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Título del texto editado:
Noticias literarias e históricas, y anuncios críticos útiles para completar y corregir los mejores libros sobre la historia de la literatura castellana y sobre la biografía de los escritores que la han creado, conservado, enriquecido o corrompido. Exordio / Einleitung
Autor del texto editado:
Liaño, Álvaro Agustín de
Título de la obra:
Noticias literarias e históricas, y anuncios críticos útiles para completar y corregir los mejores libros sobre la historia de la literatura castellana y sobre la biografía de los escritores que la han creado, conservado, enriquecido o corrompido
Autor de la obra:
Liaño, Álvaro Agustín de
Edición:
Aquisgrán y Leipzig: Casa de J. A. Mayer, 1829


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Exordio


La noble Península 1 que, cuando en los años pasados de que hemos sido testigos la Europa entera nos parecía sin idea alguna de libertad, nos hizo pensar con un género de gozo en Viridio y en Numancia y en Sagunto y en mil rasgos de la energía de la Antigüedad, ha sido ajada después con cruel malicia por el poder inicuo del genio de la Baja-Edad, que ha renacido con astucia y a escondidas a la sombra de laureles que creíamos de muy noble e incorruptible naturaleza. Así debo a lo menos hablar yo si quiero representar en las páginas de los anales de nuestro tiempo de que dispondrá la historia las ilusiones, las vanas esperanzas, los crueles desengaños y las opiniones versátiles sobremanera de mis contemporáneos, sin dejar ver los principios fijos con que amargas experiencias y datos negados a la multitud me han obligado a juzgar temprano muy de otro modo la escena inmensa de combates у de intrigas en que ha fenecido cuanto, en mi sentir, tenían nuestros proyectos de moral, de austero, de equitativo y de generoso. Pero sea de todo esto lo que fuere, vuelvo a decirlo: la noble Península de Viriato y Numancia, de Sagunto y de los soldados y mejores amigos de Sertorio y de Pompeyo y de César, la Península en que los grandes pueblos de los Alfonsos y Pelayos y Jaimes y Fernandos y de la sublime ISABEL y del enérgico JUAN EL PERFECTO, según lo hacían creer apariencias pérfidas, iban a crear un nuevo orden de cosas y a enmendar yerros y crueldades de momentos malhadados, ha sido como aniquilada por los monstruos inmortales que nos ha dado la Baja-Edad...

La Europa que, aunque agobiada bajo el peso del poder de estos mismos monstruos y de los enjambres de cómplices que les da el egoísmo, posee todavía hombres у escuelas que conocen y desean lo bueno, había empezado a honrar las musas portuguesas y castellanas, apenas vio el oprobio de dos pueblos que la habían hecho concebir tan grandes esperanzas, abandonó cuanto les pertenecía y como para evitar la vergüenza de haberse engañado tan sin medida, parece condenar hoy a un olvido entero la noble literatura que ambos poseen. Así a lo menos es como puedo explicarme yo la mudanza de que he sido testigo en la opinión literaria en cuanto mira a los escritores españoles y portugueses. No me disimulo otras causas de esta mudanza: más que muchos observadores del día he visto y condenado tiempo ha, –en días en los cuáles nadie preveía cosa alguna de lo que ha sucedido… las demasías de ciertos poetas y literatos, demasías que solo podían ser útiles a las miras de vanidad egoísta y ridícula de este género de enredadores públicos; atribuyo a estas demasías la decadencia del gusto con que se había empezado generalmente el estudio de mi lengua y de la portuguesa; el entusiasmo de ciertos jóvenes franceses –herederos muy naturales de estas demasías, como de todo género de sofismas, paradojas, y exageraciones, me explica también muchas cosas... ; pero, a pesar de todo, tengo por cierto que las humillaciones políticas de las naciones española y portuguesa son la principal causa de la decadencia del favor justo con que honraba la literatura de ambas la Europa sabia. Respeto lo que hay de noble y austero en esta conducta, pero me parece que los literatos que piensan hallarán conmigo que con facilidad puede venir a ser injusta y funesta a los verdaderos progresos de las artes del decir, al lujo útil de nuestras facultades intelectuales у morales, y hasta al ejercicio profundo de las ciencias que las emplean todas.

Para mi consuelo en esta parte y para el de los que habrán comprendido cuanto he querido envolver de amargo y verdadero en estos renglones, —si piensan y sienten y sufren como yo, parece que la Providencia ha hecho suceder a los sofistas de ciertas sectas literarias у de ciertos partidos políticos varios hombres que saben pensar y vencer en sí mismos la fuerza loca de pasiones ciegas y las manías innumerables у funestas que estas producen. De estos hombres estimables que se ocupan hoy de juzgar y, cuando lo quiere la verdad, de defender la lengua, la literatura y las antiguas hazañas de los españoles y portugueses, los unos han nacido en España o en Portugal, los otros no: los unos tienen medios para, por sí solos y sin la cooperación de los caudales de que disponen los Gobiernos y los libreros, llevar adelante у acabar con gloria y feliz suceso la noble empresa de oponer monumentos indestructibles a la opinión enemiga de los pueblos español y portugués; los otros luchan con mil obstáculos у aun con la dura pobreza.

Entre los españoles ilustres que una cruel combinación de intrigas políticas ha obligado a establecerse fuera de la magnífica y deliciosa patria que les había cabido en suerte, se distingue el Sr. Don Joaquín-María de Ferrer, uno de los más sabios y nobles miembros de las Cortes de la época sobre que varias circunstancias me obligan a abandonar a la inexorable historia el deber de decir la verdad entera. Este dignísimo caballero, obligado a ver en silencio los males de España, ha buscado y hallado un modo de mitigar el dolor que le causa tan cruel espectáculo, en el uso nobilísimo que hace de los bienes de fortuna que ha querido conservarle el cielo. No es de mi intento en esta noticia el hablar de la parte principal de la conducta del Sr. de Ferrer como hombre rico, ni por ahora puedo decir cuanto pienso de la parte menos principal de ella, que es la empresa en que, a su costa, este sabio y noble español ha empezado ya a publicar los escritores clásicos de la literatura castellana. Espero haber recibido dentro de poco los autores que no he recibido todavía y que sé publicados ya por el Sr. de Ferrer para entrar en los pormenores que importan al público sobre esta preciosa colección de escritores castellanos.

He examinado у admirado ya los diez tomitos de las Obras escogidas de Miguel de Cervantes con las notas históricas, gramaticales y críticas del eruditísimo Sr. Don Agustín García de Arrieta, individuo de número de la Academia española y honorario de la latina, ambas de Madrid, la Guerra de Cataluña por Melo, imitador feliz de Tácito, las Rimas de Burguillos dignas por lo general o de Lope de Vega o de un amigo íntimo de este célebre poeta, el Lazarillo del Tormes dado a luz sin menguas ni despreciables adiciones, y la graciosísima edición en miniatura del Quijote, cuya admirable ejecución y cuyos adornos de más de un género prueban el gusto exquisito del Sr. de Ferrer y hacen inseparable su nombre del de Cervantes en las bibliotecas completas, ora sean de lujo, ora sean como las prefieren los verdaderos sabios.

Según lo que he examinado en estas preciosas ediciones, y según lo que el ilustre editor me ha asegurado y prometido en nombre, por decirlo así, del Genio indomable de la Historia y de las Ciencias y Artes, me atrevo a anunciar a la Europa sabia una excelente colección de los historiadores, poetas, oradores y escritores clásicos y también de muchos de los casi clásicos de la lengua castellana. Estoy persuadido de que esta colección será no solo la primera completa y digna de los ingenios que han creado y perfeccionado, enriquecido y hermoseado lengua tan sonora, rica y flexible, sino la primera que dé a conocer a los sabios y a los amigos de la verdad y de cuanto es útil, bueno y hermoso de la hermosura del buen gusto, hechos, páginas y escritos que el poder de la superstición y del proteo de la injusticia, del error y de la mentira habían creído sepultar en un perpetuo olvido. En el anuncio que escribiré cuando habré examinado los demás tomos de esta colección que han salido ya a luz, entraré en por menores importantes.

Sé que existe ya de ella la Diana de Gil Polo, texto célebre de la lengua, el cual, como tal, habría sido recibido con agradecimiento hasta en la austera escuela de los venerables sabios de Port-Royal, destruida por mojigatos poderosos cuya moral permite todos los delitos y todas las bajezas de la más inicua tiranía у solo embaraza cuando se trata de escrúpulos y de los sueños e inconsecuencias de la hipocresía. Me ha escrito el Sr. de Ferrer que ha sido ya impreso también el Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara y no como lo leyó Lesage cuando se apoderó de esta novela, sino como la compuso su autor y con la vida extraordinaria de este. También existe ya de esta colección el Garcilaso, poeta cuyo nombre vale muchos elogios, y si no me engaño la erudición del Sr. de Ferrer ha hallado que añadir a las doctas notas con que habían ilustrado y enriquecido este libro clásico de la literatura castellano Herrera, Sánchez de las Brozas (¡qué nombres!) y el ilustre y noble y generoso diplomático español y al mismo tiempo literato y filosofo, Azara. No he visto todavía el Espíritu de Cervantes, pero no puede menos de ser obra de mucho mérito un libro cuyo autor es el Sr. Arrieta y cuyo editor es el sabio hombre público que da a la Europa literata esta rica colección de escritores, ya excelentes, ya útiles, de una de las más célebres naciones у de una de las más hermosas lenguas del Mundo.

Pero si el Sr. de Ferrer es quizás el único español que haya podido y querido, ya en los gastos que le ocasiona esta empresa, ya en otros de otras no menos útiles, consagrar a las más nobles facultades de nuestra naturaleza y de que espera mucho la civilización europea, los bienes de fortuna, hay muchos otros españoles que, privados de estos bienes у luchando con los males crueles inseparables del destierro a que los condena la política de los poderosos, trabajan en aumentar las riquezas de la literatura castellana, en publicar generosamente en lenguas de pueblos bien poco amigos del español los frutos de largos y buenos estudios y en facilitar a las naciones americanas, que solo tienen memoria para acordarse del mal que les han hecho tiranos españoles, el sacar inmensas utilidades de los bienes de que son, mal que les pese, deudoras a españoles que han sufrido con ellas lo que ellas –y acaso más que ellas. Procuraré, y espero que podré con el tiempo, informar la Europa literata de estas tareas de una multitud de desterrados españoles en quienes hay que respetar grandes talentos, grandes virtudes y grandes infortunios.

Paso a decir ahora a la Alemania, región en que tienen, por decirlo así, templos y culto las musas de todos los pueblos, lo que pienso de dos militares literatos que se han dedicado a traducir en alemán escritos castellanos, ya publicados, ya inéditos, de los cuales los que no son míos son de una importancia incontestable, у los míos son, a lo menos, el fruto de estudios en que hay, gracias a Dios, tesón y lealtad, método у hombría de bien.

Estos dos traductores son el Sr. Mayor del Ejército británico don Carlos Richard, caballero de la orden de San Vladimiro, y el Sr. don Luis Ludwig, capitán de infantería, mi amigo íntimo muchos años ha. El primero ha dado ya a luz varias novelas de Lope de Vega y piensa ahora en traducir, como se lo he aconsejado yo, algunos historiadores españoles. El segundo no ha publicado todavía más que algún otro fragmento mío en alguna de las obras periódicas de la Alemania, pero espero que le haré emprender traducciones muy de otra manera importantes. Ambos se han dignado prometerme el traducir algunos de mis ensayos. Jueces competentes en materia de estilo alemán me han confirmado en la persuasión de que la lengua castellana es feliz en el haber hallado dos traductores de tan gran mérito. El Sr. Richard me ha probado su erudición, su profundo estudio de la lengua, su sagacidad y su amable modestia en las cartas que me ha escrito durante el tiempo en que ha trabajado su traducción de la Dorotea de Lope. En mi sentir esta traducción es una obra maestra. Me decide a confiar al Sr. Richard varios de mis ensayos manuscritos con no menor confianza que he confiado y confiaré otros a mi amigo y en algún modo discípulo, el Sr don Luis Ludwig. No puedo decir bastante lo que me regocija el haber hallado dos tan excelentes traductores.

Neuwied, 10 de diciembre de 1828.

Álvaro Agustín de Liaño






1. Saldrá a luz dentro de poco el ensayo del autor de estas Noticias sobre el acento castellano: opúsculo que propondrá a la Academia de Madrid una mejora fácil en ortografía. El autor la ha aceptado ya, porque cree que en gramática un poco de rebelión puede ser permitido alguna vez. Si se ha engañado, la Academia y los pedantes pueden aplicarle la severidad de las leyes y el autor se abstendrá de reír, que días ha consentido en no ser nada, ni siquiera académico.

GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera