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Título del texto editado:
Epístolas satisfactorias. Una, a las objeciones que opuso a los poemas de don Luis de Góngora el licenciado Francisco de Cascales, catedrático de Retórica de la santa Iglesia de Cartagena, en sus “Cartas filológicas”. Otra, a las proposiciones que, contra los mismos poemas, escribió cierto sujeto grave y docto, Epístola I, capítulo 2.
Autor del texto editado:
Angulo y Pulgar, Martín de
Título de la obra:
Epístolas satisfactorias. Una, a las objeciones que opuso a los poemas de don Luis de Góngora el licenciado Francisco de Cascales, catedrático de Retórica de la santa Iglesia de Cartagena, en sus “Cartas filológicas”. Otra, a las proposiciones que, contra los mismos poemas, escribió cierto sujeto grave y docto.
Autor de la obra:
Angulo y Pulgar, Martín de
Edición:
Granada: Blas Martínez, 1635


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Número 2. * *


Todo el tema de estas cartas de vuestra merced se resuelve en seis objeciones: tres afirmativas, dos negativas y una, digámosla, indiferente.

La 1. Las transposiciones o hipérbatos o transtruecos.

La 2. Las metáforas o translaciones.

La 3. La oscuridad que de todo resulta.

La 4. Que esta oscuridad no resulta de las voces nuevas.

La 5. Que ni de la recóndita doctrina que tienen estos poemas.

La 6. Que por la falta de los artículos queda vizcongada la oración en estas obras.

Las cuatro primeras están donde dice vuestra merced "que estas obras de don Luis son oscuras no por la extrañeza de las voces nuevas y peregrinas, sino por dos causas: una, por la confusa colocación de voces; otra, por las continuas y atrevidas metáforas." Y lo mismo casi, aunque por otro estilo, dijo vuestra merced antes. La quinta objeción refiere así: "que la oscuridad de estos poemas no nace de su recóndita doctrina." La sexta está expresa en el folio 33, página 2.

Para prueba de la primera objeción escoge vuestra merced algunos versosque entresaca del Polifemo (de las Soledades no) y si hiciera lo mismo con el poeta que a más satisfacción de vuestra merced ha cantado, hallara los mismos inconvenientes que piensa que hay en los poemas de don Luis. Pero sin duda se engañó vuestra merced (o nos quiso probar, pues creo que entiende lo contrario) y lo probaré con sus mismos ejemplos.

El primero es los dos versos primeros de la dedicatoria de la Fábula de Polifemo:

Estas que me dictó rimas sonoras
culta sí, aunque bucólica, Talía.


Y como que no pueda ser de otra suerte, construye vuestra merced:

Estas rimas sonoras que me dictó
la culta Talía, culta sí, aunque bucólica.


Aquí, para construir o destruir (como dice por el maestro Francisco Sánchez), calló vuestra merced el vocativo y el verbo. Póngale y diga:

Oh, excelso conde, escucha
estas rimas sonoras que me dictó
Talía, culta sí, aunque bucólica.


Y hallará la cláusula corriente, clara y sin necesidad del artículo la, que vuestra merced le añade. "Absit" (dijo Marcial) "a iocorum nostrorum simplicitate malignus interpres: improbe facit qui in alieno libro ingeniosus est." No niego yo que estos versos estén dificultosos, pero sí que estén oscuros para los que se hizo el poema, que son los doctos y entendidos como vuestra merced, que al indocto y al de corto ingenio claro es que serán oscuros, como lo es la lengua latina para quien la entiende poco.

Los tres ejemplos que vuestra merced trae después del referido son como él y así con una misma respuesta se satisfacen. Y ya que quiso valerse de los versos de don Luis para prueba de esta objeción, no escogió otra más difícil transposición en la rima tercera de la Fábula, que dice de la cueva de Polifemo:

Cuanto las cumbres ásperas cabrío,
de los montes, esconde.


Por: cuanto cabrío esconde las cumbres ásperas de los montes. Ni encontró vuestra merced con la más dificultosa rima; ¿quiere verlo? Pues envíeme construida la octava de este poema, pero ha de ser sin añadir ni quitar ni suplir parte alguna de las que tiene la oración. Dice así, pintando la grandeza del zurrón de Polifemo y la confusa mezcla de frutas que en él traía:

Erizo es, el zurrón de la castaña,
y, entre el membrillo o verde o datilado,
de la manzana hipócrita, que engaña
a lo pálido no, a lo arrebolado,
y de la encina, honor de la montaña,
que pabellón al siglo fue dorado,
el tributo, alimento aunque grosero,
del mejor mundo, del candor primero.


Tan difícil es que don José Pellicer de Salas (cuyo grande ingenio es muy conocido y cuya no menor erudición, no menos envidiada) en sus Lecciones solemnes y comento a esta Fábula, dijo: "muchos doctos advirtieron a don Luis que enmendase el verso quinto de esta rima porque dice arriba que el zurrón era erizo de la castaña y de la manzana, y ahora dice de la encina y suena que era erizo del árbol. Porque aquel «de» había de estar con el tributo –«del tributo»– y en el zurrón no venía la encina sino la bellota. Nunca le quiso dar segunda esponja don Luis, yo cumplo con advertirlo." Hasta aquí don José. Y tengo por cierto que no ha menester nueva corrección el verso, según la construcción que yo le he dado y pedido a vuestra merced.

Quiere vuestra merced probar su objeción con su autoridad y afirma "que las transposiciones son ajenas de nuestro lenguaje." Y sin duda que tiene esta conclusión mucho fundamento, porque las usa muchas veces Garcilaso y le cita esta vuestra merced:

En esta agua que corre clara y pura.


Por: en esta agua pura que corre. Véase vuestra merced con él otra vez y leerá también:

Al fondo se dejó calar del río.


Por: al fondo del río se dejó calar.

Escondiendo su luz al mundo rara.


Por: escondiendo su luz rara al mundo. Y en el soneto cuarto:

Romper un monte, que otro no pudiera,
de mil inconvenientes muy espeso.


Por: romper un monte muy espeso de mil inconvenientes. Y en el soneto al sepulcro de don Fernando de Guzmán, su hermano:

Por manos de Vulcano artificiosas.


En vez de: artificiosas manos de Vulcano. Sin otras muchas que le hallará. Luego ¡mal serán ajenas de nuestro lenguaje, si ha tanto tiempo que las usó Garcilaso! Y si vuestra merced le declara por príncipe de la poesía castellana, bien pudo, conforme a la ley I, Digesto, De constitutionibus principum, establecer otra para que ya fuesen propias las transposiciones a nuestro lenguaje, y así o reprehéndalas en él o no las culpe en don Luis, que a su ejemplo las usa con tanta eminencia, novedad y gala, que de otra suerte no fueran dignos sus poemas de la alabanza que vuestra merced les da. "Nec tam insolita laus esset," (dijo Quintiliano) "si usitata et caeteris similis esset oratio." Y si con este ejemplo quiere vuestra merced que aún sean las transposiciones ajenas de nuestro lenguaje, ¿por qué no prohíbe las del soneto que repite por de un amigo para ejemplo de cómo han de ser los versos cultos y claros?; pues dice el verso cuarto:

La que a Dios alcanzó en disfraz humano.


Por: la que alcanzó a Dios en disfraz humano. Y en el verso doce:

Hombre, ten por verdad más que el sol clara.


Por: verdad más clara que el sol. Pues más duramente la usó en la prosa del folio 126, que dice: "elocuencia medida y tan dentro de sus límites ceñida." Por: elocuencia tan ceñida dentro de sus límites. Pero porque no se disguste vuestra merced de esta advertencia, lea un discurso de Quintiliano que excusará la pesadumbre de haber reprobado lo mismo que usa y aprueba, y esforzará la prueba de mi discurso. Dice, pues, hablando del hipérbaton, que (como vuestra merced mejor sabe) es la figura que causa la transposición: "«animaduerti, iudices," (ejemplo es de Cicerón, que refiere vuestra merced, aunque no todo) "omnem accusatoris orationem in duas diuisam esse partes»." Y desata la figura así: nam «in duas partes diuisam esse» rectum erat. Y añade: sed durum et incomptum. Luego si no usar de transposiciones es duro y no peinado ni culto estilo, aun en prosa, que es de lo que habla Quintiliano, ¿por qué en el verso no será más permitido usarlas? Y si en este las reprueba vuestra merced en otro y las usa en aquella no mejor, sino más atrevidamente por ser en prosa, puesto que en ambos sea defecto, bien le aplicaremos lo que Persio cantó en la sátira cuarta:

Vt nemo in sese tentat descendere, nemo,
sed praecedenti spectantur manticatergo.


Esforzando la prueba de esta objeción, responde vuestra merced a un fuerte argumento del maestro don Francisco del Villar con dos ejemplos. El primero: "que la lengua latina tiene su dialecto y la castellana, el suyo, en que no convienen." Y el segundo: "que el trastorno de las palabras es natural en la latina." Pero aunque de ellos no se infiere que la castellana no le pueda usar ni deba, si no convienen en el dialecto, ¿por qué en el folio 30 y 31 y por toda la Epístola 6 de la Década 3, alega vuestra merced ejemplos latinos para doctrinar la poesía castellana y convencer en su intento? Si la diferencia es, como debe ser, respectiva, tan diferente es el dialecto latino del nuestro como el nuestro del latino, y así no convence con los ejemplos. Las artes retóricas y poéticas que se han escrito, ¿son para la lengua latina sola? No, sino para que cada uno en la suya aprenda y la procure aventajar a otras en tropos y figuras. Mas, o estos dos lenguajes tienen diferente arte o no: si la tienen, no hacen fuerza los ejemplos; si no la tienen y es toda una, los preceptos lo deben ser. Luego si por uno de ellos (y aprobación de vuestra merced) se permiten transposiciones en el lenguaje latino, ¡bien (con la bula del Carmen) sin que obste la diferencia del dialecto, las usa y puede usar el castellano! Si, como dice Aristóteles y vuestra merced, "la poesía es un arte de imitar con palabras," ¿a quién se ha de imitar, si no a los poetas clásicos? Estos son los latinos. Luego bien las usan, imitándoles, nuestros castellanos, o no imitarán ni seguirán los preceptos del arte. Y que "el dialecto latino sea diferente que el castellano es así." La razón es, aunque no la da vuestra merced, porque este tiene las terminaciones o últimas sílabas de los nombres siempre semejantes y habla con artículos que diferencian los casos y sin declinaciones; y aquel con ellas y sin ellos, y con sílabas diferentes que las distinguen. Pero el dialecto sólo tiene jurisdicción sobre las voces en el modo de pronunciarlas, regirlas y concordarlas. Mas el hipérbaton compuesto de ellas está comprehendido de la frase, cuya jurisdicción se extiende a la ampliación de los significados de las voces, a juntarlas y colocarlas antes o después; y la frase y el dialecto son la forma y esencial diferencia entre un lenguaje y otro, y lo que cada uno puede decir que es propio suyo (como vuestra merced mejor sabe). Y así, para usar el castellano de transposiciones, no obsta que su dialecto sea diferente del latino, si en la frase, a quien pertenecen, ya no lo son después que don Luis nació (y aun antes) y que dio al mundo sus poemas, a cuya luz se ha desatado la niebla de la antigua poesía, como se ve claramente en sus obras y en los que para lustre de las suyas, le imitan. Y si diéramosque no se permitían en la prosa las transposiciones, sería contradecir a vuestra merced, que las aprueba en el folio 128, y en el folio 126 usó la que vimos poco ha. Pues, ¿con qué razón las quiere enajenar del verso culto y contradecir a nuestro Garcilaso, que en la epístola a Boscán dijo:

No será menester buscar estilo
presto, distinto, de ornamento puro,
tal cual a culta epístolaconviene?


Si criase Dios un hombre de tan claro ingenio que, como don Luis en verso, usase hipérbatos en prosa con suavidad y elegancia (que muchos usan los escritores), no sería justo culparle ni es razón la que algunos dan de no se usa ni se ha usado, cuando vemos la diferencia que se causa de la sucesión del tiempo en los idiomas. Vuestra merced lo confirma y dice "que con la variedad de los tiempos se muda el uso de hablar." Y alega a Horacio:

Multa renascuntur quae iam ceciderunt etc.


Y aunque quiere que por haber dicho aquí Horacio "parce detorta" sólo hable de las voces nuevas, en el verso siguiente favorece a la frase y a mi conclusión:

Quem penes arbitrium est et uis et norma loquendi.


Porque la potestad o fuerza y la regla o arte de hablar no se termina en las voces solas ni en su dialecto, sino en la colocación de ellas, que es la forma de la frase. Y cuando, para prueba de la variedad que recibe el idioma con el tiempo, no fuera suficiente la autoridad de Horacio y faltase la de vuestra merced, oiga a Quintiliano: "uerborum uero" (dice) "figurae et mutatae sunt semper, et utcumque uoluit consuetudo mutantur. Itaque, si antiquum sermonem nostro comparemus, pene iam quidquid loquimur figura est." Y porque no falte prueba de esto con ejemplo, no es poco la variedad que hoy tiene nuestro mismo lenguaje del que usó el señor rey don Alonso en sus Partidas ni es menos la gran diferencia que hoy tienen nuestras comedias de las que escribió Séneca, Terencio y Plauto. Con autoridad también se prueba, pues, que por la alteza y cultura que dio Cicerón a la lengua latina en Roma, le llamaron y llaman hoy autor de la elocuencia, y Lucano,

Romani maximus autor
Tullius eloquii.


Luego ¿antes no tenía tanta magnificencia como él dio al lenguaje y con el tiempo ha cobrado? Lucrecio en el libro 1, De rerum natura, y Quintiliano, libro 1, capítulo 5, lo aseguran. Pues, ¿por qué en la nuestra no sucederá lo mismo? ¿Es tejida en menos cuenta? O ¿es alabanza de algún idioma tenerle por inculto?

"Que sea natural en el latino el trastorno de las palabras," como dice vuestra merced en su ejemplo segundo: distinguo esta proposición. Es natural usando del arte retórica (o no será de provecho): concédolo. Es natural según su principio (que le tuvo sin ornato): niego. Lo propio diremos (sin algún incoveniente) de nuestra lengua castellana: que no es natural en ella, por sí misma, el uso de los hipérbatos o transposiciones, pero lo es ayudada del arte retórica (pues es para todas lenguas), cuyo uso ha enseñado don Luis con tanta elegancia y novedad. Y aunque esto es cosa notoria, pruebe Quintiliano mi distinción, que hablando de la controversia que hubo entre algunos de su tiempo sobre la composición natural o artificiosa de la oración, dice: "qui si id demum naturale esse dicunt quod a natura primum ortum est et quale ante cultum fuit, tota haec ars orandi subuertetur. Neque enim loquuti sunt ad hanc regulam et diligentiam primi homines, nec proemiis praeparare, docere expositione, argumentis probare, affectibus commouere scierunt." Y más abajo dice: "uerum id est maxime naturale, quod fieri natura optime patitur." Que no se puede entender que sea mejor lo mal compuesto que lo bien colocado.

Junta vuestra merced su autoridad con el ejemplo para prueba de su conclusión, y en folio 38, página 2, dice muy aseveradamente que la lengua italiana ni la francesa no admiten ni usan las transposiciones que don Luis; y aunque no admitirlas o no usarlas estos lenguajes, o porque no quisieron sus poetas o no supieron (que sí supieron y quisieron) o por otra causa, no es argumento para que no las admita la lengua castellana ni consecuencia para que no las usen ni puedan usar sus poetas, pues no siempre la hacen los preceptos de uno a los de otro idioma, respondo que si no me acuerdo mal de lo que no supe bien, "no hay prueba de no," según la ley I, Digesto, De probationibus, y más al propósito la ley I, título 14, parte 3, y allí la glosa. Y si alegar dos versos italianos y dos franceses sin transposición, como aquí hace vuestra merced, probase que no las usa su lenguaje, probara yo contra vuestra merced y la verdad que no las usa el latino con estos dos versos de Virgilio:

Consonat omne nemus strepitu collesque resultant.

Turris erat uasto suspectu et pontibus altis.


Y de paso, aviso a vuestra merced como amigo que no lo diga otra vez, porque si acaso pareciera lo contrario, quedaría tenido por hombre que mira las cosas con menos atención que debe y peligraría su crédito; que si en los ejemplos que alega no hay transposiciones (que sí hay), las habrá en otras partes que no ha reparado. ¿Quiere ver vuestra merced lo uno y lo otro? Pues léase a sí mismo y hallará que dice el Tasso en el soneto que le cita:

Non teme, o nube al suo splendor molesta.


Donde está traspuesto el epíteto molesta, que le atribuye a la nube. Y el Petrarca también, a quien vuestra merced alega sin transposición, dice, hablando con Júpiter, en el del soneto L´aura che il verde lauro:

Manda prego il mio in prima che il suo fine.


Por: il mio fine. Y en el último verso:

Senza le honeste sue dolci parole.


Por: honeste parole. Y él en su Jerusalem dijo:

Hor nulla teme,
opera di furor.


Por: nulla opera. Sannazaro en sus Rimas, soneto quinto, que comienza Anima eleta… :

Con voce dir me udrai bassa e tremante.


Por: voce tremante. Y otras infinitas que hay en estos y otros grandes poetas. Diga, pues, vuestra merced si, habiéndolas usado ellos, las admite su lenguaje. Del francés no hablo, porque no le entiendo, mas diré (no injustamente) que, habiéndose engañado en la italiana, que es más familiar con la nuestra, y con la lengua latina (y en vuestra merced es yerro este de mayor cuantía, por ser tan visto en todas), infiero que se engañó en la francesa. Y cuando no, en nada contradice a mi intento, pues usar o no transposiciones esta lengua no es regla ni doctrina para la nuestra. Crea, pues, vuestra merced que en todas se usan o pueden usar, o por necesidad, para ajustar el verso al metro o la oración a la suavidad, o por gala y mayor ornato y magnificencia del poema. Que yo desde ahora creeré por cierta con grande fundamento la doctrina de Mantuano en el diálogo Contra detractores: "deinde uelim scias" (dice) "non esse detractoribus facile credendum, quia non mature, etiam si docti sint, sed praecipitanter singula iudicant, et putantes nugas suas iudicem non habituras, nec ullo incerniculo excutiendas."





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera