Información sobre el texto

Título del texto editado:
Carta que se escribió echadiza a don Luis de Góngora
Autor del texto editado:
Vega, Lope de 1562-1635
Título de la obra:
Cartas y billetes de Belardo a Lucilo sobre diversas materias
Autor de la obra:
Vega, Lope de 1562-1635
Edición:
1616


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Carta echadiza


Llegó a mis manos una carta de vuestra merced en que escribe al señor Mendoza familiarmente, como tiene por gusto y por costumbre, y los sucesos de aquel mes, con tan estrecha cuenta que, si no hubiera yo la noticia de otras, no creyera que tal hombre podía merecer tanto cuidado. Si bien imagino ya que vuestra merced no le escribe por amor ni por justa correspondencia, sino porque le ha parecido que, como el tal Mendoza, es el paraninfo de los predicadores, el que duerme en sus celdas y lleva las cédulas a los púlpitos; el que anda en los coches con los señores, conoce todas las damas, oye todas las comedias entre los poetas, es calificador de los sermones, consultor de los sonetos, embajador de la señoría de la discreción en esta corte, agente de la Puerta de Guadalajara y Mercurio de las nuevas y sátiras de este reino. Y se conservará mejor la opinión de discreto dando a entender que aquella prosa para Mendoza no es cuidado, y que con una carta de estas todos están en admiración, mayormente los que merecen sus besamanos de vuestra merced, con quedar para con los otros graduados de imperios a quien vuestra merced llama “patrocinadores”, cosa muy igual al que mereció la carta.

Y cierto que me desatina a mí, por la opinión de muchos, que en esto lo están conmigo, que quiera vuestra merced manchar la claridad de su raro juicio con escribir a un hombre de tales prendas, que aunque él lo sea muy de bien, como lo es, el haber salido tan mal teñido de la oficina de la naturaleza nos desconfía, fuera de los discursos de su vida, tan desiguales que, porque vuestra merced lo sabe, no los refiero. Con que muchos han tomado ocasión para decir que le sucede a vuestra merced como a las mujeres hermosas que, al declinar la edad, se amanceban con oficiales, habiendo sido antes de príncipes. Y él está tan atrevido con esto, que dice que es su espíritu de vuestra merced, y conócese bien que vuestra merced se lumbra en la lengua de fuego, y en que sin ser Eliseo le ha recibido doblado porque, a tener el animo sencillo, no solicitara disgustos a vuestra merced a costa de la reputación ajena.

Y ha sido esto tan perjudicial a la de vuestra merced, que si alguna causa dio primero movimiento a los que en este y otros lugares se han atrevido al inaccesible ingenio de vuestra merced, ya en el Polifemo, ya en las Soledades, fue solo el haberlas fiado de Mendoza, que si vuestra merced le enviara a don Juan de Jáuregui, mejor supiera defenderlas que las ofendió con tan largos, aunque doctos discursos. Y que tanto han dado que considerar aun a los más apasionados de vuestra merced, entre los cuales estoy yo, tan preciado de este nombre, que como lastimado de que vuestra merced por esta parte, que ya parece tema, atropelle vuestra merced tantos servidores suyos, de tan diferentes cualidades e ingenios, que he tomado la pluma, siendo extranjero de esta lengua, aunque no de la latina, de la filosofía, poética y retórica, que estudié en la Universidad de Coimbra en mis primeros años, para moverle a piedad de sí mismo con estas causas escritas con más amor que diligencia. Porque, a la cualidad de Mendoza es honra hablar en él, aunque sea diciendo mal. Y a la de vuestra merced no se satisface menos que con servirle toda nuestra nación, como a su Fénix única, y por satisfacer a las dudas que ha puesto a la lealtad y buen término de Lope de Vega Carpio, clérigo y vecino mío, a quien de muchos años a esta parte por esta causa conozco, sin otra pasión de las que mueven a los defensores de los poetas, que es adonde mayor suelen mostrarse los que los tratan y comunican.

De dos cosas querría satisfacer a vuestra merced en esta parte: la primera por la del Mendoza y la segunda por la de vuestra merced. A la de Mendoza, digo que se engañó maliciosamente, en escribir a vuestra merced, entre otras mentiras, con que le ha dado tantos enemigos que no tuviera, que Lope de Vega había escrito por vuestra merced aquel soneto de su comedia, pues siempre alaba y encarece aquel género de transposiciones en su elegante poesía de vuestra merced, y consta a toda la gente que le hizo por algunos mochuelos que aquí se imitan bárbara y atrevidamente, a quien sucede lo que a muchos que contrahacen el latín de Justo Lipsio, y escriben una lengua tan monstruosa que ni es latina, ni hebrea, ni arábiga. Mas no por esto Lipsio deja de ser aquel divino inventor de tan único estilo, que es lo mismo que sucede a vuestra merced, único ingenio e inimitable, con que pienso que la malicia de Mendoza está declarada y esta objeción tácita respondida.

Cuanto a vuestra merced, que es la segunda, me admira que tan ásperamente escribiese de un hombre tan conocido y en carta que había de andar por las manos de tantos, como vuestra merced presume cuando las dirige a Mendoza, a quien yo imagino como la estatua de Roma, en cuya cara fija vuestra merced de noche los papeles que quiere que lea toda la corte de día, de que parece estar tan desollada, con ser de zapa.

Dice vuestra merced que conoce muy bien a los helvidianos, como quien también los entiende a donde yo, con el vocabulario de los Equivocos de Ledesma, hallo que no es San Ildefonso por quien vuestra merced lo dice, sino Lope de Vega, el cual no sé cuándo o cómo se haya entendido con herejes, si no lo dice vuestra merced por ser ministro del Santo Oficio y sobrino de don Miguel de Carpio, hombre por quien hoy dicen en Sevilla, cuando una cosa está caliente, “quema como Carpio”. Asimismo añade vuestra merced que Dios le libre de ser alumbrado, aludiendo a varios clérigos que con este nombre fueron viciosos, no sé si en Córdoba que, como soy de Lisboa, no estoy bien en las cosas de Castilla. Y aquí mi vecino está tan lejos de esto, que se conoce el odio con que siempre ha mirado vuestra merced sus costumbres, debiéndole tan diferentes correspondencias, pues incitándole muchos que respondiese a tantas sátiras como vuestra merced le tiene escritas, o permitiese que sus amigos lo hiciesen, lo mas descompuesto que salió de su boca en estas últimas fue decir: “¿En qué me puede a mí ofender quien las hace a tantos?”.

Y es muy bueno que alaba vuestra merced su paciencia, después de llamarle hereje y alumbrado, con cifras que le parece a vuestra merced que las entenderá Mendoza, como secretario de la de vuestra merced, y no los otros. Alabe vuestra merced su ingenio, señor don Luis de Góngora, su sangre, sus letras, su virtud, su compostura, su patria, su hacienda, su casa, su patio y sus amigos, pero su paciencia, eso no. Pues no le ha quedado en este mundo qué maldecir, sin perdonar a sus bienhechores, ni a las ciudades y huéspedes donde le han servido hasta los ríos, telas y edificios públicos. Y cuando digamos que Lope de Vega hiciese este soneto al esquisito lenguaje de vuestra merced, que es todo el delito que se le imputa, ¿qué?, ¿llama vuestra merced paciencia llamarle hereje y alumbrado? Pues se pudiera igualmente contentar con decir mal de los suyos. Con esto verá vuestra merced que él no le escribió en ofensa suya, y que se engaño Mendoza, pues mal pudiera hacer esto quien en las desgracias que aquí sucedieron a sus Soledades escribió aquel tan elegante como mal agradecido soneto que comienza:

Canta Cisne Andaluz que el verde coro, etc.

De suerte que todo su estudio de vuestra merced es solicitar el deshonor de este hombre, y todo el suyo celebrar su ingenio de vuestra merced, entre tantas calumnias y disparates como este día ha puesto a la singularidad de vuestra merced la multitud de los que le envidian. Vuestra merced me la haga de responder satisfaciendo a esto o, por lo menos, a mi amor, que bien puedo merecer mejor que Mendoza respuesta de vuestra merced, por bien nacido y no lego ni ignorante de letras humanas y divinas, que mejor sabré defender las figuras retóricas de sus escritos que los que las murmuran entenderlas.

Vivo a la calle de Francos, junto a las mismas casas de Lope de Vega, a quien me holgaría que vuestra merced estimase, no por su ingenio sino por sus costumbres. Y si esas no agradan a vuestra merced, a lo menos, por la obligación que le tiene y la paciencia con que ha resistido sus injurias.

De vuestra merced, a quien Dios guarde.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera