Información sobre el texto

Título del texto editado:
Don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero del Hábito de Santiago. A los que leerán
Autor del texto editado:
Quevedo y Villegas, Francisco 1580-1645
Título de la obra:
Obras del bachiller Francisco de la Torre
Autor de la obra:
Torre, Francisco de la (ca. 1534-ca. 1594)
Edición:
Madrid: Castalia, 2003


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Don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero del Hábito de Santiago. A los que leerán.


No he podido averiguar la patria de Francisco de la Torre, sintiendo mucho lo que esta ignorancia la quita de verdadera gloria. Él era castellano, vivió antes de Boscán, como se lee en las estancias que imitó del Bembo:

En el lumbroso y lúcido oriente,


cuando dice:

Y el Bachiller que llaman de la Torre.


donde admira la grandeza de su estilo, que fue tal en aquella antigüedad, que se conoce en el propio Boscán y en algunas voces del excelentísimo poeta Garcilaso de la Vega, nunca bastantemente aclamado.

Y lo que más admira y se puede contar por milagro del ingenio: que el corriente de los versos, la blandura, la facilidad, no esté achacosa con algunas voces ancianas y que después ha desechado la lengua: cosa de que aun en los que escribieron después de Boscán se repara, como frecuentemente en Fernando de Herrera, doctísimo y elegantísimo escritor, y que como se leerá en estas obras, tuvo por maestro y ejemplo a Francisco de la Torre, imitando su dicción y tomando su frasis y voces tan frecuente que puedo escusar el señalarlas, pues quien los leyere verá que no son semejantes, sino uno.

Sea prenda para demostrar esta verdad, advertir que la más cuidadosa lima de Fernando de Herrera se conoce en la palabra apena, que es emienda de la que comúnmente se dice apenas. Así nuestro autor en el lib. 2, soneto 11, v. 3:

Se rige apena en pie.


No trato aquí si ésta es voz culpable. También tomó el decir mientra, no mientras. Nuestro autor en la oda 3 del primer libro, estancia 13, v. 1:

Y mientra le permite el sol dorado.


En el artículo feminino, que restituyó esta voz alma, diciendo la alma. En la voz corona y cerco, que no solamente tomó Herrera, sino también la frecuente repetición dellas. Las voces sabe, ostro, aura, mustio, orna, cuidadosa, desparciendo, perdimiento, despiadada, yerto invierno, conducir, cuitado, errando la selva, y la y repetida en los epítetos, soneto 17:

Solo, y callado, y triste, y pensativo

relucientes llamas de oro.

Mira Filis furiosa, / onda

de nieve, y ostro, y de cristal adornada

esquivar.


Y por no cansar, todas las palabras y dicciones, el estilo, la contextura, lo severo de la sentencia; cosa que no la dijera, a no creer que es tan grande y calificada recomendación del docto juicio de Fernando de Herrera en imitarlo, como del ingenio de Francisco de la Torre en haberlo enseñado primero. Mas con esta ventaja, que no le fue ejemplar a estas voces que con algún ceño se leen en Fernando de Herrera: ovosa, pensosa, poción, crispar de ojos, relazar, sañosa, ensandece, ufanía, pavor, adola, espirtu (síncopa que no tiene otro misterio sino que en el verso no cabe espíritu); como las voces do por adonde, y vo por voy, que si bien Francisco de Rioja dice se hizo con cuidado y examen docto, consta de las obras no ser otra cosa sino no caber en el verso la palabra adonde y voy, porque muchas veces, y siempre donde cabe, dice adonde y voy, y en las partes que no cabe dice do y vo. No es menos desapacible la voz porfioso desvarío, y de más sonora composición de letras usa: trayo, cuitoso, lasa voz, dudanza, giro del fuego, con puro lampo. Las unas voces latinas todas, que escribiéndolas en sonetos amorosos y a mujer, incurren en la reprehensión de Propercio:

Scribe quod quaevis nosse puella vellit


Las otras son de composición áspera y poco necesarias, pues sustituyen voz decente y elegante.

Advierto que el divino ingenio de Herrera sacó en su vida las rimas, que se leen en pequeño volumen, limpias de las más destas voces peregrinas que se leen en la impresión que después se hizo por Francisco Pacheco –pintor docto y estudioso y de grande virtud- en mucho mayor volumen. Creo fue el intento darnos de tan grave y erudito maestro hasta lo que él desechó escrupuloso; que de tales ingenios, aun las manchas que ellos se quitan pueden ser joyas para los que sabemos poco, y su sombra nos vale por día.

Y sea corona del nombre de nuestro autor, y venerable túmulo de su memoria, el haber escrito en la primera hoja de sus obras estas palabras: "Delirabam cum hoc faciebam, et horret animus nunc." (Con frenesí escribí esto, ahora se me escandaliza el ánimo).

Sabe reconocida la sabiduría humilde, intitular con ceniza escritos de oro; como la soberbia mal persuadida, ignorante, retular con oro obras de ceniza.
DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.





GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera