“Contra los que dejan los metros castellanos y siguen los italianos”
Pues la
santa
Inquisición
suele ser tan diligente
en
castigar
con razón
cualquier
secta
y opinión
levantada nuevamente,
[5]
resucítese Lucero,
1
a castigar en España
una muy
nueva
y estraña
como aquella de
Lutero
en las partes de Alemaña.
[10]
Bien se pueden castigar
a cuenta de anabaptistas,
2
pues por ley particular
se tornan a baptizar
y se
llaman
petrarquistas.
[15]
Han
renegado
la fe
de las
trovas
castellanas
y tras las italianas
se pierden, diciendo que
son más ricas y
galanas.
[20]
El jüicio de lo cual
yo lo dejo a quien más sabe,
pero juzgar nadie mal
de su patria natural
en gentileza no cabe.
[25]
Y aquella cristiana musa
3
del
famoso
Juan de
Mena,
sintiendo de esto gran pena,
por infieles los
acusa
y de aleves los
condena.
[30]
«Recuerde el alma dormida»,
dice don
Jorge
Manrique,
y muéstrase muy sentida
de cosa tan
atrevida,
por que más no se platique.
[35]
Garci
Sánchez
4
respondió:
«¡Quién me otorgase, señora,
vida y seso en esta hora
para entrar en campo yo
con gente tan
pecadora!»
[40]
«Si algún Dios de amor había
—dijo luego
Cartagena
5
muestre aquí su valentía
contra tan gran
osadía,
venida de tierra ajena».
[45]
Torres
Naharro
replica:
«Por hacer, Amor, tus hechos
consientes tales
despechos
y que nuestra España rica
se prive de sus derechos».
[50]
Dé Dios su gloria a
Boscán
y a
Garcilaso
poeta,
que con no pequeño afán
y por estilo
galán,
sostuvieron
esta
seta
[55]
y la dejaron acá
ya sembrada entre la gente,
por la cual debidamente
les vino lo que dirá
este
soneto
siguiente:
[60]
Garcilaso y Boscán, siendo llegados
al lugar donde están los trovadores
que en esta nuestra lengua y sus
primores
fueron en este siglo
señalados,
los unos a los otros alterados
[65]
se miran, demudadas las colores,
temiéndose que fuesen corredores,
o espías o enemigos
desmandados.
Y, juzgando primero por el traje,
pareciéndoles ser, como debía,
[70]
gentiles españoles caballeros;
y oyéndoles hablar
nuestro
lenguaje
mezclado de
estranjera
poesía,
con ojos los miraron de estranjeros.
Mas ellos, caso que estaban
[75]
sin favor y tan a
solas,
contra todos se mostraban
y
claramente
burlaban
de las coplas españolas:
canciones y villancicos,
[80]
romances y cosa tal,
arte mayor y real
y pies quebrados y chicos
y todo nuestro caudal.
Y en lugar de estas maneras
[85]
y vocablos ya sabidos
en nuestras trovas primeras
cantan otras
forasteras,
nuevas a nuestros oídos:
sonetos de grande estima,
[90]
madrigales y canciones
de diferentes renglones,
octava y tercera rima
y otras
bravas
invenciones.
Desprecian cualquiera cosa
[95]
de coplas compuestas
antes,
por baja de ley
6
y
astrosa
usan ya de cierta prosa
medida
sin
consonantes.
Y a muchos de los que fueron
[100]
elegantes y discretos
tienen por
simples
pobretos,
por solo que no cayeron
en la cuenta a los sonetos.
Daban, en fin, a entender
[105]
aquellos viejos
autores
no haber sabido hacer
buenos metros ni poner
en
estilo
los
amores;
y que el metro castellano
[110]
no tenía
autoridad
de decir con majestad
lo que se dice en toscano
con mayor felicidad.
Mas esta falta y manquera
[115]
no la dan a nuestra lengua,
que es bastante y verdadera,
sino solo dicen que era
de buenos ingenios mengua;
por lo cual en lo pasado
[120]
fueron todos carecientes
de estas trovas ecelentes
que han
descubierto
y hallado
los
modernos
y presentes.
Viendo, pues, que
presumían
[125]
tanto de la nueva ciencia,
dijéronles que querían
de aquello que referían
ver algo por experiencia;
para prueba de lo cual,
[130]
por muestra de novel uso,
cada cual de ellos compuso
una
rima
en especial,
como se sigue de yuso:
Si las penas que dais son verdaderas,
[135]
como muy bien lo sabe el alma mía,
¿por qué no me acaban?, y sería
sin ellas mi morir muy más de veras.
Mas, si por dicha son tan lisonjeras
que quieren retozar con mi alegría,
[140]
decí, ¿por qué me matan cada día
con muerte de dolor de mil maneras?
Mostradme este secreto ya, señora,
y sepa yo de vos, pues por vos muero,
si aquesto que padezco es muerte o vida,
[145]
porque, siéndome vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no quiero
que poder yo tener tal homicida.
Y ya que mis tormentos son forzados,
aunque vienen sin fuerza consentidos,
[150]
¿pues qué mayor alivio a mis cuidados
que ser por vuestra causa padecidos?
Si como son por vos bien empleados,
de vos fuesen, señora, conocidos,
la más crecida angustia de mi pena
[155]
sería de descanso y gloria llena.
Juan de
Mena,
como oyó
la nueva trova pulida,
contentamiento mostró,
caso que se sonrió
[160]
como de cosa sabida,
y dijo: «Según la prueba,
once sílabas por pie
no hallo causa por qué
se tenga por
cosa
nueva,
[165]
pues yo también las usé».
Don
Jorge
dijo: «No veo
necesidad ni razón
de vestir nuevo deseo
de coplas que por rodeo
[170]
van diciendo su intención.
Nuestra lengua es muy devota
de la clara
brevedad,
y esta trova, a la verdad,
por el contrario, denota
[175]
oscura
prolijidad».
Garci
Sánchez
se mostró
estar con alguna saña
y dijo: «No cumple, no,
al que en España nació
[180]
valerse de tierra estraña,
porque en solas mis Leciones,
7
miradas bien sus estancias,
veréis tales consonancias,
que
Petrarca
y sus canciones
[185]
queda
atrás
en
elegancias».
Cartagena
dijo luego,
como plático en amores:
«Con la fuerza de este fuego
[190]
no nos ganarán el juego
estos
nuevos
trovadores.
Muy
malencónicas
son
estas trovas, a mi ver,
enfadosas de leer,
tardías de relación
[195]
y enemigas de placer».
Torres
8
dijo: «Si yo viera
que la lengua castellana
sonetos de mí sufriera,
fácilmente los hiciera,
[200]
pues los hice en la romana;
pero ningún
gusto
tomo
en
coplas
tan
altaneras
escritas siempre de veras,
que corren con pies de plomo,
[210]
muy pesadas de
caderas».
Al cabo, la conclusión
fue que, por buena crïanza
y por honrar la
invención,
de parte de la nación
eran dignos de
alabanza.
Y para que a todos fuese
manifiesto este favor,
se dio cargo a un
trovador
que aquí debajo escribiese
[215]
un
soneto
en su loor:
«Musas
italianas
y
latinas,
gentes en estas partes tan estraña,
decí cómo venistes a la España,
tan
nuevas
y hermosas clavellinas;
[220]
o quién os ha traído a ser vecinas
del Tajo y de sus montes y campaña;
o quién es el que os guía y acompaña
de tierras tan ajenas peregrinas».
«Don Diego de
Mendoza
9
y Garcilaso
[225]
nos trujeron y Boscán y Luis de Haro,
10
por orden y favor del dios Apolo;
los dos llevó la muerte paso a paso
el otro, Solimán,
11
y por amparo
sólo queda don Dïego, y basta solo».
[230]