Título del texto editado:
“Al excelentísimo señor Ramiro Felipe de Guzmán, duque de Medina de las Torres, marqués de Toral, &c. Don Francisco de Quevedo Villegas, caballero de la Orden de Santiago”
AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR RAMIRO FELIPE DE GUZMÁN, DUQUE DE MEDINA DE LAS TORRES, MARQUÉS DE TORAL, &C. DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS, CABALLERO DE LA ORDEN DE SANTIAGO
Las
Obras
de Francisco de la Torre, que por tantos años ha
ocultado
con malicia algún ingenio
mendigo
de los que, siendo hipócritas de
estudios,
piden a la envidia y al trabajo ajeno lo que
naturaleza
y la
arte
negaron al suyo, doy al nombre de vuestra excelencia, y es razón que, pues en aquel
robo
padeció lo que no merecía, en esta
protección
adquiera lo que más podía desear. Justo es que vuestra excelencia con su grandeza
desquite
a tan
esclarecido
y docto
escritor
los borrones con que
cegó
su nombre quien osó cargar su talento de obras tales que, ya que no decían el dueño, le mostraban
ladrón,
y no poeta.
Hallé estos
poemas,
por buena dicha mía y para grande gloria de
España,
en poder de un librero, que me las vendió con desprecio. Estaban aprobadas por
don
Alonso de Ercilla y
rubricadas
del Consejo para la imprenta, y en cinco partes
borrado
el nombre del autor, con tanto cuidado, que se añadió humo a la tinta. Mas los propios borrones (entonces piadosos) con las señas parlaron el nombre de Francisco de la Torre,
autor
tan antiguo, que me advirtió el conde de Añover,
caballero
de ingenio grande, asistido de estudio verdadero y modesto, que hacía de él mención Boscán en las estancias “En el umbroso, y lúcido Oriente”, donde, entre los grandes poetas que
celebra,
dice:
y el
bachiller
que llaman de la Torre,
ponderando la
grandeza
de su estilo y lo magnífico de la dicción en sus
versos.
Antigüedad a que se pone duda el propio razonar suyo tan bien
pulido
con la mejor
lima
de estos tiempos, que parece está
floreciendo
hoy entre las espinas de los que
martirizan
nuestra habla, confundiéndola, y, al lado de los que la escriben
propia
y la confiesan rica por sí, en competencia de la griega y latina, que soberbias la daban de mala gana
limosna
en las plumas de escritores pordioseros que piden para ella lo que la sobra para otras.
Yo juzgué a Vuestra Excelencia, muy esclarecido señor, para consuelo de tan grande ingenio, muy ingenioso y bien advertido lector para los
méritos
de sus obras. Doy a Francisco de la Torre lo más que pude, y a vuestra excelencia lo mejor que hallé. Dé Dios a vuestra excelencia su gracia y larga vida con buena salud, como deseo.
Don Francisco de Quevedo Villegas.