Epístola 2. Al Jurado Rodrigo Suares. En que se trata el riesgo que corren los que comunican sus escritos con el vulgo y cuán poco premio se alcanza hoy de estos trabajos.
No dudo que os halléis, señor,
contento
de ver ya
vuestro
libro concluido,
tan al
gusto
de vuestro pensamiento.
Y no será afición que os ha movido
a pareceros
bien,
que justamente [5]
merece del dios Febo ser leído.
Y así, de aquel que de este
caso
siente,
(si ha de seguir razón) seréis
loado,
aunque le pese al
vulgo
maldiciente,
que tan
divino
ingenio
y tal
cuidado
[10]
en descrebir las cosas de memoria,
de fuerza habrá de ser remunerado.
Y si la
odiosa
invidia a
vuestra
historia
el premio le negare que
meresce,
el cielo mesmo le dará la
gloria.
[15]
Mas
dexando
esto ahora, que paresce
que me rige pasión, estoy notando
el ansia y el deseo que en vos cresce.
Cuán cuidoso andaréis solicitando
que se despache
vuestro
libro en
Corte,
[20]
a unos
escriviendo,
a otros
hablando,
cómo procuraréis que el tiempo acorte
el
corretor,
que apruebe y dé al Consejo
su aprobación de modo que os importe.
Luego que os sea
traído,
qué aparejo [25]
tendréis de varias letras porque sea
impreso
a lo
moderno
y no a lo viejo.
Entregareislo
a nuestro
amigo
Andrea,
que en esta
profeción
ecede
a todos
los que imprimen de
Italia
y Basilea. [30]
Usaréis de los términos y modos
de la
nueva
ortografía, viendo en ella
a Cabrera metido hasta los codos.
Señalaréis por
corretores
de ella
al maestro
Girón,
do
Febo
tiene [35]
todo el tesoro de su escuadra
bella,
o al
divino
Herra,
que detiene
con dota lira los airados vientos
y el monte a oírlo, cual a Orfeo, se viene.
Estos
apuntarán,
pondrán acentos [40]
en laimpresiónde
vuestra
ilustre
historia,
de que están dinamente muy
contentos.
Vos, lleno (y con razón) de mucha gloria,
con tal emprenta y tales
corretores,
estimaréis por vuestra la
vitoria.
[45]
Aguardaréis el premio y los lores
que se le deve a vuestra
culta
obra,
aprobada de sabios
escritores,
y entenderéis que, libre de sosobra,
viviréis ya de la
nación
honrado,
[50]
que a la que más, por vos, se encumbra y sobra.
Aquí
tiemblo
cual hombre atarantado,
y queriendo hablar, estoy perlático,
viendo
esto
cuán mal es hoy premiado.
Aprobará un retórico o
gramático
[55]
su elocuencia, su lengua, y dará voto
cual si fuera un Sabélico, un Selvático,
y contra un parecer de un hombre
doto,
querrá oponer el suyo un
romancista,
y aun dar esposisiones sobre
Scoto.
[60]
Atreverase un
bárbaro
alquimista
dar a Mercurio
reglas
de elocuencia,
y de música a Febo un guitarrista.
Platón
se puede
allá
guardar su ciencia,
Aristóteles
toda su agudeza, [65]
si ha de pasar por la
vulgar
sentencia,
que ya no se le da el lugar ni alteza
que se le dio otro tiempo al que
sabía,
cuando se estimó en más que oro o nobleza.
Ahora va por diferente vía, [70]
que
calla
el sabio y habla el
inorante,
y dar luz quiere la
tiniebla
al día.
Tiénese en más el
vidrio
que el diamante,
que la plata el
estaño,
que oro el cobre,
que la verdad lo
falso
y lo
inconstante.
[75]
Osa ponerse contra el
fuerte
robre
el débil junco y la flegible caña,
y contra el rico Creso,
Telo
el pobre.
Esta
desigualdad
ofende
y daña
lo justo, y hinche su
maldad
proterva [80]
de soberbios titanes la campaña.
Ahoga
al trigo la contraria yerba,
a la vid sacra, la
infecudanda
grama,
el marhojo a la oliva de Minerva.
Las cosas
dinas
de
loable
fama [85]
las oculta la invidia rigurosa,
y a la virtud contrasta, ofende, infama.
De esta suerte va todo, ya no hay cosa
que sea esenta de su ley
terrible,
a los ánimos justos, odïosa. [90]
Esto temo, y mirando el mal horrible
a que vais condenado y la tormenta
en que os veréis, sin verla bonancible,
dais vuestro libro a la vulgar
emprenta,
seguro de la
gloria
que meresce, [95]
como si el
vulgo
tiene en eso cuenta.
Y aunque en su alto proceder paresce
que
Apolo
no le puede hallar falta,
vos veréis los naufragios que padesce.
El rayo con su ardiente furia
asalta
[100]
donde más le resisten, y el airado
viento,
hiere
la cumbre que es más alta.
El inorante y maldiciente osado,
ofenden
lo más dino de alabanza,
porque siempre lo bueno es contrastado. [105]
De este modo reciben la venganza
de lo que les negó
Naturaleza,
que su terrestre condición no alcanza.
¡Oh tristes
escritores,
qué
torpeza
seguís, qué ceguedad, qué desvarío, [110]
qué locura tan grande y qué baxeza!
¿No veis que os
sometéis
al señorío
y a la jurisdición del vario
vulgo,
que trata lo más justo con desvío?
De parte del dios Febo os
descomulgo,
[115]
si no quemardes vuestras
obras
luego,
y esta
censura
última os promulgo.
Seguiros ha de hoy más a sangre y fuego,
anatematizando al que ecediere
de esto que por bien vuestro os pido y ruego. [120]
Haced al punto lo que
manda
y quiere,
o cesará de daros sus favores,
pues sin su amparo todo
escrito
muere.
Hará que
no
alcancéis con mil
sudores
una claúsula
buena,
aunque estos daños [125]
en los
pobres
poetas son mayores,
que de Hipocrene estancará los caños,
cesará el chorro de su dulce vena,
y no harán dos versos en seis años.
No les acudirá la
copia
llena [130]
de epítetos y términos galanos,
ni
modos
de hablar de lengua
ajena.
Comeranse los míseros las manos
tras un
conceto
y, sin poder cuajallo,
quedarán todos sus intentos vanos. [135]
Por mejor tengo que queráis dexallo,
pues os lo manda Apolo por
censuras
y es tan sin fruto cual sabéis usallo.
Si el soldado padesce desventuras,
en Libia al sol, en Citia al viento
fiero,
[140]
espera bien de sus congoxas duras.
Si le ofresce al peligro el marinero,
recompensa su riesgo la esperanza
que le promete el tiempo venidero.
Mas el
pobre
escritor, sin confianza [145]
que el galardón debido le prometa,
trabaja
para dar de sí venganza.
Recójase a otra vida ya el
poeta,
siga el historiador otro camino,
pues prevalece la contraria
seta.
[150]
Váyanse los
febistas
a un molino
y los mercurïales a una noria,
pues lo uno y lo otro es
desatino.
Quédense los que quieren la vitoria
y el triunfo de las
letras
que no entienden, [155]
destierren
la Poesía y Oratoria,
y Dios os libre de
estos
que así
ofenden.