Al nunca más bien merecido elogio, honra y aplauso del sapientísimo numen de D. Pedro Osorio de Castro, autor de esta Vindicta, escribió D. Antonio de Silva Carvallón estas octavas.
De la
verdad
la casta deidad pura
Ofendida se ve y aun sin reparo,
No encuentra algún alivio en su amargura,
Porque todos se niegan a su amparo;
En este estado puso a su hermosura
De la espagírica el voraz
descaro,
Rompiendo todo coto soberano,
O bien sea político o cristiano.
De la escuela galénica sapiente
El nuevo gremio químico
arrogante
Confundir quiso la verdad patente,
Aun al genio más tardo e ignorante,
Sirviendo su gritar impertinente
Tan solo de lucir lo extravagante;
Ríe el simple, y el docto al mismo paso
O no echa su voz o no hace caso.
Yacía la
verdad
en triste estado,
Ofuscada entre sombras y abatida;
Si no fuera por ti, ¡oh, Osorio osado!,
Se quedara su luz oscurecida.
Olviden la pasión, y con cuidado
Reparen
tu
Vindicta
esclarecida
Y hallarán los doctos desde luego
Ocasión de tu honor y su sosiego.