Título del texto editado:
“Aprobación del Rmo. P. M. Fr. Pablo Yañez de Avilés, maestro jubilado del Orden de San Bernardo, Cronista del Rey nuestro señor y de sus reinos de España y de las Indias y de su Religión, examinador sinodal del Arzobispado de Toledo, &c.”
Aprobación del Rmo. P. M. Fr. Pablo Yáñez de Avilés, maestro jubilado del Orden de San Bernardo, Cronista del Rey nuestro señor y de sus reinos de España y de las Indias y de su Religión, examinador sinodal del Arzobispado de Toledo.
M.P.S.
De orden de V. A. he leído una, dos y tres veces este libro canoro intitulado
Lira Sagrada y humana de León,
compuesto por don Gabriel de León y Luna, y que desea salga a la
luz
don Juan Manuel de
Palacios
y Herrera, ambos
caballeros
del hábito de Santiago, vecinos, amigos y verdaderamente unos o uno en la discreción y elocuencia
retórica
y métrica española, y no he hallado número ni punto dísono a las supremas regalías y a la armonía del buen
ejemplo
de las cristianas católicas moralidades. Antes más y mejor diré que la lección de los
poemas
devotos
me pulsó afectos píos, y la de los cortesanos
divierte
a descansos virtuosos. Porque en aquellos arde y brilla numen que propiamente se llama divino por sus asuntos y aciertos, y en estos luce y resplandece
numen
no solamente lícito, sino recto por su alegría modestísima y arregladísima eutrapelia. Como
Caballero
Congregante antiguo del Misterio de Nuestra Señora del Destierro de María Santísima y como avecindado morador de la casa principal próxima a nuestra iglesia, dedicada a la Reina del Cielo en este Misterio, en la hermosísima imagen de este título internó el autor su ingenio en los pasos de aquel camino, siguió a sonoros compases las floridas huellas y estampó en fervorosos
versos
las
fructuosas
maravillas. Y valiéndome yo de un León para otro León, diré de nuestro don Gabriel de León y Luna lo que cantó el maestro don Manuel de León Marchante en un
villancico
al Nacimiento de nuestro Salvador en la oposición de Maestros de Capilla:
Otro, que a Belén madruga
dijo, levantando el grito,
para la huida a Egipto,
al niño le doy la fuga.
Aunque, siendo más grave,
conceptuosa,
elegante, auténtica y clara discreción de nuestro don Gabriel en su
Canto de la fuga de
María
miro en él como en el espejo numérico el objeto místico y como una Luna fija de la mejor Luna fugitiva. De modo que si el abad Filipo dio vejamen a los antiguos porque no habían más que a la Luna planeta y no a la Luna María:
Unam vos veteres nostis tantum modo Lunam,
Temporibus nostris altera maior adest,
ahora se repite y añade en este poema lucido, como en reflejo ilustre, silencio armonioso, que toca a culto más festivo:
A Luna signum diei festi,
que dice el
Eclesiástico,
cap.43.vers.7. satirizándole mejor a la astrología anciana con la poesía presente.
A todas las materias y consonancias que nuestro don Gabriel ha querido tocar con su dulce
pluma
conviene o consuena el epíteto lira en que resuenan tantas voces como cuerdas. Halló Mercurio la lira en el monte Cilene de la Arcadia; y nuestro autor la goza hallada entre
ocupaciones
de la
corte
y entre soledades de su casa. Diola Mercurio a Apolo como el autor la dio más al juicio
maduro
que al uso frecuente. Apolo la dio a Orfeo después que este halló la cítara, como mejorándole de instrumento, y nuestro autor la dio a sí mismo, aun después que desde los rasgos del
entretenimiento
pasó a los puntos del
desengaño
para elevar su armonía al empíreo sin que hubiese tocado por alguna Eurídice en el infierno.
Mejor,
pues, se colocará en el Cielo que la lira de Mercurio. De esta constelación, llamada Lira celeste, dijo Higino, que cae primero de febrero de noche y cuando caen las espaldas del celeste León. Cantó Ovidio estas estrellas en el libro 2 de los
Fastos
Illa nocte aliquis, tollens ad sidera vultum
Dicit ubi est hodie qua LYRA fulsit heri?
Dumque LYRAM quaerit mediis quoque terga LEONIS
In liquidas subito mersa notabit aquas.
Mas si esta
Lira
se sumerge, la de nuestro León se
imprime,
y, si aquella en su ocaso borra sus luces en el agua, esta aumenta y perpetúa sus brillos en la tinta.
Quien no conozca al autor no admirará, como se exige, para justo
elogio
este precioso
desperdicio
de su entendimiento noble. Verase un varón
maduro,
serio, devoto, recogido, doméstico, extraño absolutamente de
tertulias,
academias, cuanto más de teatros, que parece que aún no conoce de vista a los versos. Represéntase como
negado
a las
jocosidades
y como adverso a las diversiones. Y ciertamente más las huye que las rehúsa. Pero, siendo inexcusables en casa de
caballero,
padre de familias, algunas
visitas
y concurrencias a que debe complacer, como mayor de los suyos, en el concurso y congreso decoroso de conversaciones eruditas y elegantes, tal y tal vez ha sido convidado de unos y aun
compelido
de otros a decir y componer, y siempre tan
admirado
fuera de la expectación de los menos frecuentes, y sobre la experiencia de los ya familiares que, si celebró Ovidio que Aquiles triste pulsase la lira alegre, más se han asombrado todos de que en nuestro autor, a cuya constancia no han faltado motivos de tristeza, se oiga y vea lira tan
suave
en sus tonos, como exenta de cuidados.
Fertur in abducta Briseyde TRISTIS Achilles
Aemonia curas attenuasse
LIRA. Ovid.eleg.I.lib.4.
Esta juiciosísima vena que desde la villa de Manzanares del campo de Calatrava enriqueció maduros verdores en la Universidad de Alcalá y amentó frutos ingeniosos al Manzanares, río de esta corte, es regla de poesía, porque es poesía de regla, pues su
Lira
no enerva al ánimo o la mente (“Enervant animos citarae cantusque, lyraeque”. Ovid.2.
De Remed. Amor.)
ni derritió poemas (“Teneros ne tange Poetas”.
Ídem ibid.)
, nii de repente se deslizó en voz que no fuese número, peso y medida de la cortesía y de la modestia, ni de pensado el apuro del
estudio
le hizo salir del modo o tomarse licencia dentro o fuera del verdadero metro.
Poeta
de ley, y no común, porque ni como poeta pinta, ni como pintor finge o lisonjea. Son pocos los tonos, pero estos pocos son
llenos
respectivamente a los
asuntos
y colmados de armonías de voces, conceptos y afectos. Ingenio feliz cuanto más parco, y por esto no digo si más fecundo, pues en la misma tasa de las poesías se muestra la medida de ellas mismas, así porque las más veces aun en otros puntos la abundancia se causa o se influye contumelia, como porque en pocos versos reluce más el
ingenio
junto con el juicio para muchos. No hay copla con
tintura
que desluzca la leyenda. No hay sonido hendido, color quebrado, figura que no sea recta para lección sana y segura, ni alusión, directa o indirecta, que no merezca
atención
refleja sin temor de repetirse especulativa o curiosa, porque la
agudeza
cuanto penetra comprime y la elocuencia cuanto se difunde contiene.
En este librito se aclara o se destila el enigma “Et de forti agressa est dulcedo”,
Judic.
14.14 (Del fuerte manó la dulzura). Ya se verifica la declaración “Quid dulcius molle o quid fortius”, LEONE.ibid.v.18. ¡Qué cosa más dulce que la miel! ¡Qué cosa más fuerte que el león! Ya porque se eleva cuanto es más fuerte el artífice discursivo que un león difunto, si no es que para mayor claridad se nos proponga lo muerto como triste para mayor admiración de la dulzura métrica en seriedad melancólica. En expresiones
elegantes
de esta
Lira
elocuente se hallará un índice copioso del honor de nuestro
idioma
español o castellano, pues en
estilo
puro, corriente y llano, sin rodeos de frases peregrinas, sin
hurtos
de oradores o poetas
griegos
o latinos, sin necesidad de Delio que interprete a nado espumas, ni de hacha de luz o filo que alumbre o que desmonte densas soledades, se beben conceptos tan
sublimes,
concentos tan
armoniosos
y reciprocaciones tan coordinadas, que se demuestra que nuestra lengua es muy propia de toda la alma y aun de su superior espíritu, y tan al natural que se viene a ella la mayor altura de la razón. Tanto honor baña a esta obra.
Sic honor & nomen Divinis Vatibus, atque
Carminibus venit. Post hos insignis Homerus.
Horat.
De Arte Poetica.
Otra preciosidad tiene esta
Lira,
y es que ciertamente es fábrica sin
obra,
trabajo del
ocio,
cuidado del descuido, rasgo del entretenimiento, no tanto voluntario o libre, como complaciente y menos complacido, y como de quien, cansado de escribir, se pone a rasguear o, fatigado de estudiar, se aplica o le aplican a leer. Ningún poema ha sido escrito por obligación, por empeño, por competencia, sino ya por amigable
encargo,
ya por filial ruego; y todos han sido compuestos como con
desdén
o, a lo menos, como sin aprecio. Vive el autor con su hija y
yerno,
a quienes nombra en algunas poesías, y en obsequio de los concurrentes de sus hijos ha condescendido casi siempre con las obras de estos últimos años. Y cuando por sí solo escribiera, como
Garcilaso
en la
Égloga:
El triste lamentar de dos pastores
Salicio juntamente y Nemoroso
he de cantar sus quejas imitando,
la atención política le ha hecho prorrumpir o proceder a tan varia especie
dulcísima
armónica. Solamente en el poema del
misterio
del destierro a Egipto confieso que yo tuve instante influjo por frecuente y aun porfiado ruego, y así como logré la condescendencia, debo explicar la gratitud e imitar la devoción. Mediten ahora los discretos qué versos fueran los prevenidos de quien son tan elevados los ocurrentes. Ya, pues, no se debe agradecer menos a don Juan Manuel de
Palacio
Haro y Herrera el impulso de dar estas poesías a la
luz
en virtud de una unísona
amistad,
y a la verdad “versos son regios, dignos son de la luz de palacio”.
Así lo siento,
salvo meliori.
En este de nuestro padre san Bernardo de Madrid. Junio primero de 1733.
M. Fr. Pablo Yáñez de Avilés.