Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Luis Tribaldos de Toledo, al lector”
Autor del texto editado:
Tribaldos de Toledo, Luis (1558?-1634)
Título de la obra:
Guerra de Granada, hecha por el rey de España don Felipe II, nuestro señor, contra los moriscos de aquel reino, sus rebeldes. Historia escrita en cuatro libros
Autor de la obra:
Hurtado de Mendoza, Diego (1503-1575)
Edición:
Lisboa: Giraldo de la Viña, 1627


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Luis Tribaldos de Toledo, al lector


Siendo don Diego de Mendoza de los sujetos de España más conocidos en toda Europa, fuera cosa superflua ponerme a describirle, principalmente habiéndolo hecho en pocos pero elegantes renglones el señor don Baltasar de Zúñiga. Tampoco me detendré en alabar esta historia ni en probar que es absolutamente la mejor que se escribió en nuestra lengua, porque ningún docto lo niega, y pudiéraseme preguntar lo que Arquidanto Lacedemonio a quien le leía un elogio de Hércules: “et quis vituperas?”. Solamente diré que causas hubo para no publicarse antes, las que me movieron a hacerlo agora, qué ejemplar seguí en esta edición y qué márgenes.

Cuanto a lo primero, es muy sabido y muy antiguo en el mundo el odio a la verdad, y muy ordinario padecer trabajos y contradiciones los que la dicen, y aún más los que la escriben. Del conocimiento de este principio nace que todos los historiadores cuerdos y prudentes emprenden lo sucedido antes de sus tiempos, o guardan la publicación de los hechos presentes para siglo en que ya no vivan los de quien ha de tratar su narración. Por esto nuestro don Diego determinó no publicar en su vida esta historia, y solo quiso, con la libertad que no solo en el más de aquella ilustrísima casa de Mondéjar es natural, dejar a los venideros entera noticia de lo que realmente se obró en la guerra de Granada, y pudo bien alcanzarla, por su agudeza y buen juicio, por tío del general que la comenzó a donde todo venía a parar, por hallarse en el mismo reino y aun presente a mucho de lo que escribe. Afectó la verdad, y consiguiola, como conocerá fácilmente quien cotejare este libro con cuantos en la materia han salido. Porque en ninguno leemos nuestras culpas o yerros tan sin rebozo, la virtud o razón ajena tan bien pintada, los sucesos todos tan verisímiles, marcas por las cuales se gobiernan los lectores en el crédito de lo que no vieron. La determinación de don Diego me prueban unas gravísimas palabras escritas de su letra al principio de un traslado de esta historia que presentó a un amigo suyo, en que justamente pronostica lo que hoy vemos.”Venies qui conditam, et seculi sui malignitate compressam veritatem, dies publicet. Paucis natus est qui populum aetatis suae cogitat. Multa annorum millia, multa populorum supervenient; ad illa respice. Etiam si omnibus tecum viventibus silentium livor indixerit, venient qui sine offensa, qui sine gratia iudicent” (Séneca, epístola 79). Dije que no quiso sacarla; añado que ni pudo, porque no la dejó acabada, y le falta aún la última mano, lo que luego se echa de ver en repetir cosas que bastaban una vez dichas, como la significación de “atajar” y “atajadores”, los daños de la milicia concejil y otras de este jaez; y aún más de algunas notables omisiones que hacen bulto y muestran falta, cual la de la toma de Galera y muerte de Luis Quijada, advertida y elegantemente suplida por el gran conde de Portalegre, y otra no menor cuando, siendo encomendado lo de la sierra de Ronda a los dos duques de Medinasidonia y Arcos, cuenta muy extensamente el progreso de este, pero en el otro hace tan alto silencio, que ni aun nos declara las causas de no venir a la empresa, siendo así que para ello debió un tan grande señor tenerlas, y aun muchas y muy justificadas. Otras faltas apuntara, mas basten estas dos para ejemplo. Muerto don Diego, viviendo aún personas que él nombraba, duraba el impedimento que en vida, demás de que los eruditos a quien semejantes cuidados tocan quieren más ganar fama con escritos proprios que aprovechar a la república con dar luz a los ajenos.

Cuanto a lo segundo, hoy que son ya pasados cerca de sesenta años, y no hay vivo ninguno de los que aquí se nombran, cesa ya el peligro de la escritura, no doliendo a nadie verse allí más o menos lucido, y, aunque hay de ellos ilustrísimos descendientes o parientes, por haber militado en esta guerra una muy gran parte de la nobleza de España, sería demasiado melindre y aun desconfianza celar alguna faltilla del defunto que les toca, cuando ninguna de las que se notan es mortal ni de las que disminuyen la honra o la fama, porque estas no las hubo ni se cometieron, ni don Diego, siendo quien era, se había de olvidar tanto de sus obligaciones, que las perpetuase, aun cuando se hubieran cometido. Porque la historia escríbese para provecho y utilidad de los venideros, enseñándolos y honrándolos, no corriéndolos o afrentándolos, aun cuando para escarmiento quiere tal vez ensangrentarse la pluma. Tampoco me acobarda el quedar imperfecta, pues, si este Júpiter Olímpico estando sentado toca con la cabeza el techo del templo, ¿adónde llegará con ella si se levantara en pie? ¿Adónde si la colocaran y la subieran en una base?

En esta edición lo que principalmente procuré fue puntualidad, sin dar lugar a ninguna conjetura ni emendar alguno por juicio propio; cotejé varios manuscritos, hallándolos entre sí muy diferentes, hasta que me abracé con el último y sin duda alguna el más original, que es uno del duque de Aveiro en forma de 4º, trasladado de mano del comendador Juan Baptista Labaña y corregido de la del conde de Portalegre, con el cual conocí cuán en balde había cansádome con otros. Este texto es el que sigo, sin alterarle en nada, y es el genuino y proprio de quien en su introdución habla aquel gran conde. Deseaba yo ornar los márgenes con lugares de autores clásicos bien imitados por el nuestro, y no me fuera muy difícil juntarlos, mas, guardándolo para la postre, me sobrevino esta enfermedad tan larga y pesada, que me imposibilitó, y, porque se me da mucha priesa, los guardo para segunda edición (si acaso la hubiere), que espero serán muy gratos a los doctos. Dábame pesadumbre que fuera esta gran obra tan desnuda que ni unos sumarios llevase, hasta que se me acordó de los que leí en un manuscrito de esta historia que ha tres años me prestó aquí un caballero que agora está en Lisboa, adonde al amigo que atiende a la edición encargué buscarlos y ponerlos, y, según veo en los veinte pliegos que ya están impresos cuando esto escribo, podrán servir en el ínterin, y esto es cuanto se me ofrece decir al lector.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera