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Título del texto editado:
“A Nuño Díaz Méndez de Brito, caballero de la Casa del Rey Nuestro Señor en el reino de Portugal”
Autor del texto editado:
Piña, Juan de
Título de la obra:
Varias fortunas
Autor de la obra:
Piña, Juan de
Edición:
Madrid: Juan González, 1627


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A NUÑO DÍAZ MÉNDEZ DE BRITO, CABALLERO DE LA CASA DEL REY NUESTRO SEÑOR EN EL REINO DE PORTUGAL


Dedicar libros a los grandes y poderosos del mundo parece cosa divina. Por no constar de principio, debiose de adquirir con el primero, que en el imperio de los romanos y griegos ya no era novedad . Norte de las acciones humanas fue que volasen por la fama los libros a la sombra de una grande autoridad, que sombras hay de virtud contra las serpientes sin las que hicieron prodigiosos milagros.

Valerosos, heroicos lusitanos los han hecho, asombrando los más remotos climas que, en el reino de la Aurora, amantes del Sol niño, como del amor fueron venidos por dioses. Sus laureles admiran los dos mundos, que lo bélico de Marte influye en su temido reino de Portugal, cuyos capitanes invencibles, raros y divinos ingenios en armas y letras, son horror de las otras naciones, hasta lo no sujeto.

Vuestra merced es hijo del grande Héctor Méndez de Brito, grande por su valor y merecimientos, estimado y respetado de todos no solamente en España, mas aun en las más remotas partes y regiones del mundo, a quien muchos de los monarcas de él comunicaron por cartas y hicieron tanto aprecio de su ilustre persona, entendimiento y prudencia que se vio ser ––como notoriamente era— el varón más insigne que floreció en sus tiempos en el orbe; conque tan dignamente adquirió el renombre de Grande, tan debido por sus merecimientos y heroicas virtudes, entre las cuales la más principal era su mucha caridad, que liberalmente ejercitaba en general con todos, socorriendo a los pequeños y pobres y ayudando a los que no eran; conque fue parte de hacer muchos hombres ricos y acreditados, favoreciendo a muchísimos religiosos y a sus monasterios y casas, de que se infiere bien su mucha bondad, cristiandad y santo celo del servicio de Dios, y su mucha nobleza, pues es de la ilustre familia y casa de los Britos del reino de Portugal, tan antigua noble y principal como es notorio así en él como en los extraños; y por haber en ella tantos y tan excelentes varones en armas, virtudes y letras como se sabe y las corónicas lo refieren, se excusa tratar de sus excelencias.

Demás de esto, sirvió a su majestad y a los señores reyes, sus predecesores, con mucha fidelidad, así con grandísimas cantidades de empréstidos, para socorros y proveimientos de las armadas de las Indias y otras partes, como en todas las ocasiones que en sus tiempos se ofrecieron —sin interés alguno—, sobre que le escribieron infinitas cartas dándole las gracias de los muchos servicios que le había hecho. Y teniendo noticia de su gran valor y prudencia los reyes de otros reinos, deseando tener en ellos tan singular vasallo, le escribieron y ofrecieron muy extraordinarios favores; y particularmente el gran duque de Toscana, que por muchas veces y con grandísima instancia procuró que quisiese ir a vivir a sus estados, ofreciéndole el título de marqués, con otras prerrogativas de importancia para él y para sus hijos y descendientes, que todo lo despreció solo por servicio de su rey y patria.

Vuestra merced, imitando las acciones de su padre, se ha empleado siempre en servir a su majestad con tantas veras que, mandándole que viniese a esta corte, porque así convenía para cosas de su real servicio, aunque estaba casado de muy pocos días, dejó su casa y familia, patria y hacienda, y como vasallo tan leal y obediente se vino luego a esta corte, adonde se ha ocupado en grandísimas ocasiones de importancia del servicio de su rey y fue el primero que dio principio a los asientos, proveimientos de Flandes por el año pasado. En ocasión tan apretada como se sabe, y para animar a otros vasallos y darles ejemplo, se encargó de la mayor parte de los asientos —cosa jamás vista en estos reinos— para dar a entender a los extraños que tiene su majestad vasallos propios con que, sin necesitar de los ajenos, puede hacer todos los proveimientos que ha menester, así en ellos como en otros, tomando para este efecto vuestra merced a su cargo la mayor parte de los de Flandes y armadas, y asimismo de las casas reales capilla y tres guardas, con tanta utilidad y beneficio de la real hacienda —sin haberse visto otra vez como único vasallo—, con más voluntad y celo de servir a su majestad que de interés alguno particular, en que prefiere a las otras naciones.

Digo por cosa notoria que vuestra merced, para raro ejemplo de la virtud y nobleza, se ha dado tan de veras, sin estorbo de grandes riquezas, al estudio de las letras humanas que admira la afición y curiosidad a la lección de varias y diversas ciencias, de que tiene innumerables libros bien curiosos y bien extraordinarios, adquiridos con muchos desvelos y dineros; el premio, ser muy general en todas y en diferentes lenguas, como si de intento las hubiere profesado para valerse de ellas a no desdecir de sus naturales.

La insigne ciudad de Lisboa, famosa en el orbe, es de vuestra merced dichosa patria; y si no fue Héctor Méndez de Brito, su padre , el Ulises fundador, lo pudiera ser en su tiempo; por él grande, prudente y sabio si él de menos engaños y más riquezas –por quien de Creso y Midas excusara la antigüedad admiraciones a su ejemplo–, enriquecía cuanto miraba, como el Sol en amagos de providencia. Padre de la patria pudo ser llamado el de vuestra merced, émulo del que mereció este renombre ilustrando su república, cuyo premio, debido a su piedad, logra por sucesores, príncipes, reyes, reinos y monarquías.

Este libro que dedico a vuestra merced no puede agraviarse del acierto que, a la sombra de su amparo y valor, grande entendimiento y sutil ingenio , no tema censura. Vuestra merced le reciba, que por no sin desvelo tuve atrevimiento de hacer dueño y amparo suyo a vuestra merced, a quien guarde Dios muchos años.

Juan de Piña






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera