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Título del texto editado:
Carta de Damasio a esta canción de Salado
Autor del texto editado:
Frías, Damasio de
Título de la obra:
Damasio de Frías. Controversias literarias en la corte vallisoletana
Autor de la obra:
Salazar Ramírez, María Soledad
Edición:
Valladolid: Diputación Provincial de Valladolid, 2002


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CARTA DE DAMASIO A ESTA CANCION DE SALADO

«Señora, bien podría
mostrar en tal manera mi tormento
que os moviese por fuerza a sentimiento,
mas es de mí callado
porque no quiero bien que sea forzado. [5]
Quiero que me matéis
y no me queráis 1 si no queréis.
Y pues amor me enseñade sus secretos la más alta parte,
no quiero ser querido yo por arte:
por orden natural [10]
quiero gozar el bien o estar en mal,
que amores naturales
son los perfectos y los inmortales».


El propósito de esta canción y del autor que la hizo es mostrar a su dama cuál es el perfeto amor entre dos amantes y por cuál razón, mejor que por otra ninguna, es bien que el hombre sea amado o la mujer. Y para esto dice que el más excelente amor, el más noble y que más tiempo dura es el que nace de algún dote o bien natural, como digamos: de ser una dama hermosa, graciosa, o de ser un galán gentil hombre bien dispuesto, y los demás bienes propios de natura. Y así, concluyendo con este parecer, dice que «los amores naturales, / son los perfectos y los inmortales», excluyendo cualquiera otro amor, como menos bueno, que no se funde y sea por algún bien de natura. Y así excluye como bajo y de poco valor, diciendo que es amor fingido, el amor que se da por otro amor. Yo, vista semejante opinión, digo no solamente que no es verdadera y que el amor natural no es el perfecto y el mejor, pero aun digo que en el hombre, animal racional, este es el más bajo amor, el más civil, el más imperfecto, en el cual jamás ningún buen entendimiento, ningún alma noble y generosa paró; afirmando cómo es ello verdad, y lo dicen todos cuantos autores han escrito desde el principio del mundo hasta agora sin faltar ninguno, que en el hombre el amor más excelente, el amor inmortal y perfecto, es solo aquel que todos llaman honesto y racional, cual es el amor fundado en partes virtuosas y eternas. Y así digo que amar un hombre por se ver amado que es amor virtuoso o honesto y de un (…) muy agradecido, y así afirmo de este tal amor que es sin comparación más noble, más perfecto, mas excelente que cualquiera otro amor que natural sea, fundado en bienes de natura.

Para fundamento de mi verdad y prueba de mi conclusión contra esta canción, digo, dejadas todas las divisiones de amor platónicas reducidas a estas tres peripatéticas, que todo amor o es honesto, útil, o delectable. Los dos postreros se tornan a dividir en útil, voluntario y natural, y en delectable, natural y voluntario, de suerte que solamente tiene parte el amor natural en lo útil y en lo delectable, pero no en lo honesto. Este amor natural, provechoso o deleitoso, es común a los hombres y las bestias, en tal manera que muchas veces le llama Platón amor ferino o bestial. Con este amor natural ama el padre al hijo, el hermano a su hermano, cada semejante al suyo: el macho, la hembra. Con este amor natural se aman estos bienes naturales. Así ama el caballo la yegua más hermosa, el león la leona que mejor le parece, el galgo la galga que más le contenta. Ni más ni menos, el hombre que solo ama la hermosura, la mujer que solo ama la gentileza y disposición, aman con este amor natural, común así a las bestias. Después de esto hemos de entender, ni más ni menos, que todo amor nace de algún conocimiento. Las potencias cognoscitivas son tres: sentido, razón, entendimiento. A cada potencia cognoscitiva está conjunta una apetitiva. Al conocimiento sensitivo común a todos los animales responde el apetito, ni más ni menos común a cualquier animal. A la razón, que es sola de los hombres, responde la elección, como propio apetito suyo. Al entendimiento, que es de los hombres y de los ángeles, responde el apetito de la voluntad, común a la natura angélica y a la racional. Así de estas tres potencias cognoscitivas y apetitivas 2 nacen tres suertes de amor:

—Un amor puro animal, el que se funda en solos bienes naturales y nace del apetito sensitivo. Este se llama amor natural.

—Otro que nace de la razón y elección. Este es propio del hombre. Llámase racional y honesto.

—Del entendimiento y voluntad nace otro amor que se llama inteligible y angélico; participan de él los ángeles perfectamente; los hombres en alguna manera.

Después de esto se ha de entender que así como hay tres maneras de amor, así, ni más ni menos, hay tres géneros de hermosuras, significadas por tres Véneras entre todos los autores: al amor animal sensitivo le responde por objeto, motivo y materia la hermosura sensual y visible, común en todas las cosas compuestas, en hombres, en bestias. Esta es la más baja hermosura de todas; así el amor de ella, el más bajo. Esta hermosura significaban los antiguos por la Venus Cipria, tan común con pastores y con hombres bajos que siempre trataba en el suelo, para significar que el amor de esta tal hermosura es bajo y sensual. Al amor honesto y racional responde una hermosura ni más ni menos racional, que es la 3 del alma virtuosa y excelente. Esta hermosura es la segunda Venus, diosa del cielo, mujer de Vulcano. La tercera hermosura es la pura intelectual; esta está en Dios y en sus ideas. Esta es la gran Venus de Plutón, hija de Júpiter, la cual nunca baja al mundo, sino desde allá reverbera como el sol en nuestro entendimiento.

Y porque, según Aristóteles y todos los filósofos, cualquiera potencia apetitiva tiene por objeto el bien, es bien saber que, así como las potencias son tres, los apetitos tres, los amores tres, así ni más ni menos los bienes son tres, porque la hermosura apetécese en cuanto bien, no en cuanto hermosura. Estos tres bienes se dividen comúnmente en bienes naturales, honestos, de fortuna. Los naturales son objeto del apetito sensitivo animal. Los honestos se podrían dividir, a propósito del dicho arriba, en honestos puros inteligibles, cuales son los bienes de la bienaventuranza, y en honestos, racionales, mistos. Los bienes de fortuna son propio objeto de la elección, bien que el darlos sea de fortuna. Los de natura y fortuna no merecen ni desmerecen y así ninguna acción pura de estos tales bienes es loable o digna de vituperio. Por lo que el hombre merece o desmerece es solo por los del alma, que arriba llamé honestos.

Junto con las cosas dichas, se ha de presuponer que en todas nuestras acciones, o sean naturales o sean voluntarias, concurren cuatro causas: material, formal, eficiente, final. De estas cuatro, la menos noble y que menos vale es la material, y la más excelente y de la que comúnmente reciben nombre y valor más acciones es la final. Así en nuestro amor la causa material, llamado por otro nombre «objeto», «motivo», es la hermosura, la gentileza, con los demás bienes naturales. La formal es el acto de la voluntad, que es el deseo y el amar. La eficiente es nuestra alma; la final de cualquiera amor honesto es para ser amados y para el deleite honesto que de amar se saca; y cuanto la causa final en cualquiera obra fuere más noble y más excelente, tanto será la tal acción mejor y más perfecta. Ni más ni menos, cuanto una cosa tuviere mejores causas, tanto será mejor que otra. Y porque arriba dije que el objeto de cualquiera amor era hermosura, en cuanto buena, siendo toda hermosura visible, parece que sola sería la belleza corporal objeto propio de amor, por ser visible donde las demás no llegan a ellas los ojos corporales, y así podría decir alguno, menos bien enseñado 4 de esta razón, que solo el amor natural es propio amor, por ver realmente su objeto hermoso. Digo, ocurriendo a esta dificultad con Platón, con Plotino, con Aristóteles, con todos los doctos del mundo, que así como hay tres maneras de bellezas, así también hay tres géneros de vistas. Hay unos ojos sensisitivos materiales, con los cuales vemos las hermosuras corporales sujetadas en la materia sensual; estos tales ojos los tienen las bestias, ni más ni menos que nosotros, y así 5 se enamoran por ellos de las hermosuras sensuales, como los hombres. Hay otros ojos y otra vista de la razón, propia y determinada vista de los hombres racionales; esta tal vista y estos tales ojos muchas veces se engañan, donde viene a tomar lo bueno por malo, lo vicioso por muy bueno. Hay otra vista y otros ojos que son los del entendimiento. Con estos tales ojos los santos gloriosos, en esta vida arrebatados de una éstasis gloriosa vían la beldad divina. Esta vista es pura en los ángeles y perfecta en los santos ya glorificados; en los hombres no es así por estar unidos con la sensualidad, bien que algunos espíritus divinos en esta vida han tenido semejante vista, muy clara pero no en aquel grado que los del cielo. Con estas diferencias de vistas y de ojos se ven todas las hermosuras del mundo.

De estas cosas todas, así tocadas brevemente, saco en limpio lo contrario de esta canción, y concluyo contra ella y contra su autor que el amor natural es el más bajo, el más imperfecto, 6 el que menos dura, el más indigno de hombre verdaderamente de bien. Porque de los tres amores primeros, honesto, útil, delectable, el delectable natural y el útil natural son los más bajos, por no nacer de razón propia del hombre, sino de naturaleza común a hombres y a bestias. Es ni más ni menos imperfecto, 7 bajo y de ningún valor por nacer de la más baja potencia de las cognoscitivas y apetitivas del hombre, que es de la sensual, propiamente animal y no racional. Lo tercero tiene por objeto este tal amor natural la más baja y menos buena hermosura de las tres, que es la sensitiva material, que según todos los doctores es sombra de la verdad inteligible y racional; y esta es perecedera, caduca, mortal, las otras son eternas, inmortales con la misma alma; y el edificio cuyos cimientos no son perpetuos mal puede ser durable, y ninguna cosa sujetada en la materia prima, de sí corruptible, puede ser perpetua, por ser esta materia, según dice Aristóteles y Platón, como la mala mujer, que jamás se contenta con un hombre. Después de esto, en la orden de bienes, los naturales son menos nobles y valen nada comparados con los del alma, que son las virtudes, y así el amor puesto en bienes naturales no valdrá nada, ni terná mérito alguno ni jamás será loado. Después de esto, en los amores naturales el fin es sensual y torpe, por donde el tal amor natural se debe llamar torpe y feo de su fin; porque el amor cuyo fin es virtud y honestidad jamás hombre que algo supiese le llamó natural, pues las cosas se han de llamar siempre de la parte más noble y mejor. Finalmente, la beldad que es objeto de este amor natural percíbese con unos ojos groseros, sensuales, con que los brutos ven tan bien como los hombres (y muchos de ellos mejor), no con aquella vista divina del entendimiento, no con aquellos ojos tan hermosos de la razón, con los cuales solamente se ven las virtudes excelentes del ánima, aquella armonía de un ánima divina, de todas partes perfecta. Con estos ojos de la razón se ve un perfectísimo amor; con estos ojos se conoce, para pagarle por otro tal, quien ama porque es amado; toma por objeto la hermosura del alma, no la del cuerpo grosero; mírala con ojos del entendimiento; apetécela con la elección y con la voluntad, tan excelentes potencias. Su fin es honestísimo y divino; ama el tal bienes de entendimiento, que son los divinos, los inmortales; no es amor de provecho vil, no amor de deleite torpe y feo, es amor honesto, es amor perfecto, inmortal, sin defecto, sin mancilla; nace de un ánimo generoso, agradecido. Amar por verse amada una dama es acto de gentil discurso de razón, es de dama que considera cuánto se debe a un limpio amor, cuán excelente y admirable cosa es el agradecimiento. Quien ama por verse amada jamás podrá arrepentirse, jamás sentirá pena, jamás dolor, nunca celos, nunca desabrimiento. Todo es sabroso en tal amor, todo dulce, todo honesto, todo puesto en razón; no teme mudanza, no sobresaltos, no cosa que le saque de entre las manos su contento, su gloria, su fin. No teme de fortuna, no de envidia, no del tiempo, no la muerte. Finalmente, amor por amor es amor santísimo y honesto, y no sé si de los amores honestos el mejor, así como el natural, de todos el peor en el hombre.

Vengo a la letra de la canción, en la cual hay cosas muchas muy mal dichas contra toda razón, pues no solamente la proposición principal es falsa y contra toda razón, pero aun muchas accesorias; y no sólo peca en las sentencias, pero aun en el artificio de la canción, que no siendo madrigal (...) el primero verso sin respuesta de consonante. El artificio de la canción muy bajo, pues echó la responsión de los consonantes siempre junta, cosa que menos bien suena. El estilo, bajo, sin sal, sin epítetos, sin figuras; un decir flojo, sin niervos, en partes anfibológico.

En la primera canción dice que podría mostrar de tal manera su tormento que la moviese a sentimiento, pero dice que quiere callarlo porque no quiere bien que sea forzado. Lo primero, que quien puede 8 bien mostrar su pena y su tormento, como dice el Petrarca: «arde in picciol foco». Esto es contra toda condición de enamorados, que jamás se quejan de otra cosa sino de no poder mostrar bien sus dolores, y si alguno los puede mostrar es señal que son pocos. Poca pena jamás causó mucha compasión, mas habiendo de tratar en esta canción de mover amor, ¿para qué es decir que la podría mover a sentimiento? Pues aunque él moviese a lástima, no por eso la movería a que le amase, pues el hombre puesto en algún tormento, mueve los ánimos a compasión, mas no a que le amen. Prosigue diciendo que no quiere forzarla, con mostrarle su pena, a sentimiento, porque no quiere bien que sea forzado; como si la voluntad recibiese fuerza, bien que hablando galanamente se sufre decir por encarecimiento. Concluye la estancia diciendo:

«Quiero que me matéis,
y no que me queráis, si no queréis».


Este verso no es inteligible ni se puede sufrir porque implica una contradición en la voluntad, diciendo que la voluntad puede querer alguna cosa sin quererla. Si esto es sufridero, véanlo los que ayer nacieron. Y que esto sea verdad él mismo lo declara más en la segunda estancia, cuando entra diciendo:

«Si yo he de ser querido,
de vuestra voluntad quiero que sea»,


dando a entender, como arriba dije, que puede la voluntad querer una cosa y no con voluntad. Y esto dice él que no lo quiere, sino que le quiera la voluntad, con voluntad, porque lo primero dice él que es cosa fea. Lo imposible, lo inepto, ninguno que lo sepa lo llamó feo, sino imposible.

Dice luego en esta misma estancia, que

«para mi remedio solo vuestro querer quiero».


Por medio de estas palabras se colige ser su amor torpe, pues no toma el querer de su dama por fin, sino por medio de su remedio. Pregunto yo: si el amor, que es fin en las aficiones honestas, aquí lo toma por medio, ¿cuál me dirá que es el fin? Paréceme a mí que, siendo el amor natural y tal el medio que él pide, de razón ¿qué fin será? Sola aquella torpeza, último fin del amor sensual, de natura. Torna luego a porfiar con decir que su dolor la podría forzar, cosa tan falsa en rigor de verdad, y para encarecimiento no se sufre decir más de una vez. Y él lo 9 dice en todas tres estancias, las primeras.

La tercera estancia, en efecto, es la primera, y no dice más esta que aquélla, ni aun tanto, pues torna a decir que si le mostrase sus trabajos y sus tormentos que la movería a compasión, cosa ya dicha en la primera estancia, debiéndola mover a solo amor, a esto principalmente. Según el intento de la canción, solo trata de la compasión, pareciéndole que son lo mismo, y da luego una gentil muestra de mucho amor, que es no quererla mover con sus tormentos sino con sus dones naturales. Yo, para mí, en esto antes hallo arrogancia y presunción vana que amor, pues nunca un cortés amante procuró mover a su dama a bien quererle con decirla: Mirá, que soy gentil hombre, hermoso. Sino con solo ponerle delante lo infinito que la ama, lo mucho que la desea servir, que esotro, 10 cuando se da, es en personas de pastores necios, que no entienden más, que estos tales les suelen dar los poetas loarse de bienes naturales, y cuando alguna vez algún cortesano se loase de estos tales bienes, había 11 de ser con mucho descuido, pasando livianamente por ellos; o cuando entendiesen de sus damas que eran tan livianas que solo se pagaban de estos tales dotes, y para con mujeres livianas y locas que de esto se pagasen, no sé yo cómo podrían haber amor honesto.

En la cuarta estancia echa fuera el amor racional, honesto y perfecto como menos bueno, que es amor por amor, dando la causa de esto en la quinta estancia, y dice que amor, como dios que en todo le es muy favorable –con quien él mucho priva, como el que tan bien ha cantado de él con tantos millares de versos–, le descubrió un grandísimo secreto jamás descubierto a todos los pasados que lo contrario entienden. Fue el secreto decirle: Mirá, tomá de mí este consejo y jamás quieras ser amado por amar, porque este tal amor, hágote saber que es amor con arte. Amor con arte entiendo yo, y aun todo el mundo, que es amor engañoso, fingido, falso. 12 Por cierto este es un secreto de amor tan malo que pluguiera a Dios que nunca él lo hubiera descubierto a persona, porque los que tan honestamente vivíamos engañados no quedáramos libres de tan virtuoso engaño, y en él quiero morir y vivir. Háganme amor y el cielo tanta merced, tanto bien y favor que sea yo amado de la que tanto amo por solo mi amor, que cuando esto me diese mi ventura, ¿quién en el mundo tan dichoso como yo, si a un amor tan infinito como el mío había de responder otro tal de aquella, cuya divina beldad y hermosura de su alma, disfrazada con la peregrina del cuerpo solo al mundo, puesta siempre delante de los ojos de mi entendimiento, noche y día me está abrasando en un fuego glorioso con que de hora en hora siento de cada día gastar en mi alma cualesquiera nieblas obscuras de bajos y torpes pensamientos, levantando mi entendimiento de grado en grado por la escalera de sus inmortales virtudes y bellezas, hasta llegar a aquella divina y eterna eidea de todo nuestro bien? Concluye en esta quinta estancia con la conclusión de su propósito, diciendo que quiere ser amado por bienes naturales, pues semejantes amores son los perfectos y los inmortales.

En la sexta estancia, de la razón de esta conclusión dice que cuando amor se engendra mediante algún bien que dio naturaleza, que en tal caso este tal es amor firme. Que este amor sea el firme, el perpetuo, no lo prueba él (…), debiendo probarlo, pero da una razón muy donosa. Fuera de este lugar dice que la hermosura, una vez puesta por las especies inteligibles en el entendimiento, que está jamás se pierde, y así el amor fundado en ella. Preguntando yo: dad acá, señor; si esta mujer que vos amáis por hermosa con solo amor natural viene a ser fea como todos los diablos, ¿no la dejaréis de amar y la aborreceréis, pues puede más la fealdad presente que la hermosura solo imaginada? Respóndeme que no. Yo digo, si esto es verdad, que ni más ni menos si yo amé una mujer por honesta, por virtuosa, por discreta, después viniese a ser la más deshonesta, desvergonzada, pública ramera, que tampoco la aborrecería, pues (lo arriba dicho) bastaría para tenerme en su amor la imaginación de lo pasado bueno, sin que la presencia de sus vicios presentes ya me la hiciesen aborrecer, y así, desque un amor entrase en el pecho, jamás saldría. Siendo verdad que uno de los remedios más principales que Aristóteles y todos los doctos ponen para desatarse el amor es que se mude la cosa amada de lo que era cuando nos enamoró; a esta razón mía responden algunos señores que es disparate y muy diferente. La diferencia yo no la veo, holgaría que me la mostrase quien más que yo supiese. Concluye en esta sexta estancia diciendo que si él no tiene bien natural que no quiere ser amado ni lo merece, antes merece ser desamado. En esta estancia concluyó viciosamente con una falacia (que si bien me acuerdo, la llama Aristóteles «fallatia aequivocationis» 13 ), porque si toma «bien» por natural de fortuna, de entendimiento vario o, por mejor decir, amplio, la suposición del término «bien» que arriba, en el antecedente, lo tomó por «bien de natura» expreso, y abajo se puede tomar por todos tres bienes. Y si de esta manera se toma, la conclusión de esta estancia es verdadera; pero contradice a su intención y a la conclusión principal, de manera que por todas partes queda mala la canción. Pues si entendió en el fin, también como en el principio, por bien de natura, dase un absurdo de la mala 14 dición, y es que por los otros bienes merece el hombre ser de él amado, y solo por el de natura querido, cosa insufrible para oír, cuanto más para decir.

En la séptima estancia dice que por el amor natural se alcanza la gloria verdadera. Esto yo no sé quién tal pudo decir si no fue Epicuro, 15 poniendo la felicidad humana en el deleite, siendo que la felicidad del hombre en esta vida está en la acción virtuosa (no trato aquí de la felicidad angélica contemplativa). Dice luego que esta gloria es la que él quiere por amor de bienes naturales; dice luego que por este fundamento natural se fatiga y muere. Lo natural no se alcanza con fatiga si no lo tiene, por más que muera por él ni se fatigue no lo terná; si lo tiene, ¿para qué muere por él y se fatiga? Yo no sé cómo se concierten estas razones. Concluye en la última canción que siendo verdad lo dicho, que esto quiere y esto pretende, pues este amor es durable y cualquiera otro perecedero. Y al fin dice que esta es la fineza de amor.

Quien fuere juez de esta ingeniosa canción suplícole mire bien mis razones y en su juicio diga si son razones de gramático, como dice el autor de esta canción y sus secuaces.

(Escribiose todo sin suspender la pluma sino para comer).

D - A - O






1. Ed.: queréis
2. Ed.: repetitivas
3. Ed.: esta
4. Ed.: engañado
5. Ed.: ya si
6. Ed.: ymprefecto
7. Ed.: don perfecto
8. Ed.: que puede
9. Ed.: ello
10. Ed.: es otro
11. Ed.: esto, tales bienes habían
12. Ed.: falto
13. Ed.: equivocationes
14. Ed.: mal
15. Ed.: Epicurio

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera