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Título del texto editado:
Festín de las tres Gracias en celebridad del primer instante puro de María Santísima, concebida sin mancha. Vejamen al demonio y a un poeta que se laureó a sí mismo. Recuperación de lo propio, que por suyo vendió la malicia. Restitución de lo ajeno que usurpó el error o la ignorancia.
Autor del texto editado:
Torre y Peralta, José Román de la
Título de la obra:
Festín de las tres Gracias en celebridad del primer instante puro de María Santísima, concebida sin mancha. Vejamen al demonio y a un poeta que se laureó a sí mismo. Recuperación de lo propio, que por suyo vendió la malicia. Restitución de lo ajeno que usurpó el error o la ignorancia.
Autor de la obra:
Torre y Peralta, José Román de la
Edición:
Sevilla: Miguel de Aldabe, 1664


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Festín de las tres Gracias en celebridad del primer instante puro de María Santísima, concebida sin mancha. Vejamen al demonio y a un poeta que se laureó a sí mismo. Recuperación de lo propio, que por suyo vendió la malicia. Restitución de lo ajeno que usurpó el error o la ignorancia


Por don José Román de la Torre y Peralta. Dedícalo al más acérrimo defensor de la más intacta Virgen, al celo más fervoroso de su concepción purísima, al verdadero, único y legítimo autor de la ingeniosísima estampa de su triunfo inmaculado que en abiertas láminas publicó Sevilla, año de 1663, el muy reverendo padre doctor fray Bruno de Solís Valenzuela, monje profeso de la Real Cartuja del Paular de Segovia y natural de Santa Fe del Nuevo Reino.

Con licencia. Impreso en Sevilla por Miguel de Aldabe. Año de 1664.

APROBACIÓN DEL MUY REVERENDO PADRE BERNABÉ DE MEDINA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS, ETC.


Por comisión del señor don Diego Treviño, consultor del Santo Oficio de la Inquisición y provisor en el Arzobispado de Sevilla, por el ilustrísimo y reverendísimo señor don Antonio Payno, he visto este Festín de las tres Gracias en celebridad del primer instante puro de María Santísima concebida sin mancha, compuesto por don José Román de la Torre y Peralta y, fuera de no contener cosa que contradiga a nuestra santa fe y buenas costumbres, el buen gusto de la poesía en no violentadas frases y la piedad del autor a la Purísima Concepción merecen la licencia que para imprimirle suplica. Así lo juzgo, salvo, etc. en este Colegio de San Hermenegildo de la Compañía de Jesús, 12 de enero de 1664.
Bernabé de Medina.

LICENCIA


El doctor don Diego Treviño, provisor y vicario general de Sevilla y su Arzobispado, doy licencia para que se pueda dar a la estampa esta obra, intitulada Festín de las tres Gracias en celebridad del primer instante puro de María Santísima concebida sin mancha, por cuanto por mi mandado ha sido censurada. Hecho en Sevilla en 15 de enero de 1664.
Doctor don Diego Treviño. Diego de Guzmán, notario.

IN AUTHORIS LAUDEM. A QUODAM LITERARIAE CATHEDRAE MODERATORE, SACRI ORDINIS PRAEDICATORUM. EPIGRAMMA

Arduus accelera Ioseph, volitare per alta?
Penna tibi est calamus, virgo parensque via est.

Gratia Pieridum dux est, dux trina Tonantis.
Quid maior tantum praestet utrumque salis?

Virginis esse prius laudas, ubi gratia totum. [5]
Hinc tua Bilbilicus labitur ora lepos.

Instanti in primo mare guttula cernitur amplum.
Cernitur et plectrum quam breve plura canens.

Lux indeficiens virgo fuit inclyta semper.
Nec te deficiunt mella, salesque tui. [10]

Accine dulcis olor, volitasecet aera cantus.
Icario Ioseph, hic pius ausus abest.

Rex et Alexander, primi pio instantis honore,
Viuant, propter epos viue, diuque vale.

DEL REVERENDO PADRE MAESTRO FRAY ANTONIO ORTIZ MELGAREJO, LECTOR DE TEOLOGÍA DE LA SERÁFICA ORDEN EN SU CONVENTO DE OSUNA, AL AUTOR

Con dulce voz que encanta a lo sirena
vuela tu acento hasta el mejor Oriente,
mas, ¿qué mucho tu voz tal gracia ostente,
si canta a la que fue de gracia llena?

Suene tu acento en orgullosa vena, [5]
¡oh, torre, más que altiva si valiente!,
y admire el sol (ya pese a la serpiente)
tanto triunfo pendiente de tu almena.

Por gracia a discantar te introduciste
las que a María intacta la aclamaron, [10]
y el ser con tanta gracia ha sido el chiste.

Bien en ti las tres Gracias se emplearon,
pues referir de gracia conseguiste
lo que ellas tres en gracia te dictaron.

PRÓLOGO O EXHORTACIÓN A LOS QUE LEYEREN, LEGOS O DOCTOS

A vosotros los lectores,
ya seáis, como pollos, píos
o ya os mostréis carrasqueños
por afectar lo peritos,

este prólogo os encargo [5]
miréis con ojos benignos;
si a alguno mostrare dientes,
que le clave los colmillos.

Por desfacer cierto tuerto
que en cierta justa se hizo, [10]
aventurero de allende,
la pluma en la mano enristro.

La puntería tiene hecha
y pues, según la examino,
en forma está de cañón, [15]
sean de crujía sus tiros.

En un libro como un templo,
si es que hay templos como libros,
ciertos conceptos de piedra
vi por lo duros y fríos, [20]

y sobre mucho cascote,
porque no hay obra sin ripio,
faltando en lo material,
sin forma está el edificio.

¡Oh, su artífice, qué hueco [25]
por su estampa se habrá visto!
¡Por Cristo que estoy temblando,
no reviente el pergamino!

Mas, porque a modo de quiebras
columbro ciertos resquicios, [30]
a lo peón de la obra
estas pelladas le tiro.

Su narración, si se advierte,
es de tan pelmazo estilo
que, como es de cal y canto, [35]
abruma por lo macizo.

Sus versos tan sin sazón
que no dan gusto al oído,
pero fáltales la sal
y es fuerza el ser desabridos. [40]

Sus ideas tan pasmadas
que parece que en sus vidrios,
en vez de cristal corriente,
les dio garapiña el Pindo.

Muy sin alma se nos paga [45]
solo de lo desatino,
siendo así que los furores
del espíritu son hijos.

Su vejar tan malicioso,
que, equivoco, no distingo [50]
si es sátira o si es vejamen
esto que canta el cuquillo.

De sí mismo satisfecho
(que es linda comida él mismo),
muy preciado de picante, [55]
da a todos su ajo comino.

Porque el decir sea valiente,
por Marcial se ha introducido:
no es la espada la que corta,
el impulso hace los filos. [60]

También allá Juan Ovén
le hace el plato a su albedrío
y, con su empanada inglesa,
tienen todos bocadito.

Si quiere vejar, invente [65]
agudezas de capricho,
no a lo lorito pintado
repita lo que otro dijo,

no con frases de alquiler
dé un vejamen tan indigno, [70]
que, como son de retorno,
vienen las más de vacío.

¡Oh, poeta de la legua!,
mozo de mulas te digo,
que en vez de chanzas, que es gracia, [75]
tiras pullas de camino.

¿Todo de envidia lo muerdes?,
¡oh, cancerbero maldito,
cuyas voces destempladas,
son, más que acentos, ladridos! [80]

Pues, ¿qué diré de un retrato
que, entre laureles y mirtos,
en infusión de escabeche
metido está hasta el ombligo?

Retratarse es disparate [85]
por tan pequeño motivo,
si no es que se ha retratado
por lo que en él ha mentido.

Cuando no por los errores
que fraguó su desatino, [90]
por el salir en estatua,
solo él del fuego era digno.

¿De cuándo acá tantos humos,
historiador de poquito?
¡Qué bien se ve en tus desvanes [95]
lo que humea el colodrillo!

¿En medalla se nos muestra
muy inhiesto y muy erguido?
Pues ¿le ven andar a gatas
y nos quiere hacer peninos? [100]

¿Por juntar cuatro papeles
allí ensartados de hilo
quiere, a lo ropavejero,
zurcir su retrato al vivo?

Como dueño de la obra [105]
se ha colocado al principio,
pues él se alza con la ofrenda,
de otros siendo el sacrificio.

Hasta aquí la vanidad
pudo llegar de lo escrito, [110]
pues del templo en la fachada
se plantó por frontispicio.

¿Quien un rincón no merece
pretende en el jaspe nicho?
Si es frenesí de la idea, [115]
¿para cuándo es el ladrillo?

En otra justa, me acuerdo,
le vi con el tal designio,
mas ello estaba de estampa
y como por fuerza ha sido. [120]

A él se le puso en la testa
enramarse de lentisco,
¡quién pudiera sino un tronco
coronarse de lo mismo!

Apropiarse estimaciones [125]
puede el ingenio, aun remiso,
que las laureolas solo
las dieron después los siglos.

Tomarse con mano propia
uno el laurel, que es, afirmo, [130]
arrebatarle a la Fama
lo que ella dar no ha querido.

A un ingenio ha de venirle
el laurel como caído,
que andar a la arrebatiña [135]
solo es de ingenios muy niños.

Una y otra lira atada
al pie tiene, y no me admiro,
pues todo lo que delira
es fuerza traerlo consigo. [140]

Sin duda, por el retrato
con él la Fama ha reñido,
pues allí, si no me engaño,
con tanta trompa la he visto.

¡Qué sesudo se nos muestra!, [145]
y es ese el mayor delirio,
que hasta lo cuerdo es locura
si da en afectarle el juicio.

¡Qué bien empleado vejamen!
Llévelo su desvarío, [150]
pues el ramo de laurel
por de loco le han tenido.

A un Jiménez atribuye
de un Bruno triunfos invictos,
¿cuándo de ajenos imperios [155]
se coronó lo mendigo?

¿Qué invenciones a la estampa,
qué poemas al archivo
ha dado, que, aun en fragmentos,
no han visto sus desperdicios? [160]

Este sí, que, en temas varios,
dilatados o concisos,
veinte tomos a las prensas
fatigaran los tornillos;

cuyas ideas pasmosas, [165]
de conceptos peregrinos,
a número no reduzco
por no empeñar al guarismo.

Que fue ignorancia, sin duda,
bien claramente colijo, [170]
mas no por ser ignorancia
se escuda de ser delito.

Solo por esta advertencia
tomé la pluma atrevido,
y en tan errado dictamen [175]
sirva el reparo de aviso.

DEDICATORIA EN FORMA DE DESAGRAVIO AL MÁS ELOCUENTE MUDO

A ti (oh, Bruno) de María
hoy dedico aclamaciones,
¿quién vio de tanto silencio
que se originen las voces?

Su pureza, como centro, [5]
te va a buscar, siendo el móvil,
que a privilegios de imán
no es mucho obedezca el norte.

¡Qué finos los dos, qué iguales
os miro en las atenciones!: [10]
ella te dicta los triunfos,
tú repites sus primores.

Con recíprocas finezas
lucís en unión conforme:
ella como voz te anima [15]
y tú como eco respondes.

Con el tuyo, en fin, se explica
de tal género su nombre,
que tú eres Solís y ella
se declina por Sol, Solis. [20]

Del buril a la fatiga,
dígalo, aun forzado, el bronce,
que el metal por ti, aun sin lengua,
sabrá articular dicciones.

¿A genio no conocido [25]
se acumulan tus blasones?,
¡qué mal se achaca los triunfos
quien no exprimió sus sudores!

Vestirse de ajenas plumas
fue siempre de ingenios pobres, [30]
pero pase por abrigo,
no la ambición las apropie.

No tanto triunfo se usurpe,
equivocado lo monje,
porque pedirlo por hurto [35]
sabrá la pluma a pregones.

¿Qué tiene que ver el numen
desatado a inflamaciones
con quien a una glosa sola
como a sagrado se acoge? [40]

Y glosa tan ordinaria,
según dicen mil autores,
que no valió cuatro cuartos
por no haber sido de porte.

Si ignoraba, preguntara, [45]
y satisficiera dócil,
pues «Quien pregunta no yerra»
en un proverbio se oye.

A dos luces la censura
hoy le ha venido de molde: [50]
si ignorancia, fue simpleza;
si malicia, trato doble.

¡Qué error tan de más de marca
(su coronista perdone)!
Si así yerra en lo que sabe, [55]
¿qué tal será en lo que ignore?

Y si en lo que un hombre toca
encuentra tales errores,
¿qué será en lo que, a distancias,
la advertencia desconoce? [60]

¡Oh, poeta mendicante,
por no haberlo sido entonces,
y qué mal que distribuyes
las noticias que recoges!

A uno, haciéndolo pintor, [65]
le has hecho salir colores;
a otro usurpas los dibujos
que idearon sus carbones;

y, si así truecas los frenos,
harás que uno se desboque [70]
y que salga de su paso,
aunque más la rienda afloje.

Da voces, aunque en desierto,
¡oh, Bruno!, por tal desorden;
mas tanto crédito solo [75]
en tu modestia se apoye.

Bien haces, no hables palabra,
pues que lo dicen acordes,
el tórculo a buriladas
y la plancha a duraciones. [80]

Lo falso de un escribiente
esto a decir obligome,
y no es para secretario
quien hace tales informes.

Logre en ti ese triunfo más [85]
la basa mayor del orbe,
y sean de hoy más tus triunfos
de la envidia matadores.


Paranimphus pro salutatione paschali in Natiuitate domini nostri Iesu Christi, ad Reuerendissimum P. Fr. Brunum Solis, & Valençuela, dignissimum sanctae Cartusiae Paularitanae Alumnum.

Foelicissimi mirandique monocromatis Triumphi, Purissimae Conceptionis Reginae Angelorum Hominumque, nascentis pueri, dignissimae Matris Mariae Sanctissimae auctorem celeberrimum.

A quodam Augustinianae familiae devotissimo ardentissimoque puritatis Mariae defensore, gratia amoris, gratitudinis et obsequij, ob nunquam satis laudabilem Iconis. Structuram directus.

Regio naeuo sine pulchrae procedentis Aurorae
Emanuel simul homo, simulque Deus.
erus Olimpo praeses terrae datus minimus cliens,
Excelta nectens immis instrans solum sydera calcaos.
Ratio quae nocte venit radiantibus Astris, [5]
Expellens Sophia umbras ignoratiae diuina.
Novae arbore Patris sapientia vera diffussa,
Disponens omnia suavitate mira rectoris
Votis Sanctorum annuens liberali succursu;
Scente qui pignus Moysi humani fidit. [10]
Pigmens ignem mitratur mitissimus ortus,
Adam novo novus nascendi modo productus.
Thalamo virgineo integritate pulchro,
Eligens sacratum sibi a pneumate templum.
Radius aeterni splendoris lucae phebeus, [15]
Feriri amore cupiens, solvensque macheram.
Relaxans benigne debita, dona nova retribuens,
Auxilia inopiae gentium impartiri dicatus.
Terens terram pedibus, caput inter nubila condens,
E suae visceribus gratiae redimendos ex alto. [20]
Reus fiens Verbum Deo Patre natus anarcho.
Bethlem hospitio sacrans integerrimae Matris.
Rare puer gigas supplex in stabulo baxiens,
Vniens carni Verbum Regi coaeternum Parenti.
Nudus praesepio lactatus faemina cubans, [25]
Virtutibus coeli stipatus regis and instar.
Solis in palleis lumen inter stercora lucens,
Sempiternam vili cingens maiestatem amictu.
Omni labe alienus sordida luiturus apparens,
Laetus in contemptu spontaneae vilis. [30]
In amplexus veniens adversantium sibi patrono.
Salutem in pennis afferens redimendis amore.
Eterna praestans pro caducis gaudi a salvandis,
Tartarea tela profligare gladio succinctus.
Venerande Brune euge, laetare gaudenter, [35]
Almum sua gratia det tibi Pascha puer!
Lauda Regem inopem obsequio Brutorum egentem,
En si in te nascitur Pascha, te gaudes vero!
Nascenti domum para, fletibus riga stratum,
Cunam venera Patris qui Filii figuram, [40]
Vestit fraternae vilitatis socivo,
Elevare sui ut vultus, abscondaris secreto.
Lunam quae supedibus teret Regina Virgo,
Amoris amplexu mentem amiciat tuam.
Septena bis lustra vitae, miserande, cucurri, [45]
Ad iuveniles nunc annos redire cogor.
Canebam iuvenis fortase voce canora,
Iam sine lingua loquor, iam sine voce cano.
Vt gratus tibi videar sine melode pango,
Senilia profero senex et raucus puer. [50]
Admitte benigne humilis optatus amorem,
Rauco reverende parce canenti tibi.
Laudetur Virgo Mater sine labe concepta,
Vocemque rauco pennam nutanti dedit.
Gabriel humilis tibi servus.

FESTÍN LÍRICO

¿Qué nuevo acento en desusada salva,
como que la despierta, pulsa al alba?,
¿qué discante, qué música sonora
llama las atenciones del Aurora?,
¿qué suspensión, qué lírica armonía [5]
pasmo es del sol al dibujar el día?
Triunfo grande en su Oriente se descuella,
pues se concede en arcos Iris bella.

¡Qué aparato!, ¡qué pompa!, ¡qué hermosura!
Sin duda, de su inmensa arquitectura [10]
destachonó carbunclos y balajes
para arder tornasoles y celajes.

Ninfas hermosas tres, a cuyo armiño
debió el Betis cristal, copos el Miño,
en pórtico de luz resplandeciente [15]
coro forman a obsequio de otro Oriente,
que, aun antes de rayar su luz febea,
le preservó su amor allá en su idea.

Cada cual, porque mueva lo que inspira,
pulsa una dulce lira [20]
tan diestra que, aun sin eco que la aliente,
embelesa al contacto solamente,
¿qué mucho si se vieron en su esfera
templadas de la prima a la tercera?

En nombre una del Padre, otra del Hijo [25]
y otra del Santo Espíritu, colijo
que vaya intentan dar al dragón fiero
que, aun errante, presume de lucero,
cuyo aspecto que sea no imagino
benévolo, aun mirándole de trino. [30]

En defensa, en resguardo y mejoría
del instante primero de María
se convocan las tres, si bien su audacia,
aun siendo de justicia, aquí es de gracia.

Ya una y otra al afecto que las vence [35]
batallan sobre cuál a echar comience
de la gloriosa, en ansia tan severa,
por ser en su alabanza la primera.
Y, en tanto que se avino la capilla,
resonó por el aire esta letrilla: [40]

Hoy al Diablo Cojuelo
las tres hermanas
en forma de vejamen
le dicen gracias.

Que se enoje no dudo, [45]
si bien lo miro,
pero, ¿qué mucho siendo
tres al mohíno?

Que a tres va la vencida
dice el adagio [50]
y hoy con él jugar quieren
a tres en carro.

De esta vez puede el ganso
volverse grullo,
pues ve se han conjurado [55]
tres contra uno.

Si las tres, siendo él solo,
le han de dar chasco,
andarán como tres
con un zapato, [60]

pero, si darle vaya
hoy las tres gustan,
vaya y veamos si acierta
de tres la una».

Ya en esto, con gallardo movimiento, [65]
la una ninfa, aprestando el instrumento
a contrapuntos de una y otra clave,
hizo sonar la falsa más suave;
y la voz, dando al viento
del cromático dulce, a cuyo acento [70]
las dos cedieron con igual porfía
del blando diapasón la primacía,
así entonó, sin susto que la estorbe,
a petición de la mitad del orbe:

«Una sátira que dar [75]
tengo al señor Lucifer
y, si la entablo,
ello bien la puedo errar,
pero, por Dios, que ha de ser
una del diablo. [80]

Si en verso de pie quebrado
mi fe ha de mostrarse ducha
a él, pues, apelo;
y, pues te viene pintado,
a ti te lo digo, escucha, [85]
Diablo Cojuelo.

Por darte un como que baste,
he de templar tanto cuanto
mi guitarrilla;
contigo he de dar al traste, [90]
que aun bien que el tono que canto
va por patilla.

Aunque me llegue a rozar
con el estilo perenne
de otros poetas, [95]
todo concepto ha de entrar,
que, si a propósito viene,
tenga muletas.

A esta niña en luces tiernas
pretendiste derribar [100]
por el pie malo,
mas, ¿que te quiebran las piernas
y te ven por ahí andar
con pie de palo?

Volador, dime, ¿no fuiste [105]
un tiempo allá (fuerte aviesa)?
Si bien lo infieres,
pues, ¿cómo (donoso chiste)
ahora en aquesta empresa
buscapiés eres? [110]

¿Cómo del huerto cerrado
vara en crecer sin compás
fue sacrosanta?
Al pie le tiraste osado,
pues, ¿que no hay más que sin más [115]
darle en la planta?

Por el pie arruinar violento
pretendiste la pureza
de más quilate,
pero frustrose tu intento [120]
porque, sin pies ni cabeza,
fue un disparate.

De esta infanta, bien se ve,
tocar quisiste al calzado,
¡qué niñería! [125]
¿Eres soldado de a pie?
Pues vete allá a ser soldado
de infantería.

Que pierda pie en mar tranquilo
osaste terco y airado [130]
por el pie solo,
pero trocose el estilo,
pues tú quedaste el birlado
y a pie con bolo.

Manchar su albor pretendiste [135]
corriendo a par de lo exento
acciones feas;
por pies ganarla quisiste,
mas viose en tu corrimiento
de cuál cojeas. [140]

En pena de tu osadía,
baldarte aquí de los pies
fue la advertencia,
porque, en honor de María,
aun cada paso que des [145]
sea reverencia.

En pie he de vengar airado
(aunque tu pecho se aburra)
todo mi enojo,
pero echemos el pie a un lado, [150]
que llevarás otra zurra
si aquí te cojo.

Con María (grave exceso)
danzar pretendiste osado
la mariola, [155]
mas no importa, que por eso
caíste al dar, arrojado,
la cabriola.

Que habías mudado de tintas
pensó mi musa en festejo [160]
de quien celebra,
pero, pues sierpe te pintas
y no has mudado el pellejo,
lleva culebra.

Que ardiendo estás bien parece [165]
por más que tu afán lo sufre
como una vela,
mas, ¿sabes qué se me ofrece?,
que, como hueles a azufre,
que eres pajuela. [170]

¿Qué tienes que estás mortal?
Dime, abrasado lucero,
¿pícante avispas?
Que, ¡vive Dios!, que estás tal,
con esa cara de herrero, [175]
que arrojas chispas.

Si estás tan malhumorado
que a tu pesar sin sosiego
vives doliente,
ahí purgarás tu pecado, [180]
pues que tal botón de fuego
te hizo una fuente.

Que por darla este pesar
freírsela osó tu enfado
mi amor sospecha [185]
y ella te vino a dejar,
como carnero mechado,
fuego en la mecha.

Por más que ardiente tizón
te inflames y te desveles [190]
en su ruina,
¿qué sirve tu inquisición,
si tú eres solo el que hueles
a chamusquina?

Darte más tibio el ardor [195]
pudo el divino poder
por tu pecado;
bien pudo hacerlo el amor,
mas todo era padecer,
así que asado. [200]

Arde del odio a pesar
que, con embozo y socapa,
mal le acumulas,
pues, por hacerte rabiar,
de repente nuestro Papa [205]
te echó las bulas».

Suspensa le atendió toda la esfera
y del bruto a la fiera,
como allá el otro Orfeo,
pasmó la admiración, llamó el deseo; [210]
justa acción que en su ciego laberinto
aun las fieras se muevan por su instinto.

Todo raptos el cielo
de tanto ojo estrellado el claro velo,
pestañear no osaba si se apoya [215]
cuando, por una rota claraboya,
corrió una exhalación súbitamente
y en ella un tarjetón quedó pendiente,
tan bello que, en sus timbres, por soborno
del cogollo, al festón brilló el adorno. [220]

Jeroglífico mudo, si elocuente,
parló tácitamente
más de un ardor que en líneas halagüeñas,
así empezó a explicarse por más señas:

«Fértil, robusta oliva, [225]
cópula bella, despuntaba altiva,
cuyo vástago limpio, ya cogollo,
una niña brotaba por pimpollo.

Opuesto el dragón fiero
de más gargantas era Cancerbero, [230]
que, haciendo blanco su pureza, en suma,
la asestaba una flecha en cada pluma.

Un varón fuerte y sabio,
en su ofensa moviendo pulso y labio,
por dejar castigada su osadía, [235]
una palma por asta allí blandía,
en cuyo escudo, que su ardor confiesa,
este mote sacaba por empresa:

“No a eclipsar su luz altiva
te opongas, sierpe espantosa, [240]
porque, en justa tan gloriosa,
seré un Palmerín de Oliva”».

Admiró la invención por peregrina,
en cuya región tersa, cristalina,
en fe de su albor bello, [245]
por medalla quedó, si no por sello.

Pomposa aclamación del horizonte
logró a vista del uno y otro monte
cuando otra ninfa, en gracia sin segunda,
la cítara pulsó con voz fecunda [250]
y, haciendo en fin de su destreza examen,
a proseguir así volvió el vejamen:

«Para escuchar cierta vaya
hoy, señor Diablo, se prevenga,
que hoy, al son de mi instrumento, [255]
le he de dar trato de cuerda.

Óigame y no se haga sordo,
pues tiene buenas orejas
que, por lo de la manzana,
ha de llevar para peras. [260]

Allá con la primer madre
tuvo no sé qué reyertas
sobre come de la fruta
y tómate allá esa ciencia.

Creyó el engaño imprudente [265]
y mordió la fruta aceda,
por cuyo bocado a todos
los dejó oliendo a camuesas.

Y, porque con su frutilla
hizo rezar a la Iglesia, [270]
quiere que al Ave María
también le toque esta cuenta.

Si, por ser hija de Adán,
dice que tocarle es fuerza
el agrio de la manzana [275]
que a todos se les dio a prueba,

la proposición no niego,
mas, si bien lo considera,
¿no ve que antes de esa fruta
María estaba en conserva? [280]

Porque, diga, ¿está en pecado
con aquesta niña excelsa?
Mas, responderá rabioso,
que por qué no lo está ella.

Métase, pues, con los hombres [285]
que son de tan vil ralea,
mas no con quien es por sola
de casa más solariega.

Los demás hijos de Adán
paguen el censo que es deuda, [290]
mas no esta niña que siempre
tuvo la gracia realenga.

Sepa, si es que no lo sabe,
que esta niña es montañela,
y solo son de La Mancha [295]
los que hechos fueron de greda.

¿Piensa que son todos unos
María y los hijos de Eva?
Ahí es barro la pregunta
y es gracia la diferencia. [300]

Ser amasada de un barro
qué importa si, en tal empresa,
no heredó la circunstancia,
aunque heredó la materia.

Si la culpa el mayorazgo, [305]
fue de la naturaleza,
parte en su sangre sí tuvo,
pero no parte en la herencia.

Y, ¿quién duda no fue siempre
privilegiada y exenta, [310]
si la blanca de la carne
han mandado se le vuelva?

De boca en boca se andaba
espíritu de comedia,
echó un diablillo del Corpus, [315]
y saliose auto la fiesta.

Calle, pues, el dragón fiero,
que tocante a su pureza,
solo un Espíritu Santo
puede desatarse en lenguas. [320]

Y, córrase muy corrido,
que, en ocasión como aquesta,
que le vean es muy justo
salir el rabo entre piernas.

Y no tiene que encubrirlo [325]
por solapar su dolencia,
que no hay soneto con cola
que iguale a la que le cuelga.

Antes que fuera, me holgara,
tiempo de Carnestolendas, [330]
porque con él daca el rabo,
todo el mundo le corriera.

Pero de matraca baste,
si no es ya que, con cautela,
hace gala el sambenito [335]
y corre a la correncia».

Cesó el festivo cántico suave,
si tanto afecto en un acento cabe,
cuyo dulce trinado en quiebros vario
(émulo a la calandria y el canario) [340]
a no usado clamor que reverencio
cambió las atenciones del silencio.

Todo era alarde el eco repetido,
todo memoria a injurias del olvido,
cuando, de otra lumbrera o celosía [345]
por quien el mismo sol resplandecía
en tempestad gustosa de colores,
empezó a granizar lluvia de flores
entre quien a honras suyas,
en metáfora o cifra de aleluyas, [350]
cartelas mil entre el clavel y rosas
eran del aire errantes mariposas,
que, a cuenta cada cual de quien la envía,
con lengua de papel así decía:

«Oigan, señores huéspedes [355]
de Europa al África,
oiga, pues, todo el cónclave,
que va de jácara.

Vaya, vaya de hipérboles
al son del tímpano [360]
a la que en ramas fértiles
cedro es del Líbano.

A María Santísima
se entone el cántico,
pues le toca la cítara [365]
su abuelo el máximo.

A honras suyas al órgano
se canten vísperas
y, si le han de dar música,
sea la Magnífica. [370]

Suene por todo el cóncavo
su fama délfica
y, si es lengua el Espíritu,
hable por cédulas.

¿Cuál fue el indocto artífice [375]
que osó, a lo Dédalo,
con el marfil más cándido
mezclar el ébano?

Darle cáncer el áspide
quiso en la pítima, [380]
y el cáncer resolviósele
en una fístola.

Que muerda el pero agrísimo
pretendió cáscaras;
la pretensión fue frívola, [385]
pues no fue válida.

Si de su dueño in solidum
no tuvo el título,
¿cómo cobrar los réditos
quiso en tan vínculo? [390]

Que le dieron in capite
se ve en sus vaguidos
y, por eso, de cólera
se ha puesto palido.

Ya otra bula el Pontífice [395]
dio esta vez séptima;
veamos, pues, con tal cláusula,
si hay ahora réplica.

Jubileo plenísimo
logre tal júbilo, [400]
pues venció al dragón pérfido
quedando en puribus.

Excusar sus retóricas
puede el más práctico,
que esta ley le hace explícita [405]
solo por tácito.

Ya la culpa misérrima
murió de súbito,
pues, sin hablar parábola,
quedó por último». [410]

Calmó la lluvia en rasgos repetida,
que fueron como cédulas de vida,
pues, a cada dicción que atender pudo,
de docto blasonaba aun el más rudo,
cuando, por ver pendiente de su acento [415]
tanta alma en cada aliento,
la tercer ninfa de empezar dio indicio
y, con diestro bullicio,
fijando al pecho la costilla corva,
refinó la tiorba [420]
y, en metro más rumboso y relevante,
así empezó a encrespar el asonante:

«A ti, de las fieras víbora,
a ti, de los monstruos sátiro,
a ti, de los brazos búfalo [425]
y las sabandijas zángano;

a ti, de los hombres títere,
a ti, de los bichos tábano,
a ti, de los trasgos íncubo
y del marisco galápago; [430]

a ti, de las frutas níspero,
a ti, de las yerbas bálago,
a ti, de las plantas chicharra
y de las mieses espárrago;

a ti, digo, adusto etíope, [435]
que, por lo altivo y fantástico,
allá en los cielos un miércoles
te dieron con la del sábado.

Atento esta vez, escúchame,
que vibró en tu ofensa el cálamo [440]
porque a esta niña sin mácula
poner has querido obstáculo.

Témeme, rayo de Júpiter,
por lo veloz y lo rápido,
que, si me inspira benévola, [445]
seré de su luz relámpago.

Al sol te atrevistes, Ícaro,
por ser de su luz el escándalo,
y hecho bajastes murciélago,
¡válgate el diablo por pájaro! [450]

Pues, ¿a la más fértil águila
que voló sobre el Antártico,
siendo tú un pobre cernícalo,
quisiste oponerte bárbaros?

¿A la que de gracia es piélago [455]
manchar osaste el carámbano?
Pues, ¿no temiste en su océano
peligrar, errante náufrago?

¿A la que estrella es clarífica
que al puerto conduce plácido [460]
quisiste, ignorante astrólogo,
hacer luminar errático?

¿A la que oliva es fructífera
marchitar quisistes, lánguido?
Pues, ¿no la vistes pacífica [465]
darnos en óleo el viático?

¿A la que palma es altísima
hollar pretendiste el vástago?
Pues, ¿no la admiraste espléndida
subir a la esfera en pámpanos? [470]

¿A la que torres es davídica
rendir presumiste el diámetro?
Jayán arrogante, guárdate,
no vuelva a crujir el cáñamo.

¿A la que espejo es clarísimo [475]
osaste empañar lo diáfano?,
mas, como estabas frenético,
aquí anduvistes lunático.

Si por comer del albérchiga
se inficionó todo el ámbito [480]
de su veneno mortífero,
Dios reservó aqueste plátano.

¿Qué tiene que ver lo mísero
de nuestro ser pusilánimo
con la que, en su puro horóscopo, [485]
del mismo Dios aun fue oráculo?

Hija la llama el Altísimo,
esposa dulce el Paráclito,
madre pía el primogénito
cuna siendo, lecho y tálamo. [490]

Pues, ¿cómo, di, pudo, tímida,
caer al primero tránsito
si a un tiempo los tres unánimes
le iban sirviendo de báculo?

¿No sabes que fue odorífera [495]
la rosa, azucena y sándalo,
que por más florida víctima
se ofreció en el Tabernáculo?

¿Dudas que fue la oropéndola
que suspendió con su cántico [500]
todos los coros angélicos
aun si de quien eran tántalos?

¿Ignoras que fue la tórtola,
a cuyo arrullo, aunque tácito,
el más amante pelícano [505]
dejó por su nido el álamo?

¿No adviertes que fue la púrpura,
de cuyos timbres magnánimos
el Juez de los cielos ínclito
él sólo llegó a ser árbitro? [510]

¿No admiras que fue la fábrica
del más hermoso pináculo
en quien Dios se abrevió círculo
sin dejar de ser triángulo?

¿No extrañas que fue el período [515]
más bello de su catálogo,
de cuya cerrada cláusula
todo un Dios llegó a ser párrafo?

¿No atiendes que fue la lámpara
más ardiente del cenáculo, [520]
que solo la encendió el céfiro
y no ha de apagarla el ábrego?

Pues, ¿cómo es posible, pérfido,
en culpa incurriese un átomo
si aun llegó del mismo tósigo [525]
a ser el precioso bálsamo?

Si eres tan docto filósofo,
¿cómo de aqueste preámbulo
saber no has podido el énfasis
preciándote de escolástico? [530]

Pues, porque en la escuela angélica
un tiempo fuistes gramático,
dime, ¿has querido ser dómine
de quien indigno eres fámulo?

Anda, letrado sofístico, [535]
bien puedes quemar tus bártulos,
que eres de todos la fábula
por ser tu ciencia de mágico.

¡Cómo me holgara ser médico
de estos de trápala y tráfago [540]
por recetarte unas píldoras
que te sirviesen de cáustico!

Pues, con aquella carátula
más colorada que un rábano,
¿con quién entrastes de máscara [545]
a introducirte en el páramo?

Con esa frente de túmulo,
fiero sobrecejo de Átropos,
que parece, por lo fúnebre,
de difuntis receptáculo; [550]

con estos ojetes lóbregos
metidos allá en los cárcavos
que, aun mirando por dos sótanos,
¿no has conseguido ser friático?;

con esas narices góticas [555]
puestas por lo corvo en ángulo,
¿con quién, aun sin Efemérides,
presumes de matemático?;

con esa lengüeta de áncora
y aquesta boca de cántaro [560]
que parece hablas por bobéda
según es tu acento de áspero;

con esa tez a lo nuégado,
entre quien mezclas lo cárdeno
y aqueste aliento de pólvora, [565]
¿qué te ha hecho de humor tan cálido?;

¿con esta espalda de acémila
y ese pecho doble y sáfico
que de mostrar malos hígados
tiene hecho del rencor habito?; [570]

¿con ese vientre de hidrópico
que a lo olandés o lo gálico
a hinchazones de tu estómago
te arguye de otro Heliogábalo?;

¿con esas piernas de sábana [575]
en quien envuelves lo zámbigo,
caladas hasta los tuétanos
del alcrebite satánico?;

¿con esa cola ridícula
que, por parecer de sábalo, [580]
presumes a lo canónigo
pasar la vida de un párroco?;

¿con esas patas de trébedes
que afuer de versos pentámetros
por el constar de tres sílabas [585]
parecen en sin fin pies dáctilos?

¿A la niña más purísima,
de quien son los cielos párpados,
tu acíbar quisiste, intrépido,
brindar a lo azúcar cándido? [590]

Anda, vete a ser antípoda
a las regiones del Cáucaso,
que, quien ha sido tan rústico,
vivir merece entre guácharos.

Ya, pues, se acabó tu séquito, [595]
mas no con tu beneplácito,
y, pues has quedado huérfano,
o a la dotrina o San Lázaro.

Y no me irrites colérico
con tus discursos mecánicos, [600]
porque, para ser tu cómitre,
aún tengo en la mano el látigo».

Descansó del acento que al oído,
por hinchado, sonó como oprimido,
cuando, entre grumos de carmín y grana, [605]
que amontonó a cambiantes la mañana,
preñado nubarrón se ofreció grave;
como lo que encierra en él no cabe,
abriose a un estampido el blanco seno:
sin duda, un rayo fue lo que dio el trueno. [610]

Ingenioso el ardid de más talento,
como en forma de carta, dio un portento
que, alabando a María varias veces,
su sencillez mostraba aún con dobleces.

Del primero la vista hizo experiencia [615]
y quedó suspendida en la evidencia,
pues, en un triunfal carro que entre aromas
tiraban dos mansísimas palomas,
siendo el amor su auriga,
iba triunfando la verdad amiga [620]
con este mote: «En vano el odio crece
si es la verdad quien siempre prevalece».

Mansión desierta en cerca dilatada
al segundo doblez hizo fachada
que, de atalaya muda haciendo vela, [625]
solo allí era el silencio centinela,
por cuyo espacio un eco resonaba
como que allá entre cuevas se escuchaba:
que tocase a María sería cierto,
pues a hablar se animó lo mudo y yerto. [630]

El siguiente doblez echó el rastillo
y de la acción, presumo, era castillo
otro edificio fuerte que, entre arenas,
se coronó de rayos por almenas.
Rayos, digo, de luz, cuyo cauterio [635]
purga de errores todo el hemisferio,
y hoy hará inquisición en honra suya
del que a María ya se le atribuya.

Corrió la vista el sucesivo velo
y apareció de cal y canto un cielo [640]
en una nueva maravilla efesia,
católica, gentil, suntuosa iglesia,
cuya torre en honor es de María.
Tanto sube a la esfera en quien se fía,
que parece, a mi ver, según se eleva, [645]
va su giralda al cielo a dar la nueva.

¿Qué mucho si al cortejo hermoso y vario
de un célebre octavario,
que a desperdicios de la fantasía
hizo inmortal la devoción más pía [650]
en festivos clamores,
se escuchan de metal mil ruiseñores,
cuyas glorias publican soberanas
como que tienen lenguas las campanas?

Del impulso, impelida, que consagra, [655]
abriose otra bisagra
y, en círculo espacioso, vagó a giros
de esmeraldas, diamantes y zafiros.
Dos arracadas que el amor semeja
pendían de una y otra atenta oreja [660]
en fe de que es la fe, ya en tal sentido,
con la mejor arracada del oído.

Columnas dos, en cuanto el orbe cierra,
eran término o valla de la tierra,
como que hasta su límite el deseo [665]
llegó a fijar el triunfo y el trofeo
entre quien nave presta a más examen,
suelto todo el velamen,
gracia más inquiriendo en curso breve,
los páramos surcó de escarcha y nieve. [670]

Al repetido afán de su luz roja
desdoblose otra hoja
y, a imitación de aquellas
columnas, otras dos fueron sus huellas,
mas de valor, en fin, tan sin segundo, [675]
que a sustentar se atreven todo un mundo.

Con desmedida voluntad sin tasa
del crespo capitel hasta la basa
se vieron alternar, a honor del ave,
el tusón y la llave, [680]
cuyas armas en ellas por hazaña
fijaron los dos Hércules de España.

Desuniose otra lista
y percibió en imágenes la vista
héroes dos que, con puro y santo celo [685]
de la mitra al capelo,
reciprocando afectos más deberas,
tremolaban de paz blancas banderas.

Uno era aquel campeón que en tal examen,
al que miraba opuesto a su dictamen, [690]
con eminencia el cardenal levanta,
y el otro, aquel obispo, firme planta,
con cuyo celo, santidad y ciencia,
tuvo la devoción más complacencia.

Crujió al abrirse otro eslabón valiente, [695]
¿qué mucho si en su globo transparente,
de grave peso, sólido a lo sabio,
los dos Alcides que predijo el labio
se mostraron con faz blanda y severa,
siendo Atlantes segundos de la esfera? [700]

Uno es Filipo, si Alejandro el otro,
que de la envidia el indomable potro,
porque a torcer no vuelva ya la senda,
sujetan al precepto de la rienda.

Con tal unión la vista los atiende [705]
en la empresa que honor o amor defiende,
que, siendo así que, por su fe tan rara,
hijo es Filipo aquí de esta tiara;
parece en el ardor que le anticipo
que hoy Alexandro es hijo de Filipo. [710]

Dividiose otro gajo sin fatiga,
que debió de ser grumo aun siendo espiga,
y, en hostia como ofrenda disfrazado,
se mostró todo un Dios sacramentado;
sin duda, porque al cielo y mundo cuadre, [715]
ver se dejó en custodia de su madre.

A vista de su Oriente
se descolló en lugar más eminente,
como quien dice al docto o ignorante:
«Si dudas que María fue en su instante [720]
de gracia archivo, de pureza estanco,
tírame mi mordaz, yo soy el blanco».

El postrero moviose, último gonce,
y apareció el impíreo a ciclos once,
en cuyo duplicado paralelo [725]
con dos soles se vio lucir el cielo.
María, aquel primor de más belleza,
con cuya intacta, cándida pureza,
si símbolo no fuera de su aliño,
aun asco fuera el ampo del armiño. [730]

Guardada a rayos, pues que el Amor tira
del ara, altar o pira,
era el centro o el punto
que, de tanto cortejo siendo asunto,
como el imán el norte, [735]
la pluma se bebía de más corte,
en quien, a suspensiones de la idea,
lograda del afán la fiel tarea,
entre uno y otro sol de sombra exento,
su pureza quedó por sacramento. [740]

Allí, en dos gallardetes que pendieron
Sixto y Gregorio, tremolarse vieron,
en cuyos blancos rasos,
por haber dado los primeros pasos
en el misterio que hoy airoso campa, [745]
por la gracia, les dieron una estampa.

Allí, varios chicuelos en aumento
población racional eran del viento
que, repitiendo a coros varios motes
de la culpa a los botes, [750]
cada cual echó escudo de sus glorias,
en tarjetas tarjaban sus victorias.

Allí, de la pasión las armas reales
se dejaban notar por más señales
o para ser su escudo, [755]
si atreverse después el odio pudo,
o en muestras de que, exenta del pecado
la hizo un Dios, y más siendo apasionado,
cuyas líneas dibuja
por armas el blasón de la Cartuja. [760]

Allí un montés, si heroico patriarca
a vista de un pastor y de un monarca,
en su defensa, aunque tan flaco y yerto,
segundo Juan clamó desde el desierto,
por cuya aclamación de luces bellas [765]
coronado se vio con siete estrellas.

Allí, un concilio, célebre a porfía,
en cuanto nazca el sol y gire el día,
del cónclave movido Vaticano
el decreto confirma soberano, [770]
¿qué mucho, si a despecho de la ira,
mueve la voz quien el afecto inspira?

Allí, la leal Sevilla
(celebrada del orbe maravilla
y en tal empresa a sus obsequios dada, [775]
nunca bastante celebrada),
a vista de los triunfos de María,
como que se ensanchaba parecía;
bien ensancharse puede
quien sola en su alabanza a sí se excede. [780]

Allí, una y otra población distinta
por cairel se mostró, por orla o cinta;
sin duda era el paviar, si bien se atiende
con Santa Fe que su blasón defiende,
que, porque en ellas sus hazañas tarjen, [785]
de anotación servían a la margen.

Allí, uno y otro monje esclarecido
al pie como esculpido
en tal triunfo se vio por recompensa,
de rúbricas sirviendo en su defensa; [790]
que son, sospecho, si la voz lo explica,
quien le ofreció y a quien se le dedica.

El uno por las rosas y las llaves
ser muestra aquel heroico Loaysa y Chaves,
cuyo sello en la mano sin mancilla [795]
visitador le aclama de Castilla,
y el otro, en fin, por lo que corre y vuela,
será en velocidad un Valenzuela,
que en digna estimación de su persona
todo un triunfo le ofrece por corona. [800]

Allí, en premio y usura,
por el aire una y otra abreviatura,
como laurel, que tanto triunfo abona,
buscaba centro a quien servir de zona,
y en cada rasgo que su amor notaba [805]
un víctor cada cifra rotulaba.

Todo era novedad, cada diseño,
cada carácter, firma de su dueño,
dispuesto su artificio
a examen del juicio, [810]
con tal gala, primor, arte y contorno,
que el rasguño menor sirvió de adorno.
Jamás, por su recreo o desenojos,
junta tal variedad vieron los ojos.

Vistoso mapa en líneas diferentes [815]
le admiraron las gentes, en cuyo artificioso laberinto
se perdiera el ingenio, por sucinto,
de María en las glorias con decoro,
a no ser su pureza el hilo de oro. [820]

Todo al aire ocupó su espacio terso
y, a vista en su región del universo,
movida del afecto que la inflama,
a devoción le tremoló la Fama,
fijando el asta, para más seguro, [825]
del Olimpo a las puertas de su muro,
en cuyo eterno inmenso baluarte
por perdón real quedó o por estandarte.

¡Oh, ingeniosa invención de fiel dibujo,
que, de lo retirado de un cartujo, [830]
por los aires veloces,
salió a dar su silencio tales voces!
Sin duda, en lo imitada de ninguno,
la idea fue de un Bruno.
¡Oh, cartujano, ilustre por tal hecho [835]
del error a despecho,
que usurparte pretende las fatigas,
siega ya flores, si sembraste espigas!
Y pues, eres tú solo a quien se debe
el triunfo de María, al viento leve [840]
de tal gloria tú solo
logra el aplauso, aunque lo envidie Apolo.

Atentas las tres Gracias, aún dudaban
si era idea o verdad lo que miraban
y, por dar colmo al triunfo más glorioso, [845]
que a treguas del afán irguió el reposo,
a tres voces las tres (sola una siendo,
que de tres se formó si bien lo atiendo,
en fe de que sus temores sin violencia
publican tres personas y una esencia) [850]
por última reseña de su abono,
cantáronla este tono
con fe, pues que la Iglesia Sacrosanta
por firme en su decreto nos lo canta.
Con esperanza, pues de loor tan cierto [855]
llegamos ya al feliz, deseado puerto
con caridad, pues devoción tan pía
hoy se aclama a piedades de María
de potencia cifrando en tal intento
(ya retruécano sea de su acento) [860]
memoria que inmortal el tiempo erija
en memoria del padre cuya es hija
entendimiento, que hoy a todo cuadre
en recuerdo del hijo cuya es madre
voluntad, que ya el siglo hará dichosa [865]
en muestras del amor, cuya esposa
dejándola, por cifra o por ejemplo,
hecha de toda la Trinidad templo:

«Miente quien dice que el alba
de María anocheció, [870]
que, aunque más sombras se atrevan,
todo es luces su arrebol.

Ser pura al primer instante
confiese mudo el fervor,
que lo oculto no es posible [875]
que se reduzca a cuestión.

Si el ignorante, si el rudo
mirando está por su honor,
¿por qué el doctor, si es que es docto,
ha de traerle en opinión?, [880]

¿por qué han de alcanzar los ojos
lo escondido de esta acción,
si el sentido nunca pasa
más allá de lo exterior?,

¿por qué ha de fiarse al labio [885]
enigma tan superior
si aun no puede comprenderla
toda una imaginación?

Sepulte la voz el pecho
que, en tan selecta elección, [890]
que ha de aclarar un acento,
que sale como vapor.

Siendo hija de Adán, ser libre
de la culpa es el blasón,
que, a no tener qué vencer, [895]
¿qué era la hazaña mayor?

Busque razones el docto
de si pudo serlo o no,
que en mí la razón más fuerte
está en no hallar la razón. [900]

Intacta la aclame el cielo,
que fuera impropio en su unión,
que, para sacarla en limpio,
hiciese un Dios borrador.

Y no parezca otro viso [905]
efecto de la pasión,
que la voluntad se rige
del entendimiento hoy.

En otras graves materias
dude el ingenio veloz, [910]
que en esta, por congruencia,
debe creerlo el amor.

Ser madre de Dios y en culpa
implican contradicción,
que no se juntara al barro [915]
a no ser puro el crisol.

O es Dios todopoderoso
o es limitada su acción,
que no pudo, es herejía
si pudo, ¿qué es la cuestión? [920]

No solo, digo, de gracia
Dios su Madre preservó,
mas de justicia lo hizo,
y siendo así, ¿qué favor?

Allá con los hijos de Eva [925]
sea merced la redención,
mas de justicia a María,
que en eso está la excepción.

Cristo, es cierto, fue impecable
por naturalezas dos [930]
y, por su pecado, el mundo
le había de ver redentor.

Luego, si había de nacer
de madre el mismo candor,
claro está que de justicia [935]
darle la gracia debía.

Si el no saber cómo fue
ha introducido este error,
solo en saber que se ignora
he hallado el crédito yo. [940]

¡Oh, tú, que apurar pretendes
los rayos a todo el sol!,
para confundirte, solo
oye esta proposición.

Si el hombre al hombre aún no puede [945]
penetrarle la intención,
¿cómo ha de alcanzar conceptos
de idea que un Dios formó?

Y si el hombre ha de alcanzar
cuanto como hombre dudó, [950]
¿qué es lo que ha de reservarse
para aquesto de ser Dios?».

No hubo apenas el último sonido
en el cóncavo herido
del azul pavimento, [955]
cuando, de nubes despejado el viento,
como ilusión que pasa, aunque recrea,
allá en los camarines de la idea
la luz, la nube, el tornasol, la llama,
despareció en las alas de la Fama, [960]
quedando por despojos
más claros de Faetón los rayos rojos;
del alba luminosa
la tez más limpia, de jazmín y rosa;
del aire y su llanura, [965]
más tersa la región diáfana y pura.
Mas, ¿qué mucho acaeciese tal el día,
si se estrenó en las glorias de María?


Sub correctione Sanctae Matris Catholicae Romanae Eclesiae.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera