Información sobre el texto

Título del texto editado:
“El autor a sus amigos”
Autor del texto editado:
Mexía, Diego de
Título de la obra:
Primera parte del Parnaso Antártico de obras amatorias, con las 21 epístolas de Ovidio y el In Ibim en tercetos
Autor de la obra:
Mexía, Diego de
Edición:
Sevilla: Alonso Rodríguez Gamarra, 1608


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El autor a sus amigos


Navegando el año pasado de noventa y seis 1 desde las riquísimas provincias del Pirú a los reinos de la Nueva España (más por curiosidad de verlos que por el interés que por mis empleos pretendía), mi navío padeció tan grave tormenta en el golfo llamado comúnmente del Papagayo, que a mí y a mis compañeros nos fue representada la verdadera hora de la muerte; pues, demás de se nos rendir todos los árboles (víspera del gran patrón de las Españas a las doce horas de la noche, con espantoso ruido, sin que vela ni astilla de árbol quedase en el navío, con muerte arrebatada de un hombre), el combatido bajel daba tan temerarios balances, con más de dos mil quintales de azogue que por carga infernal llevaba, y sin mucho vino y plata y otras mercaderías de que estaba suficientemente cargado, que cada momento nos hallábamos hundidos en las soberbias ondas. Pero Dios, que es piadoso padre, milagrosamente y fuera de toda esperanza humana, habiéndonos desahuciado el piloto, con las bombas en las manos y dos bandolas, nos arrojó día de la Transfiguración en Acajú, puerto de Sonsonate. Aquí desembarqué la persona y plata y, no queriendo tentar a Dios en desaparejado navío, determiné ir por tierra a la gran ciudad de Méjico, cabeza (y con razón) de la Nueva España. Fueme dificultosísimo el camino, por ser de trecientas leguas: las aguas eran grandes por ser tiempo de invierno; el camino, áspero; los lodos y pantanos, muchos; los ríos, peligrosos; y los pueblos, mal proveídos por el cocoliste y pestilencia general que en los Indios había. Demás de esto y del fastidio y molimiento que el prolijo caminar trae consigo, me martirizó una continua melancolía por la infelicísima nueva de Cádiz y quema de la flota mejicana, de que fui sabidor en el principio de este mi largo viaje. Estas razones y caminar a paso fastidioso de recua (que no es la menor en semejantes calamidades) me obligaron, por engañar a mis propios trabajos, a leer algunos ratos en un libro de las epístolas del verdaderamente poeta Ovidio Nasón, el cual para matalotaje de espíritu (por no hallar otro libro) compré a un estudiante en Sonsonate. De leerlo vino el aficionarme a él; la afición me obligó á repasarlo, y lo uno y lo otro y la ociosidad me dieron ánimo a traducir con mi tosco y totalmente rústico estilo y lenguaje algunas epístolas de las que más me deleitaron. Tanto duró el camino, y tanta fue mi constancia, que cuando llegué a la gran ciudad de Méjico Tenustlitlan hallé traducidas, en tres meses, de ventiuna epístolas las catorce. Y, aunque entiendo muy bien que se me podrá responder aquí lo que el excelente Apeles al otro pintor, que en este espacio de tiempo se podrían traducir, según están de mal traducidas y peor entendidas, otras tres tantas epístolas que estas; como yo no pretendo la fama (no digo de poeta, que este es nombre célebre y grandioso, sino de metrificador) que el otro pretendía de pintor, no reparo en ello, ni entonces reparé. Antes, considerando que mi estada en la Nueva España (respeto de la grande falta de ropa y mercaderías que en ella había) se dilataba por un año, me pareció que no era justo desistir de esta empresa, y más, animado de los pareceres de algunos hombres doctos; y así, mediante la perseverancia, le di el fin que pretendía. Quise traducirlas en tercetos, por parecerme que corresponden estas rimas con el verso elegiaco latino: limelas lo mejor que a mi pobre talento fue concedido, adornándolas con argumentos en prosa y moralidades que para su inteligencia y utilidad del lector me parecieron convenir, pues es cierto que la poesía que deleita sin aprovechar con su doctrina no consigue su fin, como lo afirma Horacio en su Arte, y mejor que él Aristóteles en su Poética. Seguí en la explicación de los conceptos más dificultosos a sus comentadores Hubertino y Ascensio, y a Juan Baptista Egnacio, veneciano; y en algunas cosas imité á Remigio Florentino, que en verso suelto las tradujo en su lengua toscana con la elegancia y estudio que todos los milagrosos ingenios de Italia han siempre escrito. Demás de lo bueno que en estos autores he hallado, añadí conceptos y sentencias mías (si tal nombre merecen), así para, más declaración de las de Ovidio, como para rematar con dulzura algunos tercetos. Finalmente, he puesto la diligencia posible por que esta admirable obra saliese con el mejor atavío y ornato que a mi entendimiento fuese posible. Y, aunque he usurpado algunas licencias, de suerte que puedo ser mejor llamado imitador que traductor, siempre he procurado arrimarme a la frasis latina en cuanto en la nuestra es permitido. También he visto después acá en otras impresiones unos dísticos antepuestos y pospuestos a aquella por quien yo hice esta tradución, y algunos menos y algunos más; y así el curioso que quisiere conferir los tercetos por los dísticos, si hallare alguna variación, entienda que en los diferentes ejemplares está la falta, fuera de que cada vez que las repaso hallo más que enmendar; lo cual si hiciese, sería proceder en infinito, porque, como afirma el filósofo, a lo hecho es fácil de añadir; y el mismo Ovidio, en el primer libro de Ponto, dice de sí mismo estos versos:

