Carta
de don Antonio de las Infantas y Mendoza
respondiendo
a la que se escribió a don Luis de Góngora en razón de las Soledades
De las del señor don Luis de Góngora llegó a mis manos una que no sé si
llame
carta, y la razón de dificultar si lo es reservo apuntársela a vuesa merced llegando la ocasión. Encargueme de responder a ella por no coartar el tiempo al
ingenio
superior, y que él le gaste en niñerías.
Habiéndola considerado, se me ofreció que, tratando
Cicerón
en la introducción a la
Retórica
cuál sea más provechoso en ella, o la brevedad o la latitud (pues la brevedad habilita la memoria, mas es causa de
obscuridad;
la oscuridad tiene necesidad de interpretación; la latitud, aunque consiga el fin de darse a entender, puede causar enfado), y así dos cosas da por necesarias, y las habrá de tener forzosamente esta mi carta: brevedad conceptuosa y latitud necesaria, ambas conprehensivas del fin de la
Retórica,
pues de la una se consigue tener en la memoria el intento del orador, y de la otra, el fruto que él pretende de la persuasión.
La carta de vuesa merced, señor autor del
incógnito,
me ha parecido una
miscelánea
de confusión, y está como las materias antes de la creación de la luz, que fue la que distintamente mostró el lugar que cada una había de tener.
Solino
refiere de una serpezuela llamada cerasta, que tiene otra cabeza debajo de la cola, y cuando con la principal halaga, con la otra hiere mortalmente, símbolo de un amigo fingido. Las razones de ese papel tienen ese mismo efecto, pues debajo de sombras de amistad traen el espíritu de
Juvenal
o Marcial. Y porque deseo
convencer
el entendimiento con razones y no con
malicias
(aunque sé es plato que más saborea el gusto de la corte), como he de impugnar ese intento, no le sigo, que no quiero paliar como vuesa merced, con máscara de amistad, mis pensamientos
satíricos.
Vese bien claro, conforme a la doctrina de
Aristóteles
que
"verba sunt signa conceptus,"
tener dañada la intención, pues tales hijos forma, y si previene el dificultar por qué sea carta pregunto yo qué es o qué nombre será bien darle. Para saber de [qué] calidad sea una cosa advirtió el filósofo se hiciesen cuatro interrogaciones:
"an sit?, quod sit?, quiduis sit? et propter quid sit?,"
al que se parece una
carta
monitoria, maliciosa y satírica, en símbolo de la cual y sus efectos pintaron
Fornuto,
Claudio y otros un cuchillo agudo cubierto de hojas verdes: deleita con la vista y hiere con los filos. Cuál sea no lo juzgo, porque ni del exordio, partes, distinción, encadenación, modo ni epílogo lo pude rastrear. Al
propter quid
no lo hallaba, y encontré en el prólogo de
Natura deorum,
de
Cicerón:
hay algunos que diciendo mal de lo ajeno se honran con el vulgo, creyendo que quien tuvo ánimo de impugnar
obra
superior tenía talento; Eróstratos que pegan fuego a su opinión, por correr en la duración de la fama. Y si la pasión de las acciones proprias no dejare ver los
errores
de su carta, guiados del primer impulso que suele parir impróvidas acciones sin dar lugar a la cordura, considérelos ajenos y entonces la viga que en su ojo no vio, si viga no, verá paja. Y para que de espacio los vea, váyalos ponderando y dé el primer lugar a este.
Desiguales versos y consonancias erráticas.
Los diferentes harían desiguales especies dellos, y no siendo iguales las cadencias (propria acción de esa selva errática), inciertas las
consonancias,
pues solo en las octavas, quintillas y décimas las tienen fijas; advierta el pío lector qué práctico es en poesías, pues esto se le hizo
nuevo.
Con nombre de Soledades.
Probó tan aguda y
doctamente
Mendoza, en su segundo punto, convenirles ese nombre, que lo mejor es en esta parte remitir a él a vuesa merced.
Le llama padre.
Débese a Dios ese nombre por la formación, débese al padre natural por la generación, débese a los maestros, pues el [padre] puede dar [ser] natural como los animales, y el maestro según
Aristóteles
da el ser racional de mayor alteza, por lo cual daba Diógenes Laercio tantas gracias a los dioses. Y, de su parte, Mendoza hace lo que
puede
esparciendo escritos, que eso es honrar a su padre.
O por gracioso o influjo.
No por gracioso, y a eso [¿no?] hay que responder, pues dice vuesa merced en el proprio renglón por
influjo
celeste, del cual dice el
filósofo
en los
Meteoros
participan todas las cosas sublunares, y están sujetas a los movimientos celestes y causas superiores de donde penden y dimanan, y esto no cuanto al alma eterna, o al libre albedrío, sino en cuanto a las inclinaciones que por bien del temperamento de las calidades que los cuatro humores tienen, como los cuatro elementos contrarios, de donde son corruptibles todas las cosas sublunares; y las celestes no por tenerlas, o ser de materias sin estas repugnancias y generativa de ellas, por sus contrarios movimientos e influjos. Y siendo este, como vuesa merced dice, influjo, es
natural
suyo, cuya razón no le hace condenable, y así hace lo que sabe y lo que debe procurando imitar a su maestro, axioma tan recibido. El publicar el parto de su maestro, no alterándole en nada y siendo tan bueno como es, no
desmerece
porque Mendoza le extienda, antes le hace digno de agradecimiento, y cuando fuera algo suyo,
talento
tiene, y de doctrina de tal maestro que pudiera embotar los agudos filos contrarios.
Y yo tan obligado.
Si tan obligado y
amigo
fuera como dice no dudara, pues no había llaga en que meter el dedo, y siéndolo no podía desconocer cuyo era, porque
Cicerón
dio
"per amicitiam alter ego,"
y era fuerza conocerse a sí mismo, y más bien lo disimula, antes parece voz de
Jacob
con guantes de Esaú.
Para desengañar los ignorantes.
No es razón que corre, porque si ignorantes, no es para ellos, y si para desengañarse a sí, no censure, y si para los émulos que dice, ninguna comprobación mayor de excelencia que los ínfimos y ignorantes hagan
emulación,
y vuesa merced dice que no es necesario a los sabios que ya conocen el
estilo
apacible del señor don Luis.
Fueran más celebrados.
Y no lo prueba vuesa merced, aunque lo dice, y así no respondo como a cosa desierta, pues donde
falta
razón lógica queda frustrada la proposición.
Se lastiman los bienintencionados.
Implica, pues a serlo, y ello tan bueno, no tienen de qué, y caso que no lo fuera, el bienintencionado siempre echa las cosas a la mejor parte.
Si las quisiera escribir en nuestra lengua vulgar.
Como si estuvieran en caldeo, donde da [a] entender que
ignora
la suya
materna,
y hace demostración de esto, pues queriendo usar de una gradación usó de una identidad, que en la una le igualan pocos, y en la otra se aventaja a muchos, que es todo uno. Y añade otro mayor yerro (no me espanto) cuando dice que por serlo no se trabaja tanto por entenderlo, confirma ser bueno vuesa merced, que en lo que ha estudiado está seguro de
censura
y cierto de aplauso, y así esto lo está pues tanto ha trabajado en ello.
Dice en la griega ni latina hay tales soliloquios.
Enseña cuán poco
versado
sea en ellas, pues ignora que de allí tuvieron el origen y que los usaron los
poetas
griegos y latinos, demás que no son todos soliloquios, antes
égloga
cuya naturaleza introduce varios personajes.
Ni en las demás lenguas del Calepino.
El mejor fue de impresión del Con. [sic]. Vuesa merced no ha
leído
de él más que el título, pues no sabe que tiene siete, y en ellas no trata más que de las dicciones hebreas, griegas y latinas, para dar el uso de ellas a todas las naciones en su propria lengua, y no soliloquios, de donde se ve no haber hecho más que elegir unos vocablos poco usados y juntarlos en diferentes proposiciones sin ligar una voz a otra.
No ha participado de la gracia de Pentecostés.
Si ha participado la que ha menester para Dios, él verá lo que le importa, y para las gentes la necesaria, estudio que sabe bien: carisma la llama el griego, varia [sic] nosotros. Con ella ha gozado el triunfo de envidiado y no envidioso, causando
admiración;
si España [no], dígalo Italia.
La desdicha de Babel.
La desdicha babilónica era para los que oyeron que no la entendían siendo en su lengua materna, y esta por buena que sea no la
entenderá
vuesa merced, pues como dice la filosofía
"admodum accipientis accipit,"
y así no es mucho le parezca jerigonza o germanía, que es su proprio lenguaje, y quizá la malicia del autor la usó por acomodarse a vuesa merced y a otros con quien trata.
Amigos que la enmendarían o declararían.
Tiene dos dificultades, la una conocer
quiénes
sean, que el día de hoy hay muy pocos, y más en corte y peores en ausencias; lo otro, cómo habían de enmendar lo que no supieron entender.
Recoger para remendar.
Será imposible, porque demás de haberlos esparcido Mendoza, lo bueno vuela en las alas de la
fama,
y no habiendo quién sepa remendarlo conformose con las opiniones de los discretos. Ándese así y no remendado de tan mal paño, y en esparcirlos Mendoza tomó el consejo del profeta rey:
notas facite in populis, &c.
Compadecerse del juicio de Mendoza.
Siendo tan bueno, y de tan
buena
luz natural, es bien no se ocupe en menos grandiosas cosas, sucediéndole lo de la fábula del que tenía de la piedra atada una mano, y en la otra las alas:
"ingenium volitat paupertas deprimit ipsum."
Y sobre esto encargo a vuesa merced la conciencia.
Dice vuesa merced bien, y conforme a derecho en su profesión objeta; porque si en el natural
"quod tibi non vis, &c.,"
y vuesa merced por sí no quiere adición de ciencia ni de conceptos sino que se esté
"tanquam tabula rasa, &c.,"
sería contra vuesa merced el pintarla con nuevas flores científicas, y así lo que no quiere para sí no debe querer para el prójimo.
Parece que sirve a vuesa merced
Sí hace; si no con cinco, acude con un talento, y nadie debe lograr más de lo que le dieren, y debe el señor don Luis estimarlo, pues puede decir Mendoza:
"propter te substinui obprobium, &c.,"
mas pagárselo ha con que quede
eterno
su nombre corriendo parejas con sus versos, los cuales se han de
eternizar
en la duración del tiempo. Y fue cordura suya llegarse a tal ejemplar, que cuando el siglo futuro le imite, conocerá quién le seguía, y será nombre del artífice puesto en el engaste de piedra preciosa.
Parece que sabe.
Digno de alabanza y no vituperio o reprehensión, ayudar con
arte
a la
naturaleza,
que es lo que dice Aristóteles. Todo hombre naturalmente desea saber, y esto desvanece porque es obra de las potencias del alma indagar y rastrear; mas vuesa merced no se desvanecerá, según parece, porque no lo sabe, ni lo
entiende,
ni lo ha de saber ni lo quiere entender.
Ha escrito, y porfía en ello.
Si ha escrito, halo leído, o tiene noticia de ello, y forma conceptos en el entendimiento, por no necio o tonto, de quien dijo
Claudiano
que será entendimiento ignorante estatua de piedra o pinturas.
Muy copiosos corolarios.
Sonlo, por cierto, por cinco
razones.
La 1ª, porque siendo verso va ceñido y ha menester muy copiosa extensión. 2ª, porque siendo soliloquios que se toma cuenta a sí mismo [sic], no siempre se responde tan latamente, porque sin réplicas no crece el argumento. 3ª, porque siendo de hombre que en todo género de versos es conceptuoso, y sentencioso, a cuyas razones llama el griego aforismo por lo lacónico, y ha de ser el corolario extendido. 4ª, por el
estilo
que, siendo breve, ha de ser
obscuro.
Estilo observado de
Suetonio
Tranquilo, y Valerio Máximo, y de griegos, dígalo el Cayetano, todo oráculos, y Aristóteles, que en lo que compuso ha habido menester más libros de comentos que hojas lo comentado, todo para despertar el entendimiento, que de eso sirven las brevísimas modales. 5ª, porque corolario es corona, y reducido y recogido como conclusión siendo como es,
merece
el señor don Luis copiosas coronas. Y Mendoza, de las flores que cogió en sus obras, hizo corona para el autor, y aun para Mendoza la
hiciera
yo.
De su canora y esforzada prosa.
Es canora porque, aunque
prosa,
si no las armas, canta el varón, y para imitar la diosa Clío en prosa se explica mejor; y esforzada porque para decir de tal autor y tales obras hubo menester esfuerzo, y no le sacó de flaqueza, pues todos le conocen, si no es vuesa merced, que tan
mal
le definió.
Mire en qué parará quien trae esto en la cabeza.
Parará en saber, y es forzoso, porque estando toda el alma y sus potencias en todo el cuerpo, el asiento es en la cabeza. En ella lo ha de tener para saber, si no es que la tiene como algunos que le emulan, y en el
escritorio.
Y un ayuno cotidiano en el estómago.
Remedio necesario a la ciencia, a las virtudes, y la iglesia:
mentem eleuat,
y la imagen de la ignorancia pintola la antigüedad gorda y dormida.
Por corregir el vicio que se introduciría.
¡Oh, infeliz siglo de hierro el que gozamos! A la virtud se llama vicio, y lo que la antigüedad en tanto estimó, que es la
inventiva,
por viciar la obra bautizan con nombre, por no
saber
o no querer o no poder ampliarla; y el comendador griego bien pagaba a quien le trujese algo que él no hubiese escrito.
No le llame señor.
Poco
versado en el uso de las poesías italianas; y la cortesía de discípulo a maestro es recibida; y si en la hoja a quien tal le dice, tres veces discúlpale la ley
bis dixit.
Si vuesa merced habla de veras, no lo permita Dios.
Esta exageración es
ceguedad
de su pecado, por no decir de su ignorancia, no querer luz para salir de ella con la malicia de Acaz,
"non petam, et non tentabo Dominum"
, cuya versión es,
"non petam etsi glorificabo,"
por no darle honor de maestro no se gobiernan por él; y acuérdese vuesa merced de la limosna de Belisario: dad limosna a quien dio luz a la virtud.
Que merece alabanza por inventor de dificultar la construcción del romance.
Que si quedara dificultada, que no queda, merezca mucho quien es inventor es probar la luz del día. Dígalo el pastor que dio la piedra para el templo referido de Vitruvio, el templo de la ciudad de Coy, el de la paz, todos los cuales la antigüedad celebró (y aunque haya mentido tanto Plinio, bien lo podremos creer en esto) por dioses, por inventores, y esto confiesa vuesa merced que lo es, pues remata: si hay algo de esto en esta su
novedad,
dígamelo vuesa merced.
Para que yo convoque amigos.
Tiénelos,
y de satisfacción, ya por la calidad, ya por el oficio, ya por el
ingenio,
ya por el ángel de guarda de la providencia que incita a amistad, o la estrella del horóscopo en sus nacimientos, o la simpatía y confrontación de la sangre.
Las invenciones en tanto son buenas en que tienen de útil, honroso y delectable.
Que esto traiga
utilidad
queda visto en la introducción, pues en los ingenios que quisieren adelgazar las cosas en su punto hallarán
estilo
nuevo, y nuevo modo de decir. Y como vuesa merced dice construcción y gramática de la lengua española, si construcción, es muy útil saber el modo de construirla, que la nación italiana con eso ha hecho
estimar
la suya comunicándola a las demás; y si la monarquía romana dio por acrecentar sus acciones en escribirlas en lengua que a todos se comunicase, y que todos la estudian, ya que las cosas de España son tales, bien es se escriban en todos los modos, ya de
historia,
ya de
poema,
para que, corriendo las hazañas de la nación, corra el modo del que introdujo el modo, y de esto lo que viniere a estar mejor será más útil y más honroso. Bien vemos premiar las invenciones en estos tiempos, pues los arbitrios invenciones son, y si están los arbitristas premiados de los reyes. Véase qué sea delectable:
Averroes
dice que para conocerlo se mira el título que tiene el nombre de quien lo inventó, la intención, división, utilidad y modo de proceder, y probado esto queda
delectable,
y basta decir el título del autor, que siendo tan insigne varón, será su escudo si lo hubiera menester y excusará a sus
amigos
de defenderlo.
Suele la almohada ser razonable consejera y enfrenar los mayores ardimientos que hacen parir impróvidas acciones; y si la carta así de primer impulso vuesa merced la envió sin dar lugar a la cordura, mire despacio la cantidad de
desaciertos
que tiene aquí representados y enmendaralos; y si es [que] el amor proprio no le dejare verlos, considérelos ajenos, y entonces la viga que en sus ojos no vio, si viga no, verá paja. Pues si sabio es, quedará enseñado (de ellos es mudar consejo), y si ignorante, también lo quedará, que el señor don Luis no tiene en el mundo tan poca opinión que tenga necesidad de su consejo de vuesa merced. Y la suya debe ser bien poca, pues no osa firmar lo que da; y por si tuviere atrevimiento de replicar a esto, lo firmaré
yo
para que sepa a quién lo ha de escribir. Córdoba y octubre a 15 de 1613.