Examen crítico de la canción que hizo Lope de Vega a la venida del Duque de Osuna, dirigido al mismo autor
La
Fama,
señor
Lope,
aunque en tan remotas partes como yo estoy, pasó por aquí dándonos unas
nuevas
muy frescas de Vmd., con que he quedado admirado, no tanto de la brevedad, porque como vuela y el trompetón es sonoro,
"quamvis regionibus absit inspicitur penetratque canas vox omnes ad aures,"
cuanto de habernos traído en su gaceta cosas increíbles. Yo he sido siempre muy cerrado de fauces con esta señora y muy escrupuloso, porque como es
"Tam ficti prauique tenax quam nuntia veri,"
si no me trae testimonio auténtico no creo
nada,
pero ahora ha querido asegurarme con uno
impreso
en papel blanco y de letra legible, con que le he dado el crédito que al ministro pendolar más legal. Mucho me ha espantado tanta lisonja
mal
dicha como Vmd. desató en los números de su
canción,
cuando parecía que había cerrado la puerta a juventudes y que tenía ya
asentada
la espada y colgado el arnés, como el otro de
Horacio:
"armis Herculis ad postem fixis, latet abditus agro,"
y que ya el guitarrón estaba pendiente de algún clavo timonero con esta letra:
"defunctumque bello barbitom, hic paries habebit,"
que todo esto se podía esperar de un hombre recogido como Vmd. después de diez y siete partes de
comedias,
todas tan sin
arte
y tan llenas de
dislates
y sin guardar el
decoro,
que es compasión. Aunque esto dice que lo ha hecho por acomodarse al
gusto
del vulgo, ¡qué razón tan fuera de él!;
diga
que no ha sabido más. Sepa Vmd. que esa es la fuerza de lo bueno y la virtud oculta de lo que guarda arte y concierto, que agrada a todos: a doctos porque lo entiendan y al vulgo aunque no lo entiendan, y si no dígame si desplacieron al vulgo las comedias de
Plauto
y Terencio por haber observado
reglas
y
arte.
Al fin las de Vmd., como lo confiesa, son comedias
sin
arte donde se han visto inumerables casamientos mal hechos y desiguales; tantos lacayos friáticos que departen con los Reyes, ya echando pullas, ya trayendo lugares de escritura; tanto del pastor engerido sin qué ni por qué ni para qué, todos tan leídos y escribidos que da grima y que casi se dejan atrás a los de aquella poesía desleída o prosa cuajada de sus
arcas
o
Arcadia
de Vmd., y, al fin, tantos desatinos con que
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ha engañado la plebe, siendo
treinta
años poeta cómico conocido por
Mase
Teatro de las Princesas de la Pulgarada; con aquel honorable título que daban a sus berenjenas y pepinos, diciendo «esto es de
Lope»,
conque Vmd. calza coturnos de tres estados en alto, alegre con el aura vulgar y con el aplauso del poblacho ignorante; contra el parecer de
Horacio,
que con ser un pitarroso y estar cada hora hecho un cuero, decía:
Non ego ventosae plebis suffragia venor
nec grammaticas ambire tribus aut pulpita dignor.
Pudiera Vmd., después que se metió a tercero, ahorrar de prólogos como de canciones, y si quería dar
bienvenidas,
mirara más atentamente lo que mandaba impremir, porque esta poesía
mélica
no es obra de tienda ni ropa de munición, ni para el hermano vulgo, sino que abunda de
majestad
en el siglo,
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alteza y
sublimidad
en el ornato, espíritu y elección en sentimientos, con aparato de voces aseadas, selectas y entresacadas con juicio y
decoro
correspondiente a la materia que Vmd. tomaba por asunto. He reído mucho de ver que hubiese espíritu tan atrevido que a un familiar del Santo
Oficio
le engañase en reglas de mapa y cosmografía, y que
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en la primera entrada nos dijese que venía el
Duque
por el mar Tirreno, el cual
no
es el de España, sino el Atlántico o Toscano ínfero y súpero.
Virgilio
lo enseñó en uno de los más comunes versos de su obra (que es imposible deje de estar en su cartapacio viejo, donde tiene el retal de los latines que encaja en sus prosas a troche y
moche),
cuando la furiosa Juno decía al dios de la ventolera (ya sabrá Vmd. que se llama Eolo):
"gens inimica mihi Tirrenum navigat aequor."
Y si este mar no es el Tirreno, habemos de confesar que iba Eneas por la Italia, o que Juno, con la cólera y enojo, no vía letra, y Vmd. tenía obligación de ver esto y advertirlo, pues en la tercera estancia parece que olió este cuento. El otro pecadillo de la Geografía es cuando quiere que desde poniente a levante se respete el valor del Duque y que se tema su esfuerzo y valentía desde el un cabo del mundo al otro, y pudiendo imitar algún buen poeta y decir siquiera como el
satírico:
"Omnibus in terris, quae sunt a Gadibus usque Auroram et Gangem,"
dice Vmd. próvidamente:
¿Qué bárbaras naciones
no temen tu valor, Flaminio Hispano?
Del Caspio al Ponto Euxinio
y del Tártaro al Chino…
Pone al Caspio y Euxinio donde había de acabarse el mundo y rematarse, sin acordarse de Italia ni España, que es donde había de comenzar, y lo que más es para morirse de
risa,
que habiendo
leído
Vmd. (no podrá ser menos, si no es muy desleído en nuestros historiadores) que la Tartaria y la China se dividen solamente con un muro,
dice,
como si estuvieran muy distantes: «Y del Tártaro al Chino», que viene a ser como si dijéramos acá, en buena salud: «De Madrid a Getafe». Dice luego:
Mientras mirare Osuna
tu casa en el espejo de Corbones
¡Lindas
bobericias
se deja Vmd. caer!
Pone
por espejo a Corbones, un miserable arroyuelo que lo más del año está seco, y tres leguas
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de Osuna, puesto en diverso territorio, que es imposible, aunque más se desoje y sea un Argos o un lince, alcanzar a verse en tal espejo. Pudiera Vmd., ya que Osuna es estéril de aguas, poner otra suerte de duración y perpetuidad, pues hay infinitas, y los poetas las
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tienen a cada paso.
Virgilio
nos puso dos, una a lo pastoril en
sus
Bucólicas
y otra a lo grave en su
divina
obra:
Dum iuga montis aper, fluvios dum piscis amabit,
Dum que thymo pascentur apes, dum rore cycadae.
......................................................................................
In freta dum fluvii current dum montibus umbrae
lustrabunt convexa
etc
Otros muchos poetas pudiera señalar si no fuera impertinencia cargar el papel de cosas tan sabidas, y aunque basta en el poeta narrar cosas verisímiles, con que no peque en el
arte
y
estudio,
con todo eso no se le dé a Vmd. perdonar nada, pues en una
canción
como esta, tan llena de circunstancias, lo había de mirar bien un
poeta
viejo,
y no entrar diciendo:
Humilla ¡oh mar Tirreno! las vencidas
olas que reverberan en las nubes
y, espuma celestial, se desvanecen;
paren el curso, del tridente heridas,
con que a la oblicua superficie subes… [5]
¡Santo Dios, y qué hay aquí de cosas! En el primer verso, aunque dejemos las espinzas, se ve un grande
yerro,
porque si las olas están vencidas, ¿para qué las ha de humillar? Y si están vencidas y humilladas, ¿cómo son espuma celestial y llegan a la oblicua superficie? Y si se desvanecieron, ¿qué tienen que humillarse? ¡Brava
bisoñería
y contrariedad grande! Y repetido en dos versos juntos un mismo pensamiento. ¡Y qué mal pensamiento! Pues lo mismo es decir:
Olas que reverberan en las nubes
espuma celestial se desvanecen;
y luego
con que a la oblicua superficie subes.
Había de
fingir
Vmd. al mar soberbio y rebelde aun al tridente de Neptuno, pero que a la presencia del Duque se mostró apacible, y sosegado sus olas. Esté Vmd. en su vocación, y no que queriendo
imitar
la poesía culta, da por las
esquinas.
Dice luego:
Ceñido de corales que enrojecen
el aire en que aparecen,
olvida el centro en cuyo débil suelo
vives, ciudad de arena.
Enrojecen
se dejó decir. Este es un vocablo de los más mal encarados que hay en la canción. El poeta bien puede
inventarlos,
pero ha de ser para mayor ornato y hermosura, y con gran tiento y moderación, como nos amonestan
Horacio
y Aristóteles, y no para matar las gentes. Hacer
ciudad de arena
al mar es
atrevimiento
que no tiene escusa, y linda frialdad es que porque el suelo sea de arena, sea ciudad de arena, y que siendo centro le llame
débil
Mal
epíteto
como Barrabás, en buena filosofía. Y aunque esto de fineza y propiedad en los epítetos sea de tanta importancia en la poesía, Vmd. nunca ha mirado en
tanto,
y así tiene sus obras llenas de epítetos perros y endiablados, calzados al revés. Era negocio infinito hacer lista aun de una parte de ellos. Y prosigue luego:
y el campo azul serena,
cual prende arroyo por diciembre helado,
que por sus aguas pasa la fortuna,
que amanece en España el sol de Osuna.
Mejor fuera dar este oficio a la Fama que no a la Fortuna, sino que el consonante forzoso de
Osuna
le obligó a trocar los frenos. Parecerale que echo bernardinas, y así es verdad que más abajo dijo Vmd.:
Tú solo, claro príncipe de Osuna
contrarios a tu próspera fortuna.
Y más abajo:
Ínclito vencedor de mi fortuna,
mientras mirare Osuna.
Notable cosa es que, con haber hecho al Duque tantas veces sol en esta canción, nunca se topó con la luna para consonante. Debió de temer no se le cayese encima.
También fue fuerza de consonante a
hielo
, hacer a la pobre Fortuna que vaya diciendo cómo viene el Duque
a tierra y cielo.
¿Para qué al cielo, pues lo vía en la mar?
Impertinente
aviso por mi fe. En los últimos versos de cada estancia no olvida Vmd. su buen natural, que siempre fue amigo de cencerrillos pausados, al tenor de
aquellos
romances del
Arcadia
parecidos a los de Peropalo, que se los puede llevar Belcebú. Va de versos:
Cual suele en las tinieblas que destierra
dar luz, cubrir el mar, vestir la tierra.
Si va hablando con el mar, ¿cómo trata de él como de tercera persona?
En la segunda estancia saca del mar al Duque levantando
al alba resplandores y nítidos fulgores.
¿Quién no queda atafagado con esto? Y no sé quién fue ni quién es aquel señor Laurel que mira a España bañar en rayos. No sé que sea
frasis
castellana ni levantar al alba resplandores. Levantar falsos testimonios se dice, aunque
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no será de mí cuando afirmare que estos son pensamientos soeces y
vilísimos.
Y ¿qué cantaron las aves, que se desató la fuente y se rio? Y si fuera de Vmd., fuera acción de muy buen conocimiento, pues cierra así la estancia:
fúlgido así de blandas linfas partes
sol Pedro, Apolo Duque, español Marte.
¡Brava grandeza! Que salió
fúlgido
de las
blandas linfas.
¿Hay más graciosas linfas? El último verso dijera mejor: «sol Pedro, Apolo Duque, Girón Marte», porque fueran respondiendo los apósitos con Duque, don Pedro, Girón, y así ahorrara tanto
español Marte, español Júpiter, español Flaminio,
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que parece
pobreza
de su recámara y estar muy
desalhajado
de epítetos. Y aun dicho así este verso, le podrían dar por el otro cien
palos
con garrote, tranca, estaca de carreta.
Luego vuelve en la tercera estancia a meter al Duque en el mar (¡oh pobre Duque, y cuál le trae!
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) y hace muy mal de tener naufragio ni tomar tal en la boca. Antes había de fingirlo todo obediente, sin que ninguna deidad que hubiera tratara más que de festejar al Duque, y no que se puso a decir:
No salga a nuestra luz la envidia Arpía,
injusto ejemplo de la diosa Juno,
y provoque lasciva su deseo
al de los vientos Rey etc.
¿Con qué, veamos, había de provocar la invidia el deseo de Eolo, con qué buena cara? ¡Y llámala Vmd. lasciva! Mire, por Dios, cómo
habla.
Si es porque Juno
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cuando quiso anegar a Eneas, prometió a Eolo una ninfa en casamiento, eso ¿qué importa? Que la envidia no tiene ninfas, sino víboras y culebras (esas te piquen). ¡Lindo y galán semblante para mostrarse lasciva a la hinchazón de Eolo! Todo está cual Dios lo remedie, pues ya llamar a la envidia arpía es otro tanto oro. Si la envidia fuera comedora o ladrona, vaya, que símbolo es de los tales la Arpía, que
Plutarco:
"Arpiarum an morem civos depopulantes et rapiunt."
Virgilio:
"diripiuntque dapes contactuque omnia foedant."
Y así Arpía se dijo de un verbo griego, que significa robar, arrebatar, hurtar. Pero, ¿la envidia arpía? Nunca creyera que le cupiera tal en la testa. A la envidia llaman los poetas
acris, nefaria, noxia, sequens, inhumana, expiabilis, furens, ardens, iniqua, tristis, caeca, pallida.
Escogiera de todas estas y no dijera
arpía,
ahorrando de una
necedad.
Luego dice Vmd. con gran sumisión:
Tú, claro honor de España, que la espada
con estrella marcial sacaste en Flandes.
Vmd. todo es claro sol, claro cielo, clara estrella, aunque la tuvo muy
mala
en decir
estrella marcial.
Mejor era
con valor,
para mayor recomendación de la valentía del Duque. Porque diciendo
estrella,
parece que fue más suerte y ventura, que es fuerza y valor. De paso dice una gallarda
perífrasis
de la sangre que estaba en la espada:
de enemiga púrpura bañada.
¡Aquí del Parnaso y de las nueve musas, que os afrenta este hombre! ¿Lo mismo no fuera decir enemigo almagre, enemigo bermellón, enemiga grana, escarlata? Todo es vinagrera. Acuérdese de aquello del gran
poeta:
"purpuream vomit ille animam et cum sanguine mixta."
Prosigue luego:
Porque Neptuno mandes
lo que Marte Católico en la guerra
dilata al mar tus glorias,
tus armas, tus victorias.
Ello es muy
mal
consejo decirle al Duque que haga ostentación de sus victorias y que le dé parte de ellas al mar, que eso parece que dice en aquello:
dilata al mar tus glorias.
Porque si dice que había vencido tantas batallas navales que el mar de Lepanto volvía a ser teatro del Duque otra vez, y más que la fortuna lo venía diciendo a voces, ¿para qué había de hacer el Duque una acción tan fea para alabarse? ¡Gentil consiliario para el estado! Doime a pensar que algún flamenco ha regalado a Vmd., pues da a su tierra
epíteto
de
fiel.
¿Bueno es eso para lo que ha costado a España? Pues dicen los que lo saben que hasta hoy cuesta Flandes a España más de doscientos y cuarenta y seis millones de escudos de oro y más de trecientos y cincuenta mil hombres. ¡Mire qué tan fiel es Flandes!
En la quinta estancia le dice a España cuatro pesadumbres.
Tú solo,
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claro Príncipe de Osuna,
de las armas de España en pie
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tuviste
la ofendida opinión, y a los gigantes
contrarios a tu próspera fortuna,
Júpiter español, castigo diste, [5]
y en sus aguas gimieron arrogantes.
Tus rayos fulminantes
eclipsaban calumnias y mentiras.
Dígame por un solo Dios, aquí, sin que nadie nos oiga, cúyas son estas aguas. Si de los gigantes, nunca he
oído
que a los que se levantaron contra el cielo los echasen en el mar, porque dicen malas lenguas que los pusieron en prensa, debajo de unos montes, para que gimiesen arrogantes, ¿o no?
Quid inde
más, que esta su gigantomaquia debió de ser una gran cosa, pues en la penúltima estancia repite Vmd.:
Que desde que los rayos de tu
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mano
dieron reputación tan alta a España.
Pero ¿quién ha de poder
sufrir
que los rayos fulminantes sirviesen de eclipsar calumnias y mentiras? Que los rayos rompan riscos, destrocen, abrasen, en buen hora, pero ¿que eclipsen? Ahora me desayuno de ello. Mas nunca decimos que se eclipsa sino lo refulgente y lúcido, como el sol, la luna; y no diríamos bien que se eclipsa la noche. Y así decir eclipsar calumnias, que no hay cosa más tenebrosa y anochecida, es decir una
bobería
de las de a ciento la onza. Dice luego en la estancia siguiente, con notable humildad:
Qué mucho que la envidia, que te ha visto
el agua hasta los pechos en un dique.
No se podía decir cosa más
lánguida
y descaecida en coplas de Alonso
Hernández.
¿Pues el
ornato,
la magnificencia, el artificio y primor en lo siguiente:
Sus venenosas áspides publique?
Mal áspid
pique
a quien tal imprimió
Adelante:
Corriendo por la vaga
región del aire, la Verdad camina
a España con tus hechos.
Aquí para la Fortuna y toma la Verdad la posta, que las
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han mudado en esta canción la Fama, la Fortuna y la Verdad. Llega, pues, esta a España y comienza a decir, pero... ¡lleve el diablo a quien la espera ni a Vmd. a que dé fin a estos
delirios!
Solo advierto que
Horacio
da cuentas del perdón para quien se descuidó tal vez en obra larga:
"verum opere in longo fas est obrepere somnun."
No a quien cometió más descuidos que dijo versos en una miserable
canción
donde era exuberante y fecundo el argumento, con que los nervios del arte se habían de estender invocando las
musas
más castigadas, más cultas y menos vulgares. A Vmd. le tomó la
correncia
poética e hizo a rimadillas
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esta vinagrera. Piadosamente le excuso, y no hago poco. Repare Vmd. en que es cristiano y ha de dar cuenta a Dios de estas locuras. Y si estas advertencias le desagradaren, empuñe algún soneto de esta data, o haga que algún lacayo, en la primera que echare en el teatro, me dé en estatua dos idas y venidas, que yo le prometo de volverle los saludos, pero con todo eso:
Compesce mentem: me quoque pectoris
tentavit in dulce iuventa
fervor et in celeres iambos
misit
missit
ms.
furentem... etc.
10. solo
om. ms.