Cum relego scripsisse pudes, quia plurima cerno
me quoaue: qui feci iudice digna lini
Nec tamen emendo, labor hic quam scribere maior
mensque; pati durum sustinet agra nihiL


Después de haber puesto fin a esta tradución, no faltó quien dijo que no había traducido la invectiva intitulada In Ibim, que del mismo Ovidio anda impresa con estas sus Heroidas o Heroicas epístolas, por la gran dificultad que tenía; y, así por los desengañar como para servir a los curiosos, la traducí con la curiosidad y mayor inteligencia que me fue concedida, poniéndole al margen las historias sin las cuales tuviera alguna dificultad, por ser muchas y algunas muy peregrinas.

He querido con alguna prolijidad escribir la ocasión que tuve en estas mis traduciones por que se entienda que fue más entretenimiento de tiempo y recreación de espíritu que presunción de ingenio, pues sólo sé que sé que no tengo por qué tenerla. El ingenio y talento que Dios fue servido de darme (si es alguno) es bien poco, y ese, ocupado y distraído en negocios de familia y en buscar los alimentos necesarios a la vida; la inquietud del espíritu es tan grande como la del cuerpo, pues ha veinte años que navego mares y camino tierras por diferentes climas, alturas y temperamentos, barbarizando entre bárbaros, 2 de suerte que me admiro cómo la lengua materna no se me ha olvidado, pues muchas veces me acontece lo que a Ovidio estando desterrado entre los rústicos del Ponto, lo cual sinifica él en el quinto libro de Tristes, en la décima séptima, cuando dice que, queriendo hablar romano, habla sarmático, cuyos versos son estos:

Ipse ego Romanus vates, ignoscite Musa
sarmático cogor plurima more loqui
et pudet, et fateor: iam desuetudine tonga
vix subeunt ipsi verba latina mihi.


La comunicación con hombres doctos (aunque en estas partes hay muchos) es tan poca, cuan poco es el tiempo que donde ellos están habito; demás que en estas partes se platica poco de esta materia, digo de la verdadera poesía y artificioso metrificar, que de hacer coplas a bulto antes no hay quien no lo profese, porque los sabios que de esto podrían tratar sólo tratan de interés y ganancia, que es a lo que acá los trajo su voluntad; y es de tal modo, que el que más doto viene se vuelve más perulero, como Ovidio a este propósito lo afirma de los que iban a los Getas, en el cuarto de Ponto, escribiendo a Severo:

Si quis in hac ipsum terra posuisset Homerum
esset crede mihi. factus et ille Getes.


Pues para leer y meditar, ¿cómo habrá tiempo, si para descansar no se alcanza? ¡Oh, dichosos (y otra vez dichosos) los que gozan de la quietud en España, pues con tanta facilidad v con tantas ayudas de costa pueden ocuparse en ejercicios virtuosos y darse a los estudios de las letras! y ¡oh, mil veces dinos de ser alabados los que a cualquier género de virtud se aplican en las Indias, pues, demás de no haber premio para ella, rompen por tantos montes de dificultad para conseguirla! Y así, los que leyeren estas epístolas e invectiva no se admiren de sus imperfeciones y faltas, sino de que no lleven muchas más, si ya no es que todos mis versos son un continuado defeto; y, si se hallare alguna cosa acertadamente dicha, agradézcase a la fuente de donde todo lo bueno procede, que es Dios, y su parte a Ovidio, el cual se esmeró en estas sus epístolas tanto, que en ellas se excedió a sí. Y todo el resto que no fuere tan puro, tan medido y con tanto espíritu como ellos quisieran, asiéntenlo a mi cuenta o perdónenmelo, pues no me queda caudal para enmendarlo ni pagarlo. Y, si las publico, solo es para animar a los buenos ingenios, de que tanto florece nuestro siglo, que, doliéndose de ver al ecelente poeta Ovidio en tan humilde engaste, lo guarnezcan y pongan en el oro acrisolado de sus entendimientos, traduciéndolo con la perfeción que le es debida.

Y porque sería temeridad querer yo con mi rustiqueza celebrar al príncipe de la poesía Ovidio, siendo él por sí tan celebrado y admirado de todos los que han sabido después de él en el mundo, solo diré que, aunque a Virgilio se le concede en la majestad el lauro, nuestro poeta en imitación, invención, copia, facilidad y conceptos con muchas ventajas la hace a todos los poetas latinos. Y, pues hemos propuesto al lector el sumo deleite que esta obra en sí contiene, será bien que descubramos el fruto 3 y doctrina que con ella se puede granjear. Quiso, pues, dibujar (y artificiosamente dibujó) Ovidio en estas sus epístolas la fuerza del amor casto v el desenfrenamiento del deshonesto, indino de nombre de amor, sino de apetito furioso; en unas pinta con soberano pincel la fuerza y firmeza del amor matrimonial, como en Penélope y Laodamia; en otras manifiesta los ardentísimos ímpetus de la deshonestidad, como en Fedra y en Safo, para que, imitando y amando la castidad y continencia de las unas, huyamos y detestemos la abominación y liviandad de las otras. Por lo cual esta obra muy justamente tiene parte en la moral filosofía que los griegos llaman ética, pues las virtudes y los vicios con tan eficaces ejemplos nos enseña. Y, aunque Ovidio en ninguna de sus obras expresó tanto los afetos y ternezas del amor como en estas cartas, ninguna obra amatoria compuso tan honesta y dina de ser leída; y, con estar en esto tan moderado, he quitado todo lo que en algún modo podía ofender a las piadosas y castas orejas, dejando de traducir algunos dísticos no tan honestos como es razón que anden en lengua vulgar, y así irán en el margen apuntados para que el censor entienda se dejaron de industria, por lo cual no tienen de que escandalizarse los escrupulosos si vieren aquí una Fedra incestuosa de deseo, una Hero no muy honesta, una Elena adúltera v una Safo en todo estremo liviana, pues en ellas, si con atención las considera el lector, hallará que por sus mesmas razones se condenan y muestran deberse huir su imitación, y por este fin las compuso Ovidio. Y esta es la misma intención de la Sagrada Escritura cuando nos propone los horrendos y nefarios pecados de Sodoma, el abominable incesto de Absalón, la desvergüenza de Can y otros delitos semejantes; esto es para que los huyamos y escarmentemos en cabeza ajena. Con este santo propósito pueden entrar todos a coger las flores de este ameno jardín, que, demás de las historias y dulzuras que tiene, encierra más de doscientas sentencias dinas de escribirse en la memoria. Confieso que no habré entendido muchos lugares según su verdadero sentido, y de los que alcancé no irán algunos sinificativamente esplicados, y en los esplicados faltará la elegancia del metro, y así dejo abierto el campo para que quien más supiere y más espacio tuviere tome la pluma y supla con ella mi inorancia.





1. Lo que movió al autor para traducir estas epístolas e invectiva [nota al margen del autor].
2. Las dificultades que hay en las Indias para poder escribir con perfeción [nota al margen del autor].
3. El fruto que se puede sacar de esta leción [nota al margen del autor].

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera