, ve, oye, recibe, gusta y calla si hallares faltas en la impresión; no es mía la culpa. Basta que del mal se tomara el menos; y si alguno sin juicio ni prudencia murmurare, yo te ruego no prestarle la oreja, sino no responderle; y quedará harto castigado, porque son como los que nunca han estado en la guerra y hacen los Rodamontes en la mesa, según el refrán que dice que es bueno hablar de la guerra y no verse en ella; porque los tales maldicientes si fuese menester que mostrasen sus obras, también habría en qué tropezar. "Vale."





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera