Información sobre el texto

Título del texto editado:
Al lector, Prólogo del Maestro Francisco Sánchez a La Lusiada de Luis de Camões.
Autor del texto editado:
Sánchez de las Brozas, Francisco (1522-1600)
Título de la obra:
La Lusiada del famoso poeta Luis de Camões. Traducida en verso castellano del portugués por el maestro Luis Gómez de Tapia, vecino de Sevilla. Dirigida al ilustrísimo señor Ascanio Colona, Abad de Santa Sofía
Autor de la obra:
Camões, Luís de (1524?-1580)
Edición:
Salamanca: Casa de Ioan Perier impresor de libros, 1580


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Al lector


Cuánta sea la majestad y grandeza del buen poeta, ni yo la puedo declarar con palabras ni otro, por agudo que sea, alcanzar con su entendimiento, si no fuese que para lo uno y para lo otro tuviésemos gran prueba de este don tan sublimado. Decía Ovidio que, cuando era mozo, en tanta reverencia tenía a los poetas, que cuantos vía, tantos dioses le parecía que había visto. Y ansí él mismo en muchas partes afirma que el espíritu poético del cielo viene, y Dios es el que en el pecho del poeta resuena. Y el elocuentísimo Tulio dice que no puede creer que altas sentencias y graves versos puedan provenir sin espíritu divino. Por lo cual, muchos de nuestro tiempo, habiendo leído esto y otras muchas cosas en favor y alabanza de los poetas, con voluntad de endiosarse, no siendo más que coplistas, se nos hagan poetas entre manos. Y yo he visto alguno que en latín desafía a Vergilio y en español a Garcilaso. Mal deben de entender a Persio, cuando notando los poetas de su tiempo, los compara a picazas y papagayos que hablan lo que no sienten, y añade a esto: "quantum est in rebus inane," cuán gran falta hay de sentencia y niervos de decir, pues no solas palabras mas sentencias son la materia del verso; la cual sentencia (como dice Horacio en su Arte poética) se saca de muy buena filosofía, y el que de esta no está bien proveído, nunca se puede llamar poeta, aunque haga versos muy rodados y con palabras muy elegantes. El que tuviere de ella alhaja, y de letras griegas y latinas, y sobre todo muy buen ingenio y natural vena, este tal se podría llamar poeta; y faltándole algo de esto, agravio le hacemos en llamarle tal nombre, porque harto es que en un siglo haya dos o tres poetas en cada nación y aun hartos siglos se han pasado sin ninguno. De aquí suele nacer entre doctos una justa indignación contra aquellos que, no siendo tan doctos y alumbrados como los poetas, los quieren reprehender, unas veces de doctrina, otras veces de descuidos. De manera que porque él no sabe una cosa, luego colige haber errado el poeta. Como el que dice que fue descuido de Vergilio que Eneas matase ciervos en África, pues consta de Plinio que en África no había ciervos. Yo digo al revés, que más cierto es haber ciervos en África, pues Virgilio hace de ellos mención, que no los haber porque Plinio lo afirme. Cuanto y más que Eliano, gravísimo autor, en su libro sexto de Historia animalium, capítulo 11, describe largamente la gran batalla que los ciervos de África tienen con las muchas sierpes que aquella tierra cría. También porque dijo Plinio, libro 8, capítulo 36, que no había osos en África, reprehenden a Vergilio en dos partes, porque dijo piel de oso líbico. Yo digo que si no hubiera osos en África, que no osara decir Juvenal en la cuarta Sátira Ursos Numidas, hablando de las fieras que en su tiempo se traían a Roma; ni Marcial: "Et freno Lybici domantur ursi." Demás de que Solino dice: "Numidici ursi forma caeteris praestant." En suma, hasta hoy hemos visto reprehensión contra Vergilio (aunque hay muchas en Macrobio y Agelio) que no sea por falta de no le entender. Digo esto por la veneración en que habíamos de tener a los poetas, siendo tales que verdaderamente merezcan este nombre. Tal me parece a mí Luis de Camões, lusitano, cuyo sutil ingenio, doctrina entera, cognición de lenguas y delicada vena, muestran claramente no faltar nada para la perfección de tan alto nombre, y tanto más lo muestra cuanto la lengua suya natural parece contrastar para la perfección del verso. Tal tesoro como este no era razón que en sola su lengua se leyese, y así con mucha razón se deben dar gracias a quien ha querido tomar trabajo de comunicarlo a su lengua castellana y, por consiguiente, a la misma portuguesa, a toda Italia y a las demás naciones, que son muchas, que de la lengua castellana se precian. No sé yo en estos tiempos quién mejor pudiera hacer esta traslación que el Maestro Luis de Tapia, por ser muy acabado poeta latino y español, y entender muy bien la lengua portuguesa. En la cual guarda una cosa de mucho trabajo y grande ingenio (aunque mal entendida de muchos) y es que, como la materia del poeta sea sentencias y palabras, algunos piensan que basta para ser intérprete sacar la sentencia dejando las palabras. Lo cual, como sea falsa doctrina y nuestro traductor por tal la tenga, procuró de no solo traducir la sentencia, pero darnos el sentido y vigor de las palabras. Y que esto sea el verdadero oficio del intérprete sácase de Horacio en su Arte poética, do dice: "Nec verbum verbo curabis reddere fidus interpres," que quiere decir: «No quiero que seas como fiel intérprete, cuyo oficio es dar palabra por palabra, porque el que imitó a otro, bástale tomar y traducir la sentencia y concepto». Este verso de Horacio ha engañado a muchos, entendiendo que quiere decir otra cosa, y entre ellos a Ioachino Perionio, que alega unas palabras de Tulio mal entendidas. Harto mejor declaró el oficio del buen intérprete el mismo Tulio en el libro De optimo genere interpretandi, diciendo: "Conuerti enim ex Atticis duorum eloquentissimorum nobilissimas orationes inter se contrarias. Aeschinis Demosthenisque; nec conuerti ut interpres, sed ut orator, sententiis iisdem et earum formis, tanquam figuris, verbis ad nostram consuetudinem aptis: in quibus non verbum pro verbo necesse habui reddere, sed genus omnium verborum vimque servaui: Non enim ea me annumerare lectori putaui opportere, sed tanquam appendere." Claramente dice aquí Tulio que no usó de oficio de intérprete, sino de orador, porque realmente el fiel intérprete está obligado así a las palabras como a la sentencia; pero si por ventura la palabra que traduce no se puede significar en la otra lengua por otra palabra, en tal caso se le da licencia que use de muchas en lugar de una. Este nombre epiqueya se dice en latín aequum et bonum, y si Bártulo esto supiera, no gastara tantas columnas en su declaración al principio de los Digestos. En fin digo que, si no estuviera la sagrada escritura trasladada palabra por palabra, pudiéramos con razón decir que el intérprete no había sido fiel o que no había sabido trasladar.

Quiso también el Maestro Luis de Tapia ilustrar esta poesía con algunas declaraciones brevísimas al fin de cada Canto, como lo declaran los números que están por las márgenes. Bien se sabe que tiene ingenio para poder aquí hacer un Comento mayor que el de Juan de Mena. Mas porque ha venido a su noticia que hay un Diccionario poético, que trata quién fue Faetón, y su padre y madre, y quién fue Venus y Hércules y sus genealogías, no ha querido embutir aquí fábulas ni orígines de vocablos ni definiciones de amor, de ira, de gula, de fortaleza ni vanagloria; ni a propósito de la muerte o de la vida, no trae sonetos suyos ni ajenos; ni quiso tratar las muchas figuras y tropos que se le ofrecían en esta obra, por ser cosa que para la navegación de las Indias importaba poco, y para los lectores es como la cítola en el molino. Basta que tuvo intento de representarnos la elegancia de palabras del autor y la contextura de la sentencia. Vale.





GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera